PDF: Sobre el origen del POSDR(b)
Introducción
En los primeros años del siglo XX, en Rusia, se constituyó un partido de nuevo tipo que arraigó en el seno del proletariado y lo condujo hacia su emancipación; hacia la conquista del socialismo y la construcción del comunismo. El origen y consolidación de la organización bolchevique no fue determinado por una eventualidad histórica, sino que fue el resultado del potencial creador del marxismo. La historia que abarca su creación es amplia, y como toda gran hazaña, no escapó a las dificultades. La profunda comprensión de la doctrina de K. Marx y F. Engels, unida a un agudo conocimiento de la realidad económica y política rusa, fueron el yunque sobre el que se forjó el Partido de la Revolución proletaria.
Hoy, el periodo que vivimos dista de aquel que atravesó Rusia. Donde la socialdemocracia [1] de antaño se enfrentó a un capitalismo repleto de vestigios de servidumbre, con una burguesía incapaz de asumir las demandas democráticas del pueblo, el comunismo del Estado español se enfrenta, desde el corazón del imperio, a una oligarquía financiera asentada sobre una gran masa de aristocracia obrera. Sin embargo, entre la disparidad, también encontramos ciertas similitudes. Actualmente, el proletariado del Estado español carece de Partido Comunista; ni siquiera existe una línea incipiente capaz de afrontar su reconstitución. Asumir esta premisa es fundamental e implica orientar toda nuestra estrategia y táctica política a su construcción.
La creación del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (bolchevique) (POSDR(b)) estableció un hito en los anales de la lucha consciente del proletariado. Estudiar su desarrollo es parte del compromiso histórico con nuestra clase. A través de este documento no pretendemos dogmatizar cada paso emprendido por la socialdemocracia rusa, sino extraer aquellos principios generales de utilidad práctica para nuestro movimiento. Esperamos que su lectura resulte de utilidad para el avance ideológico, político y organizativo del movimiento en la ardua tarea de la reconstitución del Partido Comunista.
La Rusia pre-marxista y el espíritu de círculo
Pero con la aparición de Voluntad Popular, el desarrollo lógico de nuestro movimiento revolucionario pasó a la fase en la que no se podía seguir conformando con las teorías populistas del buen tiempo de antaño, es decir, del tiempo ajeno a los intereses político
Plejanov, El socialismo y la lucha política
Atendiendo a la historia organizativa de las diversas tendencias políticas de Rusia, el término de «círculo» se aplicaba a un reducido grupo de personas configurado en torno a una aspiración política concreta. Este modelo ordenó los primeros brotes de acción y organización frente al estamento feudal ruso.
A principios del siglo XIX, influidos por las ideas emanadas de la Ilustración y la Revolución francesa, un limitado sector de la aristocracia, la nobleza y del ejército, pusieron en cuestionamiento la perseverancia del Antiguo Régimen. Comenzaron a formarse organizaciones secretas, heterogéneas entre sí, pero con un objetivo en común: el rechazo al absolutismo. Enterradas las aspiraciones democráticas surgidas a raíz de la muerte de Alejandro I con la abdicación de Constantino en su hermano menor, Nicolás I, el 26 de diciembre de 1825 varios oficiales del ejército promovieron un levantamiento militar contra el nuevo Zar. Este movimiento pasó a ser conocido como los decembristas, que sin apoyo popular, fue aplastado el mismo día del alzamiento. Sobre aquellos sucesos, V.I. Lenin escribió: «Estrecho es el círculo de estos revolucionarios. Están terriblemente alejados del pueblo» [2].
Pese la ardua represión, los círculos siguieron creciendo. Su actividad se centró en el estudio de la filosofía alemana y del socialismo francés, sin contemplar ningún proyecto revolucionario. Una de las figuras destacadas de este periodo fue A. Herzen, quien representaba la «bancarrota de las ilusiones burguesas en el socialismo» [3] y veía al campesinado ruso como el sujeto de la revolución. Herzen fue el creador del primer periódico revolucionario en Rusia (1857), La Campana, cuya importancia reside en el despertar del movimiento emancipador.
El testigo de Herzen fue recogido por N. Chernishevski quien comenzó a organizar acciones propagandísticas entre el campesinado en favor de la abolición de la servidumbre. Su actividad tuvo buena acogida entre la juventud nihilista y en 1861 dio como resultado la formación de la organización populista Tierra y Libertad. Al poco tiempo, Chernishevski fue detenido y en 1864 la organización se disolvió. Desde la cárcel, escribió su novela titulada Qué hacer, que inspiró décadas más tarde el título de una de las principales obras de Lenin y del bolchevismo. En los años posteriores, el crecimiento de los círculos no cesó. Tampoco cesó la propaganda sobre el campesinado, clase que para la intelectualidad rusa continuaba en el epicentro del foco revolucionario. La acción desorganizada de los círculos dificultaba la asimilación de las demandas de los populistas.
En 1876, al calor de las primeras huelgas obreras, renació Tierra y Libertad con G. Plejanov y S. Perovskaya al frente. Fueron los principales organizadores de la primera gran manifestación política de Rusia en San Petersburgo, aunque la heterogeneidad entre sus miembros no había desaparecido. Por un lado, se encontraban los partidarios de aumentar y perfeccionar la actividad propagandística, por el otro, los partidarios de recrudecer la acción terrorista. Esta situación desembocó en la división de la organización (1879) y la fundación por parte de los propagandistas de Repartición Negra, liderada por Plejanov y V. Zasúlich, y por parte de los terroristas de Voluntad Popular, liderada por Perovskaya. Los miembros destacados de Repartición Negra pasarían a convertirse en los padres del marxismo ruso.
Con el tiempo, las diferencias entre ambas organizaciones se acentuaron. Mientras Repartición Negra centró su actividad sobre una emergente clase social, el proletariado, Voluntad Popular continuó a la retaguardia del campesinado. Años más tarde, Voluntad Popular fue desarticulada por el Gobierno y los líderes de Repartición Negra tuvieron que exiliarse. En el exilio entraron en contacto con el movimiento revolucionario de Europa, lo que estrechó su acercamiento al marxismo y dio como resultado la fundación de la organización Emancipación del Trabajo, semilla del POSDR.
El enfrentamiento con el populismo y la relación con el marxismo legal
Por populismo entendemos un sistema de ideas que comprende los tres rasgos siguientes: 1). La concepción del capitalismo en Rusia como una decadencia, una regresión. 2). La concepción de la originalidad del régimen económico ruso, en general, y de la del campesinado con su comunidad, artel, etc., en particular 3). El desconocimiento de las relaciones existentes entre la «intelectualidad» y las instituciones político-jurídicas del país con los intereses materiales de determinadas clases sociales.
V.I. Lenin, ¿A qué herencia renunciamos?
Durante la última década del siglo XX, el desarrollo capitalista en Rusia se acentuó. El crecimiento de la industria elevó al proletariado a un nuevo peldaño, fortaleció su papel en la estructura productiva y enfatizó las nuevas relaciones sociales de explotación. Con carácter espontáneo y a raíz de su realidad económica más inmediata, los obreros adquirían conciencia sobre su situación particular. El proletariado carecía de derechos políticos y cualquier brote de solidaridad entre la clase era ferozmente reprimido. El grado de organización era simbólico y la espontaneidad gobernaba al movimiento obrero.
Aislada en su concepción del proletariado como sujeto teórico de la revolución, la socialdemocracia no era el único estamento que disputaba la hegemonía política entre los sectores explotados. En las fábricas, los círculos de obreros crecían y pese a la estrechez de su actividad propagandista, los socialdemócratas se desarrollaban como organizadores activos del movimiento proletario. Esta rudimentaria práctica política tenía lugar principalmente en San Petersburgo, terreno donde prosperaron los primeros obreros avanzados entre su clase.
La descomposición del grupo Voluntad Popular y la pérdida de algunos de sus principales líderes, bien detenidos, exiliados o ejecutados, o bien integrantes póstumos de la socialdemocracia, derivó en la asunción por parte de los populistas del ideario liberal. Al contrario que la socialdemocracia, el populismo mantenía sus esperanzas democráticas en el campesinado y su influencia se extendía, no solo entre la comunidad campesina, también entre el proletariado; denostaban el marxismo y conducían al movimiento obrero a la zaga del orden revolucionario. Mientras tanto, la idiosincrasia local de la socialdemocracia impedía exponer el carácter reaccionario del populismo. Era necesario evolucionar la estructura organizativa del marxismo para combatir ideológicamente al populismo.
Los populistas categorizaban la imposibilidad —y la exigua importancia— del desarrollo capitalista en Rusia y promulgaban los «beneficios» de la pequeña industria para el bienestar del obrero. Su posición se debía, principalmente, al desinterés en el proletariado en favor de la comunidad campesina y la idealización de la economía comunal. Frente a esta utópica concepción, no sólo del progreso social, también de la propia situación que vivía Rusia, la socialdemocracia defendió la importancia del avance de las fuerzas productivas y su carácter organizador sobre la masa proletaria. El populismo quedó anclado en viejos esquemas desbordados por el devenir de la economía capitalista que más tarde derivó en su abandono del trabajo entre las masas campesinas y la asunción del terrorismo como guía para la acción.
Una de las obras que mejor representa la lucha ideológica que tuvo lugar durante este periodo fue escrita por Lenin, bajo el título de Quienes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas (1894). En la obra, Lenin se enfrenta al populismo liberal mediante una acérrima defensa del materialismo histórico contra la concepción de la heroicidad del individuo y la subordinación y pasividad de las masas [4]. Puso sobre la mesa el papel dirigente del proletariado en la revolución social.
La socialdemocracia, a través del estudio de la situación concreta de Rusia, determinó que el avance democrático y la conquista de derechos políticos vendría de la mano del desarrollo del movimiento obrero, y que solo su fortaleza ideológica y organizativa permitiría arrastrar al resto de las capas oprimidas. La fortaleza de su posición, residía, precisamente, en el en el esfuerzo realizado en analizar la realidad rusa y la certeza de su deducción ligada a la doctrina revolucionaria del marxismo.
Al contrario que los populistas, los adeptos al marxismo legal [5] reconocían la importancia de la obra de Marx y Engels, o al menos de palabra y no de hecho pues «no reconocían lo principal en el marxismo: la doctrina de la revolución social y de la dictadura del proletariado» [6]. En realidad, el marxismo legal promulgaba el devenir armónico del socialismo en base al desarrollo de las fuerzas productivas; reconocía la centralidad del proletariado en la producción, pero al igual que el populismo, rechazaba su papel como agente activo en la conquista del socialismo. El proletariado debía seguir a la somnoliente burguesía y adaptar sus reivindicaciones.
Aunque la socialdemocracia no tardó en identificar esta peculiar corriente «dentro» del marxismo como contraria a los intereses de la revolución, dada la posición de ventaja de los legalistas en cuanto a permisividad estatal para la publicación de obras, resultó en la formación de una alianza táctica. El objetivo de esta unión fue la publicación y difusión de materiales económicos sobre la situación de Rusia que permitiesen enterrar el alegato populista al pasado.
El trabajo conjunto entre socialdemócratas y legalistas amplificó la doctrina marxista en Rusia, acorraló al populismo y permitió identificar las diferencias de principio entre ambas corrientes. El esfuerzo de la socialdemocracia en el campo de batalla ideológico y su estrecho contacto con el proletariado, permitió asentar los cimientos del futuro Partido.
La «fundación» del POSDR
En 1942 sintetizamos este método democrático de resolver las contradicciones en el seno del pueblo en la fórmula «unidad-crítica-unidad», que, expresada en forma detallada significa partir del deseo de unidad, resolver las contradicciones a través de la crítica o la lucha y alcanzar una nueva unidad sobre una base nueva. […]. En 1942 lo empleamos para resolver las contradicciones dentro del Partido Comunista, o sea […] entre las ideas dogmáticas y las marxistas.
Mao Zedong, El tratamiento de las contradicciones dentro del pueblo
Pese a la victoria sobre el populismo, el espíritu de círculo aún reinaba entre la socialdemocracia. No se podía considerar que para este periodo existiese un verdadero movimiento revolucionario en Rusia, y aunque el proletariado estaba en crecimiento y poco a poco se construía una férrea línea de masas, la socialdemocracia existía con independencia del mismo.
En Europa, por el contrario, poco tiempo atrás había tenido lugar La Comuna de París (1871), se había redactado el famoso Programa de Gotha —y su respectiva crítica por parte de Marx y Engels (1875)— y el Programa de Erfurt (1891), considerado el primer programa político marxista y que tuvo una gran influencia sobre la socialdemocracia rusa. Tal y como señalaba K. Kautsky, redactor principal del programa, tras la publicación de este documento el marxismo consolidó la dirección teórica del socialismo a nivel internacional.
Para extender sus ideas entre el proletariado era necesario dejar atrás la estrechez que siempre había caracterizado a la propaganda socialista, limitada a pequeños círculos de intelectuales y unos pocos obreros, y construir una sólida agitación de masas. Esta posición dividió a los integrantes socialdemócratas, y a su vez, entre los adeptos a la agitación de masas surgieron fuertes divergencias. Por un lado, se encontraban quienes consideraban que la agitación debía centrarse únicamente en las demandas económicas de los obreros; por el otro, quienes defendían la necesidad de incluir demandas políticas. Ambas tendencias pretendían disputar la hegemonía entre el proletariado. La unidad que caracterizó a la socialdemocracia emergente y en su enfrentamiento con el populismo se transformó en una ardua lucha de principios. Los partidarios de la agitación política, entre los que se encontraba Lenin, se encaminaron en su puesta en práctica, pero para llevarla a buen puerto aún era necesario cohesionar la actividad entre sus partidarios y extender su influencia.
La Unión de Lucha, fruto de la unificación de veinte círculos obreros, fue el grupo que encabezó la elaboración de agitación política entre el proletariado. Con un riguroso ejercicio clandestino, logró la incorporación de los obreros más avanzados de San Petersburgo y curtió la actividad revolucionaria de sus integrantes. Fue en noviembre de 1895 cuando su constitución se formalizó con una dirección ideológica, política y organizativa central. Por primera vez en su historia, aunque de carácter local, Rusia disponía de una organización marxista que contaba con el apoyo del obrero petersburgués. Una extensa red de grupos de obreros constituía la base de la organización y eran los encargados de llevar a cabo la agitación y propaganda política en las fábricas donde señalaban el carácter reaccionario del gobierno zarista.
Dado el peligro que suponía, la Unión de Lucha pasó a ser el objetivo principal de la policía rusa y varios de sus líderes fueron detenidos. Sin embargo, la estrecha unión con el movimiento obrero permitió continuar extendiendo su actividad durante el ciclo de huelgas sucedido en 1896. El proletariado de Rusia tomó en sus manos las tareas democráticas que en Europa fueron asumidas por la burguesía liberal y se constituyó como un incipiente fenómeno de masas cuya dirección pertenecía a la socialdemocracia.
Desde antes de su constitución formal, la influencia de la Unión de Lucha sobrepasó los límites de San Petersburgo. En 1895, en Moscú, se formó la Unión Obrera; en Ucrania, se constituyó la Unión de Lucha mediante la agrupación de la socialdemocracia proclive a la agitación política y la línea de masas; y en 1897 se fundó la Unión Obrera Judía General de Letonia, Polonia y Rusia (Bund). El crecimiento de las organizaciones socialdemócratas, unidas en mayor o menor medida ideológicamente, pero dispersas en el plano organizativo, apremiaba la necesidad de su unificación en un partido único y la elaboración de un programa. Fue Lenin quien, desde la cárcel, elaboró el proyecto de este programa donde remarcó la necesidad de dilucidar la situación del proletariado en Rusia, las tareas del Partido para con la revolución y las reivindicaciones inmediatas de los trabajadores [6].
El I Congreso socialdemócrata de Rusia se celebró en Minsk del 1 al 3 de marzo de 1898. Entre los acuerdos más importantes alcanzados destacó el nombre del Partido (POSDR) pues, con objeto de «eliminar toda idea de su carácter nacional no se dio el nombre de “ruso”, sino de “Rusia”». [8]. En el mismo Congreso se aprobó el reconocimiento del derecho a la autodeterminación de los pueblos. Se conformó un Comité Central como órgano ejecutivo de las decisiones emanadas del Congreso y los círculos pasaron a ser comités locales y constituirse como bases del Partido. La cohesión no fue del todo formalizada, pues se reconoció el derecho de los comités locales a desatender las demandas del Comité Central cuando lo creyeran necesario. Este hecho patentó el localismo que aún impregnaba al movimiento cuya máxima expresión se encontraba en el Bund, a quienes se concedió el derecho a mantener publicaciones y congresos propios.
El periódico Rabóchaya Gazeta fue declarado el Órgano Central del Partido y se redactó el Manifiesto del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, que para su publicación, tuvo que pasar por las manos del marxismo legal, lo que rebajó su potencial revolucionario. Pese a su devaluación, el Manifiesto mantuvo su eje central: la necesidad de conquistar derechos políticos en la lucha por el socialismo y la necesidad de la Revolución.
Pese a la importancia que tuvo la celebración del I Congreso, la no aprobación de ningún programa ni estatutos, así como la debilidad de su estructura fruto de las divergencias resaltadas durante su desarrollo, dejó vía libre para el fortalecimiento de la línea burguesa en su seno. La unidad del partido se quedó en una expresión de esperanza y se dio apertura a un periodo de intensa lucha por lograr la cohesión ideológica y organizativa.
Iskra frente al economicismo
Antes de unificarse y para unirse hace falta deslindar los campos de un modo resuelto y definido
V.I. Lenin, Qué hacer
El ascenso del imperialismo durante la última década del siglo XIX, en un contexto de crisis económica mundial, permitió el establecimiento y el crecimiento de los monopolios europeos en Rusia. La burguesía rusa, lejos de suponer una oposición al dominio económico extranjero, perdió su último resquicio de carácter democrático, mientras que el creciente movimiento obrero sufrió un proceso de precarización en favor del proletariado de las grandes potencias de Occidente. Esta situación engrosó las tareas que el proletariado ruso debía emprender, ya no solo como sujeto de la revolución socialista, sino que también de la democratización de Rusia.
Con la derrota ideológica del populismo, la socialdemocracia centró sus esfuerzos en desbancar la influencia de quienes fueron sus aliados, el marxismo legal. A su vez, influenciados por el alemán Bernstein, el oportunismo economicista adquiría importancia entre las filas socialdemócratas. El economicismo predicaba el abstencionismo político de la socialdemocracia y la subordinación de la misma al movimiento espontáneo e inconsciente del proletariado. Veía en las demandas económicas y en la mejora gradual de las condiciones de vida del obrero el verdadero camino hacia el socialismo.
La agudización de la lucha de líneas en el seno de la socialdemocracia, su deriva hacia posiciones burguesas debido a la influencia de un sector de la socialdemocracia alemana, sumado a la detención y/o deportación de los principales líderes de la Unión de Lucha, llevó al fortalecimiento del espíritu de círculo y un detrimento de la agitación de masas. Además, el economicismo, fruto de la aplicación mecánica del desarrollo capitalista en Europa, volvía a situar a la burguesía a la cabeza de la revolución democrática. Para ellos, la intrusión del proletariado en la vida política de Rusia suponía una traición a la causa obrera, que debía permanecer pulcra y dentro de los estrechos límites de la lucha económica. Las consecuencias de los campos ideológicos abiertos en el I Congreso eran cada vez más visibles.
La socialdemocracia, por su parte, entendía que la conciencia espontánea, nacida en la natural lucha de oprimidos frente a opresores en luchas parciales y aisladas entre sí, era la antesala del economicismo. El socialismo como ideología no había surgido de la conciencia inmediata de la clase en su lucha, por esta razón debía llegar al movimiento obrero desde fuera [10*] de la lucha económica de obreros contra patronos, poniendo en el centro el papel de la lucha política del proletariado. Cada manifestación de opresión era percibida por la socialdemocracia como una oportunidad para organizar las denuncias políticas correspondientes. De este modo, el proletariado podría observar el funcionamiento de la sociedad desde el mismo peldaño que la burguesía, y de tú a tú, disputarle el poder político.
La defensa del elemento consciente no era una prédica abstracta por la teoría, sino una lucha por asumir la dirección del movimiento obrero y elevar su conciencia de clase. El economicismo quería separar al proletariado del socialismo científico, la socialdemocracia sintetizarlo en una estructura superior. El combate ideológico contra el economicismo y el desarrollo de la unidad ideológica se constituyó como «primer momento» estratégico de la socialdemocracia revolucionaria.
Durante este periodo de dispersión, disgregación y vacilación; de claudicación de parte de la vanguardia al crecimiento espontáneo, aparecieron Iskra (1900) y Zariá (1901). El periódico, Iskra, y la revista científico-política, Zariá, fueron impulsados por la línea proletaria de la socialdemocracia rusa, representada por Lenin, junto al grupo de los «padres» del marxismo ruso que aún permanecían exiliados, Emancipación del Trabajo, representado por Plejanov.
Las condiciones concretas de precariedad del proletariado ruso, la falta de libertad democrática y el aumento de la represión, tal y como señalaba R. Luxemburg [9], fueron condiciones proclives para que las huelgas económicas derivaran rápidamente en huelgas políticas. Fortalecer la dirección del movimiento obrero adquiría cada vez mayor urgencia y para ello era necesario cohesionar ideológicamente los círculos marxistas y poner fin, definitivamente, al espíritu de círculo. En este sentido, la relación de Iskra con los comités locales del POSDR fue la de «organizador colectivo» [11]. Este fue el papel de Iskra, Zariá y de Lenin, que a través de su obra, Qué hacer (1902), preparó el terreno para la celebración del II Congreso del POSDR.
Mientras que los economicistas renunciaban a la necesidad de construir un Partido, pues consideraban que su formación devendría del movimiento espontáneo de las masas, para Lenin, el Partido debía organizarse como un grupo reducido de revolucionarios profesionales en la dirección, junto a una extensa red de organizaciones que conectaran con el proletariado. Este Partido debía ser vanguardia y elemento de unificación y orientación de la lucha de clases, dirigiendo el primer combate decisivo contra el zarismo por la instauración de un régimen democrático como paso ineludible al derrocamiento del capitalismo en Rusia.
Gracias al trabajo en los órganos de expresión de la línea proletaria de la socialdemocracia, los campos quedaron bien delimitados. El II Congreso constituyó la arena final.
El II Congreso del POSDR: bolcheviques y mencheviques
La unidad en cuestiones de programa y en cuestiones de táctica es una condición indispensable, pero aún insuficiente para la unificación del Partido, para la centralización del trabajo del Partido (¡Dios santo, qué cosas elementales hay que masticar en estos tiempos en que todas las nociones se han confundido!). Para esto último es necesaria, además, la unidad de organización, es inconcebible en un partido que se salga, por poco que sea, de los límites familiares de círculo, sin estatutos aprobados, sin subordinación de la minoría a la mayoría, sin subordinación de la parte al todo.
V.I. Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás.
Antes de la convocatoria del Congreso, Iskra elaboró un programa que presentó para su aprobación. Sin embargo, durante su elaboración, comenzaron a vislumbrar las primeras grandes diferencias entre la redacción del periódico. Plejanov y allegados rezumaban las mismas estrategias de los partidos socialdemócratas de Occidente y pretendían trasladar la experiencia de las democracias capitalistas desarrolladas a Rusia. La extrapolación de los análisis de los principales países europeos situaban al proletariado ruso, al igual que el economicismo, a la retaguardia de la revolución democrática. Lenin, por su parte, atendiendo a la realidad concreta de desarrollo de las fuerzas productivas en Rusia y al papel político adoptado por la burguesía, predicaba la hegemonía del proletariado tanto en la revolución democrática como en la lucha por el socialismo.
Otra discrepancia surgió en torno a la necesidad o no de incluir una mención explícita a la dictadura del proletariado, que pese a la inicial negativa de Plejanov, finalmente fue incluida.
El II Congreso fue celebrado en julio de 1903 y contó con 43 delegados y 26 organizaciones [6]. Debido a la influencia previa lograda a través de Iskra sobre los comités locales y al trabajo del Comité de Organización del Congreso, los iskristas constituían la mayoría de delegados, aunque no todos sus seguidores habían asumido realmente su línea. Para conocer con detalle lo sucedido durante el Congreso, narrado y analizado a partir de sus propias actas, merece la pena leer la obra de Lenin, Un paso adelante, dos pasos atrás (1904). La obra nos enseña a identificar cuándo la confrontación entre dos partes proviene de desencuentros estratégico-tácticos y cuándo de problemas de principio. Asimismo, también proporciona una muestra clarividente de cómo el oportunismo, en función de sus intereses particulares, es capaz de cambiar bruscamente de posición dentro del recorrido de una tesis política, independientemente de sus contradicciones insalvables, con tal de nutrir sus propias ambiciones.
Tras la aprobación del programa, se procedió a la elección del órgano de expresión de la organización. No se trataba de la simple elección de un periódico: esta votación, junto al programa, determinaba la base ideológica sobre la cual se debían asentar los pilares organizativos del POSDR. El resultado se tornó favorable a Iskra que pasó a convertirse en el órgano oficial del Partido. Es importante resaltar que con la aprobación del programa se reconoció el derecho de las naciones a la autodeterminación, lo que provocó un gran malestar entre el Bund y la socialdemocracia polaca y lituana.
Tuvo una gran importancia el debate en torno a la posición del Partido sobre el campesinado y otros grupos y su relación con el proletariado y el avance democrático frente al régimen social y político de Rusia. Los iskristas defendieron el apoyo general al campesinado en la conquista de la pequeña y la mediana propiedad como arma frente a un zarismo que se aferraba a los vestigios feudales; seguían el punto central del programa: «En nuestro programa se dice claramente que el partido socialdemócrata apoya «todo movimiento de oposición y revolucionario, dirigido contra el régimen social y político existente en Rusia» [12]. Los contrarios a Iskra, al margen de la realidad rusa y de forma dogmática, no apoyaron esta tesis, pues desde su perspectiva significaba apoyar una «forma» de propiedad desligada del proletariado, y por lo tanto, desviar al Partido de la lucha por el socialismo. Iskra también defendió la alianza entre proletarios y campesinos, bajo la hegemonía y dirección de los primeros, como bloque fundamental por el derrocamiento del zarismo.
La victoria iskrista en el campo ideológico pareció abrir el camino a la consolidación organizativa, la estrategia y la táctica política del Partido, pero nada más lejos de la realidad. Aunque durante años Iskra había esbozado los «planos» de la organización socialdemócrata, un pequeño grupo dentro de los iskristas comenzó a mostrarse vacilante.
Tras el I Congreso, el Partido existía como una mera formalidad: los grupos que lo conformaban mantenían su independencia ideológica y organizativa. Por esta razón, el punto principal del II Congreso se centró en la construcción de una estructura organizativa fuerte que permitiese al partido extender su influencia sobre una base de principios elaborada a partir de la cohesión ideológica y la experiencia de sus integrantes. Al espíritu de círculo se contrapuso la supeditación de la minoría a la mayoría; a la titubeante horizontalidad, la resiliente verticalidad.
El Partido debía ser el eje vertebrador del movimiento proletario que aunara, a través de los principios del marxismo, a los cuadros revolucionarios de cada región. El modelo de organización del POSDR fue fruto del análisis dialéctico, es decir, del resultado de años de lucha concretados en la mejor y más útil de las herramientas del proletariado. El centralismo democrático consolidó su estructura a través de la implantación de una disciplina férrea que subordinaba, conscientemente, la parte al todo, del individuo a la mayoría y a sus órganos de representación; elevaba la individualidad de cada militante a la acción colectiva y se nutría de la experiencia de cada uno de ellos. De esta manera, el partido podría ser capaz de implantar una línea política lo más correcta posible, y de igual forma, estar sujeta a cambios en función de la veracidad de la praxis revolucionaria. Sin la unidad de acción, las conclusiones necesarias para la organización de la revolución quedaban opacas.
El debate se decantó del lado de Iskra y, por lo tanto, se procedió a la disolución de los diferentes círculos, a excepción del Bund, que negándose a aceptar la resolución, decidió abandonar el Partido.
Se procedió, a continuación, a discernir el papel del Partido para con el proletariado. ¿Cómo debía relacionarse el Partido con el movimiento obrero sin abandonar ni sucumbir en ningún momento a la espontaneidad? El Partido no necesariamente debía ser una organización donde convergiera activamente toda la clase obrera, sino que debía estar formado por revolucionarios profesionales capaces de asumir la dirección ideológica, política y organizativa del proletariado y guiarlo hacia el socialismo. Los órganos de dirección elegidos fueron el Órgano de Central, que asumió la dirección ideológica, el Comité Central, encargado de velar por el correcto funcionamiento interno del Partido, y el Consejo, máximo órgano del Partido y que estaba formado por los militantes pertenecientes al Órgano y al Comité. A nivel de la base se encontraban las células y como miembro individual dentro de cada célula, el militante.
El Partido debía mantener un núcleo fuerte que le proporcionase la estabilidad y la fuerza necesaria para resistir las ofensivas de la reacción y le permitiese elaborar una estrategia y táctica realistas a las capacidades de la organización y al momento histórico. También era necesario diferenciar entre los militantes conscientes y activos dentro del partido y aquellos que simpatizaban con su línea y eran capaces de ayudar con algunas tareas, pero que no pertenecían formalmente al mismo. Si los simpatizantes, que tenían un nivel de conciencia menos desarrollado, perteneciesen al Partido con pleno derecho, sus vaivenes ideológicos resultarían un peligro para los objetivos. En definitiva, el proletariado debía organizarse en torno al Partido y no al revés. Para Lenin, el militante socialdemócrata era aquel que aunaba la disciplina intrínseca del obrero y la capacidad de conformación táctico-estratégica del intelectual. A su criterio, este tipo de militantes eran quienes debían formar tanto el Comité Central como el Órgano Central, lo cual fue recibido como un duro golpe por parte de algunos intelectuales incapaces de subordinar su actividad a la disciplina colectiva.
Pese a la victoria ideológica previa de Iskra, el resultado en torno al papel de la organización del Partido y su contacto con el movimiento obrero se decantó a favor del sector antiiskrista, apoyado por un pequeño grupo de la propia Iskra. Se impuso la línea burguesa que defendía que cada individuo era quien debía considerar si era parte del Partido o no, y que al no formar parte del mismo no tenía porqué responder a su disciplina interna.
Gran parte del debate sobre la concepción de la militancia se vio influido por la concepción del Partido de la socialdemocracia alemana, que desde hace años, se había consagrado en el parlamento alemán, dirigía a la gran mayoría de los sindicatos y ejercía una gran influencia en la vida diaria del proletariado alemán. A su vez, buena parte de la dirección ideológica no se encontraba orgánicamente unida al Partido. Para mantener su posición renunciaron a gran parte de los principios revolucionarios del marxismo, lo que posteriormente devino en su consagración como parte indispensable del Estado alemán y su ruptura durante la I Guerra Mundial.
Tanto el Comité Central como el Órgano Central quedaron compuestos, principalmente, por miembros de Iskra. La organización, sin embargo, quedó dividida en dos grupos: la mayoría (bolcheviques), con los iskristas al frente y la minoría (mencheviques). Los avances logrados en este Congreso pronto sucumbieron. Algunos miembros de Iskra, respaldados por la dirección de la II Internacional, cedieron a las demandas de la minoría con objeto de «unir» al Partido. Esta actitud, liderada principalmente por Plejanov y Martov, derivó en la conquista de todos los órganos por parte del menchevismo, incluido Iskra, y la eliminación de los bolcheviques de la dirección. Sin embargo, los comités locales que conformaban el Partido por todo el territorio ruso mostraron su apoyo al bolchevismo.
La derrota del menchevismo y el triunfo del POSDR(bolchevique)
Si hace falta unirse, pactar acuerdos para alcanzar los objetivos prácticos del movimiento, pero no trafiquéis con los principios, no hagáis concesiones teóricas.
Marx, Crítica al programa de Gotha.
Antes del asalto de la minoría a los órganos del Partido, los mencheviques construyeron una organización paralela al POSDR. La organización estaba compuesta principalmente por intelectuales emigrados y desligados del proletariado, de la actividad revolucionaria en Rusia y cuya principal labor era la «rebelión» contra el «leninismo» a través del boicot de los acuerdos congresuales.
Las amenazas de escisión provocaron que Plejanov y otros miembros de la dirección adoptaran una postura conciliadora que subordinara la cohesión de principios a una unidad ficticia. Los mencheviques entraron en Iskra, se apoderaron del periódico y aprovecharon su autoridad lograda durante el periodo previo al Congreso para difundir su línea entre la base del Partido. Es precisamente en este contexto donde Lenin publica Un paso adelante, dos pasos atrás.
Los bolcheviques, sin contar a las adopciones realizadas por el menchevismo, consideraban que para construir la unidad había que reconocer y enfrentar las discrepancias emanadas en la organización y no enterrarlas. Desde el Comité Central, órgano donde comenzó a operar Lenin tras su «salida» del Órgano Central, se intentó combatir la tendencia fraccionalista del menchevismo y mantener la unidad del Partido en torno a la línea congresual. Para lograrlo, amplificaron su trabajo en los grupos locales del Partido. Debido a la presión sobre algunos elementos vacilantes del Comité Central, este cayó también en manos del menchevismo, que pasó a controlar la dirección del POSDR. La situación acentuó más si cabe el trabajo local de los bolcheviques, que derivó en el apoyo público por parte de 22 —incluido los de San Petersburgo y Moscú— de los 27 comités locales del Partido [6].
Ante la irresoluble diferencia de principios, la única solución viable era la convocatoria de un III Congreso donde los comités se pronunciaran para deslegitimar el asalto perpetrado por el menchevismo. Durante la preparación del Congreso, que desde su primera mención fue criticado por los mencheviques, la dirección del bolchevismo se vio en la necesidad de editar un periódico propio con objeto de mantener un contacto directo con los comités. Así nació Vperiod, que además de Lenin contó con la participación destacados bolcheviques como A. Lunacharski y N. Krúpskaya. A través del periódico se mantuvo una constante lucha ideológica-organizativa contra el menchevismo y por la celebración del III Congreso. Durante este periodo, los comités favorables al bolchevismo no renunciaron al trabajo entre el proletariado ruso, lo que provocó su crecimiento continuó y fortaleció su papel de vanguardia. Mientras que los bolcheviques se fortalecían, el menchevismo se apoyaba en la autoridad moral del socialismo alemán. Kautsky, uno de los marxistas más importantes del siglo XIX, se posicionó del lado de Plejanov y compañía. Igual lo hizo Luxemburg. Ambos criticaron fuertemente los postulados organizativos de los bolcheviques, concretamente el centralismo democrático. Luxemburg glorificaba el crecimiento espontáneo de las contradicciones del capitalismo y a partir de ellas reducía el papel del Partido a un punto de unidad sobre el momento revolucionario. Mientras el bolchevismo consideraba al Partido como motor para la acentuación de las contradicciones del Capital a través de la organización consciente del proletariado, la socialdemocracia alemana en general y Luxemburg en particular subordinaban el Partido al movimiento y limitaban su dirección a la estocada final. Lenin no define un modelo de Partido para después adaptarlo a la realidad, sino que analiza la realidad y extrae de ella los principios generales de la organización comunista necesarios para su transformación.
Fruto de la presión de los comités locales, los mencheviques accedieron a la celebración del III Congreso. En el mismo, se constató el apoyo a los bolcheviques y el triunfo absoluto de sus tesis. Derrotados, los mencheviques abandonaron el Partido. El triunfo de la línea proletaria en el POSDR no sucumbió a la presión internacional de quienes, una vez más, no eran capaces de estudiar la situación concreta de Rusia. Tras muchos años de intensa confrontación ideológica, política y organizativa en los que Iskra primero, y los bolcheviques después, jamás renunciaron a sus principios marxistas ni a una férrea línea de masas, Rusia dispuso del primer Partido del proletariado en la lucha por la revolución democrática, la conquista del socialismo y la construcción del comunismo
Conclusiones
El origen del POSDR(b), su estructura y su programa, fueron la consecuencia de un momento histórico determinado donde el Partido dirigió y representó a la perfección la transformación del movimiento en base a la tarea histórica de su sujeto orgánico. Sin embargo, al igual que Marx y Engels extrajeron a partir de la realidad económica inglesa los principios rectores del capitalismo, Lenin y el bolchevismo hicieron lo propio con los principios de la construcción y el funcionamiento de la organización comunista y su relación con la clase.
Nuestro periodo dista del momento histórico de referencia para la mayoría de las organizaciones comunistas del Estado español: el periodo que abarca la actividad de la III Internacional. Estudiar la construcción del primer partido revolucionario del proletariado es una tarea de gran importancia, pero tal y como señalábamos en la introducción a este texto, no se debe hacer con objeto de «escribir sobre piedra» cada paso emprendido por los revolucionarios de antaño. Precisamente, el primer escalón conquistado en el triunfo del bolchevismo fue el rechazo a la reproducción dogmática de la actividad revolucionaria del marxismo en Occidente. Es cierto que, ante una realidad punzante y un futuro opaco para nuestra clase, resulta tentador refugiarnos en tal o cual escrito de una gran figura del comunismo en vez de dedicar los esfuerzos en analizar nuestra situación concreta para someter nuestra investigación al examen que procura el avance real del movimiento. Es complejo, pero es lo mínimo que debemos exigirnos.
Podemos extraer multitud de puntos importantes de la historia de la fundación del POSDR(b), pero desde nuestra perspectiva, entre los principios generales deben atravesar nuestra práctica cotidiana encontramos:
- La identificación de la contradicción principal como molde de nuestra táctica política para la construcción de alianzas útiles para la conquista de nuestros objetivos.
- Aprender a diferenciar entre desencuentros de orden táctico o de principios. Dogmatizar desacuerdos sobre cuestiones menores tan solo retiene o provoca la recesión del movimiento. Una estructura fuerte, centralizada y democrática, donde la unidad de acción vertebra su actividad, debe ser capaz de identificar errores y rectificar.
- La unidad-lucha-unidad se establece como un precepto para la resolución de las contradicciones en el seno de la clase, y por lo tanto, para la reconstitución del Partido Comunista.
- La dirección en unidad con el proletariado y el crecimiento del Partido con la clase y viceversa barren con la dependencia del Partido a la debilidad o la espontaneidad del movimiento, así como con su dogmática burocratización. Solo a través de una conexión orgánica con las masas puede el Partido impulsar y orientar sus posturas hacia una conciencia revolucionaria (conciencia para sí). Son las masas las que deben desempeñar el papel protagonista en la revolución y en la edificación del socialismo.
- El centralismo democrático retrata la subordinación de la parte al todo; cohesiona una férrea centralización ideológica y política rectora de la estrategia y la táctica del Partido con el más alto grado de democratización en basea la legitimidad de sus órganos y el avance real del movimiento.
- El militante comunista es el único sujeto identificable dentro del Partido. Tanto los obreros como los intelectuales se transforman en comunistas, están sometidos a la misma disciplina y disponen de los mismos derechos y obligaciones. Solo a través de una militancia que asuma conscientemente todas las decisiones emanadas de la organización se podrá combatir la influencia de las dinámicas de la intelectualidad burguesa en el seno del Partido.
Quizás, en el lector, el documento haya suscitado algún otro punto de interés al margen o como añadido a los que hemos señalado. Sin embargo, los cinco principios descritos constituyen, valga la redundancia, principios. Se trata, simple y llanamente, del marxismo trasladado a la edificación de la organización revolucionaria del proletariado, y su vigencia en la actualidad reside en su utilidad para la consecución de nuestro objetivo: el socialismo. En el Estado español la clase se encuentra desprovista de Partido y su reconstitución depende de nosotros; de abandonar nuestros dogmas y asumir nuestras tareas. Estemos a la altura y terminemos lo que ellos empezaron.
Referencias
[1] El término «socialdemócrata» respondía al contexto histórico del desarrollo de la política socialista y que, tras la ruptura con la II Internacional, este sería reemplazado por el término «comunista».
[2] V.I. Lenin. En memoria de Herzen. Obras escogidas, tomo I. Editorial Progreso, Moscú, 1961.
[3] Ibid.
[4] V.I. Lenin. Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas. Editorial Lenguas Extranjeras, 1978.
[5] El marxismo legal nació en 1895 y sus principales líderes fueron P. Struve, M. Tugan-Baranovski, S. Bulgakov y N. Berdiaev. Al igual que Plejanov y Lenin, y en contra del populismo, defendían el desarrollo capitalista ruso, sin embargo, su objeto real era introducir, bajo el disfraz del socialismo, la estela política de la burguesía europea con objeto de adormecer el movimiento proletario y subordinarlo a la consolidación del dominio burgués.
[6] A. Kostin. La creación del partido de nuevo tipo en Rusia 1894-1904. Editorial Progreso, Moscú, 1983.
[7] V.I. Lenin. Proyecto y explicación del programa del partido socialdemócrata. Obras completas, tomo II. Editorial Akal, 1977.
[8] V.I. Lenin. A los obreros judíos. Citado en La creación del partido de nuevo tipo en Rusia 1894-1904. Editorial Progreso, Moscú, 1983.
[9] R. Luxemburg. Huelga de masas, partido y sindicatos. Editorial Siglo XXI, 1974.
[10] Tal y como Lenin señala en su obra Qué hacer: «Esto no quiere decir, naturalmente, que los obreros no participen en esa elaboración. Pero no participan como obreros, sino como teóricos del socialismo, como los Proudhon y los Weitling; dicho con otras palabras, sólo participan en el momento y en la medida en que logran, en grado mayor o menor, dominar la ciencia de su siglo y hacerla avanzar. Y para que lo logren con mayor frecuencia, es necesario preocuparse lo más posible de elevar el nivel de conciencia de los obreros en general; es necesario que éstos no se encierren en el marco, artificialmente restringido, de las «publicaciones para obreros», sino que aprendan a asimilar más y más las publicaciones generales. Incluso sería más justo decir, en vez de «no se encierren», que «no sean encerrados», pues los obreros leen y quieren leer cuanto se escribe también para los intelectuales, y sólo ciertos intelectuales (de ínfima categoría) creen que «para los obreros» basta relatar lo que ocurre en las fábricas y repetir cosas conocidas desde hace ya mucho tiempo».
[11] V.I. Lenin. Qué hacer. Editorial Fundamentos, 1975.
[12] V.I. Lenin. Un paso adelante, dos pasos atrás. Obras completas, tomo VII. Editorial Akal, Madrid, 1976..