Análisis de clases de la Alemania Nazi

2021-05-09T16:37:58+02:0024 de mayo, 2016|Documentos|

Por qué analizar la Alemania Nazi

Hay dos razones fundamentales que pueden justificar el centrar una exposición sobre fascismo en la Alemania Nazi. La primera es que el nacimiento y desarrollo del fascismo en Alemania comparte muchas características con el nuevo auge del fascismo, o al menos una extrema derecha abiertamente racista, en la Europa del siglo XXI. Creo que en cierto sentido un estudio del Nazismo puede decirnos más sobre las bases de lo que podría ser ese fascismo que cada vez parece acercarse más que un estudio de «nuestro» propio tipo de fascismo (o pseudo-fascismo), el Franquismo, o el fascismo de países económica e históricamente más próximos como Italia o Portugal.

La segunda razón viene en cierto sentido a ser la justificación de la primera. Hay una tradición en el Marxismo que defiende que el estudio de las formas más «avanzadas» de un proceso esconden la clave para la comprensión del resto. Ésta es la razón por la que Marx toma el capitalismo Británico del s.XIX como objeto principal de estudio en El Capital, y sintetiza su decisión con la famosa frase «la anatomía humana encierra la clave de la anatomía del mono». Éste no es el lugar para profundizar en este razonamiento (¡ni siquiera en lo idóneo de ese ejemplo en concreto!), así que por el momento pediré que se acepte sin más, pero sí que diré explícitamente que en mi opinión el fascismo alemán representa la forma más avanzada, desarrollada o «pura» de fascismo, y que su comprensión puede servir para iluminar muchas cuestiones con las que todavía nos peleamos hoy en día.

Del s.XIX a la IGM

Como siempre que un Marxista trata de explicar algo tenemos que hacer un poco de historia. Aunque cualquier punto de partida sea en parte arbitrario creo que para entender a los Nazis en concreto tenemos que remontarnos al menos hasta mediados del siglo XIX. Desde ahí hasta el colapso en 1945 identificaría tres periodos clave: la transformación de Alemania en potencia imperialista puntera hasta la IGM. La posguerra hasta la victoria Nazi definitiva en 1933. Y el dominio Nazi hasta su derrota final en 1945. Prestaré mucha más atención a la génesis y desarrollo del Nazismo hasta su consolidación definitiva en 1933, ya que de nuevo creo que éste es el periodo que más nos interesa ahora mismo. Aunque su posterior evolución y finalmente derrota no están carentes de interés pasaré muy brevemente por ellos.

A mediados del siglo XIX Alemania1 es un país comparativamente atrasado si se lo compara con las potencias capitalistas de su entorno. Arrastra una estructura política pre-capitalista, división territorial, y un modo de producción que podemos llamar todavía semi-feudal. Sin embargo la explosión económica y la expansión geográfica del capitalismo que da nacimiento al imperialismo en su sentido moderno les abre una vía rápida a la industrialización2. El absoluto dominio de Gran Bretaña y su transición a la exportación de bienes capitales permite a países como Alemania o Italia aumentar dramáticamente su producción industrial en los sectores industriales que Gran Bretaña comienza a abandonar. En Alemania el proceso lo dirigen las clases terratenientes pre-capitalistas de manera dictatorial (los famosos «Junkers»), en una alianza coyuntural con la burguesía por temor a la fuerza revolucionaria del cada vez más numeroso proletariado3. Alrededor de 1880 ya se puede decir que el país se ha desarrollado hasta tal punto que económicamente y por su composición de clases es verdaderamente capitalista.

En 1873 estalla una gran crisis mundial que transforma las políticas anteriores de «libremercado» de las grandes potencias en políticas profundamente proteccionistas. Evaporados los mercados externos y el acceso a materias primas el capital alemán se ve forzado a buscar una salida expansionista y militar. Apoya con decisión políticas coloniales, insistiendo en que «la expansión colonial en el extranjero aliviará la presión político-económica en la clase trabajadora doméstica»4. A partir de la coronación del Kaiser Wilhem II en 1890 Alemania comienza a construir un imperio colonal en África del Este, África del Suroeste, Camerún, Nueva Guiena, Togo, etc. Hacia 1894 su extensión territorial es de unos 3 millones de kilómetros cuadrados (aprox. el tamaño de la India), dirigido por apenas un par de decenas de miles de colonos. Aquí ya comienzan las primeras tensiones y enfrentamientos con Gran Bretaña, sobre todo en el Pacífico y el norte de Sudáfrica (el llamado «Transvaal»). La lógica de este proceso ya es imparable, lo que acaba llevando a la primera gran guerra inter-imperialista o Primera Guerra Mundial (IGM) en 1914.

De la IGM a la victoria Nazi de 1933

Los objetivos alemanes en la guerra son dos. Primero la eliminación de competidores cercanos e inmediatos en Europa, especialmente Francia. El segundo, quizás más importante, la expansión hacia el Este en busca de un «espacio vital» modelado a imitación de las políticas coloniales Británicas (India) y Norteamericanas (en su «conquista del Oeste»). Volveremos sobre este tema.

Alemania pierde la guerra. La enorme destrucción de capital sufrida permite una época de bonanza económica, aunque curiosamente esto no cambia en lo fundamental las políticas económicas alemanas. En alianza con los EEUU5 la ahora República de Weimar busca imponer su control económico en las zonas de Europa oriental que antes había intentado conquistar militarmente. Hay aquí ya una pequeña prefiguración de lo que será la época neocolonial. Pero de nuevo estalla la crisis. El todavía más brutal batacazo de 1929-32 y el espectro del socialismo6 llevan a la alta y pequeña burguesía alemana hacia el fascismo. Con el dinero y apoyo de nombres todavía célebres como Siemens, Thyssen, Krupp, Bosch, etc. el que en los años 20 era líder de un grupo marginal de extrema derecha acaba siendo Canciller por primera vez en 1932. En 1933 ya dirige el país con poderes dictatoriales y el resto de partidos ilegalizados o disueltos.

Creo que hay dos puntos fundamentales que comentar en este proceso. El primero es que, de acuerdo con Dimitrov, el fascismo es en última instancia el proyecto del capitalismo financiero7. Sin embargo en el proceso de su consolidación hay una dialéctica interesante8. La situación «ideal» del capital financiero, imperialista, es la de sofisticación en la extracción de plusvalía relativa, y no absoluta, en épocas de bonanza económica (como ya apuntara Marx). Es aquí donde florece la democracia burguesa y cierto dominio social de las ideas socialdemócratas, con sus partidos y sindicatos. En épocas de crisis mundial esto se vuelve imposible. Si la crisis es suficientemente aguda la propia supervivencia del sistema depende de una transición hacia el dominio de la extracción de plusvalía absoluta. Es aquí donde toma iniciativa el proyecto político de cierto sector de la pequeña burguesía y la clase trabajadora dispuesta a todo por mantener su anterior situación de relativo privilegio a nivel mundial. El capital financiero, para salvarse, une su destino a este proyecto. La lógica interna del proceso desemboca en una espiral destructiva (guerra, genocidio), pero el capital nunca encuentra ninguna justificación para detenerlo9. ¿Por qué? Porque la única razón para hacerlo sería volver a una situación de democracia burguesa y extracción de plusvalía relativa, cosa que en la situación dada es inviable. La salida es la muerte generalizada y la destrucción de capital.

La segunda cuestión es que a partir de la crisis de 1929 al capital alemán se le abren exactemente las mismas expectativas que en 1873. Expansión militar y guerra o la resignación a una posición subordinada en el capitalismo mundial. Hitler no es un loco inexplicable por detallar en su «Mein Kampf» un proyecto de colonización genocida en el Este de Europa, emulando a los EEUU. Sólo repite, quizás de forma más explícita, lo que llevaba varias décadas siendo la única salida de Alemania para reclamar «su» sitio en el imperialismo dominante. ¿Por qué iban Gran Bretaña o los EEUU a merecerse su «espacio vital» y no Alemania?

El papel del proletariado y la pequeña burguesía

El crecimiento económico desde 1850 permitió una serie de concesiones al movimiento proletario organizado alemán. Se puede hablar de un aumento del nivel de vida generalizado, aunque con importantes diferencias entre obreros cualificados y sindicados y el resto (los primeros serán históricamente la base social del SPD y sindicatos afines). El SPD, en general, apoyaba explícitamente las políticas coloniales y expansionistas del Estado alemán, siempre que pudiesen obtener de ellas algún beneficio económico para la clase trabajadora. Y esto no era una posición que se ocultase. En el Congreso de 1907 del SPD Eduard Bernstein declara: «las naciones que no se han desarrollado pueden ser subyugadas de manera justificada por aquellas que sí lo han hecho». Un sentimiento que compartía con, entre otros, Winston Churchill10. Pasada la IGM, que incluye el alineamiento generalizado de la socialdemocracia con «sus» potencias imperialistas, un SPD ya en el poder exige ante la Liga de Naciones la restitución de las colonias alemanas «requisadas» en el Tratado de Versalles (¡una futura pieza central de la política Nazi!). Hay que decir que por desgracia esto no es producto de las ideas malignas de unos pocos dirigentes. Los super-beneficios de cierto sector del capital financiero alemán son los que permiten concesiones económicas (mayores salarios, menos horas trabajadas), políticas (mayor representación parlamentaria) y legislativas (gran expansión de los derechos sindicales). Esto lleva a, como mínimo, una tolerancia del imperialismo en la clase trabajadora, y en el caso del SPD a una preferencia sistemática a la alianza con partidos derechistas y centristas antes que con otras fuerzas de izquierda, principalmente el KPD. Creo que aquí está la razón fundamental de las políticas supuestamente «sectarias» del KPD, y de su identificación de la socialdemocracia con el fascismo antes del giro frentepopulista de mediados de los años 3011. Esta tendencia de buena parte de la clase trabajadora y de sus líderes a un acomodamiento ante su posición relativamente privilegiada en la estructura capitalista mundial tampoco era un secreto o una crítica ultraizquierdista. Ya en 1920 Lenin critica a los líderes proletarios alemanes por no plantear de manera frontal esta cuestión, y creo que vale la pena citar un fragmento relativamente largo: «En Alemania, según él [Crsipien] las circunstancias son tales que los obreros viven bastante bien, en comparación con los obreros rusos y, en general, con los de Europa oriental. La revolución, según sus palabras, puede realizarse sólo en caso de que no empeore «demasiado» la situación de los obreros. Yo pregunto: ¿es admisible hablar en ese tono en el Partido Comunista? Eso es contrarrevolucionario. En nuestro país, en Rusia, el nivel de vida es indiscutiblemente más bajo que en Alemania, y cuando implantamos la dictadura, como resultado de ello, los obreros empezaron a pasar más hambre y su nivel de vida descendió más aún. La victoria de los obreros es imposible sin sacrificios, sin un empeoramiento temporal de su situación. Debemos decir a los obreros lo contrario de lo que ha manifestado Crispien. Cuando se desea preparar a los obreros para la dictadura y se les habla de un empeoramiento «no demasiado grande», se olvida lo principal. A saber, que la aristocracia obrera surgió precisamente ayudando a «su» burguesía a conquistar por vía imperialista y a ahogar al mundo entero para asegurarse así mejores salarios. Si los obreros alemanes quieren ahora hacer la revolución, deben hacer sacrificios y no asustarse por ello.» (Discurso sobre las condiciones de ingreso en la Internacional Comunista, 1920)

Es bien conocido que el apoyo al fascismo Nazi en Alemania era desproporcionadamente pequeño-burgués (pequeños productores y propietarios, oficinistas, funcionarios, personal técnico y educativo, etc). Por su posición supuestamente «intermedia» entre burguesía y proletariado son aquellos más dispuestos a aceptar completamente el discurso Nazi, los más atemorizados ante su posible proletarización. Son los que llevan las insignias Nazis con más orgullo, y a los que se puede reconocer como Nazis simplemente por su manera de comportarse en público. Sohn-Rethel habla sobre todo del dominio de hombres jóvenes con estudios, que viven con sus padres ante la falta de empleo. Era característica su manera de hablar, sus modos autoritarios y fríos, su actitud hacia las mujeres, su arrogancia y sus aires de grandeza 12.

Un apoyo desproporcionado de la pequeña burguesía no significa que los Nazis no tuviesen apoyo proletario. De hecho este apoyo era muy considerable. Aunque el movimiento proletario había opuesto resistencia al fascismo desde sus inicios (Berlín era conocida como la Fortaleza Roja, «Rote Festung») lo cierto es que la actitud de los Nazis hacia la clase obrera alemana (o, concretamente, «aria») era en apariencia positiva. El NSDAP promovía el pleno empleo, los servicios sociales, pensiones, seguridad social y en general el Estado del Bienestar, con la idea de que eran una tercera vía entre el capitalismo liberal y la dictadura del proletariado. Unos pocos datos dan una panorámica de la situación. En 1933, en un partido con 2 millones de militantes, 750.000 eran proletarios. De los 14 millones de votos de julio de 1932 más del 40% eran proletarios, lo que supone un total mayor que los votos proletarios que recibieron el SPD o el KPD por separado (aunque no conjuntamente). En esa misma época el 55% de las fuerzas paramilitares de las SA eran proletarios, aunque en su mayor parte de pequeños núcleos urbanos y no de las grandes ciudades.

Como radiografía muy general de la militancia podría decirse que el SPD era el partido de los trabajadores cualificados y sindicados. El KPD el partido de los trabajadores menos cualificados y parados (el 30% de parados apoyaban al KPD, sólo un 13% a los Nazis, y globalmente el 83% de la militancia del KPD era proletaria), y el NSDAP el partido de la pequeña burguesía y los proletarios con menos conciencia de clase (en general el trasvase de votos del SPD o el KPD al NSDAP era pequeño, el caladero de votos era mucho mayor entre aquellos desclasados).

Como resumen se puede decir que había una alta correlación entre las aspiraciones a ascender en la «pirámide social» y la afiliación Nazi. Brustein (1996) detalla cinco razones principales detrás del apoyo trabajador del NSDAP:

  1.  Un nacionalismo muy marcado. Existía la idea generalizada de que los Nazis benificiarían en primer lugar, sino únicamente, a la clase trabajadora alemana.
  2.  Políticas proteccionistas. La promesa de tarifas aduaneras estrictas para proteger los intereses de la industria alemana dependiente de la importación lleva a un mayor apoyo Nazi en estos sectores (en contraposición al apoyo en las industrias orientadas a la exportación).
  3.  La promesa de creación masiva de empleo a través de la inversión estatal.
  4.  La atracción de trabajadores tradicionalmente opuestos al socialismo y al sindicalismo de clase, sobre todo en las industriales tradicionalmente no sindicadas (baja composición orgánica del capital).
  5.  Por último la aspiración en última instancia a abandonar el proletariado como clase a traves de la movilidad social. El sueño de una casa en propiedad, un coche, tener un pequeño negocio, que es en esencia la columna vertebral de toda la propaganda occidental de la posguerra.

En general el ascenso Nazi no supone una ruptura radical con la historia alemana, sino su continuación lógica. La relativa tolerancia al imperialismo «propio» en épocas de crecimiento se vuelve un apoyo (tácito o fanático) al fascismo siempre y cuando se respete la cuestión fundamental: la promesa de mantener una posición privilegiada para la clase trabajadora alemana dentro del capitalismo mundial.

De 1933 a la IIGM

A partir de 1933 se consolida el dominio absoluto Nazi sobre el país, aunque no sin sus contradicciones.

A nivel político la lucha interna entre la dirección del capital financiero y las aspiraciones idealistas pequeñoburguesas en el Nazismo se resuelven completamente en 1934 con la «Noche de los cuchillos largos», donde unos 3000 dirigentes de las SA son asesinados por la Gestapo y el ejército. A partir de ahí comienza una fusión completa entre Estado y capital en la que este último nunca tendrá motivación o capacidad para detener una espiral destructiva que terminará por arrasar con su propio país.

A nivel económico gracias a la inversión estatal alimentada con los créditos (nacionales e internacionales, sobre todo desde EEUU) ocurre una mejora importante si comparamos con los años más duros de la crisis (1929-1933). Sin embargo una visión más a largo plazo incluyendo los años anteriores nos da un relativo estancamiento salarial y un aumento de las horas trabajadas, por lo que no es posible hablar de ningún tipo de «milagro económico». Esto no quita que ciertos sectores de la clase trabajadora (aquellos de «raza aria» y en sectores estratégicos para el Estado Nazi) si vean sus ingresos aumentar hasta un 30%.

En general en los años anteriores a la guerra no se puede hablar de muestras muy visibles de descontento en el movimiento proletario. Hay muestras heroicas de resistencia, sobre todo por parte de comunistas y socialdemócratas, que habían visto sus organizaciones aniquiladas y sus miembros más militantes asesinados en masa. Pero nunca pasan de lo testimonial ante una situación de persecución política genocida en el interior y una preparación evidente para una nueva guerra imperialista iniciada por Alemania. Creo que hay que resaltar de nuevo que para esto existe una base material, más allá de recurrir al simple «engaño» masivo. Los Nazis desde 1933 triplican los días de vacaciones pagadas y doblan el volumen de turismo interior. En 1939 han acabado virtualmente con el desempleo (hay más demanda que oferta), pero ya en 1935 habían conseguido reducirlo a la mitad (de 6 a 3 millones de parados). Ni siquiera el gasto militar desorbitado parece recaer en la clase trabajadora aria. Los impuestos que más crecen son los de la alta burguesía, pero el 70% de los ingresos en general provienen de la mano de obra esclava o semi-esclava y de la expropiación directa de propiedades de judíos y otros «indeseables»

Colapso y conclusiones

Alemanía volverá de nuevo a declarar la guerra a la práctica totalidad del planeta, y de nuevo volverá a perder. Lo más sorprendente, quizás, sea que de nuevo tiene posibilidades de ganar.

Lo primero que hay que decir es que la derrota Nazi viene desde fuera, y no por una oposición interna. Es sobre todo la existencia de la Unión Soviética la que acaba por superar a los Nazis, y ni siquiera en la fase más terminal de la guerra se ve a la clase trabajadora alemana organizarse contra el fascismo ya derrotado. Hitler muere por su propia mano en Berlín rodeado de tropas soviéticas, y no colgado por sus compatriotas.

Lo segundo, y aquí termino, es que a pesar de haber librado la guerra más destructiva de la historia de la humanidad las potencias imperialistas victoriosas no tardan prácticamente nada en aliarse con los Nazis derrotados frente a los Soviéticos victoriosos. Las «purgas» en el aparato Estatal Nazi son mínimas, y el capital alemán recibe inyecciones fabulosas del extranjero para reconstituir la primera línea de defensa en Europa occidental ante la renovada amenaza socialista. A pesar de décadas de bombardeo mediático sobre los horrores del Nazismo apenas hemos aprendido nada de nuestra historia. El pensamiento dominante pivota entre el recuerdo de la tragedia del holocausto judío y el recordatorio perpetuo de que debemos evitar cualquier tipo de «totalitarismo», metiendo en el mismo saco a comunismo y fascismo en un ejercicio de cinismo absoluto que reescribe la historia de la primera mitad del siglo XX. No es de extrañar que décadas después, y enfrentados a la mayor crisis capitalista desde 1929, las capas más altas del capital financiero se estén enfrentando de nuevo a esa misma dialéctica autodestructiva que les lleva a aupar a las fuerzas más reaccionarias como reacción cortoplacista de supervivencia, antes de verse ellas también devoradas por el monstruo que han creado. Lo más preocupante, sin duda, es que esta vez no existe ningún bloque socialista que pueda plantar cara al fascismo. Quedan por reconstituir las fuerzas que tendrán que plantar de nuevo la bandera roja en el corazón del fascismo.

Notas

  1. De hecho, aunque nos choque, en sentido estricto todavía no se puede hablar de Alemania como Estado, pero seguiré cometiendo esa pequeña imprecisión para no complicar demasiado el texto.
  2. Como dato ejemplificador el comercio mundial creció entre 1800 y 1830 en un 30%. Entre 1840 y 1870 en un 500%.
  3. Es en esta época de hecho cuando la burguesía comienza a perder sus últimos atisbos progresistas y prefiere alianzas con las clases feudales antes que aliarse con el proletariado para conseguir sus objetivos democrático-burgueses. Pero ésa es otra historia.
  4. Geiss (1976), pg. 47, citado por Zak Cope (2015) en su sección sobre el imperialismo alemán.
  5. Una alianza que descontando la IIGM ya nunca se romperá. El capital alemán y norteamericano serán aliados estratégicos hasta nuestros días.
  6. No solo la existencia de la URSS, sino también la amenaza interna. En 1932 el SPD obtiene 8 millones de votos, y el KPD 6 millones.
  7. Y no de la pequeña burguesía que consigue tomar el poder, como algunas veces se sostiene. Quizás, eso sí, a la famosa frase de Dimitrov siempre habría que añadir a la hora de recordarla que hablamos del capital financiero en crisis.
  8. Ver «La dialéctica del fascismo» en Sohn-Rethel (1987), donde este tema se expone de manera brillante.
  9. Durante mucho tiempo el capital alemán tuvo el control completo del ejército, podrían haber descabezado a Hitler sin mayores problemas. Amenazaron con hacerlo varias veces, de hecho, por ejemplo antes de la «Noche de los cuchillos largos» en 1934.
  10. «No admito que se haya hecho ningún gran mal a los Indios Rojos de América, o los pueblos Negros de Australia por el hecho de que una raza más fuerte, más desarrollada, haya llegado y ocupado su lugar » (1937)
  11. No es el cometido de este texto analizar las relaciones entre SPD y KPD en detalle, o los intentos revolucionarios del KPD poco después de la Revolución de Octubre. Sólo decir que después del segundo gran fracaso insurreccional en 1923 (el «Octubre alemán») el KPD perdió completamente toda intención aparente de hacer la revolución en Alemania. Aunque cabrían críticas, quizás profundas, a sus políticas también debemos recordar que pagaron sus errores con el asesinato de unos 300.000 cuadros comunistas.
  12. Ver de nuevo Sohn-Rethel (1987), capítulo 17
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