En este breve artículo desgranaremos la historia reciente de las mujeres obreras del Estado español y cómo su papel ha sido reconfigurado en el contexto imperialista actual.
Mujer obrera nativa, mujer obrera migrante
A principios del pasado siglo, entre 1900 y 1930, 9 de cada 10 mujeres se dedicaban en exclusiva al trabajo en la esfera doméstica: limpieza, cocina, plancha, cuidado de niños y mayores [1]. Aquellas cuyas unidades familiares eran especialmente precarias se veían obligadas a recurrir al trabajo asalariado de una forma muy particular, con altas tasas de informalidad y en puestos muy concretos: limpiadoras por horas, tenderas, obreras de fábrica [2]. Venía siendo habitual que sus salarios fuesen la mitad del que cobraría un hombre por el mismo trabajo o que estuvieran contratadas por horas (o sin contrato), o que su trabajo ni siquiera fuese calificado de «actividad laboral» en una manera similar a como ocurre en la actualidad con el trabajo agrícola que desempeñan millones de mujeres en el Sur Global [3].
A esta precariedad laboral se sumaba la carga del machismo recalcitrante de una sociedad que las consideraba poco menos que objetos: seguro que llega a los oídos de algunas mujeres el testimonio de sus abuelas, que a la hora de comer eran menospreciadas por otras mujeres al ser servidas las últimas y las partes de la comida de peor calidad en favor de sus familiares varones. Ejemplos de mujeres combativas, erigidas en vanguardia proletaria hubo pocas, pero las hubo: tenemos el ejemplo de las cigarreras de Madrid, que llegaron a organizar huelgas y piquetes por la mejora de sus condiciones laborales dejando a sus maridos en segundo plano [4]; también tenemos el ejemplo de Rosario Sánchez Mora «Dinamitera», valiente luchadora republicana.
Ya entrada la década de los 50 del pasado siglo, el «expansionismo económico» franquista fue demandando cada vez más mano de obra y la proporción de mujeres trabajadoras comenzó a crecer [5]. Sin embargo, las mujeres siguen relegadas al mismo tipo de trabajo manual/de cuidados, que aparte de requerir poca o ninguna cualificación es un trabajo que socialmente llevábamos desarrollando las mujeres desde hace siglos; especialmente reservados a las mujeres más precarias (mujeres sin redes familiares, madres solteras) obligadas por sus circunstancias a ser dóciles y disciplinadas. Rizando el rizo, la violencia sexual se empleó (y se emplea) como un mecanismo coercitivo adicional para precarizar aún más la situación de estas mujeres.
En lo social, la situación de la mujer obrera siguió siendo complicada: la famosa empresa de telecomunicaciones Telefónica no permitió seguir trabajando a sus empleadas telefonistas después de casarse hasta 1962 [6]; y hasta 1975, a las puertas de la «modélica» Transición, las mujeres no podían tener cuentas bancarias propias, o renovarse el DNI sin autorización de sus padres o maridos.
Hacia los años 70 del pasado siglo, la tasa de ganancia en Occidente llevaba años decreciendo. Los capitalistas descubrieron que deslocalizando las fábricas al Sur Global podían extraer más beneficios gracias a la superexplotación de la población local, pagándoles salarios de miseria que serían inconcebibles en Occidente, y así empezaron a deslocalizar los centros productivos del Norte Global al Sur Global. Este hecho se sumó a las políticas de ayuda financiera para el «Tercer Mundo» y los «planes de reajuste» para los centros imperialistas promovidos ambos por organismos como el Banco Central Europeo, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial.
El resultado fue la reconversión de tejidos laborales del Norte Global, basados en la industria y la agricultura, en tejidos laborales mucho más precarios; basados en el sector servicios, el tecnológico y el financiero: Occidente se ha convertido en un mero gestor y consumidor de la plusvalía que le arranca al Sur Global, redundando en una pauperización generalizada y continuada de la clase obrera de los centros imperialistas.
Lógicamente, el papel de la clase obrera en general (y el de las mujeres obreras en particular) fue reconfigurado totalmente. La principal característica que queremos destacar es la desconexión producción-consumo: la mujer cuya abuela era fundamentalmente productora y conocedora del origen de lo que consumía es una obrera consumidora ávida de mercancía barata, la que puede permitirse con su salario de miseria pauperizado desde hace décadas; mercancía barata producida a 10.000 kilómetros de distancia por mujeres sin rostro que trabajan 12 horas diarias por salarios de 1 euro al día en condiciones de semi-esclavitud, sin saber quién consume lo que producen.
Las hijas de esas mujeres que debían dejar de trabajar al casarse, por tanto, enfrentaban ya problemas que nos son conocidos: salarios precarios, jornadas interminables, contratos basura, liberalización generalizada del mercado de trabajo, mengua de los derechos laborales, acoso sexual en el trabajo a manos de jefes, compañeros o clientes (hasta el 65% de ellas no lo denuncian [7]). E igualmente, siguen cargando con la mayor parte del trabajo doméstico: el 47% de las mujeres obreras cuida a sus hijos a diario (vs el 31,5% de los hombres) y el 77,9% hace alguna tarea doméstica a diario (vs el 32,9% de los hombres) [8]; estigma social alimentado por el propio sexismo de la sociedad, que sigue considerando el trabajo de cuidados como algo «de mujeres»: el 80% de las reducciones de jornada laboral por cuidado de hijo o familiar dependiente las solicitan mujeres [9]. Un problema (el de la conciliación familiar) que a la aristocracia obrera y a la burguesía les es ajeno, pues delegan estas actividades en el trabajo superexplotado, infrapagado y amenazado de las mujeres migrantes.
Pero, ¿qué papel juegan exactamente las mujeres migrantes en el Estado español? El papel del extra: extra de temporalidad, extra de incertidumbre, extra de violencia sexual, extra de precariedad salarial, alimentados por el pérfido racismo a todos los niveles de la sociedad que las considera ciudadanas «de segunda» tengan o no tengan «papeles» a ojos del Estado español, recordemos, un centro imperialista que lleva 50 años parasitando la plusvalía de los centros imperializados, luchando violentamente por sobrevivir en la arena global, importando no solo materias primas o manufactura sino también mano de obra extra-barata. Las dos mujeres de la limpieza, nativa y migrante, contratadas por la misma empresa cárnica multiservicios (Ferrovial, Acciona, Illunion, ISS) que cogen todas las mañanas un transporte público atestado desde la ciudad dormitorio al centro tienen mucho más en común de lo que creen.
¿Qué hacer?
La pregunta que se hizo Vladímir Lenin hace 120 años sigue teniendo vigencia hoy en día. ¿Qué hacer, ahora que el paradigma de la «familia feliz» en la que el padre trabaja y la madre es ama de casa ha estallado por los aires?, ¿qué hacer, ante el recorte de derechos laborales y sociales, ante la pérdida de libertades?
La mujer obrera es a día de hoy una suministradora de rentas vital para prácticamente todas las unidades familiares (y especialmente para las monoparentales) a la vez que sigue cargando con buena parte del trabajo doméstico, tanto en la ejecución de las tareas como en la planificación. Apostamos por crear una unión fuerte entre mujeres proletarias, nativas y migrantes, para luchar codo con codo con nuestros camaradas varones por la abolición del capitalismo. Tenemos bien claro que la emancipación de la mujer está indisolublemente ligada a la emancipación de la clase obrera en su conjunto.
No olvidamos la denuncia del imperialismo del Estado español, causante último de nuestra miseria como clase obrera, pero también responsable y activo participante del sufrimiento y superexplotación de miles de millones de mujeres del Sur Global. ¿Qué mejor ejemplo de internacionalismo proletario que la unión de mujeres obreras, nativas y migrantes, luchando juntas por la emancipación de la clase obrera?
Pepa Rubio y Marga Ortiz
Bibliografía
- Evolución de la situación laboral de las mujeres en España durante la II República, María Gloria Núñez Pérez.
- ibid.
- Se expresa así en esta publicación de finales de los años 80: El Banco reconoce que para que las mujeres se conviertan en agentes efectivos en el desarrollo del capital humano, se debe prestar especial atención a intensificar su contribución y a tener en cuenta sus necesidades, sus diferentes roles y sus cambiantes circunstancias económicas y familiares. Ello significa que se debe reconocer más su contribución actual y potencial como productora, como individuo capaz de tomar decisiones y como generadora de ingresos. (https://www.iadb.org/es/acerca-del-bid/la-mujer-en-el-desarrollo%2C6230.html). Véase también esta publicación de Intermon Oxfam: https://www.oxfam.org/es/laos-un-mejor-futuro-para-las-mujeres
- https://www.publico.es/sociedad/cigarreras-fabrica-tabacos-madrid-ejemplo-sororidad-lucha-obrera.html
- Evolución de la situación laboral de las mujeres en España durante la II República, María Gloria Núñez Pérez.
- https://elpais.com/diario/1979/07/20/opinion/301269606_850215.html
- https://www.20minutos.es/noticia/3504051/0/65-mujeres-acosadas-sexualmente-trabajo-no-denuncia-segun-comision-derechos-mujer-pe/
- INE, 2015.
- INE, 2018.