La lucha revolucionaria en la India después de Naxalbari

2020-02-08T19:02:03+01:0028 de mayo, 2017|Documentos|

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Introducción

La historia de la India es una historia de lucha, y algunos nombres a lo largo de esa historia han sido símbolos de revolución. Telangana. Srikakulam. Birbhum. Gopiballavpur. Chhattisgarh. Jharkhand. Todos ellos fueron, o son, escenario de luchas encarnizadas contra la opresión y explotación más brutales. Detrás de todos ellos hay historias de sacrificio, organización y determinación que no se olvidan fácilmente una vez que se las conoce. Sin embargo ninguno de ellos suele ser conocido fuera de la India. Ese honor ha sido reservado para otro lugar: Naxalbari. No es un lugar muy grande, o de especial importancia desde el punto de vista de la historia burguesa. Se sitúa en la esquina noreste de la India, bordeando al oeste con Nepal, Bután y China al norte, y Bangladesh (en su día Pakistán Oriental) al sudeste. Todavía hoy puede visitarse, y alguna pintada en sus paredes recuerda su lugar en la historia. Nuestra historia, la de nuestra clase.

En mayo de 1967 un levantamiento campesino en Naxalbari, dirigido por comunistas, pone a la vista de todos lo insostenible de la situación para las masas más pobres. Es aplastado por la policía en pocos meses, pero a partir de entonces nada será como antes. Comienzan años de luchas revolucionarias por todo el país, y aquellos que apuestan por cambiar todo el orden establecido por cualquier medio necesario serán conocidos como «Naxalitas». Este término ha pasado «a simbolizar cualquier asalto a las instituciones o presuposiciones que soportan el orden establecido en la India. Se ha vuelto parte del vocabulario común en toda India (…)»1, y junto con un número muy reducido de palabras ha alcanzado reconocimiento como parte del vocabulario de la revolución mundial.

Oyendo la petición del Partido Comunista de la India (Maoísta)2 desde Iniciativa Comunista queremos conmemorar el 50 aniversario del levantamiento de Naxalbari con una breve historia y análisis de los años más intensos del primer periodo de la Guerra Popular en la India. Es una historia injustamente olvidada, y de la que no es fácil encontrar mucha información en castellano. Con esta pequeña aportación intentamos recomponer una parte de nuestra memoria. Que esa memoria también sea aprendizaje, y que ese aprendizaje nos lleve a la victoria.

La situación en la India antes de Naxalbari

Si Gran Bretaña es el «locus classicus» del capitalismo quizás la India lo sea del colonialismo. Después de siglos de dominación y resistencia el «Raj Británico» se rompe en 1947 con la creación de la India y Pakistán como Estados soberanos3. Tras la llamada «Devolución de Poder» y un periodo de más de tres años de gobierno interino por parte de una Asamblea Constituyente el Congreso Nacional Indio (normalmente abreviado a «Congreso») llega el poder con una mayoría abrumadora en 1952. Sus pretensiones políticas se pueden definir como laicas y de centro-izquierda, buscando el desarrollo y la modernización rápidas del país. Unos valores que todavía persisten en su Constitución, por cierto, cuyo preámbulo define a la India como una «República Democrática Socialista Soberana».

La realidad social del país y los intereses materiales de las clases dominantes no tardan mucho en imponerse a las ilusiones ilustradas. Los planes para una reforma agraria profunda empiezan ya desde los años 40, pero se ven constantemente «frustrados» por su falta de decisión, la obsesión con no perjudicar excesivamente a los grandes terratenientes y la corrupción sistémica a todos los niveles del Estado. Dos décadas después de la independencia la división entre una ínfima minoría de grandes terratenientes y una enorme masa de pequeños campesinos y trabajadores del campo sin tierras se mantiene sin apenas ningún cambio. Incluso políticas con tan buena fama como la llamada «Revolución Verde» no hacen más que suplementar las relaciones de producción feudales con ciertas prácticas capitalistas. Unos pocos se enriquecen gracias a aumentos espectaculares de la productividad basados en la importación de tecnología extranjera (maquinaria, semillas, fertilizantes), pero una gran mayoría o no ven ninguna mejora real de su situación o de hecho se empobrecen notablemente debido al aumento de la especulación sobre la tierra y el grano. El aumento de la desigualdad social es tan grande que en 1969 el Ministro del Interior llega a sugerir que de no paliarse «es posible que la revolución verde no se mantenga verde por mucho tiempo»4

Cientos de millones de campesinos (230 en un censo de finales de los años 60, un 54% de la población rural5) viven por debajo del umbral de la pobreza más absoluta. Agonizan en un círculo sin fin de miseria, bancarrota, extorsión a manos de prestamistas y terror a manos de bandas paramilitares o de la policía. Se entrelazan la explotación más descarnada con la opresión milenaria de casta o género. Los informes del Gobierno lamentan la situación e incluso se sorprenden de que en dos décadas se haya podido retroceder en algunos indicadores sociales, pero lejos de tomar ninguna medida eficaz son cómplices del proceso. Las revueltas constantes golpean contra el mito de la sumisión estática de la sociedad india, y algunas de ellas merecerían un estudio aparte como la de Telengana entre 1946 y 1951, a la vez el punto álgido en la historia del Partido Comunista de la India todavía unido y su primer paso decidido hacia el reformismo más recalcitrante.

Ante esta situación los elementos más avanzados del comunismo indio caracterizan a la sociedad India como semi-feudal, es decir, en un estado intermedio entre el feudalismo y capitalismo en donde la contradicción principal sigue siendo la que existe entre las grandes masas campesinas (⅘ partes de la población) y los terratenientes, principalmente alrededor de la reforma agraria y los más elementales derechos democráticos6.

El sector industrial y los núcleos urbanos suele presentarse como el broche dorado de la India, la justificación de la imagen que se proyecta al exterior de «la mayor democracia del mundo». Aquí, también, el supuesto idealismo inicial de la burguesía nacional india se estrella rápidamente contra la realidad. Las características principales de los centros urbanos e industriales 20 años después de la independencia son el estancamiento, la corrupción, el aumento del desempleo, el lujo extremo rodeado de interminables poblados de chabolas («slums»), el deterioro de las condiciones sanitarias y el nivel de vida y una pérdida de confianza progresiva en el Estado y sus instituciones.

El año 1948 arranca con la promesa de una acción decidida en el plano industrial en favor de las clases oprimidas, pero no es una exageración sintetizar la actuación del Estado durante los siguientes 20 años como de intervención a favor de la gran burguesía monopolista. Se hacen grandes inversiones, pero sobre todo en los sectores estratégicos que ningún capital privado es capaz de desarrollar por sí mismo (ferrocarriles, energía, acero, etc). Se expande el crédito, pero sobre todo a la gran industria. La dominación del sector público por parte del capital privado es tal que a mediados de los años 50 se llega a permitir el gasto casi total de las reservas de divisas extranjeras para la compra por parte de ese capital privado de productos extranjeros, en no pocas ocasiones productos de lujo orientados al consumo de una ridícula minoría7.

En el plano internacional el dominio del capital extranjero en sectores clave también se ve reforzado. Aquí ni siquiera es muy necesario «traicionar» una posición idealista inicial. La mayoría de la burguesía india es de hecho una burguesía compradora, una burguesía aliada con los intereses extranjeros, acostumbrada a enriquecerse siendo intermediara entre ellos y la explotación de la clase trabajadora de su propio país. Las pocas trabas iniciales sobre la repatriación de beneficios desaparecen casi por completo ya en 1950, y se dan fabulosas concesiones de explotación de sectores clave a monopolios extranjeros. El negocio es tan bueno que en muchos casos el volumen de beneficio neto repatriado es comparable a la inversión inicial, especialmente en sectores como el del petroleo o los medicamentos8. La capacidad, si no la voluntad, del gran capital indio para beneficiar al país en su conjunto es casi nula.

75 grandes empresa dominan la vida económica9, alrededor de las cuales danza una pequeñísima burguesía monopolista/compradora que vive en medio del lujo más extremo. La clase trabajadora no campesina apenas llega al 8% de la población a finales de la década de los 60. Su realidad es el desempleo, la inflación, la precariedad. En 1965 el Estado calculaba, seguramente de manera optimista, que existía un déficit de al menos 12 millones de viviendas en el país. Aquellos que no podían encontrar una vivienda se hacinaban en los infinitos mares de chabolas de los grandes centros urbanos (Calcuta, Bombay, Delhi y Madrás en sus nombres antiguos), o vivían por decenas de miles en las calles. Aquellos con la suficiente fortuna para encontrar una casa no vivían en una situación envidiable: sólo un 27% de las viviendas tenían un cuarto de baño10.

Un segmento importante de la clase trabajadora es el de la pequeña burguesía —maestros, funcionarios, estudiantes, profesionales liberales, etc.— tradicionalmente la más ruidosa y volátil políticamente. Aunque algunos heredan lo peor de la tradición oportunista y egoísta de la burguesía compradora hay otros que tienen, ya desde la época colonial, un papel fundamental en las luchas políticas de carácter progresista. Es de este segmento de la clase trabajadora de donde vendrán la gran mayoría de líderes comunistas del futuro PCI(ML), como suele ocurrir en los comienzos de un movimiento revolucionario en un país colonial o semi-colonial.

A finales de la década de los 60 la India es un país atravesado por las contradicciones. La mayoría de su población vive aplastada por el yugo feudal, en aparente desafío al «inevitable» progreso histórico. Unos pocos núcleos urbanos crecen a un ritmo desenfrenado. Allí conviven las masas proletarias y la pequeña burguesía progresista, cada vez con menos perspectivas de futuro, menos confianza en las organizaciones políticas tradicionales y una actitud más militante. Todas ellas se agitan en la gran caldera de la historia, que está a punto de estallar de nuevo.

El movimiento comunista de la India

Para entender el surgimiento del Partido llamado a liderar el proceso que comienza en 1967 en Naxalbari tenemos que remontarnos al menos hasta el periodo de posguerra. El país vive una situación «excepcionalmente propicia»11 para un levantamiento armado, pero el histórico Partido Comunista de la India (PCI), todavía unido, es completamente incapaz de ponerse a la cabeza del sentir popular. Se lo impide una concepción dogmática de la revolución heredada en buena parte de la tradición de herencia soviética que tiende a ser etapista, insurreccionalista, que pone todo el peso peso en los proletarios, que se extiende de la ciudad al campo. Una de las consecuencias más nefastas de esto es el seguidismo vacilante del Congreso Nacional Indio, es decir, de lo que el PCI ve como la fuerza burguesa hegemónica.

Estas limitaciones llegan a su mayor grado de expresión tras la llamada transferencia de poder de 1947. Por una parte el Partido da la bienvenida a las «nuevas oportunidades para conseguir avances», reconoce al Congreso como «la principal organización democrática nacional» y da todas las garantías de «cooperación completa con los líderes nacionales para la construcción de los cimientos democráticos de una República India»12. En lo urbano esto se traduce en una fuerte actividad sindical y reformista, unida a actividades violentas esporádicas (atracos, ajusticiamientos, etc.) que evidencian desde el principio la contradicción interna en el Partido.

Fuera de la ciudad la realidad social de la India se impone de manera áspera, y el PCI se ve prácticamente catapultado a liderar una revuelta de carácter campesino en Telangana, por entonces todavía parte del estado principesco independiente de Hyderabad en el corazón de la India. Una guerrilla de unos 5000 efectivos bajo dirección comunista lucha desde 1946 contra el trabajo forzado, impuestos ilegales, desahucios y todas las formas tradicionales de opresión feudal. La lucha crece hasta convertirse en una revolución de liberación campesina, cubriendo unas 3000 aldeas, 3 millones de personas y 16.000 kilómetros cuadrados13. Las tropas indias entran en Hyderabad en 1948 y anexionan el estado a la fuerza a la nueva Unión, provocando un dilema en el PCI: pueden decidir seguir su lucha, ahora ya contra la Unión, o pueden abandonar las armas y confiar en conseguir sus objetivos por los cauces legales como promete el Congreso. La disputa política es prolongada, pero en 1951 la línea reformista se acaba imponiendo, en buena parte gracias a la idea de que una victoria militar contra todo el Estado Indio es completamente imposible. Ante esto, ya en 1948, la minoría del PCI ya reclama que la victoria es posible si se sigue el «modelo chino» de guerra de guerrillas y lucha prolongada del campo a la ciudad, rompiendo con el mecanicismo imperante14. Algunos informes militares de la época parecen corroborar esta hipótesis: las quejas de los oficiales ante la dificultad de identificar y apresar a comunistas que hablan, visten y viven como el resto de los campesinos son constantes. Los militares llegan a plantear que ante semejante unidad entre campesinos y comunistas se sienten como «extranjeros blancos» en su propio país, y que ahora comprenden por qué los franceses no consiguen vencer en Indochina a pesar de contar con muchos más medios15.

El fracaso de Telangana marca el fin del PCI como partido con aspiraciones revolucionarias. Los cambios profundos en la política soviética a partir de 1956, con la recomendación general de una «transición pacífica» al socialismo, son recibidos con verdadero entusiasmo por el Partido, que no hace otra cosa que ver ratificada lo que ya era su política de facto. La ruptura entre China y la URSS añade una nueva fuente de tensión en la organización, que en 1964 se parte en dos: el ala derechista celebra su congreso en Bombay, manteniendo las siglas tradicionales, mientras que el ala izquierda lo celebra en Calcuta y adopta el nombre de Partido Comunista de la India (Marxista) (PCI(M), o PCM).

El PCM no tarda demasiado en impacientar a sus militantes más revolucionarios. Aunque el ala izquierda del PCI era conocida como pro-maoísta su actitud inicial hacia China es como mínimo ambigua. Rompe con el PCI por su deriva reformista, pero no modifica las partes del programa que hablan de intentar una transición pacífica «por todos los medios», y llama a sus militantes a no recuperar la línea táctica «errónea» previa a 1951, la de Telangana. Lo gota que colma el vaso es la participación del PCM en los gobiernos del Frente Unido en Kerala y Bengala Occidental después de las elecciones de 1967. ¿Qué sentido tiene romper con el «revisionista» PCI para luego formar gobiernos de unidad con ellos con programas y políticas tremendamente parecidos? Una caracterización más precisa del carácter de la burguesía india o de las potencias imperialistas no va a ser suficiente para buena parte de la militancia si no se traduce en una ruptura con la práctica anterior.

Ya a partir de 1965 un grupo de militantes del PCM comienza a agruparse alrededor de la figura de Charu Mazumdar. Sus puntos de unión son la identificación con el Partido Comunista de China (PCCh), la creencia de que la situación en toda la India es objetivamente revolucionaria, y una estrategia para la toma del poder basada en la conquista progresiva del territorio mediante la guerra de guerrillas. Sólo hace falta el trueno de primavera que anuncie la tormenta que está por llegar.

Un pequeño lugar de Bengala Occidental

Naxalbari se encuentra en una zona singular. Está conectado al resto de la India por una estrecha garganta, emparedada al oeste por Nepal y al este por Bangladesh (entonces Pakistán Oriental). Entre Nepal y Naxalbari fluye el río Mechi, que en invierno puede cruzarse a pie16. Todo esto lo convierte en un lugar ideal para la guerra de guerrillas y la creación de «zonas liberadas». Los comunistas del Norte de Bengala llevaban organizando la lucha campesina en la zona al menos desde los años 50, siempre con un espíritu de combatividad muy elevado. Las condiciones semi-feudales de explotación y opresión extrema hacen estallar revueltas continuamente. Entre 1955 y 1957 se organizan huelgas por los derechos de los trabajadores de las plantaciones de té a las que se suman los campesinos pobres y sin tierra, haciendo retroceder a la policía enviada a apaciguarlas. En 1962 expropian a la fuerza las cosechas en las tierras de los terratenientes, en donde plantan banderas rojas en señal de desafío17.

Cuando en marzo de 1967 los disidentes del PCM organizan una conferencia de campesinos en Bengala Occidental la línea política de la toma del poder mediante la guerra de guerrillas y la creación progresiva de zonas liberadas ya está en mente de todos. Llevan años preparándose, lo que viene a ser una nueva demostración de que los acontecimientos que muchas veces se presentan como «espontáneos» tienen detrás un enorme trabajo de preparación. Aunque sea típico hablar de las revoluciones que «estallan», «explotan», etc., la realidad es que sobre todo se organizan. La conferencia es un éxito, y entre marzo y abril entre 15.000 y 20.000 campesinos construyen comités populares en cada pueblo, ocupan tierras, forman «guardias rojas» y queman todos los registros de endeudamiento de los campesinos. La ruptura de hecho con la línea del PCM, ahora ya parte del gobierno del Estado, es completa. Los dirigentes del partido intentan negociar, pero los revolucionarios y los campesinos han perdido la paciencia. El 23 de mayo un policía muere en un enfrentamiento contra campesinos armados. El 25 de mayo un grupo policial abre fuego contra un grupo desarmado en represalia. Asesinan a nueve, seis mujeres y dos niños. Incluso ante semejante represión los campesinos se niegan a revelar el paradero de los líderes comunistas, y cuando son detenidos e interrogados insisten en que simplemente estaban allí «tomando el aire»18.

La violencia revolucionaria se extiende. En junio se registran docenas de casos de expropiación, tribunales populares, cancelación de deudas, asesinatos de terratenientes y secuestros. El PCM, ante la elección de respetar la legalidad India o ponerse del lado de las revueltas elige el camino de menos resistencia. Acusa a unos pocos «elementos extremistas» de estar detrás de todo (¡gran análisis materialista!), y el 20 de junio expulsa a 19 cuadros dirigentes. La indignación entre parte de la militancia se extiende, y las calles de Calcuta amanecen con pintadas en defensa de Naxalbari. Los revolucionarios, la mayoría todavía en el PCM, se empiezan a agrupar en el Comité de Ayuda a la Lucha Campesina de Naxalbari, embrión del futuro PCI(ML). Radio Pekín saluda a Naxalbari como el zarpazo inicial de la revolución en la India guiada por el Pensamiento Mao Zedong, y al gobierno del Frente Unido como un títere de la reacción.

Y entonces todo colapsa. Una enorme operación policial el 12 de julio rodea a la mayoría de los rebeldes y a sus líderes. En menos de 10 días pacifican la región a sangre y fuego, deteniendo a buena parte de los dirigentes naxalitas. Una calma aparente se impone en la región.

El nacimiento del PCI(ML) y la lucha agraria

Por primera vez en la historia uno de tantos rincones olvidados de la India es el centro de atención. Gracias al ejemplo de Naxalbari las ocupaciones de tierras se extienden como una tormenta de fuego por todo el país. En muchos casos el PCI, PCM y otros partidos socialistas se ven obligados a ponerse al frente de estas acciones de ocupación, precisamente para evitar que se convirtiesen en una lucha por el poder político y la creación de zonas liberadas como en Naxalbari. Sin embargo a estos partidos les es imposible mantener una simpatía aparente por los objetivos de los campesinos a la vez que les reprime brutalmente en los Estados donde de hecho están en el gobierno.

El PCM organiza en agosto de ese año una conferencia donde rechaza el análisis de inspiración china de la situación, y donde se posiciona inequívocamente por «la creación de una democracia popular y la transición al socialismo por una vía pacífica»19. El ala revolucionaria organiza en otoño una «contra-conferencia», apelando al eslogan de «bombardear el cuartel general» de la Revolución Cultural. Se decide organizar el Comité para la Coordinación de Comunistas Revolucionarios de Toda la India (AICCCR en sus siglas en inglés), y avanzar en la creación de un nuevo partido revolucionario lo más rápido posible. Naxalbari fue derrotado militarmente en apenas tres meses, pero sus efectos se han extendido por toda la India y han sentado las bases de un giro radical entre los comunistas. «Naxalbari no ha muerto y nunca morirá»20.

Los comunistas cercanos al AICCCR se esfuerzan por convertir las revueltas que se extienden por toda la India en luchas por el poder político. En Srikakulam, al este del país, el poder rojo llega a más de 300 aldeas. Los terratenientes huyen aterrorizados, las guerrillas protegen a los campesinos y los comités revolucionarios comienzan a redistribuir la tierra y a construir un nuevo poder paralelo21. En Orissa, un poco más al norte, los naxalitas luchan en las junglas al grito de «¡Larga Vida a Mao Zedong!» y «¡Viva Naxalbari!». Estas luchas se mantienen durante mucho más tiempo, consolidan su poder de forma más estable y son en todos los sentidos, quizás menos en el simbólico, éxitos más importantes.

El modo de actuación de los comunistas en su lucha campesina seguía ciertos patrones bien establecidos. Basándose en su análisis de clases de la sociedad india siempre dan preferencia al trabajo entre campesinos pobres y sin tierra, tratando de no enemistarse excesivamente con los llamados «campesinos medios». A partir de pequeñas acciones de expropiación de cultivos o aniquilación de enemigos de clase aumentan la conciencia de lucha y consiguen pequeñas victorias materiales, fundamentales para un grupo social que lleva literalmente siglos aplastado, oprimido y humillado. A esto sigue inevitablemente la represión del Estado, que sirve a la vez para dar una lección práctica sobre lucha de clases y como oportunidad para organizar una resistencia armada a un nivel superior. Este ciclo lleva una guerrilla móvil que actúa en acciones de hostigamiento y defensa, y la creación de órganos de poder popular que administran y solucionan los problemas más urgentes del campesinado a la vez que imparten justicia revolucionaria. Muchos terratenientes y usureros son perdonados, pero otros con un pasado especialmente sanguinario y cruel son ajusticiados por los que antes fueron sus víctimas. La esperanza del PCI(ML) es que la unión de suficientes experiencias de este tipo llevará a la creación de un poder rojo estable, a zonas verdaderamente liberadas, desde donde se podrá crear un Ejército Rojo que finalmente entre en los centros urbanos e industriales y conjuntamente con los cuadros allí presentes tome el poder en todo el Estado. Ésta es, claro, la estrategia clásica maoísta de la toma del poder en un país semi-feudal y semi-colonial mediante la guerra popular prolongada22.

Es necesario detenerse mínimamente en algunos de los debates que se dan en el AICCCR durante este tiempo. A pesar de que la actividad revolucionaria se estaba extendiendo por todo el país, Charu Mazumdar recuerda en 1968 que no se pueden olvidar las diferencias de conciencia y espíritu militante entre clases e incluso dentro de una propia clase. Por ello no se debe abandonar el trabajo de masas y el apoyo a las luchas de tipo económico, incluso aunque ya exista un Partido revolucionario dirigiendo la lucha armada23. El propio Mazumdar llegará a olvidar esta reflexión poco tiempo después, al poner todo el énfasis en la guerra de guerrillas y la «aniquilación de los enemigos de clase». También se matiza la oposición, en forma de boicot, a los procesos electorales, recordando que «el eslogan negativo del boicot no nos llevará lejos (…) si no está acompañado de acciones positivas (…) que movilicen y organicen al pueblo»24. Se repiten los debates sobre la importancia excesiva que se le da al trabajo en el campo, llegando al punto de ignorar la actividad en las ciudades y los sindicatos. Mazumdar replica que el centro de atención debe ser la construcción de un partido revolucionario volcado en las masas campesinas, que son las únicas que van a llevar adelante la revolución agraria25. También se dan debates sobre la caracterización del Estado indio y su burguesía; mientras Charu y sus seguidores se contentan con tacharla en bloque de compradora algunos insisten de encontrar la aguja de la burguesía nacional y patriótica entre la paja.

Estas diferencias no sólo no se resuelven en este momento, sino que en el futuro serán motivo de enfrentamientos cada vez más intensos, incluso violentos. Pero por el momento los comunistas organizados alrededor del AICCCR tienen suficiente confianza en el futuro como para mantenerse unidos, y el liderazgo de Mazumdar hace que su línea se imponga.

El PCM vuelve a ganar las elecciones en Bengala Occidental en febrero de 1969 como parte del Frente Unido. Una de sus primeras acciones es la liberación de muchos de los líderes del levantamiento de Naxalbari en 1967. En parte como gesto de «buena voluntad», pero también como un intento de apaciguar a sus propios cuadros más rebeldes. Es precisamente uno de los liberados, Kanu Sanyal, el encargado de anunciar la formación del Partido Comunista de la India (Marxista-Leninista) (PCI(ML)), un Primero de Mayo en Calcuta. El Partido defiende que la sociedad india es semi-feudal y semi-colonial, que el Estado indio es el de la burguesía terrateniente y compradora títere del imperialismo de los EEUU y el «social-imperialismo» de la Unión Soviética. La tarea política inmediata es la revolución popular democrática, principalmente la revolución agraria y el fin del feudalismo. La estrategia para llegar a ello es la organización del campesinado y la conquista gradual del territorio mediante la guerra de guerrillas, terminando por rodear y tomar las ciudades.

Una vez formado el Partido las relaciones con grupos externos se vuelve menos amigable, y la disciplina y unidad de acción mucho más férrea. Aunque el Partido acaba de nacer sus dirigentes ya pueden hacer una cierta valoración de su trayectoria. Por una parte habían sido capaces de movilizar al campesinado en la creación de pequeñas zonas liberadas en al menos nueve estados26. La chispa de Naxalbari ha creado toda una generación de líderes comunistas reconocidos por todo el pueblo, y el mismísimo PCCh, el partido dirigente de la revolución mundial a sus ojos, les saluda como vanguardia de la revolución en la India27.

Por otra parte la política de «encierro y supresión» del Estado está siendo cada vez más efectivas a la hora de atacar sus zonas liberadas. La más avanzada, el pequeño «poder rojo» de Srikakulam, parece peligrar cada vez más. Los líderes naxalitas, al participar activamente en todas las actividades, también caen en combate con muchísima frecuencia.

El PCI(ML) necesita encontrar la manera de resistir los ataques enemigos, defender sus zonas liberadas, y pasar a la ofensiva. La solución que se impone es la profundización de la misma línea política: movilización y liderazgo del campesinado (sobre todo pobre), campañas de aniquilamiento de los enemigos de clase, guerra de guerrillas y el establecimiento de comités revolucionarios y zonas liberadas. Las críticas en el Partido hacia Mazumdar se van incrementado a medida que el número de camaradas muertos aumenta y las zona liberadas se reducen o desaparecen. Se critica su optimismo exagerado, como la promesa de una india socialista en 1975. Su dogmatismo sin matices, que aspira a imponer una estrategia revolucionaria única para toda la India sin tener en cuenta las diferencias inevitables en las circunstancias. Su seguidismo de China en todos los aspectos, hasta el punto de proclamar que «la victoria nos pertenece sin ninguna duda porque el Presidente de China es nuestro Presidente y el Camino de China es nuestro Camino»28. Los partidarios de Mazumdar tratan de convertir su figura en la de un líder indiscutido, una autoridad revolucionaria ante la que no cabe discusión posible en una situación de guerra civil extrema.

Mientras la lucha ideológica se intensifica en el Partido la lucha revolucionaria en la India no muestra ningún signo de relajación. Las zonas liberadas más establecidas pierden fuerza, pero las luchas campesinas continúan todavía allí y surgen en otros lugares. Aunque el centro de atención del Partido y del Estado se centra en el campo, el ánimo rebelde está a punto de contagiarse a Calcuta, uno de los mayores centros urbanos e industriales del país.

La lucha en los centros urbanos: la juventud y el proletariado

A principios de 1970, en un llamamiento a los estudiantes, Charu Mazumdar se lamenta de que aunque «en la vida de un hombre el periodo entre los 18 y los 24 años es cuando uno puede trabajar de manera más dura y vigorosa, más valiente y más fiel a sus ideales», los jóvenes de esa edad en la India «se ven obligados a estudiar textos anti-sociales para pasar sus exámenes», malgastando su juventud en una causa reaccionaria29. Este tipo de reflexiones resuenan con el sentir de buena parte de los estudiantes de Calcuta. El sistema educativo, heredado sin grandes modificaciones del periodo colonial, vive una época de crisis profunda. Mientras 350 millones de personas todavía son analfabetas en la India de 1970 (un 70% de la población), un sistema anquilosado y corrupto se arrastra penosamente con la misión declarada de educar a una pequeña élite de clase media en la administración del Estado y el gran capital indio. La recesión económica hace saltar por los aires ese delicado equilibrio. Con millones de jóvenes universitarios ya graduados en el paro, y sin una clara posibilidad de encontrar trabajo, la perspectiva de aguantar clases monótonas con cientos de estudiantes por cada profesor, exámenes inútiles y constantes, corrupción y arbitrariedad en las correcciones, pérdida de registros, etc., se vuelve inconcebible para muchos. Sobre todo cuando el resultado final será un diploma que no vale mucho más que el papel en el que está impreso.

Las primeras explosiones de rabia son de tipo iconoclasta. Los estudiantes se organizan para atacar las estatuas y monumentos en honor a los «padres de la patria», desde santones intocables y bien conocidos en Occidente como Gandhi hasta líderes políticos y espirituales menos célebres como Ram Mohan Roy, Swami Vivekananda, y otros. Aunque reciben algunas críticas por hacer una especie de «tabula rasa» cultural con el pasado (las comparaciones con la Revolución Cultural china no tardan en aparecer), la mayoría de comunistas revolucionarios dan la bienvenida a estas muestras de odio hacia todo lo que representa la tradición reaccionaria de la India30. No faltan, eso sí, los recordatorios constantes de integrarse «con los obreros y las masas campesinas pobres y sin tierra para poder mantener la entidad revolucionaria» de su actividad31.

El PCI(ML) decide aprovechar la convulsión, y busca formas de unir la lucha en el campo con la lucha e la ciudad. Una de ellas es la de llevar la política de aniquilación de enemigos de clase al mismo centro del poder del Estado. Los cuerpos policiales indios son infames por su corrupción, matonismo, brutalidad e impunidad. En Calcuta los vendedores y comerciantes viven aterrorizados ante sus extorsiones, y cualquiera puede ser arrestado con los cargos más absurdos, torturado y mutilado o paralizado para el resto de su vida. Es tal su notoriedad como el brazo armado y sádico de los intereses de clase burgueses que incluso algunos jueces llaman la atención sobre la situación: «no hay ni una sola organización ilegal en todo el país, cuya hoja de crímenes se acerque ni remotamente a la de la unidad organizada que se conoce como Fuerza Policial de la India»32.

Los ataques contra los cuerpos represivos comienzan casi de inmediato, y se realizan en grupos pequeños, silenciosos, que atacan sin previo aviso y abandonan el lugar rápidamente. Décadas de brutalidad policial hacen que incluso en ataques a plena luz del día con una multitud presente nadie dé un paso adelante para identificar a los atacantes. Sólo entre marzo y octubre de 1970, y sólo en Calcuta, unos 25 policías son asesinados y más de 350 heridos. El pánico y la confusión se extiende en el cuerpo, y muchos policías tienen miedo de hacer sus patrullas regulares por la ciudad. El PCI(ML) advierte de que ahora es el momento para que la policía «apunte sus pistolas contra sus jefes y se unan a la revolución», o paguen las consecuencias33.

Sin embargo al pánico le sigue una respuesta brutal. En pocos meses se recuperan leyes coloniales «anti-terroristas» que llevaban décadas sin aplicarse, e incluso esas leyes se endurecen todavía más. El resultado es un estado policial en el que la norma es el arresto indiscriminado, la detención indefinida, la tortura y el asesinato extrajudicial cotidiano. La policía asesina a jóvenes por la simple sospecha de que sean simpatizantes naxalitas. Ya sea en la calle o arrastrándoles de sus camas en plena noche. Sus familiares recogen sus cadáveres ensangrentados de las calles, sin poder acudir o reclamar justicia a nadie. Aquellos que sobreviven son enviados a una cárcel a pudrirse. Allí reniegan de todo trato de favor como «prisioneros políticos» (al contrario que otros comunistas encarcelados), y protagonizan algunas fugas espectaculares.

La ciudad está dividida en cuatro zonas. La parte norte y central es un verdadero laberinto de callejuelas y pasadizos, propios de los siglos XVIII y XIX. Allí la guerrilla urbana puede moverse como verdadero «pez en el agua», y buena parte del territorio es inaccesible para la policía. En esta época se las conoce en lengua nativa como «muktanchal», o «zonas liberadas»34. El robo de armamento de arsenales y policías es constante, y las armas que no se utilizan en la ciudad se envían a las bases rojas en el campo. La policía, ayudada por cuerpos paramilitares de la Unión, incrementa su represión con estrategias de cerco y aniquilamiento aprendidas literalmente de manuales anti-Vietcong de los servicios de inteligencia militares británicos35.

El último factor a mencionar es el incremento de la lucha sectaria contra los cuadros del PCM. A diferencia del medio rural, donde es más fácil evitar enfrentamientos directos, los encontronazos entre el PCI(ML) y el PCM en Calcuta son constantes y cada vez más violentos. Se cruzan las acusaciones de conspiración con el Estado para acabar con el grupo enemigo, los boicots electorales, las luchas por el territorio. Aunque los motivos para desconfiar del PCM por parte del PCI(ML) estén más que justificados la realidad es que su programa de aniquilación de los enemigos políticos no es comprendido por buena parte de las masas, que en muchos casos no ven más allá de una matanza desafortunada entre comunistas y que siguen votando en gran número al PCM.

Esta desconexión urbana entre una juventud (y pequeña burguesía) radicalizada y una masa proletaria indiferente en el mejor de los casos preocupa a buena parte del PCI(ML). Sólo el proletariado tiene en sus manos la capacidad de paralizar la economía de una sociedad capitalista, y durante 1970 y 1971 los trabajadores indios lo demuestran en varias ocasiones. En febrero de 1970 huelgas masivas en los ferrocarriles del sudeste del país paralizan el país. Un 60% de las mercancías de toda la India circulan por esas líneas, por lo que la amenaza de un colapso total es muy real. Ese mismo año y el siguiente cuatro huelgas golpean el sector eléctrico en Bengala Occidental y Bihar. De nuevo actos de sabotaje a unas instalaciones esenciales paralizan buena parte de la actividad económica.

El PCI(ML) no está detrás de esta actividad, y en el mejor de los casos sólo se puede sospechar que el ambiente radical generalizado en el país tiene cierta influencia en los obreros. Mazumdar no tarda en darse cuenta de que la rebelión en las ciudades no puede sostenerse por mucho tiempo sin el apoyo crítico del proletariado, y que esa capacidad de sabotaje industrial también sería extremadamente útil como «distracción» y soporte de la lucha en el campo. Instruye a los cuadros del Partido a formar células entre los trabajadores, a ayudarles en toda su actividad, también la de meras peticiones económicas, y a atraerles poco a poco a las posiciones políticas naxalitas36.

A pesar de todos sus posibles defectos y excesos la juventud de Calcuta consigue crear una situación revolucionaria durante cierto tiempo. Tantea los límites de la creación de «zonas liberadas» en el territorio urbano, se aprovecha del odio acumulado durante generaciones contra los cuerpos represivos y llega a poner en jaque a las autoridades durante cierto tiempo. Pagan estos avances a un precio altísimo: sólo entre marzo de 1970 y septiembre de 1971 según cifras oficiales casi 2000 militantes y simpatizantes del PCI(ML) mueren en la ciudad de Calcuta; las cifras no oficiales llevan esta cifra hasta el doble. Sin embargo y a pesar de este enorme sacrificio no consigue unir su lucha de forma efectiva con las bases rojas del campo ni aliarse con el proletariado combativo y con más conciencia que ya está realizando actos de sabotaje industrial a gran escala. La comprensión de la centralidad de estas tareas llega muy tarde, a finales de 1971, cuando la lucha en todo el país está entrando ya en su fase final.

Colapso

El punto álgido de la lucha del PCI(ML) seguramente sea la creación de zonas liberadas en el área de Birbhum, en Bengala Occidental, durante 1971. Sumando todas las lecciones aprendidas se comienza metódicamente organizando a los campesinos más pobres en el robo de armas y el aniquilamiento de enemigos de clase. Una vez establecidos pequeños grupos armados se expulsa a los terratenientes, se ocupan sus tierras, y se crean órganos de poder popular conformados en su mayor parte por los propios campesinos. Se incrementa la movilidad de las bases rojas, quizás siguiendo la idea de Mao Zedong de que lo importante no es mantener una base estática concreta, sino el conservar las fuerzas mientras se hace daño al enemigo; una zona liberada se perderá en muchas ocasiones antes de que pueda considerarse asegurada37.

El perfeccionamiento estratégico del PCI(ML) recibe como respuesta un nuevo incremento en el nivel de represión. La supresión de Naxalbari (1967) sólo necesitó del despliegue de fuerzas policiales regulares; Srikakulam y Gobipallavpur (1969-70) requieren la combinación de la policía y fuerzas paramilitares. En 1971, en Birbhum, el Estado no tiene más remedio que recurrir al despliegue de tropas regulares del ejército de la Unión para aniquilar a los insurgentes, en lo que es el mayor despliegue militar en la historia de la democracia india38.

Por primera vez desde 1967 se puede decir que el PCI(ML) está liderando un movimiento de masas armadas, y Charu Mazumdar pone sobre la mesa el problema central: o los comunistas son capaces de organizar un verdadero Ejército de Liberación Popular (ELP, PLA en sus siglas en inglés) o serán aplastados por el Estado39.

Al mismo tiempo que la situación en la India se agudiza algunos acontecimientos en el plano internacional van a crear una enorme confusión entre los comunistas. En marzo de 1971 la tensión en Pakistán Oriental se convierte en una verdadera guerra de liberación nacional contra la dictadura militar Pakistaní. Está liderada por la Liga Awami, ganadora de las anteriores elecciones, representante de la pequeña burguesía y los terratenientes. Sus líderes, perseguidos por las tropas de Pakistán, escapan a la India, donde constituyen un Gobierno Provisional con el apoyo más que entusiasta del Congreso indio. El Partido Comunista de Pakistán Oriental (Marxista-Leninista) (PCPO(ML)), alineado con el PCI(ML), se debate entre la unidad con la Liga Awami y la lucha revolucionaria inmediata contra Pakistán y su burguesía terrateniente a la vez.

Hasta aquí el posicionamiento del PCI(ML) debería ser más o menos evidente: unión con los comunistas de Pakistán Oriental y apoyo a su línea más revolucionaria para tratar de enlazar las luchas en toda Bengal y reforzarse mutuamente más allá de fronteras trazadas por las potencias coloniales40. Este plan preocupa de hecho enormemente a las autoridades indias, que hacen todo lo posible para evitar la confluencia efectiva de ambas luchas. Pero la coyuntura mundial añade un problema adicional: la política exterior china está empezando a mutar debido a su «Teoría de los Tres Mundos», uno de cuyos supuestos es el papel del «social-imperialismo» de la URSS como principal enemigo. Esto lleva a alianzas oportunistas y totalmente orientadas a la defensa de los intereses políticos del Estado chino. En el caso que nos ocupa China decide apoyar a Pakistán y su «burguesía nacional» en el poder, denunciando la injerencia India y Soviética (como aliado indio) en los asuntos internos de un Estado soberano. Ante las muestras evidentes de represión brutal en Pakistán Oriental, también contra comunistas, los chinos se escudan en el pragmatismo necesario para el restablecimiento de la paz.

La división en el PCI(ML) se profundiza. Mazumdar apoya la denuncia de la India y sus injerencias en los asuntos internos de otro Estado41, condena el chovinismo burgués de la Liga Awami y apoya la lucha del PCPO(ML), pero se niega a apoyar a Pakistán o a su líder, Yahya Khan, al que llama «reaccionario»42. La lucha de dos líneas en el Partido es feroz, y muchos militantes reafirman la línea china: es necesario apoyar Khan y la burguesía nacional pakistaní en su lucha contra el imperialismo hegemónico, y la postura de Mazumdar no pasa de ser una suerte de «chovinismo bengalí». Aquí se evidencia que la cuestión del «seguidismo» de los Partidos vistos como dirigentes de la revolución mundial está lejos de ser solucionado. En muchas ocasiones se ha pasado simplemente del seguidismo soviético al chino, y la lucha por la imposición de una ruptura necesaria a partir del análisis concreto de una coyuntura sigue teniendo que enfrentarse a un dogmatismo mecánico una y otra vez.

A final de 1971 los acontecimientos se precipitan: India usa el pretexto de la defensa de los derechos humanos (mientras masacra a su propia población a escasos kilómetros) para invadir Pakistán Oriental, consiguiendo una victoria abrumadora en apenas dos semanas y asegurándose un Estado amigo en su frontera este. En la India sólo el PCI(ML) se opone a la guerra, y el ánimo generalizado es de chovinismo patriótico y victoria ante Pakistán a cualquier precio.

Poco antes, en noviembre, la situación ha pasado factura al Partido. Dividido por su posición ante la coyuntura internacional, y fatigado por el estancamiento y derrota progresiva en el campo y la ciudad, el fraccionamiento se convierte en escisión. Un grupo importante condena la línea de Mazumdar por «sectarismo de izquierda» a nivel nacional, y por «chovinismo burgués» en su posicionamiento sobre Pakistán Oriental. Ambos grupos convocan reuniones paralelas del Comité Central, se expulsan mutuamente, y comienzan la publicación en paralelo de los órganos de expresión del Partido. El grupo escindido, a pesar de su promesa de reorientarse hacia un trabajo de masas alejado de sectarismos, nunca pasará de los contactos políticos y la elaboración de planes que nunca se llegarán a materializar43.

A partir de este momento la contra-revolución en la India avanza de victoria en victoria. En Bengala Occidental expande su táctica represiva contra el PCM, persiguiendo y masacrando a sus cuadros de la misma manera que hasta entonces había reservado sobre todo para el PCI(ML). El PCM, siendo un partido parlamentario y reformista, está mucho peor preparado para resistir semejante ofensiva, y su capacidad de acción se ve enormemente reducida. Con su principal enemigo paralizado, el Congreso gana las elecciones de 1972 en el estado del norte, mandando una señal cristalina de que no se parará ante nada para asentar su dominio político.

A partir de diciembre de 1971 Mazumdar comienza un proceso de autocrítica importante. Corrige sus predicciones optimistas sobre la cercanía de la victoria revolucionaria, sin dejar que el sueño de la revolución se desvanezca. Modera la importancia de la «aniquilación de los enemigos de clase», admitiendo que no debe ser más que una táctica entre tantas y no una estrategia universal. Vuelve a posturas anteriores en relación al trabajo de masas y el trabajo alrededor de peticiones económicas, sindicalista, que no pueden olvidarse. Igualmente pide más paciencia tanto en las relaciones con otras organizaciones como en la lucha de dos líneas dentro del Partido; las diferencias de opinión suelen ser honestas, y el cuestionamiento de la línea política a los líderes (incluido él mismo) no significa que se haya perdido la fe en la revolución.

En su último escrito, en junio de 1972, admite un «retroceso en la lucha armada en nuestro país», aunque predice un nuevo renacer de la lucha siempre que el Partido esté a la altura. Quizás buena parte de su proceso de autocrítica se pueda resumir en sus últimas palabras:

«Los obreros, campesinos y demás personas en estas organizaciones [reformistas] están descontentos con sus líderes. Debemos continuar el esfuerzo de unirnos a ellos a través de la lucha unitaria. Incluso aquellos que en su día fueron hostiles con nosotros darán un paso adelante para unirse a nosotros cuando las circunstancias sean las adecuadas. Debemos tener amplitud de miras con esas fuerzas. La amplitud de miras es la cualidad de los comunistas. El interés del pueblo exige hoy en día una lucha unitaria.»

Charu Mazumdar. El interés del pueblo es el interés del partido (1972)

El 16 de julio de 1972 Charu Mazumdar es arrestado en Calcuta. Enfermo y torturado brutalmente vive 12 días más. Muere bajo custodia policial, asesinado, el 28 de julio. El golpe es terrible. Las clases dominantes respiran aliviadas y aprovechan la confusión para dar el golpe de gracia al PCI(ML). La represión se intensifica más si cabe, y en 1973 más de 32.000 cuadros y simpatizantes del Partido están ya en prisión. Los asesinatos y torturas son tan comunes que incluso se hacen peticiones internacionales contra el Gobierno indio para que los presos reciban un trato más «humanitario»45. La mayor democracia del mundo hace oídos sordos, y los progresistas ilustrados que se indignaban ante la destrucción de una estatua de Gandhi han perdido ya su enorme compromiso con la paz y la justicia.

Conclusión y Epílogo

La primera fase de la revolución naxalita en la India termina en 1972. En su análisis pormenorizado del colapso del PCI(ML) Banerjee adelanta algunas valoraciones críticas de todo el periodo46. Algunas de ellas ya se encuentran en la propia autocrítica de Mazumdar, y otras son tan evidentes como complejas de superar en la práctica. Aunque la crítica en retrospectiva sea tan fácil como a menudo superficial, es necesario dar un breve repaso por las limitaciones más importantes de este periodo a modo de conclusión.

La dificultad de mantener «zonas liberadas» en el campo es en cierto sentido el problema fundamental. Los naxalitas se debaten constantemente entre asentarse en las junglas o zonas montañosas, de más difícil acceso pero con una población muy dispersa, o crear un poder rojo más móvil en las praderas, tratando de suplir la mayor vulnerabilidad con una avalancha de zonas liberadas que sobrepasasen al Estado. El PCI(ML) acaba apostando sobre todo por la segunda estrategia, mientras que el movimiento maoísta contemporáneo en la India apuesta sobre todo por la primera. Es indudable que en algún sentido debe existir una combinación de ambas formas de creación de nuevo poder en el campo, pero la mayor capacidad de resistencia y expansión de los maoístas modernos nos hace pensar que en una situación de desventaja importante el encontrar un terreno idóneo se vuelve especialmente crítico. No hay más que recordar la situación singular de Naxalbari, la cuna de la revolución47. El problema de la creación de «zonas liberadas» en las ciudades sigue siendo en gran medida un problema abierto, aunque la experiencia naxalita en Calcuta debería ser estudiada atentamente.

Sea cual sea la estrategia para la creación del nuevo poder su defensa requiere llegado cierto punto la existencia de un verdadero ejército de liberación popular, un ejército rojo. A pesar del optimismo de Mazumdar en este sentido el PCI(ML) nunca consiguió dar el salto cualitativo de pequeñas unidades de guerrilla a un ejército regular bajo el mando del Partido. Incluso en las zonas donde su lucha alcanzó un aspecto cercano al de la lucha de masas nunca se consiguió movilizar a una cantidad suficiente de campesinos pobres y sin tierra, y el peso de los cuadros comunistas de origen urbano siguió siendo demasiado importante. Un problema doblemente grave, dada la tendencia a cierta desidia por la conservación de la propia vida entre muchos cuadros naxalitas. Sin obviar el evidente heroísmo necesario para ello quizás si debamos recordar las palabras de Lenin, que señala que «sacrificar un sólo comunista, aunque implique acabar con diez canallas, significa únicamente desorganizar a nuestro partido en una situación en la que podemos ni siquiera cubrir el trabajo necesario que nos exigen los obreros»48. Igualmente acabó siendo determinante la incapacidad de movilizar a un número insuficiente de proletarios, incluso en una época en donde de manera más o menos espontánea (o como mínimo sin la dirección de un Partido revolucionario) éstos estaban organizado actividades de sabotaje industrial y huelgas a gran escala.

Los aspectos sectarios e «izquierdistas» del PCI(ML) y Charu Mazumdar son recordados con mucha frecuencia. El dogmatismo ante la lucha de dos líneas interna al Partido y la relación con la mayor parte del resto de organizaciones comunistas dan cierta base a esa leyenda. Sin embargo podemos hacer ciertos matices a esa perspectiva. Por una parte la desunión entre comunistas suele ser siempre más un efecto de la debilidad que una causa. En periodos de ascenso revolucionario el PCI(ML) (o antes el AICCCR) supo mantenerse unido a pesar de sus diferencias, y sólo ante situaciones de un verdadero revés en varios frentes se produjo una escisión importante y permanente. Por otra parte la confrontación frontal con partidos como el PCM o el PCI estaba más que justificada dada su deriva no ya solo reformista, sino de gestión de los aparatos del Estado para la represión de campesinos y militantes comunistas. El único error grave, sin duda, fue la incapacidad de separar a los líderes de esas organizaciones de sus bases, que en muchos casos compartían buena parte de las frustraciones del PCI(ML). Este giro ya está presente en la autocrítica de Mazumdar, cuando llama a la paciencia en la lucha de dos líneas y la amplitud de miras con el resto del movimiento comunista.

Ya hemos descrito la movilización de todo el aparato represor del Estado para aplastar al naxalismo, pero también hay que considerar el giro en ciertas políticas del Gobierno ante la presión creciente de los radicales. Siguiendo la mejor tradición del «palo y la zanahoria», y escuchando el consejo de asesores estadounidenses que la estaban aplicando en ese momento contra los Panteras Negras en su país49, se empiezan a aplicar ciertos programas de desarrollo y educación (o adoctrinamiento), con la perspectiva de que «la mejor forma de combatir a una guerrilla es evitar que ésta aparezca»50. Dado el carácter del Estado indio no son posibles enormes gastos de dinero como en un país imperialista, pero sí que existen concesiones importantes a ciertas capas de la pequeña burguesía urbana, fuente de buena parte de los cuadros del PCI(ML). Los programas de desarrollo agrícola, que empiezan entonces y continúan hasta nuestros días, consiguen pequeños éxitos localizados pero jamás rompen la dinámica semi-feudal, y por lo tanto nunca acaba con el problema de fondo que lleva una y otra vez a la violencia revolucionaria. En un plano más simbólico una facción del Congreso, encabezada por Indira Gandhi, adopta de palabra buena parte del discurso «socialista» de sus oponentes. A pesar de provocar una ruptura en el partido la estratagema resulta ser exitosa temporalmente, y unida al chovinismo resultante por la guerra contra Pakistán lleva a victorias electorales y a recuperar el terreno perdido ante el Frente Unido.

Se dice que el Premier Chino Zhou Enlai, al ser preguntado por el significado de la Revolución Francesa en una visita a Francia, contestó lacónicamente: «es muy pronto para poder decir algo». Con muchos más motivos podríamos decir que todavía es pronto para poder valorar en toda su importancia el levantamiento de Naxalbari y la lucha del PCI(ML). Después del colapso de 1972 y de años de travesía en el desierto, de escisiones a partir de otras escisiones hasta casi rozar lo fractal, hoy el movimiento comunista vive un segundo renacer en la India. Cuando todo el mundo daba por enterrado al comunismo y se anunciaba el fin de la historia los diversos grupos maoístas que todavía resistían empezaron a unificarse a partir de los años 90. En el 2004 dan un salto cualitativo al formar el Partido Comunista de la India (Maoísta) (PCI(Maoísta)), a partir de la unión del Partido Comunista de la India (Marxista-Leninista)-Grupo Guerra Popular y el Centro Comunista Maoísta de la India. En 2006 el Primer Ministro de la India les señala como la «mayor amenaza para la seguridad interna del país», y todavía hoy controlan un llamado «corredor rojo» que en su punto álgido llegó a extenderse por más de un cuarto del territorio de la Unión. Decenas de miles de kilómetros inaccesibles para el Estado, defendidos por un auténtico Ejército Guerrillero de Liberación Popular (EGLP) con más de 10.000 efectivos apoyado por milicias populares de decenas de miles. A pesar de la brutal represión todavía cuentan con el apoyo masivo de adivasis (indígenas), dalits (los llamados «intocables» de las castas más oprimidas) y mujeres, que en cada vez mayor número encuentran en el comunismo la solución a su doble explotación en una sociedad profundamente patriarcal.

Cincuenta años después del trueno de primavera el nombre de Naxalbari todavía atenaza los corazones de los opresores en todo el mundo. Cincuenta años después la bandera roja todavía ondea desafiante en el corazón de la India.

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