Imperialismo y soberanía en América Latina

2021-11-01T19:01:25+01:001 de noviembre, 2021|Opinión|

«Cuando cualquier país amenaza con provocar una ruptura decisiva en la cadena imperialista de creación y distribución del valor, es metido en vereda por la fuerza, como la historia de las intervenciones extranjeras durante el siglo pasado y más ampliamente atestigua.»

– Zak Cope, The Wealth of (Some) Nations

Desde hace siglos, los pueblos latinoamericanos han encabezado numerosos procesos de lucha contra el imperialismo europeo y norteamericano. Los intentos de construir soberanía económica, política y cultural frente al dominio de las grandes potencias occidentales son una constante en toda su historia, y nuestro presente no constituye ninguna excepción. En efecto, también hoy países como Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia están —pese a toda su diversidad— embarcados en proyectos de construcción nacional que buscan romper con el yugo impuesto por el capitalismo extranjero.

Como tal, es inevitable que estos países atraigan toda la atención del imperialismo yanqui, que ve peligrar la estabilidad de su «patio trasero» ante el ejemplo de ruptura y soberanía que representan dichos pueblos. Perfectamente conocida es la serie de injerencias, acciones desestabilizadoras y golpes de Estado que el imperialismo ha promovido tantas veces en América Latina para acabar con ellos. Un ejemplo muy reciente lo encontramos en Bolivia, donde la derecha fascista encabezó en 2019 un golpe apoyado por EEUU y sus aliados regionales. Pero, en general, ningún país «rebelde» está nunca a salvo de la interferencia extranjera (ni, por cierto, de los manejos de cierta burguesía local interesada en aplicar lacayunamente una política afín a las necesidades del imperialismo).

Noviembre de 2021 será, en este sentido, el escenario de tres momentos clave para la defensa de los procesos soberanos que se desarrollan hoy en Cuba, Venezuela y Nicaragua. El caso de estos tres países nos demuestra cómo el imperialismo —dado que la actuación militar directa queda, por el momento, descartada— ha modificado sus tácticas para intervenir de manera más sutil en el derrocamiento de dichos gobiernos; gobiernos que son, hoy por hoy, algunos de los mayores faros del antiimperialismo latinoamericano y mundial.

Cuba

En julio de este mismo año fuimos ya testigos de la enésima intentona fallida de fabricar unas protestas «populares» en Cuba, aprovechando los devastadores efectos económicos provocados por el bloqueo yanqui y una situación sanitaria complicada por un repunte del Covid-19. Esta farsa orquestada desde Miami se vino abajo tan pronto como el pueblo cubano demostró, una vez más, que la calle es de los revolucionarios [1].

Sin embargo, la oposición sigue empeñada en socavar las bases del socialismo cubano y prepara para el próximo 15 de noviembre una «Marcha Cívica por el Cambio». El papel y los objetivos de esta manifestación están muy claros, aunque sus promotores nunca los formulan abiertamente y se limitan a reclamar «libertad de expresión», pedir derechos para los gusanos «exiliados» en Miami, o protestar contra la «violencia» gubernamental del 11 de julio (de la que, por supuesto, no conseguimos encontrar rastro alguno) [2]. La propia gusanera es más honesta a la hora de dar razones para justificar su apoyo a la marcha: acabar con el socialismo y restaurar la miseria capitalista en Cuba [3].

El nuevo rostro visible de esta oposición interna es Yunior García, un pelele mercenario al estilo de Juan Guaidó y todos esos jóvenes «demócratas» que, en tiempos recientes, los think tanks, las universidades y las agencias occidentales sacan hasta de debajo de las piedras para liderar procesos contrarrevolucionarios en América Latina. El currículo de este nuevo dirigente social es digno de admiración. Sin ir más lejos, hace dos años tuvimos el placer de acogerlo en suelo español, cuando García participó en un evento de la Saint Louis University (institución jesuita de EEUU con filial en Madrid) acompañado de nombres tan ilustres como el del criminal Felipe González o el de Richard Youngs, uno de los grandes teóricos de las «revoluciones de colores» [4].

El entorno intelectual y político de Yunior García se encuentra, cómo no, repleto de personajes cuyo vínculo con el aparato internacional del imperialismo está más que demostrado. Formado entre reaccionarios a sueldo de la USAID, la NED, la Open Society Foundations y la Fundación Ford [5], no es de extrañar que este opositor lleve ya un tiempo participando en las maniobras desestabilizadoras del Movimiento San Isidro y de otras plataformas creadas para derribar al Partido Comunista de Cuba y vender la isla al poder económico de los monopolios occidentales.

Las autoridades yanquis juran y perjuran que no tienen ninguna relación con estas protestas… tan sólo un mes después de asignar fondos por valor de 6.669.000$ a distintos organismos antigubernamentales encargados de la difusión, suministro, formación y organización de los grupos opositores en Cuba [6]. El 15 de noviembre presenciaremos, por lo tanto, un nuevo episodio en esta larga guerra híbrida que el imperialismo sostiene desde hace décadas contra el socialismo cubano, y donde el pueblo revolucionario volverá sin duda a demostrar que 60 años de lucha contra la agresión imperialista no han sido en vano.

Venezuela

El 21 de noviembre se celebrarán elecciones regionales en Venezuela. Se trata, ni más ni menos, que de la 29ª ocasión en que el pueblo venezolano acude a las urnas bajo la «dictadura» bolivariana. Ironías aparte, es evidente que la presión del golpismo y los imperialistas sigue tratando de boicotear el proceso soberano que atraviesa Venezuela, y así lo demuestra el último episodio de provocación contra el gobierno de Nicolás Maduro: la detención ilegal del diplomático Alex Saab.

Tras el ya evidente fracaso del autoproclamado «presidente» Juan Guaidó y las escaramuzas de algunos mercenarios en la frontera con Colombia, el gobierno bolivariano ha salido políticamente reforzado. Sobre todo si tenemos en cuenta los cambios de rumbo descritos por una oposición bastante fragmentada y (de momento) sin ninguna estrategia coherente de futuro. Para muestra, un botón: el chavismo presenta a las elecciones 3.082 candidaturas sobre un total de 70.244. Es decir, que la oposición se presenta a estos comicios con 67.162 candidaturas… ¡hasta 22 veces más que el chavismo! [7]

Más aún: los líderes de la oposición se habían visto obligados a aceptar la constitución de una Mesa de Diálogo para entrar en negociaciones con el gobierno. Y es precisamente para torpedear este proceso —que habría podido alejar a la oposición venezolana de los planes del imperialismo— que EEUU ha intervenido mediante el secuestro de Alex Saab.

Saab fue detenido el año pasado durante una escala en Cabo Verde, bajo dudosas acusaciones y violando todas las normas del derecho internacional. Desde entonces permaneció retenido en el país africano, hasta que, el pasado 16 de octubre, la administración yanqui forzó su extradición a EEUU [8]. No es ninguna coincidencia el hecho de que este atropello se haya producido apenas un mes más tarde de que Saab fuese incorporado oficialmente a la delegación de diálogo con la oposición venezolana en México [9]. Pero, sin ceder a chantajes ni provocaciones, el gobierno ha suspendido las negociaciones hasta nuevo aviso y mostrará su fuerza midiéndose con la oposición en los comicios del día 21.

Por lo tanto, y aunque nos encontramos hasta cierto punto en una fase de reorganización de los sectores oposicionistas en Venezuela, resulta obvio que el país sigue ahogado por una brutal guerra económica y amenazado en varios flancos (tanto dentro como fuera de sus fronteras). Ante el telón de fondo de las elecciones, el caso Saab y la ruptura de la Mesa de Diálogo con la oposición abren así un nuevo frente en el complejo pulso que, por desgracia, el pueblo bolivariano debe seguir sosteniendo con las fuerzas de la reacción nacional e internacional.

Nicaragua

También en Nicaragua se aproxima otra importantísima cita electoral; en este caso, las elecciones presidenciales del 7 de noviembre. Hace unos meses analizábamos ya la campaña mediática del imperialismo contra el gobierno sandinista, así como los extensos vínculos de la oposición con todas las agencias internacionales de EEUU y sus aliados (entre otros, por supuesto, el Estado español) [10].

Por más que le duela a la oligarquía occidental, lo cierto es que el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) tiene la victoria prácticamente asegurada en estos comicios. Pese a toda la manipulación mediática y las sanciones del imperialismo [11], el pueblo nicaragüense tiene perfectamente claro que el FSLN representa hoy la única opción de progreso y soberanía real para el país centroamericano. Educación, agua, salud, energía, alimentación, equidad de género, seguridad ciudadana, infraestructura… Las enormes conquistas del sandinismo contrastan radicalmente con la situación del país en 2006, cuando el FSLN logró recuperar el poder tras más de 15 años de expolio imperialista y gobiernos neoliberales [12].

Ante la evidencia del aplastante apoyo popular que poseen los sandinistas, el aparato mediático e institucional del imperialismo no encuentra otra opción que cuestionar la «legitimidad» de estas elecciones. La oposición esgrime un supuesto «fraude» y se llama a desconocer la más que previsible victoria del FSLN. Pero, ¿cuál es la realidad tras estas ridículas acusaciones?

En Nicaragua hay más de 4,5 millones de ciudadanos y ciudadanas que podrán votar el 7 de noviembre en los 3.106 centros habilitados a tal efecto. En las elecciones participarán siete opciones políticas, incluyendo los grandes partidos y alianzas de la oposición de derechas. Todos los partidos involucrados han propuesto más de 190.000 fiscales para las 13.459 Juntas Receptoras de Votos, lo que significa una media de 14 ciudadanos por mesa y 61 por colegio electoral [13]. Si sumamos los más de 170 observadores internacionales que supervisarán la transparencia del proceso, es indudable que las acusaciones de fraude carecen de todo fundamento [14].

Lo que realmente se juega aquí es la defensa del proyecto transformador del sandinismo, y, por tanto, de la soberanía nicaragüense. Frente a los esfuerzos del imperialismo occidental por reconducir todo el continente americano al redil de los intereses yanqui-europeos, el FSLN y el pueblo nicaragüense demostrarán el próximo 7 de noviembre que la patria no se vende. Junto con Cuba y Venezuela, seguirán plantando cara a toda agresión imperialista para enseñar a los pueblos del mundo que, en definitiva, otra realidad es posible.

¡Ni un paso atrás contra el imperialismo!
¡Viva la lucha de los pueblos latinoamericanos!

Bibliografía

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