Articulo extraido de Linea roja 4: Monografico sobre el imperialismo. PDF:
«¡Juro delante de usted, juro por el Dios de mis padres, juro por ellos, juro por mi honor y juro por mi patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder Español!»
Simón Bolivar, libertador
La transformación ocurrida en el capitalismo con la acumulación y centralización económica y política, que da lugar al monopolio y con él al imperialismo, es cualitativa, es un cambio en las características que definían el capitalismo hasta entonces. La principal característica que define esta transformación es la exportación de capital, a diferencia de la exportación de mercancías característica del capitalismo ascensional, que se materializa en inversiones del excedente de capital generado en el centro allá donde las ganancias obtenidas son mayores, ya sea a través de la sobreexplotación de millones de hombres y mujeres de la periferia o el endeudamiento de sus países en favor de los centros imperialistas. El imperialismo internacionaliza las relación de explotación característica del capitalismo. Las riquezas y sobreacumulación de los centros imperialistas se constituyen y desarrollan en la miseria y sobreexplotación de los países que son imperializados, sobre la sangre y sudor de sus gentes.
El neocolonialismo supuso la concesión a los países imperializados de la independencia formal respecto del imperialismo. Pero esta independencia se desvela como una ilusión cuando la periferia no se somete a los intereses del imperialismo, con intervenciones militares, asesinatos y auténticas masacres a los pueblos rebeldes a los intereses imperialistas. América Latina muestra numerosas cicatrices de esta guerra, desde la invasión de Bahía de Cochinos a la organización de las «contras» en Nicaragua.
En la era de el imperialismo no es posible comprender la naturaleza de la formación socieconómica de un país sin conocer su papel en la división internacional del trabajo. No se trata de incapacidad para gestionar sus recursos, tampoco por lo «primitivo» de su capitalismo, por la que los países de la periferia sufren penurias, es precisamente por un «excedente» de capitalismo, por el papel que juegan en él, por la división del trabajo internacional, por lo que se exporta a estos países la miseria y se importan sus riquezas. Todo esfuerzo por «conocer» la naturaleza última de la economía y política de Venezuela o cualquier país de la periferia mundial que se reduzca a datos estadísticos de la «economía del hogar» —desde el PIB a la inflación, pasando por la propiedad de la tierra— sin su necesaria imbricación en la división internacional del trabajo, o bien es la respuesta de un «tonto útil» al imperialismo, o la acción consciente para embellecimiento mediante su ocultación. Venezuela es un país formado a partir de la colonización española y que no conquista su independencia efectiva —aunque es la primera colonia en hacerlo— hasta finales de 1820. El imperialismo, ya no como dominio del Imperio Español, sino como fenómeno y fase superior del capitalismo, hace su entrada en Venezuela a partir del descubrimiento del petróleo a principios del siglo XX. Empresas transnacionales de Estados Unidos, Holanda, Inglaterra, Alemania y Francia comienzan a operar en su territorio, aunque el protagonismo es de los dos primeros estados.
Si el imperialismo de ayer se fundamentaba en la extracción de petróleo, ¿en base a qué intereses se articula hoy el imperialismo en Venezuela? Aunque son muchos, se pueden dividir en tres puntos principales:
- Los recursos naturales, entre los cuales destaca el petróleo. Venezuela es el quinto exportador de petróleo y posee una de las mayores reservas mundiales de crudo y la sexta reserva de gas natural. Sus tierras también son ricas en minerales raros, como el coltán, y agua, un bien cada vez más escaso y preciado.
- La creación de alianzas regionales hostiles al imperialismo y su plan para América Latina, el cual se materializó en el rechazo al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas, que corresponde al despliegue del Tratado de Libre Comercio en la región) en la IV Cumbre de las Américas y la articulación de ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) por parte del gobierno venezolano. También destaca la formación de Petrocaribe, alianza con los pueblos del caribe en los que Venezuela provee a éstos de petróleo a un precio menor que el de mercado y recibe a cambio un tratamiento similar en el comercio de alimentos y otros bienes. Estas y otras relaciones resultan beneficiosas para los estados participantes en unas circunstancias de crisis económica global en la que el FMI y el Banco Mundial llamaban a sus puertas.
- Las relaciones económicas y políticas de Venezuela con China, y en menor medida con Rusia, su principal competidor a nivel global.
Cabría destacar que el Estado Español tiene enormes intereses en la que hasta hace no demasiado tiempo fue su colonia y empresas como Endesa, Repsol, Telefónica, Santander y BBVA son parte activa de la injerencia internacional contra Venezuela, teniendo como frente amplio para el debate y actuación a este respecto el Club de Madrid, en cuya organización está el organizador de los GAL Felipe González, y FAES.
La industrialización provocada por la presencia del «oro negro» y las actividades que surgen a su alrededor, comenzaba a crear una pequeña y mediana burguesía cuyo desarrollo se hace antagónico al del imperialismo en su país. Ésta es la base material, al menos uno de sus componentes fundamentales básicos, sobre la que se desarrolla una hostilidad de tendencia nacionalista hacia el imperialismo, no sólo en la pequeña burguesía, que es la clase dirigente de la liberación nacional acometida en la revolución bolivariana, sino también en la clase obrera, que veía como las riquezas de su tierra eran extraídas para beneficio extranjero mientras ellas morían de hambre. Una anécdota en este sentido es la visita en 1958 de Nixon, entonces vicepresidente de Estados Unidos —país que se había posicionado a favor de la dictadura de Pérez Jiménez y había dicho de él que era un gobernante ideal para América Latina—, tras el derrocamiento del dictador, en la que la hostilidad al imperialismo estadounidense se trasladó en lanzamiento de piedras a su coche oficial y diferentes protestas que estuvieron a punto de desatar una operación militar de rescate del vicepresidente.
Esta lucha por la la liberación nacional pudo tener una salida revolucionaria a través del empuje cubano. El triunfo del Ejército Rebelde, liderado por el Movimiento 26 de Julio y el comandante Fidel Castro, abrió ésta posibilidad en Venezuela y América Latina en un momento internacional del marxismo marcado por el triunfo de la línea burguesa sobre la proletaria. Si bien el proceso fue más largo y complejo y tiene hitos anteriores, como la Vía británica al socialismo, el XX Congreso del PCUS en 1956, significó la apertura del proceso de derrota internacional del marxismo, con las tesis de transición pacífica y coexistencia pacífica como punta de lanza.
Venezuela fue el país más influenciado por los fusiles cubanos, con la juventud como principal progatonista, agitada externamente por Cuba y otros acontecimientos internacionales como la liberación de Argelia e internamente por el derrocamiento de la dictadura de Pérez Jiménez y las esperanzas puestas en la «democracia» venidera. Pero las esperanzas cayeron pronto en saco roto con el gobierno del asesino y anticomunista Rómulo Betancourt, que llevó a la ilegalización de las organizaciones comunistas como el Partido Comunista de Venezuela y MIR. La ilegalización y la efervescencia de la juventud, acabaron por estallar en la formación de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional por ambas organizaciones. Ejército que se proponía la «liberación nacional de Venezuela y el socialismo» como objetivos estratégicos. Éste ejercito, formado principalmente por jóvenes y universitarios que arriesgaban sus vidas yéndose a la montaña a luchar por un futuro mejor, nunca llegó a ser un movimiento de masas o aglutinar al proletariado, y aunque tenía gran apoyo de los campesinos tampoco logró que se alzaran en armas. Aunque la causa última de la derrota de una posible vía revolucionaria fue interna a la propia sociedad venezolana, la influencia de la derrota histórica de la línea proletaria en el marxismo, materializada en la intervención activa del PCUS en la realidad latinoamericana, no es en absoluto despreciable, tratándose de la mayor potencia del denominado campo socialista y referencia de todos los oprimidos que deseaban emanciparse.
En la internacionalización de las relaciones de explotación, el imperialismo, al igual que el capitalismo, crea las bases de su propia destrucción. Para paliar esta contradicción, recurre a la alianza de una clase reaccionaria afín a sus intereses; la burguesía compradora, cuya actividad principal es la importación de mercancías. Si el Estado es la forma organizativa que adquiere la opresión de clase, el Estado de la periferia en manos de la burguesía compradora se transforman en una extensión del imperialismo, su oficina. Esta facción de la burguesía cumple el papel de los ejércitos indígenas que tomaban las colonias para el imperialismo, es, de facto, su legión extranjera. Cuando la alianza con esta facción no es posible o la correlación de fuerzas no es favorable, el imperialismo recurre a toda clase de métodos para subvertir la voluntad expresada por el pueblo imperializado, desde el sabotaje económico a la intervención militar.
Venezuela es un mosaico de todo lo que está dispuesto a hacer el imperialismo para mantener en funcionamiento su maquinaria sangrienta. Lo intenta por primera vez, en alianza con el Estado Español, con el golpe de Estado de 2002, organizado y apoyado por ambos países —el autoproclamado presidente de Venezuela, Pedro Carmona, presidente de la patronal venezolana, Fedecámaras, compra la banda presidencial que vestirá el día del golpe días antes en Madrid, en una tienda de productos militares, tras la visita a su homólogo de la CEOE—. Vista la derrota del golpe, los yanquis utilizan todos los medios a su disposición; intervienen en la política venezolana a través de organizaciones gubernamentales o no gubernamentales, como la USAID, NED o la ONG Freedom House —que hace bien poco premiaba a Luis Almagro, presidente de la OEA, cuyo principal logro es llevar a cabo una política intervencionista contra Venezuela—; hace desaparecer del mercado productos básicos, desabastecimiento, a través de su alianza con la burguesía compradora, con el objetivo de producir malestar y descontento en la población venezolana; introduce paramilitares a través de la frontera con Colombia —fiel aliado al imperialismo yanqui que posee nada menos que 7 bases militares de este país e importantes acuerdos que hacen inmunes, judicialmente hablando, a los militares estadounidenses que operen ilegalmente en su territorio—, etc.
En la actualidad vivimos una situación que nos recuerda demasiado al episodio chileno; guerra económica y mediática contra el gobierno, organización del descontento popular —especialmente jóvenes estudiantes y lumpenproletariado armado y pagado por la reacción— para fines burgueses, bandas ultraderechistas armadas, financiadas, apoyadas y asesoradas por el imperialismo y la burguesía reaccionaria, etc. se compenetran con un discurso internacional extremadamente propicio a la «transición política», ya sea producida por un golpe interno, o por una intervención extranjera. En este último sentido amenazaba Kurt W. Tidd, Comandante del Comando Sur de Estados Unidos, en su último informe, asegurando que si la situación puede requerir de una intervención, siguiendo la línea planteada en el Decreto firmado por Barack Obama en 2015, que declara el estado de emergencia y alerta sobre la «amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad nacional y a la política exterior de los Estados Unidos» que supone la Venezuela bolivariana y que supone un precedente legal y político para una más que posible intervención.
En la actual situación de desconcierto y confusión ideológica que sufre el Movimiento Comunista en el Estado Español —así como en el ámbito internacional—, ¿cuál es la posición que mantienen los destacamentos revolucionarios respecto a la Venezuela bolivariana? Nos atrevemos a decir que las posiciones hegemónicas son las del revisionismo. Por un lado quien ve en la agresión imperialista yanqui la redención de la burguesía chavista de sus pecados contra el proletariado. Esta posición se caracteriza por un seguidismo acrítico del reformismo y de las tesis del socialismo del siglo XXI, afanada en reseñar los «logros» sociales alcanzados por Venezuela, pues busca la justificación de su apoyo en una identificación con el socialismo y, por lo tanto, consigo mismo, en lugar de orientarlo a la lucha contra el imperialismo. Por otro lado quien considera este conflicto entre burguesías en el que no se debe tomar más partido que el de la consigna general de la revolución proletaria y que destaca la responsabilidad de la burguesía nacional chavista en los males de su propio país. Estas tendencia está caracterizada por un socialchovinismo que esconde la responsabilidad del imperialismo y la división internacional del trabajo en la realidad venezolana y sólo ve diferencias de grado entre el imperialismo y periferia, contra la tesis leninista que introduce un cambio cualitativo y una relación antagónica.
Es ésta última tendencia, socialchovinista, es la que merece más nuestra atención, pues hunde sus raíces en las condiciones materiales del proletariado de un centro imperialista, que en gran medida vive a expensas de las migajas repartidas por el propio imperialismo. Nosotros, contra la tesis burguesa de la ideología que se despliega sobre sí misma, no consideramos que las diferentes posiciones tomadas por los comunistas surjan de interpretaciones teoréticas de Marx, al igual modo que no consideramos que el protestantismo surja de una interpretación de la Biblia, y señalamos a la lucha de clases como origen de la lucha de líneas en el comunismo. Es por ello que al enmarcar nuestra actividad política en el Estado Español, estado imperialista perteneciente a un bloque imperialista de primer orden como la Unión Europea, vemos como indispensable para el avance revolucionario la lucha contra el socialchovinismo y sus representantes.
El socialchovinismo oculta el carácter imperialista del conflicto, la necesidad del imperialismo de esquilmar las riquezas venezolanas para su mantenimiento y desarrollo, tratándolo de un conflicto interburgués. Esta tendencia reaccionaria ha vaciado de todo contenido revolucionario y real el imperialismo, lo ha convertido en una táctica de la burguesía, en la apropiación violenta de una burguesía de los vienes de otra o de su —bajo su dominio— pueblo, ha reducido el imperialismo a la simple ofensa. Lo reduce a una forma de actuar, a una eventual política llevada a cabo por la burguesía de aquí o de allá. Ha arrancado la apariencia de la esencia del fenómeno, dejando de él un esquema muerto que identifica el imperialismo, no con la exportación de capital, sino con la exportación del misil de crucero. Se estanca en la vieja contradicción entre proletariado y burguesía, característica del capitalismo ascensional, cuando aún la burguesía sólo explotaba al proletariado enmarcado en su Estado y su exportación era de mercancías y no de capital, de bienes y no de explotación. Pero, ¿de dónde surge esta concepción? No surge de ninguna inhabilidad o incapacidad para entender la realidad sino por, y no nos cansaremos de remarcarlo, la posición de clase que ocupan aquellos que la defienden, su condiciones materiales de vida, el reparto de las migajas imperialistas entre su clase reaccionaria. Sólo negando la contradicción que genera el imperialismo entre centro y periferia, opresores y oprimidos, puede evitar posicionarse en ella, y si algo nos enseña la experiencia histórica es que una realidad contradictoria, dividida en clases, no hay espacio para las terceras vías; o con los opresores o contra ellos. No apoyar al oprimido nos convierte objetivamente en opresores.
Cuando Lenin dice «no hay otra forma de lucha contra la opresión nacional que la defensa de la patria» —lo dice «Acerca de la naciente tendencia del economismo imperialista, lo repite en El socialismo y la guerra, en Balance de la discusión sobre la autodeterminación», etc.— no postula la defensa de la patria como una cuestión general, como un derecho de la burguesía, sino como táctica concreta que opera en la opresión nacional y se opone a ésta. De la misma forma, nosotros no defendemos el derecho de la burguesía nacional venezolana de apropiarse de las riquezas de sus tierras contra el proletariado, sino que consideramos que, de forma concreta, que la liberación nacional de Venezuela constituye el socavamiento de la producción y reproducción del imperialismo; de la exportación de capital del imperialismo en Venezuela y la apropiación de sus recursos. No se trata de identificarnos con el gobierno chavista, ni de hacer de su actividad parte de la revolución proletaria mundial, sino de un apoyo direccional, contra la opresión, contra el imperialismo. Con esto decimos que no consideramos que sean dos burguesías peleando por intereses idénticos y cualitativamente idénticas, cuestión que hasta el socialchovinismo más recalcitrante es incapaz de plantear, aunque conciba que sólo existe diferencia de grado entre burguesías como deja implícito en su propia crítica a posturas como la nuestra como la elección del mal menor, dejando de nuevo a la luz su concepción de una burguesía abstracta internacional en la que sólo existen diferencias de grado.
La centralidad de la denuncia de las repercusiones económicas del gobierno burgués venezolano, alinea el socialchovinismo con la oposición venezolana, fascista o democrático burguesa según las circunstancias más propicias para el imperialismo, en una justificación de una tercera vía posible capaz de oponerse a toda burguesía que no es sino la proyección de un deseo sobre la realidad. Una realidad en la que la hegemonía de la oposición, apoyada por el imperialismo global, es de la burguesía compradora y todo movimiento acaba integrándose en él. Recordamos aquí las esperanzas puestas en Bandera Roja o Movimiento Venezolano de Trabajadores Comunistas —este último ha recibido innumerables loas por chovinistas de todo pelaje europeo— que, siguiendo la táctica de «ni con unos ni con otros» han acabado en el movimiento dominante, el de la oposición reaccionaria, pues éste es el único destino posible partiendo de esta táctica. Nosotros no hacemos política en base a nuestros deseos de una revolución proletaria en Venezuela, podemos asegurar que nada nos haría más felices, sino en base al movimiento real. Y no podemos más que denunciar el intento «inocente» por buscar en la oposición el más mínimo resquicio de izquierdismo para en base a él articular una supuesta tercera línea independiente destinada a la unión con los elementos más reaccionarios de la sociedad venezolana.
Cuando el socialchovinista cita, con la neutralidad y objetividad de un economista del estado, los datos de inflación, renta per cápita, etcétera, ¿qué logra deducir? ¡Que la economía de Venezuela está mal gestionada! Estos publicistas del American Dream tratan de vendernos su reedición; que es posible la gestión eficiente de la economía de la periferia bajo la lógica del imperialismo. Nosotros no nos quedamos en la denuncia aséptica de la patología economicista que sufren los venezolanos, señalamos que la enfermedad que padece este digno pueblo se llama imperialismo. La única posibilidad del proletariado venezolano de conquistar su emancipación, de superar la imposición de la lógica imperialista, es la dictadura del proletariado. Proceso que no puede hacerse sin la construcción del Partido Comunista como sujeto de la independencia política del proletariado. Señalamos que éste es el proceso objetivo, que es éste el camino que debería tomar el proletariado venezolano, para la emancipación de su clase y del pueblo venezolano del imperialismo. Pero no hacemos política en base a lo que debería ser, a ideas tan revolucionarias como nuestras cabezas pueden pensar y que desearíamos se materializasen. Tampoco delegamos la responsabilidad de destruir nuestro imperialismo en nuestras hermanas y hermanos de Venezuela, ni creemos que se trate de trabajar sobre hipótesis de «qué haríamos si nuestra organización fuera venezolana». Se trata de qué podemos y hacer, y sobretodo de qué hacemos para acabar con el imperialismo occidental del que formamos parte. Subrayamos el aserto leninista; el único internacionalismo efectivo es la organización del movimiento revolucionario dentro del propio país, a lo que añadimos la responsabilidad concreta de ser parte del bloque imperialista que subyuga no sólo al pueblo venezolano sino a miles de millones de mujeres y hombres de la periferia global. Destacamos la importancia de educarse en la lucha contra el chovinismo, propagar y organizarse para ello, puesto que no trabajar activamente contra el chovinismo es trabajar activamente por él. No hay inocencia en la lógica capitalista que nos aliena como parte del imperialismo, no se puede escapar «superando» en la cabeza contradicciones que se manifiestan en la realidad, no hay manos limpias en este espectáculo sangriento. O con la libertad de Venezuela, o contra ella, no hay posibilidad de evadirse de posicionarse en la contradicción, puesto que no hacerlo significa dejar a la «objetividad» imperialista de la que formas parte decidir por ti. Toma partido.
La derechización del Movimiento Comunista del Estado Español es ya un hecho incuestionable. La confusión ideológica de un movimiento inmaduro se ve arrastrada fácilmente por los sofismos aparentemente más revolucionarios. El socialchovinismo es hegemónico en el movimiento obrero.
¿Será por mucho tiempo? Trabajemos para que no sea así.