La organización revolucionaria de las mujeres trabajadoras

2024-03-13T17:05:14+01:0013 de marzo, 2024|Opinión|
Sobre la Inundación de Al-Aqsa, el papel del gobierno español y del comunismo.

La organización revolucionaria de las mujeres trabajadoras

El comunismo desafía la institución en la lucha de las mujeres

-Iniciativa Comunista

El movimiento feminista como espacio de masas estatal

Tras la crisis de 2008 y el nuevo ciclo político que supuso el 15M, las Marchas por la Dignidad y otros movimientos sociales de gran impacto, una nueva generación de militantes llenó el escenario político. Estos nuevos militantes se encontraron con un Movimiento Feminista que había experimentado un auge significativo, consolidándose como espacio de masas estatal. Gracias a este movimiento, la sociedad del Estado español desarrolló una alta conciencia feminista, llevándose a cabo huelgas y manifestaciones que rompen récords de asistencia.

El movimiento comunista no logró adaptarse de manera efectiva a este nuevo contexto social y político, y se mantuvo atrapado en dinámicas sectarias que provocaron su fragmentación. Uno de los aspectos que explica su pérdida de relevancia fue la falta de una línea clara y sólida respecto a la cuestión de la mujer. El comunismo, visto desde fuera, parecía relegar la opresión que sufren las mujeres a un segundo plano; lo alejaba de las preocupaciones y necesidades actuales de la sociedad.

Como consecuencia, la nueva generación de militantes encontró mayor afinidad y se involucró principalmente en las asambleas feministas. Estos espacios resultan más atractivos, novedosos y frescos para las jóvenes, quienes encontraron en ellos una plataforma para expresar sus demandas y participar en la lucha por la igualdad de género, mientras que las organizaciones comunistas fueron percibidas como caducas y alejadas de la realidad de las mujeres.

Los límites del feminismo: institución e interseccionalidad

En la actualidad, el feminismo se ha convertido en un movimiento de masas que aglutina a un gran número de mujeres proletarias. Sin embargo, es fundamental realizar una crítica contundente a las ideologías interclasistas y reformistas que desvían los esfuerzos y energías de las activistas de aquello que determina y reproduce los problemas contra los que luchan: el modo de producción dominante, que en nuestra época es el capitalista.

El movimiento feminista hegemónico tiene una concepción de sí mismo correspondiente a las teorías interseccionales, que conciben las opresiones como sistemas independientes, autónomos, que se interconectan entre sí. Sin embargo, esta perspectiva difiere del enfoque marxista, que entiende al capitalismo —por ser el modo de producción imperante— como una totalidad que configura y perpetúa toda opresión.

Si bien es importante reconocer la diversidad de experiencias y luchas de las mujeres en función de su raza, orientación sexual y otros aspectos, las perspectivas interseccionales descuidan la base material compartida y las relaciones de producción en su explicación de las opresiones. Esto se debe a que poseen un entendimiento de cada fenómeno (raza, género o clase) como procesos históricos separados y comparables, con motores propios que los auto-reproducen [1]. Son un intento insuficiente de superar la fragmentación de las luchas, incapaces de señalar el modo de producción capitalista como aquello que determina todas las relaciones sociales; que sostiene en última instancia cada una de las diferentes opresiones. Es, de esta manera, como el feminismo encuentra sus límites para lograr la emancipación de las mujeres.

Desde una perspectiva marxista, es fundamental comprender que las diferentes opresiones son producto de las relaciones sociales capitalistas. Por lo tanto, la lucha contra la opresión de las mujeres debe ir de la mano con la lucha contra la explotación capitalista y la transformación revolucionaria de la sociedad.

No obstante, es importante destacar que esta crítica a las teorías interseccionales del feminismo no implica un desprecio total hacia ellas. El feminismo ha desempeñado un papel crucial al poner en relieve las múltiples formas de opresión que enfrentan las mujeres y al desafiar los comportamientos machistas en los espacios comunistas.

En la actualidad, debido a la fragmentación del movimiento comunista y su incapacidad para brindar una dirección revolucionaria a las luchas de masas, del movimiento feminista sólo subsisten y se fortalecen los sectores más institucionalizados. Aunque ocupe posiciones hegemónicas dentro del Estado, el feminismo institucional reconfigurará sus demandas en función de lo que sea «asimilable» para la reproducción del capitalismo, descartando aquellas reivindicaciones que podrían ser verdaderamente revolucionarias.

Superando las limitaciones desde el marxismo

Dentro de las organizaciones comunistas, han surgido dos posturas distintas en respuesta al auge del movimiento feminista y a la falta de un análisis marxista propio de la cuestión. Ambas posturas presentan limitaciones significativas que es necesario superar.

En primer lugar, encontramos a aquellos comunistas que adoptan posturas feministas de manera acrítica. Estas organizaciones llenan los vacíos que el movimiento comunista no logra articular, asumiendo teorías ajenas al marxismo. Siguiendo la corriente interseccionalista del feminismo, consideran que la lucha por el comunismo debe abarcar una amalgama de etiquetas, como el anticapitalismo, feminismo, antirracismo y antiimperialismo.

Por otro lado, se encuentran los comunistas reaccionarios que reniegan rotundamente del feminismo y adoptan posturas machistas y transfóbicas, sin abordar ni desarrollar de manera adecuada la cuestión de género. Además, estos grupos ven con hostilidad al movimiento feminista y consideran que tratar la cuestión de la mujer es secundario o incluso innecesario en la lucha por el socialismo.

Ambas posturas presentan limitaciones y contradicciones significativas. Mientras que la primera tiende a diluir la lucha de clases en una amalgama de luchas parciales, la segunda subestima y menosprecia la opresión y la importancia de la liberación de las mujeres, reduciendo la condición de proletario a un binarismo de venta de fuerza de trabajo en vez del lugar concreto en la producción y reproducción de la sociedad que ocupa. En ambos casos, la falta de un análisis marxista profundo y coherente sobre la cuestión de género lleva a una visión fragmentada y limitada de la lucha revolucionaria.

Es necesario superar estas posturas contradictorias y desarrollar un análisis marxista sólido sobre la opresión de género en el capitalismo. Esto implica comprender que la liberación de la mujer no es un mero añadido al proyecto comunista, sino una parte intrínseca e indispensable de la lucha por la emancipación de la clase obrera en su totalidad. Solo mediante un enfoque marxista integral se podrá avanzar hacia una transformación revolucionaria que aborde de manera efectiva las opresiones que sufren las mujeres.

Hacia una reflexión crítica

Ni la adopción acrítica de posturas feministas interclasistas ni la negación o minimización del feminismo ofrecen respuestas satisfactorias a la opresión de las mujeres en el capitalismo. La liberación de las mujeres no puede ser considerada como un aspecto secundario en la lucha revolucionaria. Debe ser reconocida como una parte integral y esencial de la lucha por la emancipación de la clase obrera en su conjunto. Esto implica entender el capitalismo como totalidad que abarca todos los aspectos de la sociedad, y no como un sistema entre muchos que causa opresiones ligadas a lo que coloquialmente se entiende como «lo económico». Es necesario construir una perspectiva científica y revolucionaria de la realidad.

Es fundamental que las organizaciones comunistas asuman la tarea de procesar críticamente desde el marxismo las posturas del feminismo que hayan adoptado a lo largo de esta década. Solo a través de este proceso de reflexión crítica y construcción teórica, se podrá avanzar hacia una verdadera emancipación de las mujeres y la clase obrera en su lucha contra el sistema capitalista y todas sus formas de opresión.

Construir el Partido de nuestra emancipación

Si en los partidos comunistas y en los sindicatos militan un número muy bajo de mujeres hay que adoptar la práctica revolucionaria y crear órganos y propaganda específicamente para las reivindicaciones de las mujeres con el fin de atraerlas a la organización y a la revolución.

Clara Zetkin

Llegados a este punto, toca poner en práctica nuestra propuesta política. Afirmamos sin complejos que sólo la lucha por la revolución y el comunismo podrá sentar las bases para la emancipación real de las mujeres trabajadoras en tanto que trabajadoras y en tanto que mujeres. Sin embargo, ¿cómo debemos estructurar esa lucha? ¿Cómo nos organizamos para ello? ¿Qué debemos o podemos hacer aquí y ahora? Buscar cómo responder a estas preguntas en torno a la emancipación de las mujeres es la única vía para acercarnos un poco más a ser una fuerza real que avance con paso certero en esta lucha.

Una vez expuesto este marco político, necesariamente debemos de señalar los criterios organizativos para esta tarea. Como decía Lukács, la organización es la forma que media entre la teoría y la práctica [2]. Eternamente relegada a un segundo plano como formalismo o cuestión meramente logística, la cuestión organizativa se presenta realmente como tarea teórica de primer orden: sin una coherencia entre los objetivos, la estrategia y las formas organizativas jamás se podrá avanzar en nuestros objetivos en tanto que solo un planteamiento organizativamente orientado permite criticar realmente la teoría desde el punto de vista de la práctica [3].

A lo largo de la historia, el «cómo» se debía organizar el Partido no ha sido un debate vacío o en vano. Así, Lenin supo ver, en medio de la tormenta contra la socialdemocracia en la II Internacional o en la encarnizada lucha contra los mencheviques en el II Congreso del POSDR, que los debates en torno a la organización obligaban a tomar posiciones y a «bajar» la teoría al plano de la práctica y la realidad más inmediata de manera que los oportunistas quedaban retratados.

Con lucidez, Clara Zetkin supo analizar y plantear soluciones a las problemáticas emanadas de la I y la II Internacional con respecto a la emancipación de las mujeres. Si bien de la II Internacional salieron resoluciones teóricas generales sobre la lucha de las mujeres obreras, la aplicación estratégica de las mismas se dejó en manos de cada una de las organizaciones socialdemócratas. Esto dio lugar a un abismo insalvable entre la teoría y la práctica, llegando a posicionarse algunos partidos socialdemócratas a favor del voto femenino restringido, por ejemplo, en Inglaterra. Por este motivo, Zetkin fue una de las militantes que presionó y luchó por conseguir que existiera una Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas y que tuviera representación en las Internacionales, desde donde poder abordar una táctica y una estrategia comunes que plantasen cara al reformismo que se abría camino y que llevó a que la II Internacional se encontrara a la cola de las masas femeninas.

La Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas no fue, ni de lejos, la única propuesta organizativa de las organizaciones comunistas en la lucha por la emancipación de las mujeres y en su empeño por aumentar la participación de las trabajadoras en las organizaciones políticas y en los sindicatos. Zetkin planteó una lucha paralela donde también se hacía agitación y se creaban espacios de mujeres fuera del partido: no sólo era necesaria la adopción de remedios concretos y de órganos especiales que se encarguen de la agitación, la organización y el adiestramiento de las mujeres sino también la agitación programada y constante entre las mujeres todavía alejadas del partido, mediante asambleas públicas, debates y asambleas de fábrica, asambleas de amas de casa, conferencias de delegadas sin partido y apolíticas, agitaciones en las casas [4], decía Zetkin.

¿Queremos decir con estas experiencias históricas que la solución está, por ejemplo, en crear una asamblea de amas de casa? No. La idea fundamental que subyace a estos párrafos es la necesidad de dar una respuesta organizativa a los análisis y planteamientos previamente realizados. Podríamos coger el ejemplo histórico de cualquier periódico de los que se realizaron para hacer propaganda específica entre las mujeres: las opciones son muchas, de entre las que destacan, Rabónitsa (la mujer trabajadora) en Rusia o Die Gleichheit (La Igualdad) en Alemania; no obstante, no triunfaríamos en nuestra tarea ya que estas herramientas de propaganda no eran un mero apéndice, no era una mera plasmación práctica sino que era el fruto de todo un análisis político y organizativo y su concreción táctica.

En resumen, si algo nos demuestra la historia es que lo importante es tener claridad de principios, saber analizar las cuestiones más relevantes en cada momento histórico y en cada situación concreta, y ser lo suficiente flexibles en la táctica para poder abordar los objetivos propuestos sin perder de vista en ningún momento el horizonte revolucionario. Y esto último, sólo puede ser posible mediante una organización estructurada y fuertemente cohesionada donde la disciplina y la coordinación permitan una acción programada y coherente para un posterior análisis de aciertos y errores, y, si fuera necesario, un reajustamiento de la misma. No obstante, una organización estructurada y fuertemente cohesionada no es algo que se pueda conseguir a golpe de decreto o de directriz sino que es el resultado del esfuerzo de la militancia y su disciplina consciente.

Las organizaciones comunistas deben mostrarse útiles para la emancipación de las mujeres trabajadoras. Para esto no bastan una agitación y una propaganda en la que reivindiquemos con fuerza que sí lo somos, sino que tenemos que dar pasos al frente y avanzar en la consolidación de una organización que realmente luche contra el sistema capitalista. Debemos marcar nuestro propio camino, dirigiendo y promoviendo la acción política, sin permitir que el reformismo sea el que establezca la línea política y las formas organizativas. Sólo de esta manera, y a través de un trabajo honesto con nuestras compañeras, cada vez más mujeres verán en las organizaciones comunistas o en el futuro Partido Comunista una herramienta útil para librarse de las cadenas de su opresión.

Por otro lado, en lo interno, ni los espacios de masas ni las organizaciones comunistas han demostrado ser, al menos en las últimas décadas, espacios seguros para las mujeres. La ausencia de protocolos en caso de agresiones, violaciones o maltrato, o la existencia de estos pero como mero apéndice decorativo, ha llevado a muchas mujeres a abandonar nuestros espacios, a veces por obligación, para no compartir lugares comunes con su agresor, o a veces por simple dignidad y coherencia ante la situación vivida.

Finalmente, no sólo hablamos de protocolos cuando nombramos la necesidad de mecanismos auténticos de igualdad dentro de las organizaciones, sino que debemos ser conscientes de la carga política y personal que las mujeres llevamos sobre nuestras espaldas. El paripé por no quedar como una organización reaccionaria ha llevado a muchas organizaciones a multiplicar las tareas y las responsabilidades de las mujeres, sin atender a sus circunstancias concretas, las cuales han acabado, en el mejor de los casos, dimitiendo o incluso abandonando la organización. Por este motivo, la tarea de formar políticamente a las mujeres de la organización y promover su desarrollo como verdaderos cuadros comunistas para que asuman responsabilidades no puede ser una obediencia ciega.

Si el comunismo es la única vía de emancipación de las mujeres trabajadoras, nuestra contribución no puede limitarse a meras consignas propagandísticas o, peor aún, en una declaración de intenciones (postergar la lucha de las mujeres a un futuro lejano). Al contrario, esta premisa debe tener repercusiones prácticas, aumentar la capacidad política y de respuesta de las mujeres, el grado de conciencia y formación, asegurando espacios militantes donde los camaradas sean verdaderos compañeros de lucha.

Desde los esfuerzos más inmensos, como pudo ser la articulación de las Internacionales, hasta los detalles más insignificantes del día a día están atravesados por la cuestión organizativa. Si queremos construir el Partido como vanguardia real del proletariado, teniendo plenamente en cuenta a las mujeres trabajadoras, debemos darle forma atendiendo a todas y cada una de estas cuestiones.

Bibliografía

[1] Kimberlé Williams Crenshaw. Demarginalizing the intersection of race and sex: A black feminist critique of antidiscrimination doctrine, feminist theory and antiracist politics.

[2] Georg Lúkacs. Observaciones metodológicas sobre el problema de la organización.

[3] Ibid.

[4] Clara Zetkin. La cuestión femenina y el reformismo.

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