Una reflexión sobre los debates en el seno del movimiento comunista ante la situación en Ucrania.
Las primeras reacciones
¿Qué es un prejuicio? Según la RAE es una “opinión previa y tenaz, por lo general desfavorable, acerca de algo que se conoce mal”. Desde el punto de vista psicológico, un prejuicio vendría a ser algo como un proceso de construcción de un concepto de manera anticipada. Una especie de defensa de nuestro cerebro ante fenómenos desconocidos. No tenemos tiempo para analizar detenidamente todo lo que ocurre a nuestro alrededor y por eso nos hemos dotado de procesos cognitivos inconscientes cuya función es ayudar a orientarnos en una realidad cambiante. Sin estos mecanismos nuestra existencia probablemente sería mucho más complicada. No obstante, debemos ser conscientes de que estos mecanismos útiles pueden distorsionar nuestra percepción y, sobre todo, que en ningún caso pueden sustituir el estudio profundo de los fenómenos que nos rodean.
En el mundo actual impera una inmediatez que nos genera la necesidad de posicionarnos de manera instantánea ante cualquier suceso, hasta el más complejo. Por eso, a menudo recurrimos a prejuicios, incluso cuando lo que se nos exige es tener el máximo rigor. Es cierto que los comunistas debemos saber actuar con rapidez, pero para ello es necesario tener suficiente preparación teórica, así como un buen bagaje de experiencias prácticas. Sin éstas características no podemos actuar de forma rápida y precisa a la vez. No es menos cierto que tampoco podemos sacrificar la certeza en pos de lo inmediato. Desgraciadamente, nuestro movimiento en el Estado español suele tropezar en estos puntos. Los últimos acontecimientos no hacen más que confirmarlo.
Ante la rápida escalada de tensiones en Ucrania se hizo urgente aclarar las posiciones en torno a la naturaleza del conflicto. El debate que se está dando tiene unas inminentes proyecciones prácticas: con qué consignas vamos a salir, con quién y qué vamos a hacer. Dentro del movimiento comunista existe un sector que adopta posiciones derechistas a la hora de analizar el papel de Rusia en el imperialismo actual. Aunque no se trate de un sector especialmente significativo, es legítimo trabajar en la corrección de esas desviaciones mediante crítica y pedagogía. En esa línea, una parte de nuestro movimiento se puso manos a la obra. Varias organizaciones se apresuraron en emitir comunicados públicos, en los que destacaban dos puntos importantes: primero, la Federación Rusa es un país imperialista y, segundo, la guerra en Ucrania es un conflicto interimperialista. Así pues considero que en estos comunicados se juntaban dos tesis, cada una orientada a públicos diferentes. Una es el “no a la guerra”, para mostrar a la población en general la posición de los comunistas, y la otra, sobre la naturaleza del conflicto y el carácter de la Rusia de Putin, enfocada hacia el movimiento comunista en particular, enmarcada dentro del debate que se está dando.
Si seguimos desgranando estos discursos, podríamos decir que su tesis de “no a la guerra” tiene por objetivo oponerse a las ideas dominantes que promueven el conflicto armado por intereses imperialistas. Mientras que la segunda supuestamente busca corregir desviaciones derechistas dentro del movimiento comunista. Pues bien, si estos son realmente los objetivos que se marcaron antes de escribir sus comunicados, me parece que fallaron en ambos casos y con este artículo voy a intentar explicarlo.
El carácter del conflicto y la falta de unidad ideológica
Voy a empezar por la tesis que aborda la naturaleza del conflicto y la caracterización del Estado ruso. Adelanto que no voy a gastar mucha tinta aquí por varias razones. La primera y la principal es que llegamos tarde. Nuestro movimiento no tiene unidad ideológica en torno a esta cuestión y es algo que teníamos que haber resuelto antes. Ahora que las grandes masas se han puesto en movimiento debido a los recientes acontecimientos, los comunistas no tenemos una postura firme que mostrarles para poder ejercer de guía, oponiendo la línea proletaria a la línea burguesa. Para que se me entienda, ahora mismo es como si estuviéramos presentándonos a un examen sin haber hecho los deberes. Normalmente esto suele salir mal. Muchos comunistas, conscientes de esta situación, se han apresurado en completar los deberes mientras el examen ya estaba en curso. Siendo esto así, la única calificación que podemos esperar en la nota final es un “no presentado”.
Lo que quiero transmitir con esto, es que nuestro movimiento, obligado por las circunstancias, salió con mucha prisa al encuentro con las masas, pero inmediatamente se dio cuenta que no partía de la unidad ideológica necesaria para haber dado ese paso. Es por ello que tuvimos que volver a poner el foco en nuestros problemas internos, en vez de trabajar todos – o, al menos, la mayoría – en la resolución de la contradicción principal que afecta a las grandes masas: la guerra imperialista. Hemos echado a correr hacia delante, pero mirando hacia atrás y encima intentando atarnos los cordones por el camino. ¿En qué otra cosa puede acabar esto, si no en un tropiezo ridículo? Y lo estamos haciendo mientras toda la gente nos está mirando, móviles en mano, para grabar nuestra caída y guardarla para la posterioridad.
Es importante corregir las desviaciones derechistas presentes en el movimiento comunista del Estado español, nadie lo va a negar. Es necesario explicar a los comunistas derechizados que Putin no es un internacionalista, sino un anticomunista con características rusas (si se me permite el término), hasta ahí la mayoría estamos de acuerdo. Pero siendo conscientes de que hemos llegado tarde, ¿de verdad era ese sector tan importante (incluso cuantitativamente hablando) de cara a la contradicción principal que debería ocuparnos primordialmente? Quiero decir, nuestro enemigo principal, ahora mismo, ¿debería ser ese sector o nuestra propia oligarquía imperialista que está empujando el mundo a la guerra? Sirva esto como autocrítica y pasemos al siguiente punto.
El discurso dominante y los intereses de clase que oculta
Los EEUU y la UE no buscan desescalar el conflicto, ni «parar a Putin». Todo lo contrario. Lo que nos ha traído hasta aquí son las dinámicas de competición imperialista y los intentos de las potencias occidentales de dominar y subyugar a un socio incómodo, que en este caso es Rusia. Nuestra oligarquía sigue persiguiendo ese objetivo y si la única vía que les queda es la militar, no dudarán en recurrir a ella. Por mucho que los medios de comunicación nos lo pinten de otra manera, los perversos planes de la OTAN se pueden entrever en algunas declaraciones públicas de sus dirigentes. Como por ejemplo, en la del secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, que dijo que el gobierno ruso había cometido “un terrible error estratégico” al invadir Ucrania. Estas cosas rara vez se pronuncian porque sí. Y es que ahora las potencias occidentales lo tienen mucho más fácil para lanzar a sus pueblos a una ofensiva militar contra Rusia. Antes de que se produjera la “operación militar especial” rusa, los EEUU y la UE trataban de doblegar al gobierno de Putin mediante chantajes económicos y diplomáticos. No fue suficiente y no tuvieron éxito. Sin embargo, después de lo ocurrido el 24 de febrero, pueden conseguir sus objetivos económicos y políticos atacando a Rusia militarmente, subyugándola con la fuerza de las armas. Ahora, esta medida tendría a una buena parte de la opinión pública a su favor, lo que antes era impensable. Este es el “terrible error estratégico” de Putin al que se refería Stoltenberg.
En esta tesitura, cuando nos dirigimos a las grandes masas, ya sea con nuestros comunicados, en los debates que se viven en los frentes o en una manifestación multitudinaria, nos encontramos con muchas personas cuyas ideas políticas están determinadas por la propaganda con la que se nos bombardea desde los medios de comunicación. Y a nadie se le escapa que la retórica que predomina actualmente es precisamente aquella que afirma que Putin es un agresor imperialista y el gobierno ucraniano, aliado de Occidente, es una fuerza de paz. Este es el discurso que interesa a nuestra oligarquía y el que tenemos que combatir. Sin embargo, si nos limitamos a gritar «ni OTAN, ni Putin» y «no a la guerra» no estamos diciendo nada distinto a lo que ya dice la tele. A los ojos de la mayor parte de la población española, la OTAN actualmente no es parte del conflicto. La consigna de «no a la OTAN», así, en abstracto, no tiene sentido para ella. Pero la gente te la pasa, siempre y cuando a continuación exclames «no a Putin». Ahí las cosas vuelven a tener sentido para la multitud de a pie que se moviliza contra la guerra, pues encaja en sus esquemas prefabricados por los medios de comunicación defensores de los intereses de la oligarquía española. Así es como nuestro “no a la OTAN” se queda en una mera excentricidad de los rojos, a la que tampoco hay que prestarle mucha atención. Lo que hacemos con el «no a Putin» es plegarnos al discurso dominante esquivando la contradicción existente, en vez de agudizarla. En el momento actual, lo que rompe el sentido común asentado es, precisamente, machacar a muerte la consigna de «no a la OTAN, no a la UE». Guste más o menos, esa es la consigna que verdaderamente levanta ampollas de oportunistas y defensores del imperialismo. Ahora que les parece que lo tienen tan fácil para hundir a su adversario en la opinión pública, ahora que parece que están consiguiendo que toda la población se una, diferencias de clase aparte, en pro del interés occidental de subyugar a la oligarquía rusa; es precisamente ahora cuando más les molesta que aparezcan las voces firmes de aquellos que no tragamos su agenda y remamos a contracorriente. La sociedad, fragmentada, cansada de la crisis y la pandemia, empezaba a presentar síntomas de malestar. Los capitalistas saben que para evitar una guerra civil en casa, tienen que volverse imperialistas.
No podemos estar dispuestos a ceder ni un palmo de nuestra independencia política. Debemos negarnos rotundamente a asumir una sola palabra de sus discursos bien construidos para manipular al proletariado. Su cínico e hipócrita «no a la guerra» es un «sí a la guerra contra Rusia», el nuestro, en cambio, es un grito de guerra contra nuestros imperialistas. No somos lo mismo.
A las puertas de un conflicto planetario
Estamos ante la amenaza de una nueva gran guerra cuyas consecuencias para la humanidad serían imprevisibles. Probablemente nunca hayamos estado tan cerca del abismo. Podemos recordar la Guerra Fría y la crisis de los misiles, pero en aquel momento existían por todo el mundo fuerzas revolucionarias, capaces de frenar los pies al imperialismo. Movimientos, organizaciones y países antiimperialistas que maniataban al imperialismo occidental, que presionaban desde dentro y desde fuera para evitar cualquier tentativa de volver a repartir el mundo por intereses capitalistas. ¿Hoy en día contamos con algo similar? En las últimas décadas nuestro movimiento sufrió un enorme retroceso, especialmente en el Occidente, y ya no somos capaces de hacer de contrapeso real y global a las pretensiones imperialistas. Esto significa que la amenaza de una guerra destructiva es más real que nunca y esta se acerca más y más con cada «sí a la guerra contra Putin». Entonces, ¿qué hacemos, camaradas? ¿Hacemos coros a los cánticos de nuestra burguesía o entonamos nuestros propios? Pido que hagamos lo segundo y que, ante la amenaza palpable de una guerra sin precedentes en la historia, recordemos lo que cantaba Mercedes Sosa. Aquello de que «si se calla el cantor, calla la vida».
También existe otro posible escenario y es el que pasa por un golpe de estado en Rusia. No es descabellado pues la situación interna del país era muy inestable incluso antes de la pandemia. Con el Covid-19 las cosas sólo empeoraron. La tensión social iba en aumento. Quizás, en parte, es lo que empujó a las clases dirigentes rusas a atreverse a poner en marcha una operación militar, necesariamente rápida y exitosa, para recuperar el apoyo de la población. Pero el tiro parece haber salido por la culata. No se ha detectado un auge de patriotismo ruso como el que hubo tras la anexión de Crimea. Todo lo contrario, la guerra desde el primer día ha sido impopular y lo está siendo cada vez más. El gobierno ruso ya está poniendo en marcha nuevas medidas represivas, pero el estallido social descontrolado puede producirse en cualquier momento. Ahí es cuando las figuras como Alexey Navalny y similares (en las cuales se invirtió mucho dinero) pueden ser muy útiles para Occidente en su afán de quitarse de en medio a una Federación Rusa que ya no está dispuesta a ceder como lo hacía en los años noventa. Si lo hace, muere. O domina o la dominan. Así son las cosas en el mundo imperialista.
Revolucionarios contra Putin
El gobierno de Putin debe caer y las masas rusas están cada vez más dispuestas a tumbarlo. Con él también debe caer el régimen capitalista ruso. Para ello es necesario que el día de mañana las fuerzas revolucionarias sean capaces de guiar a las masas con la teoría revolucionaria, de enfrentarse y vencer no sólo a su propia oligarquía, sino a la oligarquía internacional que, indudablemente, trataría de aniquilar cualquier intento de instaurar el socialismo.
El papel de enfrentarse a Putin y a la oligarquía rusa es de los revolucionarios rusos. Si lograran vencer, tendrían que enfrentarse a la reacción internacional, a la OTAN y la UE. Es por ello que nuestro compromiso para con los camaradas rusos pasa por debilitar todo lo que podamos a su potencial enemigo, para que su futuro enfrentamiento final sea un poco más igualado de lo que lo sería hoy. Nuestra labor internacionalista es combatir a nuestra propia burguesía y hacer la revolución aquí, en casa. Si la llevásemos a cabo antes que los rusos, podríamos ofrecerles nuestro nuevo estado socialista como una base para la lucha común contra toda la oligarquía imperialista en general y contra la rusa en particular. Pero aún estamos lejos de ese escenario y eso también es algo a tener en cuenta.
El punto crucial de todo esto es que los pueblos de Rusia y Bielorrusia están cumpliendo con su deber. Se están manifestando contra la guerra lo que supone ir en contra de los intereses de sus oligarquías. A alguno le puede parecer que cuando salimos aquí, en Europa, con el mismo eslogan de “no a la guerra”, nos estamos uniendo a nuestros camaradas al otro lado de la línea del frente en una lucha internacionalista por la paz. Pero esto no es más que un espejismo. En España el grueso de las manifestaciones del “no a la guerra” van en la línea de posicionarse contra Putin, contra Rusia, alineándose así con los intereses de la criminal oligarquía española y europea. Basta con ver cómo están tratando los medios de comunicación éstas manifestaciones. La prensa rusa censura las movilizaciones y éstas no aparecen en las pantallas de las televisiones de ahí. En cambio, los medios españoles nos bombardean con las imágenes de la gente que ha salido a la calle estos días a gritar “no a la guerra” en abstracto, ¿acaso esto no nos da alguna pista? ¿Acaso tampoco nos dice nada el hecho que la policía rusa está reprimiendo esas manifestaciones, incluso antes de que arranquen, mientras que en España éstas transcurren con normalidad, salvo alguna excepción? ¿O también vamos a achacar esto a que el régimen ruso es mucho más represivo que el español? ¿De verdad vamos a asumir, una vez más, el discurso que interesa a nuestras clases dominantes?
El que hacer comunista
Dos apuntes finales sobre lo que obtienen nuestras oligarquías de toda esta situación. ¿Os acordáis de las noticias de hace unos meses que hablaban de la falta de mano de obra? Pues bien, parece que a nuestros explotadores les daba envidia la Federación Rusa que durante los últimos ocho años recibía flujos de mano de obra cualificada y barata procedente de Donbass. Los refugiados ucranianos pronto empezarán a suplir en toda Europa la falta de camioneros, albañiles, trabajadores del tercer sector, etc. Por otro lado, el cierre de los medios de comunicación críticos, considerados como “pro-rusos”, también le viene como anillo al dedo a nuestra burguesía en el momento de la creciente tensión social y cuando los medios digitales se escapan de su censura. Esto debería preocuparnos enormemente, ya que vivimos en un país en el que para enterarte bien de los sucesos nacionales te tienes que ir muchas veces a la prensa extranjera.
Quiero terminar este artículo con lo que son, en mi opinión, las tres proclamas comunistas para el momento actual:
- No al imperialista Estado español, no a la UE, no a la OTAN.
- Nuestra táctica: atacar al Estado español desde todos los frentes, porque atacar el Estado español es atacar a la UE, es atacar el imperialismo.
- Nuestro objetivo: reconstituir el Estado Mayor del proletariado, el Partido Comunista, ante la guerra que se cierne sobre los pueblos del mundo.
La guerra despierta una aversión ciega contra el adversario, y la burguesía encauza con todas sus fuerzas en esa dirección el descontento del pueblo, distrayendo su atención del enemigo principal: el gobierno y las clases dominantes de su país.
– V.I. Lenin
Z. Kosmodemianskaya