Vallecas es una fábrica de servicios

2020-10-26T10:52:43+01:0026 de octubre, 2020|Opinión|

Las estadísticas señalan el distrito como uno de los mayores nidos de personal de hostelería, cuidado de personas mayores en residencias, trabajadoras domésticas y miembros de plantillas de múltiples empresas del sector terciario. Su formación profesional está mayoritariamente encaminada a este tipo de empleos, su alto porcentaje de ocupación de personas racializadas es carne de Uber, Deliveroo y demás aves de rapiña del panorama laboral al que se ve abocado el barrio. Las condiciones de hacinamiento que sufren las zonas de Puente de Vallecas más cercanas a la M-30 (Numancia, San Diego, o Entrevías) dan lugar a pisos cada vez más sobreocupados, en laberintos de calles cada vez más necesitadas de un aumento de servicios básicos que se esconden tras el bullicio de las gentrificadas aceras de la avenida de la Albufera.

No se trata de males endémicos del distrito. Madrid, la gran «metrópolis» del parasitismo de producción global por parte de la burguesía imperialista del Estado español, plasma sobre su propio plano este tipo de contradicciones. Auténticas burbujas de precariedad envueltas en el oropel de su enfoque al consumo masivo de todo lo que se nos pueda ocurrir. En ese contexto ya son varios años pagando las consecuencias de la ya famosa ‘Ley 15/97’, que entregó las llaves de la organización de la sanidad pública al sector privado. Una más de las medidas tomadas para mercantilizar todos los ámbitos de nuestra sociedad.

Solo era cuestión de lógica que Vallecas, al igual que otros tantos núcleos obreros, se llevase la peor parte de las medidas de contención del covid-19, una lógica en la que constantemente se ha priorizado la salvación del capital sobre las propias vidas humanas, haciendo malabares para blindar la producción y los bolsillos de la burguesía ante el más mínimo traspiés (evidencia que el decreto de la vergüenza del 17 de Marzo ha plasmado negro sobre blanco), con medios de transporte hacinados mientras se emitían docenas de anuncios sobre la «distancia social», quedarse en casa y toda la monserga ideológica utilizada para pedir responsabilidad a una población que lleva desde el triunfo del neoliberalismo pasando por recortes constantes.

La forma de facilitar el despido para proteger los activos a corto plazo convirtió al barrio en carne de ERTE, la propaganda del IFEMA vació centros de atención primaria, como el Ángela Uriarte, y las medidas de confinamiento llegaron a obligar a unidades familiares completas a encerrarse en habitaciones de pisos compartidos. El Estado hizo gala de su condición de instrumento de dominación de clase para asegurarse la facilidad de despido antes que las moratorias a los alquileres, la distribución de bienes de primera necesidad o la intervención de la sanidad privada ante la alerta sanitaria que se avecinaba. En resumen, los poderes de un Estado que como arma burguesa lo primero que han intentado es proteger la circulación del capital a toda costa nos han llevado a una serie de consecuencias.

Ángela Uriarte, Amós Acero, Federica Montseny, Numancia, Alto de Cabrejas y otros centros de atención primaria se vieron debilitados ante la habilitación de IFEMA como hospital de campaña mientras la sanidad privada seguía al margen de todo; pero las consecuencias han ido más allá del plano sanitario. Los Metros han seguido colapsados por camareras, dependientas, limpiadoras, cuidadoras… de los barrios de mayor poder adquisitivo; los cuerpos de represión del Estado se han dedicado a recorrer todas las calles del distrito; e incluso la guardia real se dejó ver por zonas como Alto del Arenal. Cabe decir, como ya todas sabemos, que durante la primera ola y el primer Estado de alarma fueron frecuentes los abusos de poder a lo largo de todo el Estado español.

Ahora nos quieren convertir en una cabeza de turco, tras la gestión proteccionista con el capital y las evidentes consecuencias sanitarias para los distritos y pueblos obreros del sur de Madrid, quieren utilizarnos como un chivo expiatorio para demostrar cierta capacidad de actuación y dar sensación de ‘control de la situación’. Pero la lucha de clases no puede ser confinada. Cuando Vallekas salió a la calle a protestar se encontró con una brutal represión policial que entre otras cosas dejó lesiones de diversa gravedad a varias jóvenes del distrito. Creen que mediante la represión pueden mantenernos dóciles ante su protección a la clase burguesa, que paguemos la crisis en silencio y engordemos sus bolsillos como siempre. Pero Vallekas se defiende y saca las garras.

Contra su política criminal. Contra sus recortes.
La lucha es el único camino.
¡Derogación 15/97!

Ir a Arriba