Nicaragua y las lecciones del antiimperialismo

2021-07-08T17:01:24+02:008 de julio, 2021|Actualidad|

«Y lo que les podemos decir, queridos hermanos, es que los nicaragüenses, con toda la fragilidad con que nos puedan ver nuestros enemigos, tenemos una fortaleza, tenemos un capital, tenemos una riqueza, que es la dignidad, que es el amor a la patria. Y eso está ahí, ha estado firme a lo largo de toda la historia, y hoy, cuanto más nos amenazan, es más fuerte, más se fortalece la dignidad de nuestro pueblo, así como también sabemos que más se fortalece la dignidad del pueblo venezolano, del pueblo bolivariano, del pueblo cubano, de los pueblos que son agredidos, amenazados. Por eso decimos: ¡Aquí no hay rendición! ¡Aquí no hay rendición! ¡Aquí no hay un paso atrás!»

– Mensaje del Comandante Daniel Ortega en la XIX Cumbre de Jefes de Estado del ALBA-TCP
(24 de junio de 2021)

Reza un famoso dicho que “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”. Y el gobierno sandinista de Nicaragua, tras una larga historia de lucha contra el imperialismo yanqui-europeo en América Latina, ha tomado muy buena nota de la experiencia reciente de sus vecinos. En nuestra memoria quedan acontecimientos como la campaña de lawfare contra Lula da Silva, el golpe de Estado en Bolivia o la descomunal serie de intentonas injerencistas en Venezuela. A día de hoy, ni siquiera el moderado progresismo de Pedro Castillo consigue esquivar en Perú las maniobras de una derecha desquiciada por su pérdida de posiciones. Supuestas “dictaduras”, “pucherazos” y “presos políticos” aparecen hasta debajo de las piedras cuando se trata de legitimar los manejos del imperialismo y la derecha en América Latina.

Desde Juan Guaidó hasta Keiko Fujimori, pasando por Jeannine Áñez y su corte de golpistas, todo un séquito de lacayos pro-imperialistas comienza agitando los fantasmas del fraude o la represión. Las ONGs occidentales ponen en marcha sus redes de influencia. Mientras los países imperialistas ahogan económicamente a los pueblos “desobedientes”, grandes sumas de dinero afluyen a las manos de mercenarios ultraderechistas, vestidos tanto de políticos como de militares. Los sospechosos habituales (la Organización de Estados Americanos, la Unión Europea o la ONU) se encargan rápidamente de expresar su honda preocupación por las circunstancias políticas que se viven en el país de turno. Los medios de manipulación de masas difunden al público cuantas mentiras son capaces de inventar, y el escenario queda así —a la espera de una última orden desde arriba— listo para la intervención.

Esta es, por supuesto, una simplificación muy tosca. Pero no podemos llamarnos a engaño: la maquinaria del imperialismo no desperdicia ninguna oportunidad para estrechar los lazos de su dominio sobre las periferias del capitalismo mundial. Y los procesos electorales se vienen convirtiendo, de un tiempo a esta parte, en uno de sus momentos preferidos para la guerra sucia contra todos aquellos gobiernos que, de un modo u otro, apuestan por la soberanía latinoamericana.
Las alarmas saltan ahora con Nicaragua, porque las próximas elecciones generales del 7 de noviembre amenazan con repetir el mismo guion de otras injerencias comandadas recientemente por el imperialismo occidental. Ya en febrero de este año, Michelle Bachelet (Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos) presentó un documento alertando sobre la supuesta violación sistemática de los DDHH en Nicaragua. Arancha González Laya (Ministra española de Exteriores) viene encadenando en los últimos días declaraciones sobre la “falta de derechos”, la liberación de los “presos políticos” y la “represión” nicaragüense. Luis Almagro (Secretario General de la Organización de Estados Americanos) solicitó a principios de junio la suspensión de Nicaragua como Estado miembro de dicha entidad, bajo el pretexto de su “persecución” contra los líderes de la oposición. Y Anthony Blinken (Secretario de Estado de los EEUU) sentenció también en junio que no existen condiciones para “unas elecciones justas y libres” en Nicaragua.

Como es evidente, toda esta hipócrita palabrería contrasta con el silencio que han guardado la OEA, Estados Unidos o el Estado español ante la barbarie desatada por los gobiernos títeres del imperialismo en América Latina. A estos “demócratas” no les generan la menor inquietud las decenas de manifestantes asesinados/as por el narco-gobierno de Iván Duque en Colombia, pero sí la detención de opositores nicaragüenses que ya estaban llamando a desconocer los resultados de las elecciones mucho tiempo antes de que éstas se vayan a celebrar.

La realidad es que la voluntad de derribar el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) no es un fenómeno nuevo. El Partido encabezado por Daniel Ortega lleva desde 2007 al mando de la política nicaragüense, y en cada ronda electoral ha recibido un apoyo popular creciente. En 2006 Ortega fue elegido presidente con un 40% de los votos; en 2011 lo fue con un 62%, y en 2016 con un 72% de los votos. Bajo su mandato se han impulsado algunas de las políticas contra la desigualdad de género más avanzadas de toda América Latina [1], se ha reducido enormemente la dependencia nicaragüense de los combustibles fósiles [2] y se han adoptado medidas exitosas para la reducción de la criminalidad. Por otro lado, la pobreza se ha reducido espectacularmente [3], el salario mínimo se duplicó en menos de seis años desde el primer triunfo de Ortega [4], y, en general, se han conquistado grandes avances en materia de vivienda, educación, sanidad e infraestructura rural.

Todas estas mejoras dan cuenta del masivo apoyo que disfruta el FSLN entre los sectores más desfavorecidos de la población nicaragüense. No es de extrañar, por lo tanto, que un informe de la USAID —la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional; es decir, la fuente de financiación de toda la derecha latinoamericana— fijase ya en 2013 su hoja de ruta para promocionar la oposición anti-sandinista en Nicaragua: «incrementar la capacidad de grupos ciudadanos» (incluyendo «medios locales y actores del sector privado») para intervenir en los asuntos públicos; fortalecer la influencia institucional de los «partidos políticos» (de la oposición, se entiende) para profundizar el funcionamiento “democrático” del país; formar nuevos líderes jóvenes para encabezar los futuros procesos injerencistas (al tipo de los Juan Guaidó, Carlos Mesa y semejantes); «apoyar el desarrollo de un ecosistema de medios independientes» (es decir, crear y financiar medios de propaganda anti-gubernamental); en fin, todo un amplio programa de medidas destinadas a generar un caldo de cultivo propicio para que la oposición pueda derribar al gobierno del FSLN [5].

Los Estados Unidos se han dedicado a invertir durante los últimos años, a través de organismos como la USAID, el NDI (Instituto Nacional Demócrata) o el IRI (Instituto Internacional Republicano), decenas de millones de dólares en todo tipo de instituciones nicaragüenses para fortalecer a la oposición local. La Universidad Americana, la Universidad de la Región Atlántico y Caribe Central, la organización Hagamos Democracia, el Movimiento por Nicaragua o el Instituto para la Promoción de la Democracia son sólo algunos de los muchos organismos que han recibido una financiación millonaria de cara a jugar su papel como agentes del imperialismo yanqui-europeo en Nicaragua [6]. Sólo entre 2014 y 2017, la NED (Fundación Nacional para la Democracia) ofreció 4.100.000$ a varias organizaciones cívicas, medios de comunicación, empresas privadas, etc. que tuvieron un peso muy importante en las protestas de 2018 en Nicaragua, donde ya se pudieron comprobar los planes de una oposición pro-yanqui dispuesta a todo para expulsar al FSLN del gobierno [7]. Ante el fracaso de aquella intentona de 2018, EEUU y sus marionetas nicaragüenses han seguido trabajando para socavar los cimientos del proyecto sandinista.

La carrera hacia las elecciones del 7 de noviembre se ha transformado en el nuevo eje de intervención, como hemos podido comprobar ya por las declaraciones de todos los representantes institucionales del imperialismo occidental. Pero el gobierno nicaragüense parece no tener la menor intención de permitir que se repita la farsa que derrocó a Evo Morales en Bolivia hace dos años, y está tratando de desarticular a tiempo los planes golpistas de la oposición.

Por dicho motivo, varias figuras del bloque anti-sandinista han sido detenidas durante los últimos meses. El aparato mediático del Estado español —como no podía ser de otro modo— ya se está haciendo eco de estas supuestas tropelías del “dictador” Ortega contra sus rivales, defendiendo así los intereses de la oligarquía española y sus aliados internacionales. Lo que los medios se encargan de ocultar es la naturaleza real de esta oposición “democrática”, compuesta por personajes no menos siniestros que los Leopoldo López o Jeannine Áñez. Entre ellos se cuentan individuos del siguiente calado:

  • Félix Madariaga: vocero de la oposición nicaragüense ante Washington y la OEA durante los disturbios de hace tres años; dirige una organización que recibió de EEUU más de 260.000$ entre 2014 y 2018 [8].
  • José Adán Aguerri: presidente de COSEP, el mayor lobby empresarial de Nicaragua, bastión del ala derecha de la burguesía nicaragüense y uno de los principales instigadores de la intentona insurreccional de 2018.
  • Cristiana Chamorro: heredera de una rica familia de terratenientes, hija de la ex-presidenta neoliberal Violeta Chamorro y dirigente de una fundación que entre 2014 y 2020 recibió al menos 4.390.000$ de la USAID [9].
  • Juan Sebastián Chamorro: otro miembro del clan oligárquico de los Chamorro, empresario y líder de un think-tank financiado por EEUU con 1.370.000$.
  • Arturo Cruz Sequeira: hijo de un rico banquero (que llegó a ser director del Banco Central de Nicaragua), y antiguo miembro de la Contra ultraderechista que intentó derrocar con apoyo de los yanquis al FSLN en los años 80.
  • Violeta Granera: líder del Movimiento por Nicaragua, una ONG dedicada a la actividad anti-sandinista y financiada por la USAID con más de 600.000$.
  • Miguel Mora: fundador y propietario del canal de televisión 100% Noticias (sostenido por la Fundación Chamorro), que ya en 2018 pidió abiertamente una intervención militar de Estados Unidos en Nicaragua [10].
  • Tamara Dávila, Dora Téllez, Ana Margarita Vijil, Hugo Torres y Suyen Barahona: miembros de Unamos, partido formado a raíz de una escisión socialdemócrata del FSLN en los años 90 y que se ha convertido en un instrumento político en manos de los intereses de la burguesía nicaragüense y el imperialismo yanqui. En 2018 este partido apoyó los esfuerzos injerencistas contra el gobierno de Ortega y selló su alianza con los sectores más reaccionarios de la sociedad nicaragüense [11]. Además, posee vínculos con otras instituciones a sueldo del imperialismo, como, por ejemplo, el grupo CINCO (un imperio mediático dirigido por Carlos Fernando Chamorro, que recibió 80.000$ para inundar las redes sociales con noticias falsas sobre las protestas de 2018 [12] y que a día de hoy continúa recibiendo inversiones millonarias de la USAID y la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, entre otras [13]).

Este es, en definitiva, el impresionante plantel de “democrátas” que la prensa occidental intenta hacer pasar por presos políticos del terrible régimen de Ortega; en realidad, una banda de provocadores derechistas a sueldo del imperialismo occidental.

La situación que se le presenta al FSLN no es sencilla. Nicaragua es un país pequeño, con poco más de 6’5 millones de habitantes y una economía muy debilitada por la pandemia. Aunque Ortega sigue dominando claramente las encuestas, la oposición no va a cejar en su empeño de dinamitar el gobierno sandinista y repetir las mentiras sobre un supuesto fraude electoral que ya tuvo trágicas consecuencias en Bolivia.

Desde aquí hasta el 7 de noviembre escucharemos cada vez más noticias sobre la “dictadura orteguista”, sobre el “fraude” y la “persecución de la oposición”. Muchos oirán hablar por primera vez de Nicaragua en periódicos o televisión. Y muchos tragarán a grandes cucharadas el discurso de PRISA y Vocento sobre un gobierno que lleva ya varios años incomodando al imperialismo yanqui y español.

Por desgracia, es probable que incluso en el seno de la izquierda vayamos a escuchar críticas al gobierno de Ortega, posicionamientos ambiguos, indiferencia hacia las fuerzas golpistas que, muy seguramente, van a continuar desarrollándose en Nicaragua, como lo han hecho también en Venezuela, Bolivia y otros países. Pero el antiimperialismo no se trata —no se ha tratado nunca— de compartir al cien por cien la hoja de ruta de los países agredidos, ni de “racionar” nuestro apoyo en función de la probidad democrática o revolucionaria del gobierno amenazado. Se trata de defender la soberanía de los pueblos atacados por el imperialismo, y de denunciar las maniobras desestabilizadoras de nuestro gran enemigo (la gran burguesía imperialista, y específicamente la española) contra cualquier gobierno antiimperialista del mundo.

Como ya hemos visto, Nicaragua se perfila precisamente como uno de los mayores focos de presión mediática durante los próximos meses. Debemos ser muy conscientes de ello y advertir desde ahora mismo, antes de que se fragüe cualquier intentona golpista contra el FSLN, del peligro que constituye la injerencia extranjera en los asuntos internos del pueblo nicaragüense. Sólo cabe confiar en que la voluntad soberana de la Nicaragua sandinista continuará venciendo cualquier manejo de la oligarquía occidental y sus lacayos.

¡Ni un centímetro al imperialismo!
¡Manos fuera de América Latina!

Referencias

Ir a Arriba