Sobre la Inundación de Al-Aqsa, el papel del gobierno español y del comunismo.

2023-12-26T02:59:30+01:0026 de diciembre, 2023|Opinión|
Sobre la Inundación de Al-Aqsa, el papel del gobierno español y del comunismo.

En memoria de todos los mártires 

que entregaron sus vidas por la libertad.

1. Nuevo episodio en la lucha palestina y la reacción de Occidente.

El 7 de octubre de 2023 las brigadas del Mártir Izz El-Din Al-Qassam dieron el pistoletazo de salida a la operación Inundación de Al-Aqsa. Horas después el resto de las organizaciones armadas palestinas respondían a la llamada. El ataque burló las defensas israelís, tumbando el mito de la invulnerabilidad de los muros de la fortaleza colonial sionista. Como marxistas, no podemos aislar el hito militar y mediático de la Resistencia palestina de su ofensiva en el plano político. Sobre todo porque el contraataque de los dirigentes occidentales tampoco es exclusivamente militar, tal y como podemos observar analizando los últimos movimientos de Pedro Sánchez y el ejecutivo español.

En las primeras horas de la Inundación de Al-Aqsa se compartían vídeos de combatientes de Al-Qassam entrando en las bases militares sionistas, pillando a los soldados israelíes literalmente en calzoncillos. Esta imagen es una buena metáfora, ya que no solo las Fuerzas de Ocupación de Israel (FOI) fueron halladas completamente desprevenidas. La Resistencia palestina sorprendió a todo el mundo occidental, marcando de manera decisiva la agenda política, alterando los planes de todo el mundo.

Las primeras reacciones de los políticos y los medios de comunicación fueron lentas y torpes. Igual que la respuesta militar del sionismo. No estaban preparados y tuvieron que improvisar. Recurrieron a las viejas tácticas, probadas en algunas otras ocasiones, con la esperanza de que volvieran a funcionar. No tenían tiempo para analizar la nueva situación y actuar acorde a ella. Cómo consecuencia, las viejas tácticas resultaron ser inútiles en el nuevo contexto.

El día 7 amanecimos con vídeos de combatientes de Al-Qassam, montados en parapentes, entrando en territorios ocupados. También vimos las excavadoras abriendo paso a través de la valla que rodea la Franja de Gaza, permitiendo a la población civil pisar las tierras que les fueron arrebatadas hace décadas. Eran imágenes tan potentes mediáticamente que salir a condenarlas resultaba ridículo y contraproducente en términos políticos. Pero los altos funcionarios de EEUU y la UE tienen cabezas muy cuadradas y no saben salirse de sus viejos esquemas: «cualquier ataque a Israel debe ser condenado». La falta de argumentos no es un problema cuando tienes una gigantesca máquina propagandística engrasada con billetes.

1.1. Dos bulos

Tras el 7 de octubre los medios pro-sionistas pusieron todo su empeño en difundir principalmente dos historias que posteriormente resultaron ser falsas y manipuladas. La primera fue la del festival de música rave, celebrado a escasos kilómetros de la Franja, y la segunda la de 40 bebés decapitados. Dos bulos fabricados a medida para el público occidental. Un público que, por lo que sea, empatiza mucho más con unos raveros blancos que con la población de Palestina; que se horroriza mucho más ante la idea de un bebé decapitado en un hospital israelí que ante cientos de bebés muertos en bombardeos indiscriminados o por falta de atención médica en Gaza, cuando no directamente por un abandono consciente tal y como ocurrió en el hospital infantil Al Nasr.

Detrás de estos bulos propagandísticos hay que destacar dos objetivos claros. Uno es el interés de las agencias de noticias, los medios de comunicación y de la gente en general por cosechar interacciones y visualizaciones para la alegría de sus carteras y sus egos. El segundo objetivo era demonizar y deshumanizar a la Resistencia palestina. Con estas dos historias los propagandistas sionistas ya tenían argumentos suficientes para poder hacer a todo el mundo y a todas horas la misma pregunta: «Do you condemn Hamas?» Así es como aquellos dos bulos no solo perjudicaban la imagen de la Resistencia palestina, sino que, además, automáticamente deslegitimaban a toda aquella persona u organización que se atreviera a no condenar al Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás, por sus siglas en árabe). El mensaje para la población solidaria con Palestina era claro: si quieres que alguien te escuche, condena a Hamás. Llegados a este punto habría que hacerse unas preguntas retóricas, ¿de qué han servido estas condenas pronunciadas por los defensores de los derechos humanos? ¿De qué ha servido hacer distinción entre palestinos «malos» (pro-Hamás) y «buenos»? ¿Cuántas vidas ha salvado el discurso de «no toda Gaza es Hamás»?

Cualquiera que abrazara el discurso pro-sionista, ya sea por ignorancia o por interés, se convirtió en cómplice de los crímenes de guerra perpetrados por el sionismo. Demonizar a la principal organización de la Resistencia en la Franja de Gaza únicamente sirvió para allanar el camino a los crímenes de guerra perpetrados por las FOI. Por enésima vez la excusa de la «lucha contra el terrorismo» se está empleando ya no solo para aplastar a la legítima resistencia de un pueblo frente a la colonización, sino para una limpieza étnica de un territorio con más de dos millones de habitantes.

1.2. Apoyo popular internacional.

No obstante, como respuesta y en claro antagonismo con lo anterior, por todo el globo se levantó un movimiento espontáneo de apoyo a Palestina. Estaba claro que iba a haber manifestaciones de solidaridad, pero nadie se imaginaba la magnitud que podía alcanzar ese movimiento descentralizado. He aquí otra victoria de la Resistencia. No bastaba con que su causa fuera justa, también hacía falta una buena línea comunicativa para conectar con las masas en todo el mundo. Y lo consiguieron. Una organización encerrada en la cárcel al aire libre más grande del mundo consiguió ganar el pulso a toda la propaganda sionista occidental, poniendo de su parte a millones y millones de personas. La Inundación de Al-Aqsa desató una tormenta popular global.

También hay que subrayar que el apoyo a la causa palestina no es exclusivamente espontáneo y no se limita a las grandes manifestaciones que recorren todas las ciudades del mundo. Asimismo existen organizaciones que promueven acciones de boicot activo. Pero, sobre todo, hay que resaltar que existen formas organizativas superiores que entraron directamente en la confrontación armada contra el ente sionista genocida. Hablamos sobre todo de los hutíes de Yemen y de Hizbullah del Líbano. Por ahora estos han sido los dos apoyos internacionales más claros y directos. Los gobiernos, como se suele decir, no están a la altura de sus pueblos. Ojalá la situación fuera diferente y la Resistencia palestina no se sintiera tan sola. Sin embargo, y a riesgo de sonar cínico, esta coyuntura —que es pésima para las brigadas— tiene aspecto positivo de evidenciar la brecha existente entre los estados y sus pueblos. Las personas movilizadas se dan cuenta de que sus gobiernos, incluidos los de los países árabes, no son capaces de cumplir sus reivindicaciones y que se necesitan otros medios y otras formas de organización para conseguir aquello que exigimos. La Resistencia ha obligado a todo el mundo a posicionarse con respecto a su causa y ha promovido el deslindamiento de campos más grande de los últimos tiempos. Este hecho constituye otra importantísima contribución del pueblo palestino a la causa de la liberación de toda la humanidad, haciendo que nuestra deuda con ellas y ellos sea cada vez más grande.

Por supuesto estos últimos meses no estuvieron exentos de muestras de oportunismo más aberrantes. Uno de los ejemplos más claros es la actitud del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, cuyo gobierno desgastado por la crisis no dudó en tratar de encabezar el apoyo popular mostrado por los turcos a la causa palestina. Pero el mismo presidente no se apresura en romper todas las relaciones con Israel, contribuyendo así a la supervivencia del ente sionista. Esta contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, esta hipocresía descarada, debe contribuir a que los comunistas del mundo puedan ayudar a las masas a aprender a reconocer los verdaderos intereses detrás de cada declaración política. Erdogan se pronuncia a favor de Palestina no porque defienda su liberación, sino para reforzar las patas de su sillón de presidente, bastante carcomidas por la crisis y la corrupción. Del mismo modo, Ione Belarra se pronunció en contra de Netanyahu solo por conveniencia política del momento, de mostrarse como la opción radical frente al PSOE y, sobre todo, frente a Sumar.

No hay que perder de vista que en estos momentos cualquier muestra de apoyo hacia el pueblo palestino puede tener un carácter positivo para la Resistencia. Pero la hipocresía de nuestros gobernantes nunca será positivamente vista desde la perspectiva de la liberación de toda la humanidad. Debemos tener claro que los comunistas no podemos evitar que se den estas situaciones. Sin embargo, lo que sí podemos y debemos evitar es que la hipocresía y el engaño de nuestros gobernantes manipulen las conciencias de la población. Es decir, debemos saber desenmascarar los intereses particulares de tal o cual político detrás de cualquier declaración o acción a favor de Palestina. Se trata de un ejercicio de pedagogía básica en lo que a la educación política se refiere.

1.3. Los intereses que defiende Pedro Sánchez.

¿Cuáles son, pues, los intereses que hay detrás de la visita de Pedro Sánchez a Jerusalén ocupada y la posterior crisis diplomática con el ente sionista? Tras haber asegurado su gobierno, el líder del PSOE no tenía nada que perder. Por eso pudo actuar en los límites de la socialdemocracia, mostrándose mucho más contundente y relevante que sus socios aparentemente más radicales. El presidente español ni siquiera tuvo que tomar ninguna decisión política. La mera palabrería sobre los crímenes de guerra ha bastado para contentar y acallar las voces más críticas dentro del espacio Podemos-Sumar. Ni ruptura de relaciones con Israel, ni embargo. Tan solo un par de frases sobre una realidad evidente e innegable de los crímenes del sionismo y la prensa «progresista» ya podía vender a Sánchez como el adalid de la defensa de los derechos humanos y del pueblo palestino.

No obstante, es más interesante analizar estas declaraciones del líder del gobierno de España desde la óptica internacional. Los nulos intentos por parte del sionismo de ocultar el genocidio que han puesto en marcha dañan la imagen de las instituciones internacionales. El estallido popular mundial en defensa de Palestina es una amenaza para los gobiernos imperialistas porque puede ser aprovechado por las fuerzas opositoras en cualquier país occidental. Además, alienta a las fuerzas extraparlamentarias a llevar a cabo acciones que perjudican a la economía (boicot, bloqueos, sabotajes, huelgas, etc). En esta situación, los poderes políticos y financieros buscan desesperadamente recuperar la estabilidad. La actuación de Pedro Sánchez se enmarca dentro de esos planes. Era insostenible seguir haciendo caso omiso a las víctimas civiles y Occidente tenía que recular. El poder acorralado se veía débil y Sánchez salió a proyectar una imagen contraria. Una imagen de un líder europeo que «pone en su sitio» a un genocida desatado y amenaza con tomar cartas en el asunto mediante una conferencia de paz supeditada al control de aquello que llaman «la comunidad internacional», léase el capital financiero.

El fracaso militar israelí junto a la acción de organizaciones internacionalistas juegan a favor de la Resistencia palestina, situándola en una posición ventajosa. De seguir así, el ente sionista puede verse obligado a acometer importantes concesiones, lo cual derivará en un debilitamiento de las posiciones de las potencias imperialistas en Oriente Próximo. Un duro golpe que, sumado al fantasma de la derrota en Ucrania, será aprovechado por los países subyugados. Sin exagerar, en las tierras palestinas se está jugando el futuro del sistema mundial. Por eso la derrota de Israel es inadmisible, pero el actual gobierno sionista parece ser incapaz de cosechar la victoria y se convierte así en un estorbo para Occidente. A su vez, las élites israelíes son plenamente conscientes de que no podrán sobrevivir sin el apoyo extranjero. El futuro del genocida Netanyahu, con escasa popularidad entre los suyos, amenazado tanto desde dentro como fuera, se ve cada vez más negro.

Para Occidente el objetivo no es salvar a Netanyahu, sino salvar a Israel. Justo a eso está contribuyendo la actuación del ejecutivo español. Pedro Sánchez con una mano ha ejecutado una actuación teatral de reprimenda y con otra ha condenado las acciones de la Resistencia, ha reafirmado el derecho de Israel a defenderse y le ha dado alas a la fracasada «solución de los dos estados». He aquí la auténtica postura actual de los gobernantes occidentales. Netanyahu puede caer si no es capaz de defender el objetivo de la oligarquía financiera que no es otro que la perpetuación de la ocupación y colonización. Pedro Sánchez no es defensor de Palestina, sino de la existencia del «Estado» de Israel y ha venido a rescatarlo en sus horas bajas.

Debemos centrar nuestra atención en que la vuelta del discurso sobre el reconocimiento del Estado palestino no es un gesto benevolente, sino una concesión que está arrancando la Resistencia con su ofensiva iniciada el 7 de octubre. Los políticos europeos y estadounidenses están tratando de calmar la situación antes de que sea demasiado tarde. Son conscientes de que las cosas están fuera de su control. Una hipotética «conferencia de paz», tutelada por la oligarquía financiera, tendría como principal objetivo salvar los muebles. En ningún caso pondría fin a las continuas masacres del pueblo palestino, al estado de apartheid y la dominación colonial.

Para que esta conferencia sea posible se necesita contar con interlocutores válidos. No está claro si Netanyahu podría ser un buen candidato por parte de Israel. En cualquier caso, no es un gran problema, puesto que en cualquier momento podría ser sustituido por alguien que no tenga las manos tan manchadas de sangre. Quizás hasta por alguien a quien la prensa internacional podría pintar de «progresista». La duda está en a quién podría aceptar Occidente por parte de Palestina. En este punto la situación se complica.

La Autoridad Nacional Palestina no tiene respaldo de su población y, además y lo que es más importante, no controla ni siquiera a las milicias de la Ribera Occidental. Ni hablar de las de la Franja. Las brigadas del Mártir Izz El-Din Al-Qassam, el núcleo de la Resistencia en Gaza, no obedecerán ningún acuerdo que se tome al margen de ellos. Esta situación apunta a que habría que buscar a un interlocutor de entre las filas de Hamás, organización considerada terrorista según las legislaciones europeas y la estadounidense. Podría parecer un escenario poco probable, pero hay que tener en cuenta que la última tregua fue fruto de las negociaciones entre la entidad sionista y los representantes del Movimiento de Resistencia Islámica, o sea que nada es imposible. Pero en ese caso, ¿cómo los líderes occidentales explicarían a su población el hecho de negociar con «terroristas»? Sería un escenario bastante incómodo en el que, quizás, los medios de comunicación tendrían que encargarse de preparar la opinión pública y «descriminalizar» a Hamás y a toda la Resistencia palestina. De esta forma, los combatientes podrían apuntarse otra victoria política a su lista.

No merece la pena especular sobre cómo terminará la operación Inundación de Al-Aqsa, pues todo aún está en las manos de la Resistencia que ya había obtenido una serie de importantes victorias tanto en el terreno exclusivamente militar, como político; arrojando valiosas lecciones para los movimientos de liberación en todo el mundo. Lo que parece estar claro es que la supervivencia de Netanyahu y su gobierno solo puede ser garantizada mediante una victoria militar, cosa que prometieron lograr en pocos días y que ahora parece imposible debido a la heroica y sumamente inteligente actuación de las brigadas de la Resistencia. Si los palestinos no sucumben en el campo de batalla, a Occidente no le queda otra cosa que sentarse a negociar, buscando el momento más adecuado para ello, para congelar el conflicto y salvar el proyecto sionista. En aras de cumplir con este objetivo, seguramente habría que prescindir del genocida Netanyahu. Para llevar a cabo este proceso habría que buscar rostros «amables» y «humanistas», tanto dentro de Israel, como entre los representantes occidentales. ¿Y quién mejor para esta tarea de salvaguardar los intereses del imperialismo que la socialdemocracia, siempre dispuesta a socorrer el capitalismo en tiempos de crisis y auge de los movimientos revolucionarios?

2. Esbozos para un análisis comunista de la situación.

Lo primero que debemos tener claro las y los comunistas es que no podemos parecernos a nuestra «valiente» y nada hipócrita izquierda europea que en los primeros días de la Inundación se apresuró en poner las manos en alto para no mancharlas de sangre derramada por Al-Qassam. Hoy en día ya sabemos que no se trataba de un gesto de pulcritud política, sino de una enésima claudicación ante los intereses del imperialismo occidental. Yendo a la zaga de los medios de comunicación se apresuraron en condenar a la Resistencia no por razones humanistas, sino para salvar sus sillones calentitos. No obstante, mientras todo el atajo de estómagos agradecidos «de izquierdas» permanecían rendidos, con las manos levantadas ante todo el mundo, la sangre de la población civil de la Franja de Gaza empezaba a llegarles hasta las barbillas, amenazando con ahogarlos en el mar de gente solidaria que salió a defender a la causa palestina. Este camino de la equidistancia resultó ser muy corto y toda la socialdemocracia radical rápidamente se quedó sin terreno para maniobrar, aplastados por la socialdemocracia profesional de un lado y la acción internacional de las masas por otro. ¡Qué disfruten de su bancarrota e irrelevancia y que no digan que no les avisamos!

2.1. El proletariado de Palestina.

El comunismo debe saber orientarse en esta situación y el análisis debe empezar por la correcta caracterización del ente sionista y Palestina. Israel es un estado artificial creado con el propósito de ser una base político-militar para controlar el Oriente Próximo. Este hecho influye de manera determinante en la configuración social del engendro sionista. Es un «Estado» marcadamente imperialista, similar al de cualquier país de la UE, pero más militarizado y religioso. Su existencia es parasitaria y vive de las rentas extraídas de la superexplotación de los países oprimidos que se les suministran, principalmente, a través de EEUU. Además, el bienestar de su población se asienta directamente sobre la explotación colonial del pueblo y las tierras palestinas.

A su vez, el pueblo palestino está privado del derecho democrático tan básico como es el de poseer un Estado propio. Esto le sitúa un escalón por debajo incluso de los países más oprimidos por el imperialismo. Se trata de una población no solo altamente proletarizada, sino también colonizada. No cabe hablar, pues, de un choque entre dos estados o dos burguesías, sino de un conflicto entre la oligarquía israelí-occidental y un pueblo colonizado, privado de derechos democrático-burgueses básicos. En cuanto a la composición social, de un lado tenemos una sociedad típicamente imperialista. En Israel el papel determinante en la economía lo desempeña la oligarquía financiera que en lo político se apoya sobre la aristocracia obrera hebrea. La clase obrera y el proletariado israelí están adiestrados en el servicio militar obligatorio y fuertemente ideologizados mediante la educación, la religión, los políticos profesionales con un perfil típico de un país imperialista, los medios de comunicación y una vida pequeño-burguesa asentada sobre la explotación del proletariado palestino. Este, a su vez, sufre una opresión y una explotación más agudas en comparación con los proletarios israelíes, debido precisamente al hecho de ser una nación colonizada. En el campo legal, las decenas de leyes de apartheid atestiguan y perpetúan esta situación. A pesar de la cercanía geográfica, el proletariado palestino e israelí ocupan posiciones alejadas y cualitativamente diferentes con respecto a las cadenas de valor imperialistas.

2.2. La política y la lucha armada en Palestina.

En Palestina existe su propia burguesía que, hipotéticamente, podría llegar a acuerdos con la oligarquía israelí. Los infames Acuerdos de Oslo (1993) son una prueba histórica de ello. Sin embargo, este antecedente histórico es lo que aleja la posibilidad de una nueva negociación porque algunas fuerzas políticas han aprendido la lección. Precisamente el auge de Hamás tiene mucho que ver con su oposición a aquellos acuerdos. La creación de la Autoridad Nacional Palestina rápidamente desilusionó a aquellos que buscaban un Estado propio, ciertas libertades o la paz. Se reveló como un aparato de gestión de la opresión israelí, pero ahora en modo de outsourcing. Israel obtenía una sumisión más obediente y pacífica, aunque no por mucho tiempo. La burguesía palestina, a su vez, obtenía un hueco en el reparto del trabajo robado a los proletarios palestinos y —muy importante— todo tipo de ayudas de la comunidad internacional que acentuaron la desigualdad entre el pueblo y sus dirigentes políticos. Esa situación llevaba irremediablemente al punto en el que nos encontramos ahora, cuando el curso de la lucha lo está liderando un pueblo armado, organizado en diferentes brigadas de la Resistencia con la hegemonía incuestionable de Al-Qassam, milicia adscrita al Movimiento de Resistencia Islámica.

La cuestión de la lucha armada en Palestina es una cuestión de supervivencia, la tarea de primer orden. La popularidad de Al-Qassam en Gaza y, en consecuencia de Hamás, radica en que ha sido la organización que mejor se ha preparado para la resistencia y que más notablemente ha luchado contra la traición de Fatah. Su determinación, el hecho de haber conseguido por la vía militar lo que tanto tiempo no se podía conseguir por la vía política, el haber devuelto la dignidad a un pueblo oprimido es lo que está haciendo que su popularidad ahora esté creciendo también en la Ribera Occidental del río Jordán. Además, a esto hay que sumar una política inteligente y generosa con respecto a otras brigadas de la Resistencia. La creación de la Sala Conjunta de Operaciones (2006), una iniciativa de Al-Qassam y Saraya Al-Quds (milicia de la Yihad Islámica de Palestina), sentó las bases para la unidad y una acción coordinada entre todas las facciones armadas. Incluida la brigada de Mártir Abu Ali Mustafa (Frente Popular de Liberación de Palestina) cuyos miembros en alguna ocasión han ejercido de portavoces de la Sala. También hubo precedentes políticos para tal unidad. Sirva de ejemplo el apoyo de Hamás a Janette Khoury, mujer cristiana candidata de la lista del FPLP al Ayuntamiento de Ramallah (capital provisional de la Ribera Occidental) en 2005, en las que salió victoriosa. Por otro lado, las últimas elecciones municipales celebradas en la Ribera Occidental (2021-2022) fueron boicoteadas por Hamás. No obstante, los miembros del Movimiento y milicianos de Al-Qassam conformaron listas independientes junto al FPLP en 25 localidades, cosechando importantes victorias. En aquellas elecciones, las listas independientes, en las que figuraban miembros de la Resistencia, obtuvieron un 70% de los votos.

Palestina es un territorio ocupado, lo cual introduce enormes dificultades para llevar una vida política «normal». Podemos observar que la Resistencia goza de una gran popularidad entre la población, pero a la misma vez cualquier expresión política de esta es perseguida por la entidad sionista. Es por ello que no tiene sentido imaginar los partidos y movimientos políticos palestinos como entes homogéneos y centralizados. Todo lo contrario. La descentralización es un factor predominante tanto en la Resistencia – cuyas organizaciones actúan, a menudo, en forma de células independientes – como en los partidos políticos, muchos líderes de los cuales se encuentran en prisión o exiliados. Huelga decir que la ocupación obstaculiza las comunicaciones entre la militancia. Por ello la relación entre las brigadas del Mártir Izz El-Din Al-Qassam y Hamás son paradigmáticas. Existe un nexo ideológico, pero Al-Qassam es un ala militar con sus propios líderes, que toma sus propias decisiones, no recibe órdenes directas de Hamás y no siempre le informa sobre sus operaciones, según han señalado en alguna ocasión miembros oficiales del Movimiento de Resistencia Islámica. En este sentido, las brigadas se asemejan más a lo que nosotros entendemos, salvando las distancias, como un frente de masas.

2.3. El carácter esencial del movimiento proletario palestino y hebreo.

Es un error intentar aplicar los mismos esquemas a un país oprimido que a uno imperialista a la hora de analizar su realidad política. Las expresiones políticas del proletariado palestino y de su Resistencia son muy diversas, pero esto no cambia su carácter esencial. Todas las formas de lucha del pueblo palestino son parte de la lucha anticolonial y antiimperialista, por mucho que no esté hegemonizada por corrientes comunistas. Es necesario deshacernos de nuestros prejuicios europeos para comprender que una religión, en este caso el Islam suní, puede actuar como motor ideológico de una lucha por la liberación nacional, adquiriendo un carácter progresista. No saber reconocer esta realidad no es más que una desviación de izquierdistas occidentales que buscan una revolución pura y sin pecado concebido. Debemos saber ver que tenemos mucho más en común con un miliciano palestino creyente que con un reformista ateo occidental. Los socialistas de Abu Ali Mustafa lo comprenden y actúan en consecuencia, nosotros no podemos ser menos.

En otro polo se encuentra la realidad del proletariado israelí. En el movimiento obrero del ente sionista existen, aunque muy pocos, ejemplos internacionalistas. Pero esto no cambia el carácter esencialmente oportunista y colonial del movimiento en su conjunto. El imperialismo juega un papel determinante y levanta un muro infranqueable entre obreros hebreos y árabes. Este muro solo podrá caer con la extinción de la colonización, es decir, con el establecimiento de un Estado palestino del río al mar. Hasta que esto no ocurra, no se darán las condiciones objetivas necesarias para una unidad por encima de razones de etnia o religión. Es decir, no es casual que en Israel no exista ninguna organización, ni ningún movimiento mínimamente significativo que luche contra su propio «Estado» sionista. La colonización es la premisa que hace imposible el surgimiento de tal movimiento. Las protestas contra el gobierno de Netanyahu no son protestas contra el «Estado» de Israel. Son una manifestación del miedo y del descontento de una población mimada por el imperialismo. Gente aterrorizada ante la aún remota perspectiva de que la Resistencia le pase la factura por sus crímenes. Están convencidos de que el problema es su gobierno, corrupto e inútil, y que la solución es cambiarlo por otro – a lo mejor incluso uno de «izquierdas» – que acabe con el terror de una u otra forma. Los israelíes no quieren y no pueden reconocer que el problema es lo que ellos llaman «su Estado», que realmente es un régimen colonial de ocupación. Por lo tanto, la condición sine qua non para el fin del terror es la derrota de «Israel» entendida esta como la desarticulación de todos los aparatos del régimen sionista. Ergo, la victoria de la Resistencia palestina. Esto último es el punto programático universal o la consigna universal que debe ser defendida por todos los comunistas del mundo. Y no es porque sea un escenario más plausible que una hipotética unión entre el proletariado israelí y palestino en contra del ente sionista, sino porque es el único real dadas las condiciones objetivas actuales.

2.4. ¿Conflicto interimperialista?

Estos días ha habido comunistas que han visto en el conflicto una pugna entre bloques imperialistas. El error de esta postura nace de una inversión de factores, en no saber detectar la contradicción principal. ¿El conflicto de intereses entre EEUU e Irán o China tiene influencia en lo que ocurre en Oriente Próximo? Sin lugar a dudas. Pero es tan solo uno de los múltiples factores que median en la guerra de Palestina contra el ente sionista. Tener en cuenta solo este factor es adoptar una actitud unilateral, ver la parte y no el todo, ver los árboles y no el bosque. «De esta manera no es posible encontrar el método para resolver las contradicciones, ni cumplir las tareas de la revolución, ni llevar a buen término el trabajo encomendado, ni desarrollar correctamente la lucha ideológica en el seno del Partido» («Sobre la contradicción», Mao). Pensar que lo que empujó a la Resistencia a lanzar la ofensiva del 7 de octubre fue la defensa de los intereses del capital chino frente al estadounidense es ingenuo y suena más a conspiranoia que a análisis de la situación concreta. La Inundación de Al-Aqsa es, en primera instancia, una respuesta contra la colonización, un nuevo episodio de la lucha palestina contra el régimen sionista. Esta es la contradicción principal que define el carácter del fenómeno. Afirmar esto no significa excluir de la ecuación otros factores, sino que se trata de ordenarlos, de no confundir las causas con las consecuencias. Dejándolo claro: la resistencia a la colonización es la causa y cualquier intento de instrumentalización de esta lucha sería la consecuencia. Lo que desata la Inundación es la colonización y no la pugna EEUU – RPC. En consecuencia, por mucho que algunos reaccionarios — como, por ejemplo, Erdogan — se posicionen, de palabra, a favor de Palestina, esto no convierte la lucha de la Resistencia en reaccionaria, ni hace menos justa la Inundación.

2.5. Lo que debemos ser. Lo que debemos aprender.

La Inundación de Al-Aqsa ha desatado una crisis política internacional y una respuesta popular sin precedentes en los últimos años. Ante ellas palidece incluso la guerra en Ucrania. Además, su carácter se intuye como cualitativamente diferente porque fue provocada por la entrada en acción de las masas proletarias y no por la acción de gobiernos oligárquicos. Por suerte o por desgracia, ha evidenciado también como ninguna otra crisis reciente la irrelevancia del comunismo occidental, incapaz de dar una respuesta a la altura de las exigencias históricas del momento.

No solamente se trata de la incapacidad de influir de manera decisiva en la política del polo imperialista del que formamos parte. Por suerte, en esta ocasión las masas europeas han respondido de una manera aceptable, aunque no estuviesen guiadas por la teoría marxista. Las grandes movilizaciones y acciones contra el genocidio sionista sin lugar a dudas han influido en las decisiones políticas recientes de las élites europeas. No hay que sobreestimarlas, puesto que no han sido un factor determinante, pero sí han jugado su papel y esto es innegable. La principal incapacidad del movimiento comunista occidental radica en no saber cómo aprovechar esta crisis imperialista y el estallido espontáneo de las masas para impulsar el proceso de la reconstitución del Partido de la Revolución.

El abandono del leninismo siempre ha desembocado en la traición del internacionalismo proletario. Entiéndase por «leninismo» aquí una de sus principales aportaciones: el análisis concreto de la situación concreta. No cabe aquí otra cosa que remitir al lector o la lectora a repasar «Fundamentos del leninismo» (I.V. Stalin) y, en especial, el apartado «El problema nacional». De los múltiples pasajes que cabría citar aquí, me quedaré con uno y es este: «El carácter revolucionario del movimiento nacional, bajo las condiciones de la opresión imperialista, no presupone en modo alguno, forzosamente, la existencia de elementos proletarios en el movimiento, la existencia de un programa revolucionario o republicano a que obedezca el movimiento, la existencia en este de una base democrática.» Desde las coordenadas del leninismo, si uno reconoce que el movimiento de liberación de Palestina, encarnado en las brigadas de la Resistencia, como un movimiento proletario que cuestiona y pone en crisis todo el sistema actual de dominación imperialista, uno debe apoyar sin paliativos a este movimiento. Y no porque haya en él organizaciones que porten banderas rojas, sino por el carácter esencial que tiene la causa. Es decir, el análisis concreto de la situación debe llevarnos a desembarazarnos de prejuicios construidos por la propaganda occidental y reconocer el papel progresista que juegan las brigadas de Mártir Izz El-Din Al-Qassam, como la punta de lanza del movimiento. Este es el verdadero ejercicio del leninismo que ha de acometer la vanguardia comunista en Occidente.

La razón de poner en práctica este ejercicio no debe hacerse pensando en que así facilitaríamos las cosas a las brigadas. Debemos dejar de mirarnos el ombligo y reconocer nuestras limitadísimas capacidades para influir en el tablero internacional. Este ejercicio se ha de hacer en pos de la reconstitución de la teoría revolucionaria que pueda orientar el proceso de transformación de nuestro débil movimiento en el Partido de Nuevo Tipo que, entonces sí, sea capaz de construir bases de apoyo a la Revolución Proletaria Mundial y los procesos de liberación nacional. Tal y como ya hicieron en antaño los bolcheviques. Hasta entonces debemos armarnos de humildad y aprender, aprender y aprender de los procesos proletarios mucho más avanzados y potentes que nuestro movimiento.

Algunas de las lecciones que nos está brindando la Resistencia palestina y su principal fuerza armada actual merecen ser mencionadas aquí. En primer lugar, la incapacidad de los proyectos políticos de la aristocracia obrera de un país imperialista de desembarazarse de su socialchovinismo y de oponerse a los intereses generales de la oligarquía financiera mundial. Esto se traduce en la incapacidad de estos proyectos de empuñar las armas contra el Estado, cosa que solo es capaz de acometer una organización proletaria.

En segundo lugar, que una organización de esencia proletaria es capaz organizar la lucha armada contra el imperialismo aun sin la guía del marxismo y esto es una buena noticia en el momento de la derrota temporal del comunismo. Puesto que cualquier crisis del imperialismo es un buen catalizador para el proceso de la reconstitución.

En tercer lugar, que situar la lucha antiimperialista como la contradicción principal no significa dejar de lado la contradicción capital-trabajo. Al contrario, se trata de entender qué manifestación concreta adquiere esta contradicción central del capitalismo en un momento histórico concreto. La lucha histórica del proletariado contra la burguesía es omnipresente, pero adquiere formas muy diversas. Pensar que la única forma válida de esta lucha es la de los obreros contra los patronos es caer en reduccionismo economicista, por mucho que se haga presuntamente en aras de preservar la pureza de la teoría revolucionaria.

En cuarto lugar, que «las causas externas actúan a través de las causas internas» («Sobre la contradicción», Mao). Es decir, que los posicionamientos que ha tomado el comunismo occidental con respecto a la ofensiva de la Resistencia palestina tienen mucho más que ver con el estado interno de nuestro movimiento que con la caracterización objetiva del conflicto. A grandes rasgos, algunos de los análisis que hayamos podido leer estos días no han sido fruto del estudio pormenorizado de la cuestión, sino que estaban predeterminados por el hecho de no habernos desembarazado todavía de la influencia de la aristocracia obrera y su socialchovinismo. Esta se ha manifestado principalmente en desviaciones izquierdistas que se han alineado con la condena fáctica, de un modo u otro, de la Resistencia en general o de su principal facción en particular.

En quinto y último lugar, que las reivindicaciones políticas de carácter proletario – y estas pueden ser desde la liberación de los presos hasta la recuperación de las tierras ocupadas – en última instancia deben ser arrancadas por la fuerza. Y el proletariado no tiene otra fuerza decisiva en su enfrentamiento contra la burguesía, que la fuerza de un pueblo armado organizado. También que esta fuerza siempre será atacada y calumniada por las élites imperialistas y sus voceros. Formar a las masas en el espíritu de la lucha revolucionaria también pasa por legitimar la vía armada y presentarla como la única posible para cumplir con los anhelos democráticos del proletariado en su camino hacia la emancipación.

Sirva este artículo para que la vanguardia comunista, situada en el centro imperialista, pueda esclarecer sus tareas en el momento histórico actual. Las masas por todo el mundo se han levantado en apoyo a la legítima causa del pueblo palestino. Seamos el cerebro y el corazón de estas masas. Dotemos al movimiento de acción y consignas proletarias. Expliquemos científicamente la situación actual. Conquistemos nuestro derecho a ser dignos miembros del ejército revolucionario mundial que se alza a la lucha contra la bestia imperialista. Avancemos en el proceso de la reconstitución del Partido Comunista.

Los que mueren por la vida

no pueden llamarse muertos.

Por Z. Kosmodemianskaya

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