Sobre cuestiones de organización

2023-04-03T13:26:02+02:0010 de marzo, 2023|Formación|

Este pequeño folleto recopilatorio sobre cuestiones de organización escrito por I. V. Stalin sigue una edición en inglés, publicada en 1942 en Inglaterra. Hemos tomado para la versión en castellano la traducción de las Obras Completas de Stalin de las Ediciones en Lenguas Extranjeras Moscú, 1953. Hemos traducido el prólogo excepto la enumeración de las fuentes de los capítulos (que en esta edición aparecen al final de cada fragmento); también hemos traducido el apéndice de Kaganóvich. La traducción del apéndice de Dimitrov la hemos tomado de las Obras Escogidas de Sofía Press.

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Sobre las cuestiones de dirección organizativa

Algunos piensan que basta trazar una línea acertada del Partido, proclamada públicamente, exponerla en forma de tesis y resoluciones generales y aprobada en votación unánime, para que la victoria llegue por sí sola, digámoslo así, por el curso natural de las cosas. Esto, claro está, no es cierto. Es un gran error. Así no pueden pensar más que incorregibles burócratas y aficionados al papeleo. En realidad, estos éxitos y estas victorias no han sido alcanzados sin más ni más, sino en lucha encarnizada por la aplicación de la línea del Partido. La victoria no llega nunca por sí sola: habitualmente, hay que conquistarla. Las buenas resoluciones y declaraciones en favor de la línea general del Partido constituyen sólo el comienzo de la obra, pues no significan más que el deseo de triunfar, y no la victoria misma. Una vez trazada una línea certera, una vez se ha indicado la solución acertada de los problemas planteados, el éxito depende del trabajo de organización, depende de la organización de la lucha por la puesta en práctica de la línea del Partido, depende de una acertada selección de los hombres, del control del cumplimiento, de las decisiones adoptadas por los organismos directivos. De otro modo, la acertada línea del Partido y las decisiones acertadas corren el riesgo de sufrir un serio daño.

Más aún: después de trazada una línea política certera, es el trabajo de organización el que lo decide todo, incluso la suerte de la línea política misma, y su cumplimiento o su fracaso.

En realidad, la victoria ha sido conseguida y conquistada gracias a una lucha sistemática y tenaz contra todas las dificultades en la aplicación de la línea del Partido, gracias a la superación de estas dificultades, mediante la movilización del Partido y de la clase obrera para vencerlas, mediante la organización de la lucha para vencerlas, mediante la destitución de los dirigentes inservibles y la selección de otros mejores, capaces de organizar la lucha contra las dificultades.

¿Cuáles son estas dificultades y dónde radican?

Son las dificultades de nuestro trabajo de organización, de la dirección de dicho trabajo. Radican en nosotros mismos, en nuestros cuadros dirigentes, en nuestras organizaciones, en el aparato de las organizaciones del Partido, de los Soviets, de la economía, de los sindicatos, del Komsomol y de todas las demás organizaciones. […]

El burocratismo y el papeleo de los aparatos de administración; la charlatanería sobre “dirección en general”, en lugar de dirección viva y concreta; la estructura funcional de las organizaciones y la falta de responsabilidad personal; la ausencia de responsabilidad personal en el trabajo y el igualitarismo en el sistema de los salarios; la falta de control sistemático del cumplimiento de las decisiones y el temor a la autocrítica: he aquí el origen de nuestras dificultades, he aquí donde anidan ahora nuestras dificultades.

Sería ingenuo pensar que pueden vencerse estas dificultades con resoluciones y disposiciones. Los burócratas y los aficionados al papeleo tienen ya desde hace mucho tiempo gran habilidad para manifestar, de palabra, fidelidad a las decisiones del Partido y del Gobierno y, en la práctica, sepultarlas en un cajón. Para vencer estas dificultades, ha sido preciso liquidar el atraso de nuestro trabajo de organización con respecto a las exigencias de la línea política del Partido; ha habido que elevar el nivel de la dirección del trabajo de organización en todas las esferas de la economía nacional hasta el nivel de la dirección política; ha sido necesario luchar para que nuestro trabajo de organización permitiera llevar a la práctica las consignas políticas y las decisiones del Partido.

Para vencer estas dificultades y conseguir éxitos, ha habido que organizar la lucha por la victoria sobre estas dificultades, incorporar a las masas de obreros y campesinos a esta lucha, movilizar el Partido mismo, depurar de elementos dudosos, inestables y degenerados el Partido y los organismos dirigentes de la economía.

¿Qué se requería para ello?

Se requería:

  1. Desarrollar la autocrítica y poner al desnudo las deficiencias de nuestro trabajo.
  2. Movilizar las organizaciones del Partido y de los Soviets, de la economía, de los sindicatos y del Komsomol para la lucha contra las dificultades.
  3. Movilizar las masas obreras y campesinas para la lucha por la aplicación de las consignas y decisiones del Partido y del Gobierno.
  4. Desarrollar la emulación y el trabajo de choque entre los trabajadores.
  5. Organizar una amplia red de secciones políticas en las estaciones de máquinas y tractores y en los sovjóses, así como acercar al campo la dirección del Partido y de los Soviets.
  6. Descentralizar los Comisariados del Pueblo, las direcciones generales y los trusts, establecer una relación más directa entre los organismos rectores de la economía y las empresas.
  7. Acabar con la ausencia de responsabilidad personal en el trabajo y con el igualitarismo en el sistema de salarios.
  8. Suprimir la estructura funcional, fortalecer la responsabilidad personal y orientarnos hacia la abolición del sistema de las juntas de administración.
  9. Intensificar el control del cumplimiento de las decisiones y orientarnos hacia la reorganización, con este objeto, de la Comisión Central de Control y de la Inspección Obrera y Campesina.
  10. Acercar a la producción a los especialistas que trabajan actualmente en las oficinas.
  11. Desenmascarar y expulsar de los aparatos administrativos a los incorregibles burócratas y aficionados al papeleo.
  12. Destituir a los infractores de las decisiones del Partido y del Gobierno, a los embusteros y charlatanes, y sustituirlos por gente nueva, práctica, por hombres capaces de asegurar una dirección concreta del trabajo encomendado y el fortalecimiento de la disciplina del Partido y de los organismos soviéticos.
  13. Depurar las organizaciones de los Soviets y de la economía y reducir sus plantillas.
  14. Por último, depurar el Partido, arrojando de él a los elementos dudosos y degenerados.

Estos son los medios esenciales que hubo de poner en juego el Partido para vencer las dificultades, elevar nuestro trabajo de organización hasta el nivel de la dirección política y asegurar, de este modo, la puesta en práctica de la línea del Partido.

Ya sabéis que el Comité Central de nuestro Partido ha realizado precisamente así su trabajo de organización en el periodo de que rendimos cuenta.

El C.C. se ha guiado en esto por la idea genial de Lenin de que lo principal en el trabajo de organización es la selección de los hombres y el control del cumplimiento de las decisiones adoptadas.

Quisiera decir algunas palabras sobre la selección de los hombres y la sustitución de los que no han estado a la altura debida.

Aparte de algunos incorregibles burócratas y aficionados al papeleo, respecto a cuya destitución todos estamos de acuerdo, hay dos tipos de funcionarios que entorpecen nuestro trabajo, lo obstaculizan y no nos permiten avanzar.

Al primer tipo corresponden los funcionarios que contrajeron ciertos méritos en el pasado, hombres que se han convertido en grandes señores y a quienes les parece que las leyes soviéticas y del Partido no han sido escritas para ellos, sino para los tontos. Son esos mismos funcionarios que tampoco estiman deber suyo cumplir las decisiones del Partido y del Gobierno y que destruyen así las bases de la disciplina del Partido y del Estado. ¿En qué confían al vulnerar las leyes soviéticas y del Partido? Confían en que, por sus méritos pasados, el Poder Soviético no se atreverá a meterse con ellos. Estos grandes señores ensoberbecidos piensan que son insustituibles y que pueden infringir impunemente las decisiones de los organismos directivos. ¿Qué se debe hacer con estos funcionarios? Hay que destituirlos de los puestos de dirección sin titubeos, sin reparar en sus méritos pasados. (Voces: “¡Muy bien!”.) Hay que pasarles a puestos de menor importancia y publicar la noticia en la prensa. (Voces: “¡Muy bien!”.) Esto es indispensable para bajarles los humos a estos ensoberbecidos grandes señores burócratas y colocarles en el lugar que les corresponde. Ello es indispensable para consolidar e todo nuestro trabajo la disciplina del Partido y de los organismos soviéticos. (Voces: “¡Muy bien!”. Aplausos.) .

Y ahora hablemos del segundo tipo de funcionarios. Es el tipo de charlatanes, yo diría de charlatanes honrados (risas), hombres honestos, fieles al Poder Soviético, pero incapaces de dirigir, incapaces de organizar nada. Tuve el año pasado una conversación con uno de estos camaradas, un camarada muy estimable, pero un charlatán incorregible, capaz de ahogar con su verborrea cualquier obra viva. He aquí esta conversación:

Yo: ¿Qué tal va la siembra?

Él: ¿La siembra, camarada Stalin? Nos hemos movilizado. (Risas.)

Yo: Bien, ¿y qué?

Él: Hemos planteado la cuestión de plano. (Risas.)

Yo: Bien, ¿y qué más?

Él: Hay un viraje, camarada Stalin, pronto se producirá un viraje. (Risas.)

Yo: Bueno, pero ¿qué hay en realidad?

Él: Se perfilan progresos. (Risas.)

Yo: Bien, pero ¿qué tal va la siembra?

Él: Hasta ahora no hemos logrado hacer nada, camarada Stalin. (Hilaridad general.)

He aquí la fisonomía del charlatán. Se han movilizado, han planteado la cuestión de plano, hay un viraje y progresos, pero la cosa no avanza.

Exactamente así es como ha caracterizado hace poco un obrero ucraniano el estado de una organización. Cuando se le preguntó si dicha organización se atenía a la línea, respondió: “¡Ah! ¿La línea?.. La línea existe, naturalmente; sólo que el trabajo no se ve”. (Hilaridad general.) Por lo visto, esta organización tiene también sus charlatanes honrados.

Y cuando se destituye a estos charlatanes, separándoles del trabajo de dirección, se quedan atónitos, boquiabiertos: “¿Por qué nos destituyen? ¿Es que no hemos hecho todo lo necesario? ¿Es que no hemos reunido la conferencia de obreros de choque, no hemos proclamado en ella las consignas del Partido y del Gobierno, no hemos elegido todo el Buró Político del Comité Central para la presidencia de honor? (Hilaridad general.) ¿Es que no hemos mandado saludos al camarada Stalin? ¿Qué más queréis de nosotros?”. (Carcajada general.)

¿Qué hacer con estos charlatanes incorregibles? Si se les deja en un trabajo de dirección, son capaces de ahogar cualquier obra viva en un torrente de discursos interminables y hueros. Es evidente que hay que destituirlos de los puestos de dirección y darles un trabajo de otro tipo. En el trabajo de dirección no hay lugar para los charlatanes. (Voces: “¡Muy bien!”. Aplausos.)

Ya he informado brevemente de cómo el C.C. ha dirigido la selección de los hombres en las organizaciones de los Soviets y de la economía y de cómo ha reforzado el control del cumplimiento de las decisiones. El camarada Kaganóvich os informará más detalladamente en el tercer punto del orden del día del Congreso.

Ahora quisiera decir unas palabras respecto al trabajo a realizar en adelante con vistas a la intensificación del control del cumplimiento de las decisiones.

La acertada organización del control del cumplimiento de las decisiones tiene una importancia cardinal en la lucha contra el burocratismo y el papeleo. ¿Se ponen en práctica las decisiones de las organizaciones directivas o son sepultadas por los burócratas y los aficionados al papeleo? ¿Se aplican en forma acertada o se tergiversan? ¿Trabaja el aparato honradamente y a lo bolchevique o da vueltas como una rueda loca? Todo esto sólo puede saberse a tiempo si existe un control bien organizado. Un control bien organizado es el reflector que permite iluminar el estado del trabajo de nuestros organismos en cualquier momento y exponer a la vergüenza pública a los burócratas y a los aficionados al papeleo. Se puede afirmar con toda seguridad que las nueve décimas partes de nuestras fallas y errores se deben a la falta de un control bien organizado. No cabe duda de que con un buen control del cumplimiento de las decisiones, las fallas y los errores serían prevenidos a ciencia cierta.

Mas, para que este control dé resultado, se precisan, por lo menos, dos condiciones: primera, que el control sea sistemático, y no esporádico; segunda, que al frente del control en todos los eslabones de las organizaciones del Partido, de los Soviets y de la economía no estén camaradas que ocupen puestos de segundo orden, sino camaradas con suficiente autoridad, los propios dirigentes de las organizaciones. […]

Así están las cosas en cuanto a la dirección del trabajo de organización.

Nuestras tareas a este respecto son:

Seguir ajustando nuestro trabajo de organización a las exigencias de la línea política del Partido.
Elevar la dirección del trabajo de organización al nivel de la dirección política.
Conseguir que la dirección del trabajo de organización asegure por completo el cumplimiento de las consignas políticas y las decisiones del Partido.

Del artículo Informe ante el XVII Congreso del Partido acerca de la actividad del C.C. del P.C. (b) de la U.R.S.S. (26 de enero de 1934)

Los cuadros lo deciden todo

La vieja consigna de «la técnica lo decide todo», consigna que era el reflejo de un período ya sobrepasado, en el que padecíamos hambre de técnica, debe ser sustituida actualmente por una nueva consigna, por la consigna de «los cuadros1 lo deciden todo». Esto es ahora lo fundamental.

¿Se puede decir, acaso, que nuestros hombres han comprendido y tienen la conciencia completa de la grandiosa importancia de esta nueva consigna? Yo no lo diría. Pues si así fuera, no asistiríamos a esta manera escandalosa de tratar a la gente, a los cuadros, al personal, que vemos a menudo en nuestra práctica diaria. La consigna de «los cuadros lo deciden todo» exige que nuestros dirigentes manifiesten el mayor cuidado para con nuestro personal «pequeño» y «grande», cualquiera que sea la rama en que trabaje, que lo cultiven cuidadosamente, que le ayuden cuando necesite apoyo, que le estimulen cuando alcance los primeros éxitos, que le animen a ir hacia adelante, etc. No obstante, en realidad, en toda una serie de casos observamos hechos de trato burocrático, inhumano, verdaderamente escandaloso. Precisamente esto explica el hecho de que en vez de estudiar a los hombres, y después del estudio asignarles los puestos, a menudo se juega con ellos como con peones de ajedrez. Han aprendido a apreciar las máquinas y a informar del grado de la técnica que nuestras fábricas y nuestros talleres han alcanzado. Pero no conozco ni un solo caso en el que se haya dado cuenta con esas mismas ganas de la cantidad de personas que hemos educado, durante tal o cual periodo, de cómo hemos ayudado a los hombres a que se eleven y se templen en el trabajo. ¿Cómo se explica esto? Esto se explica por el hecho de que no se ha aprendido todavía entre nosotros a apreciar a los hombres, a apreciar al personal, a apreciar los cuadros.

Recuerdo un caso ocurrido en Siberia durante mi destierro. Era en la primavera, durante el deshielo de los ríos. Unos treinta hombres fueron al río «para sacar las maderas arrastradas por la corriente desencadenada del enorme río. Al anochecer regresaron a la aldea, pero faltaba un compañero. Cuando se preguntó dónde estaba el ausente, contestaron indiferentemente: «Se quedó allá». A mi pregunta de: «¿Cómo se quedó?», contestaron con la misma indiferencia: «¿Qué tanto preguntar? ¡Se habrá ahogado!» Y en seguida uno de ellos comenzó a darse prisa, declarando que «había que llevar la yegua al abrevadero». Cuando les reproché que se compadecieran de la bestia más que de los hombres, uno de ellos contestó, con la aprobación unánime de los demás: «¿Para qué compadecer a la gente? A la gente siempre se la puede producir, pero una yegua…, a ver…, ¡produce una yegua!» (Animación general en la sala.)

Ahí tenéis un rasgo, quizá insignificante, pero muy característico. Me parece que la actitud indiferente de algunos de nuestros dirigentes hacia los hombres, hacia los cuadros, así como el no saber apreciar a la gente, es una supervivencia de esa extraña actitud de los hombres frente a los hombres, que se refleja en el episodio de la lejana Siberia que acabo de relatar.

Pues bien, camaradas; si queremos liquidar con éxito el hambre en el terreno de los hombres y lograr que nuestro país tenga suficiente cantidad de cuadros, capaces de impulsar hacia adelante la técnica y de ponerla en movimiento, debemos, ante todo, aprender a apreciar a la gente, apreciar a los cuadros, apreciar a cada trabajador capaz de ser útil a nuestra causa común.

Es necesario que se acabe de comprender que de todos los valiosos capitales que existen en el mundo, el capital más precioso y decisivo lo constituyen los hombres, los cuadros. Es necesario que se comprenda que, en nuestras actuales condiciones, «los cuadros lo deciden todo». Si contamos con buenos y numerosos cuadros en la industria, en la agricultura, en los transportes, en el Ejército, nuestro país será invencible. Si carecemos de ellos, cojearemos de los dos pies.

Al terminar mi discurso, permitidme brindar por la salud y la prosperidad de los mandos que han terminado sus estudios en las Academias del Ejército Rojo. ¡Les deseo éxito en la obra de organización y dirección de la defensa de nuestro país!

Camaradas: Habéis terminado la escuela superior y habéis adquirido el primer temple en ella. Pero la escuela no es más que un grado preparatorio. El verdadero temple lo reciben los cuadros en el trabajo vivo, fuera de las aulas, en la lucha contra las dificultades, en la superación de esas dificultades. Recordad, camaradas, que sólo son buenos aquellos cuadros que no tienen miedo a las dificultades, que no se esconden ante las dificultades, sino que, por el contrario, marchan a su encuentro para superarlas y liquidarlas, Sólo en la lucha contra las dificultades: se forjan los verdaderos cuadros. Y si nuestro Ejército lega a tener una cantidad suficiente de cuadros verdaderos, templados, será invencible.

¡Á vuestra salud, camaradas!

Del artículo Discurso pronunciado en el palacio del Kremlin ante la promoción de mandos salidos de las Academias del Ejército Rojo (4 de Mayo de 1935)

1 La palabra significa literalmente un marco o una infraestructura. Los camaradas de los que el Partido, a través de sus diversas unidades de organización, puede depender principalmente para llevarla adelante son un marco vivo que debe ser constantemente renovado y fortalecido en las formas descritas aquí por Stalin y Dimitrov. Los cuadros son las nuevas fuerzas que hay que desarrollar y adaptar para los puestos de responsabilidad en el liderazgo.

Selección, promoción y distribución de cuadros

Los cuadros del Partido son los mandos del Partido, y, ya que nuestro Partido se halla en el Poder, sor también los mandos de los órganos dirigentes del Estado. Una vez elaborada una línea política acertada, comprobada en la práctica, los cuadros del Partido vienen a ser la fuerza decisiva para la dirección del Partido y del Estado. Tener una línea política acertada es, claro está, lo primordial y esencial. Pero aún no es suficiente. Una línea política acertada es necesaria, no para hacer declaraciones, sino para llevarla a la práctica. Mas, para llevar a la práctica una línea política acertada, se necesitan cuadros, se necesitan hombres que comprendan la línea política del Partido, que la conciban «como una línea propia, que estén dispuestos a realizarla en la práctica, que sepan hacerlo y sean capaces de hacerse responsables de ella, de «defenderla y de luchar por ella. Sin esto, una línea política acertada corre el riesgo de quedarse sobre el papel.

Aquí, precisamente, es donde se plantea el problema de la selección acertada de los cuadros, de su educación, de la promoción de nuevos hombres, de la distribución acertada de los cuadros, de su control en el proceso del trabajo que realizan.

¿Qué significa seleccionar acertadamente los cuadros?

Seleccionar acertadamente los cuadros no quiere aún decir proveerse de adjuntos y sustitutos, abrir una oficina y lanzar desde ella toda clase de directivas. (Risas.) Tampoco quiere decir abusar de su poder, mover sin tino, sin orden a decenas y centenares de hombres de un lugar para otro y viceversa, haciendo interminables «reorganizaciones». (Risas.)

Seleccionar acertadamente los cuadros significa:

Primero, apreciar los cuadros como el fondo de oro del Partido y del Estado, valorarlos y respetarlos.

Segundo, conocer los cuadros, estudiar minuciosamente los méritos y defectos de cada uno de los militantes activos, saber en qué puesto pueden desarrollarse con mayor facilidad las aptitudes de cada militante responsable.

Tercero, formar solícitamente los cuadros, ayudar a elevarse a cada uno de los militantes que progresan, no regatear el tiempo para educar pacientemente a estos militantes y acelerar su avance.

Cuarto, promover oportuna y audazmente cuadros nuevos, jóvenes, sin darles la posibilidad de estancarse en los viejos puestos, sin dejarles tiempo para enmohecerse.

Quinto, distribuir a los militantes en sus puestos de tal modo, que cada uno sienta que ocupa el lugar que le corresponde, que cada militante pueda aportar a nuestra obra común el máximo de lo que, en general, es capaz de aportar por sus cualidades personales; para que la tendencia general en la obra de distribución de los cuadros esté de completo acuerdo con las exigencias de la línea política, en nombre de la cual se realiza esta distribución.

Aquí adquiere una importancia especial la cuestión de la promoción audaz y oportuna de nuevos cuadros jóvenes. Creo que nuestros hombres no ven todavía con toda claridad este problema. Unos consideran que, al seleccionar a los hombres, es necesario orientarse, ante todo, sobre los viejos cuadros. Otros, a la inversa, piensan orientarse, principalmente, sobre los cuadros jóvenes. Me parece que se equivocan, tanto unos como otros.

Los cuadros viejos representan, naturalmente, una gran riqueza para el Partido y para el Estado. Poseen lo que falta a los cuadros jóvenes: una inmensa experiencia en la dirección, un temple marxista-leninista en los principios, conocimiento del trabajo, fuerza de orientación. Pero, en primer lugar, los cuadros viejos siempre son escasos, son menos de los que se necesitan y, en parte, ya comienzan a quedar fuera de combate, en virtud de las leyes normales de la naturaleza. En segundo lugar, una parte de los viejos cuadros padece, a veces, de la inclinación a mirar obstinadamente hacia el pasado, a atascarse en el pasado, en lo viejo, sin percibir lo nuevo en la vida. Esto se lama pérdida del sentido de lo nuevo. Este es un defecto muy grave y peligroso.

En cuanto a los cuadros jóvenes, éstos no poseen, claro está, la experiencia, ni el temple, ni el conocimiento del trabajo, ni la fuerza de orientación que tienen los cuadros viejos. Pero, primeramente, los cuadros jóvenes constituyen la inmensa mayoría; segundo, son jóvenes y, por ahora, no corren el peligro de ser puestos fuera de combate; tercero, rebosa en ellos el sentido de lo nuevo, cualidad preciosa para todo militante bolchevique; y, cuarto, crecen y se instruyen tan rápidamente, van subiendo pujantes con tal impetuosidad, que ya no está lejos la hora en que alcanzarán a los viejos, se pondrán a la par con ellos y constituirán su digno relevo. Por lo tanto, la tarea no consiste en orientarse sobre los cuadros viejos o sobre los jóvenes, sino en mantener el rumbo a: la armonía, a la fusión de los cuadros viejos y jóvenes, en una sola orquesta de la labor dirigente del Partido y del Estado. (Aplausos prolongados.)

He aquí por qué es necesario promover oportuna y audazmente a los cuadros jóvenes a los puestos de dirección.

Una de las conquistas importantes del Partido, durante el período que abarca el presente informe, en cuanto al afianzamiento de la dirección del Partido, consiste en que precisamente esta línea ha realizado con éxito, de arriba abajo, la fusión armónica de los viejos y jóvenes militantes en la selección de cuadros.

El Comité Central del Partido posee datos que muestran que, durante el período del que informamos, el Partido ha sabido destacar a los puestos de dirección del Estado y del Partido a más de 500.000 jóvenes bolcheviques, afiliados al Partido y próximos al mismo, entre los cuales más del 20 por 100 son mujeres.

¿En qué consiste la tarea actual?

Consiste en concentrar completamente en una sola mano la obra de la selección de cuadros, de arriba abajo, y elevarla a la debida altura científica, bolchevique.

Del artículo Informe Ante el XVIII Congreso del Partido sobre la labor del Comité Central del P.C.(b) de la U.R.S.S. (10 de marzo de 1939)

Sobre el trabajo práctico

¿Cómo debe reforzarse el trabajo político del partido?

Podemos pensar que, ahora, todos han comprendido, tienen conciencia, que el entusiasmo excesivo por las campañas económicas y los éxitos económicos, conducen a un callejón sin salida, si subestimamos u olvidamos las cuestiones políticas del Partido. Por lo tanto, es necesario orientar la atención de los militantes, hacia los problemas del Partido, de manera que los éxitos económicos se alíen y marchen al mismo paso con los éxitos del trabajo político del Partido.

¿Cómo realizar prácticamente la tarea que consiste en fortalecer el trabajo político del Partido, la tarea que consiste en liberar a las organizaciones del Partido de las pequeñas necesidades de la economía? Los debates han mostrado que ciertos camaradas se inclinan a sacar una falsa deducción, ellos creen que ahora habría, falsamente, que abandonar el trabajo económico. Por lo menos dos voces se han hecho entender: al fin, gracias a Dios, seremos liberados de los problemas de la economía, ahora podremos ocupamos del trabajo político del Partido. ¿Es esta deducción justa? No, ella es falsa. Cuando nuestros camaradas del Partido, absorbidos por los éxitos económicos, abandonaron la política, ese fue un extremo que nos ha costado grandes sacrificios. Si ahora, algunos de nuestros camaradas, preocupados en fortalecer el trabajo político del Partido, piensan abandonar el trabajo económico, este sería otro extremo que nos costaría no menos sacrificios. No podemos caer de un extremo al otro. No se puede separar la política de la economía. No podemos abandonar la economía, lo mismo que no podemos abandonar la política. Por la comodidad de los estudios, la gente separa comúnmente, metodológicamente, los problemas de la economía de los de la política. Pero eso se hace solamente metodológicamente, artificialmente, sólo para la comodidad de los estudios. En la vida, por el contrario, la política y la economía son inseparables en la práctica. Ellas existen juntas y actúan juntas. Y quien, en nuestro trabajo político, piensa separar la economía de la política, fortalecer el trabajo económico disminuyendo la importancia del trabajo político, o a la inversa, fortalecer el trabajo político disminuyendo la importancia del trabajo económico, terminará necesariamente en un callejón sin salida. […]

¿Cómo deben ser elegidos los militantes?

¿Qué significa, elegir juiciosamente a los militantes y repartirles juiciosamente su trabajo?

Significa elegir a los militantes, en primer lugar según su índice político, es decir, ver si merecen la confianza política, y, en segundo lugar, según su índice práctico, es decir, si convienen para tal o cual trabajo concreto.

Significa no transformar la manera de juzgar seria, en un practicismo estrecho, lo que ocurre cuando uno se ocupa de la capacidad práctica de los militantes, pero no se ocupa de su fisonomía política.

Significa no transformar la manera de juzgar política en la sola y única manera de juzgar, a lo cual se llega cuando uno se ocupa de la fisonomía política de los militantes, pero en cambio ha se ocupa de sus capacidades prácticas.

¿Se puede decir que esta regla bolchevique es aplicada por nuestros camaradas del Partido? Desgraciadamente, no lo podemos decir. Sobre esto ya se ha hablado aquí, en la asamblea plenaria. Pero no se ha dicho todo. La verdad es que esta regla probada, es violada constantemente en nuestra práctica, y aún más, de la manera más grosera. En la mayoría de las veces, los militantes son escogidos, no según sus índices objetivos, sino según sus índices fortuitos, subjetivos, estrechos y mezquinos. La mayoría de las veces se elige a lo que se llama sus conocidos, sus amigos, compatriotas, hombres personalmente devotos, maestros especializados en el arte de exaltar a sus jefes, sin tener en cuenta sus capacidades políticas y prácticas.

Se comprende que en lugar de un grupo dirigente de militantes responsables, se obtiene una pequeña familia de hombres cercanos los unos a los otros, un artel2 en el cual los miembros se esfuerzan por vivir en paz, por no dañarse, por lavar la ropa sucia en casa, pero además por alabarse los unos a los otros, enviando de tiempo en tiempo al centro, en forma sin sentido y repugnante, informes sobre éxitos realizados.

No es difícil comprender que, en ese ambiente de familia, no hay lugar para la crítica de los defectos del trabajo, ni para la autocrítica de aquellos que dirigen el trabajo. […]

2 (Voz rusa). En la URSS, sociedad cooperativa en la que la propiedad está en manos de colectividades o asociaciones de trabajadores.

¿Cómo es verificado el trabajo de los camaradas?

¿Qué significa, controlar a los militantes, verificar la realización de sus tareas?

Controlar a los militantes, es el control no según sus promesas y declaraciones, sino según el resultado de su trabajo.

Verificar la ejecución de sus tareas, es la verificación no solamente en la oficina, no solamente según las cuentas rendidas oficialmente, sino ante todo, sobre el lugar del trabajo, según los resultados efectivos de su realización.

¿Tal verificación es necesaria, en general? Indudablemente. Es necesaria, primero porque sólo tal verificación permite conocer mejor al militante, establecer sus cualidades reales. Es necesaria, en segundo lugar, porque solamente un control tal, permite establecer las cualidades y los defectos del aparato de realización. Es necesaria, por último, porque sólo tal control, permite establecer las cualidades y los defectos de las tareas mismas.

Algunos camaradas creen que no se puede controlar a la gente más que desde lo alto, cuando los dirigentes controlan a los dirigidos según los resultados de su trabajo. Esto es falso. El control desde lo alto es evidentemente necesario como una de las medidas efectivas, que permiten controlar a los hombres y verificar la realización de sus tareas. Pero el control desde lo alto está muy lejos de agotar toda la obra de verificación. Existe todavía otro género de control, el control desde abajo, cuando las masas, cuando los dirigidos controlan a los dirigentes, les señalan sus errores y les indican los medios para corregirlos. Este género de control es uno de los medios más eficaces para verificar a los hombres.

La masa de los miembros del Partido controla a sus dirigentes en las reuniones del activo, en las conferencias, en los congresos en donde reciben el informe de sus actividades, criticando sus defectos, en fin eligiendo o no eligiendo en los organismos de dirección a tal o cual camarada dirigente. Aplicación estricta del centralismo democrático en el Partido, así como lo exige el estatuto de nuestro Partido; constitución de los organismos del Partido sólo por vía de elección, derecho a presentar y rechazar los candidatos; voto secreto, libertad de crítica y de autocrítica, todas estas medidas y otras análogas, son necesarias ponerlas en práctica, para poder, entre otras cosas, facilitar la verificación y el control de los dirigentes del Partido por las masas de miembros del Partido.

Las masas sin Partido controlan a sus dirigentes económicos, sindicales y otros, en las reuniones del activo sin Partido, en las conferencias de masa de todo género, en donde reciben el informe del activo de sus dirigentes, critican sus defectos e indican el medio para corregirlos. […]

Instruir a los cuadros sobre la base de sus propios errores

¿Qué significa, instruir a los cuadros por medio de la experiencia de sus propios errores?

Lenin nos ha enseñado que, poner de manifiesto conscientemente los errores del Partido, estudiar las causas que han engendrado estos errores, y planear las medidas necesarias para corregir estos errores, es uno de los medios más seguros para la verdadera y justa instrucción y educación de los cuadros del Partido, la verdadera instrucción y educación de la clase obrera y de las masas trabajadoras. Lenin ha dicho:

La actitud de un partido político frente a sus errores es uno de los criterios más importantes, y el más seguro pata juzgar si ese Partido es serio y si realiza realmente sus obligaciones hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer públicamente su error, descubrir las causas, analizar la situación que lo ha hecho nacer, examinar atentamente los medios para corregir ese error, he aquí la marca de un Partido serio, he aquí lo que se llama cumplir con sus obligaciones, educar e instruir a la clase, y después, a las masas3.

Esto significa que el deber de los bolcheviques no es esconder sus errores, eludiendo la discusión, como ocurre a menudo entre nosotros, sino reconocer honesta y públicamente sus errores, planear honesta y públicamente las medidas necesarias para corregir esos errores, corregir sus errores honesta y públicamente.

Yo no diría que nuestros camaradas se prestan voluntariamente a esta necesidad. Pero los bolcheviques, si quieren ser realmente bolcheviques, tienen que encontrar en sí mismos el coraje de reconocer abiertamente sus errores, descubrir las causas, indicar los medios para corregirlos, y ayudar de este modo al Partido a dar a los cuadros una verdadera instrucción y una verdadera educación política. Pues solamente por este camino, solamente en las condiciones de una autocrítica franca y honesta, es que se pueden formar verdaderos jefes bolcheviques. […]

Algunos camaradas dicen que sería un error hablar públicamente de nuestros errores, el reconocimiento público de nuestros errores pudiera ser interpretado por nuestros enemigos como un signo de nuestra debilidad, y explotado por ellos.

Estas son tonterías, camaradas, tonterías y nada más. Al contrario, reconocer públicamente nuestros errores y corregirlos honestamente, puede sólo fortalecer a nuestro Partido, elevar la autoridad de nuestro Partido a los ojos de los obreros, de los campesinos, de los trabajadores intelectuales, aumentar su fuerza, el poder de nuestro Estado. Y esto es lo esencial. Mientras los obreros, los campesinos, los trabajadores intelectuales estén con nosotros, todo el resto vendrá cómo consecuencia.

Otros camaradas dicen que reconocer públicamente nuestros errores puede conducir, no a la formación y al fortalecimiento de nuestros cuadros, sino a su debilitamiento y a su desorganización; ellos dicen que, nosotros debemos cuidar y ahorrar nuestros cuadros, que nosotros debemos cuidar su amor propio y su tranquilidad. Para eso ellos proponen ocultar los errores de nuestros camaradas, atenúan la crítica y, todavía más, pasar por alto esos errores. Un punto de vista tal no es solamente falso desde su raíz, sino extremadamente peligroso, peligroso ante todo para los cuadros, a los que se quiere «cuidar» y «ahorrar». Cuidar y conservar a los cuadros ocultando sus errores, significa en verdad destruir a esos mismos cuadros. […]

3 Véase V. I. Lenin, ob. cit. tomo XXXIII, pág. 162, El “izquierdismo”, enfermedad infantil del comunismo.

Instruir a las masas y aprender de ellas

Lenin nos ha enseñado, no solamente a instruir a las masas, sino a aprender de ellas.

Esto significa en primer lugar que nosotros, los dirigentes, no debemos caer en la presunción, y debemos comprender que si nosotros somos miembros del Comité Central o Comisarios del Pueblo, no quiere decir que nosotros tenemos todos los conocimientos necesarios para dirigir de una manera justa. El grado por sí mismo no da los conocimientos y la experiencia. Y, con mayor razón, el título no los da tampoco.

¿Qué quiere decir esto? Esto significa, en segundo lugar que nuestra experiencia sola, la experiencia de los dirigentes, no es suficiente para dirigir de una manera justa; que es necesario, por consiguiente, completar nuestra experiencia, la experiencia de los dirigentes, por medio de la experiencia de las masas, por medio de la experiencia de la masa de miembros del Partido; por medio de la experiencia de la masa obrera, por medio de la experiencia del pueblo.

Esto significa en tercer lugar: no aflojar ni un minuto y con mayor razón, no romper sus ataduras con las masas.

Esto significa, en cuarto lugar: oír con atención las voces de las masas, las voces de los simples miembros del Partido, las voces de aquellos llamados «gente pequeña», la voz del pueblo.

¿Qué significa dirigir de una manera justa?

No quiere decir de ninguna manera: permanecer en una oficina y dar directivas.

Dirigir de una manera justa, quiere decir:

En primer lugar, encontrar la justa solución del problema. Ahora bien, es imposible encontrar la justa solución sin tener en cuenta la experiencia de las masas que llevan a cuestas los resultados de nuestra dirección.

En segundo lugar, organizar la aplicación de la justa solución; no se podría realizar sin la ayuda directa de las masas.

En tercer lugar, organizar el control de la ejecución de esta solución, cosa igualmente imposible sin la ayuda directa de las masas.

Nosotros los dirigentes, vemos las cosas, los sucesos, los hombres, sólo de un lado, por decirlo así, desde lo alto; nuestro campo visual es, por consiguiente, más o menos limitado, Las masas, por el contrario, ven las cosas, los sucesos, los hombres, de otro lado, por decirlo así, desde abajo. Por consecuencia, su campo visual es, también, en cierta medida, limitado. Para conseguir una justa solución del problema, hay que unir esas dos experiencias. Solamente en ese caso la dirección será justa.

He aquí lo que significa no instruir solamente a las masas, sino también aprender de ellas. […]

De esto se concluye que para dirigir nuestra obra, no basta sólo con nuestra experiencia, la experiencia de los dirigentes. Para dirigir de una manera justa, es necesario completar la experiencia de los dirigentes, por medio de la experiencia de la masa de los miembros del Partido, por medio de la experiencia de las masas, por la experiencia de los trabajadores, por la experiencia de aquellos que son llamados «gente pequeña».

¿Pero cuándo es eso posible?

Es posible solamente, cuando los dirigentes están lo más estrechamente posible vinculados a las masas; cuando ellos están vinculados a la masa de los miembros del Partido, a la clase obrera, al campesinado, a los trabajadores intelectuales.

El vínculo con las masas, el fortalecimiento de ese vínculo, la voluntad de escuchar la voz de las masas, he aquí lo que hace la fuerza y la invencibilidad de la dirección bolchevique.

Se puede establecer como regla general, que mientras los bolcheviques conserven este vínculo con las grandes masas del pueblo, ellos serán invencibles. Y por el contrario, basta con que los bolcheviques se separen de las masas y rompan su vínculo con ellas, basta con que se cubran de herrumbre burocrática, para perder todas sus fuerzas y transformarse en la nada.

La mitología griega de la antigüedad contaba con un héroe famoso, Anteo, que era, según la mitología, el hijo de Poseidón, dios del mar, y de Gea, diosa de la tierra. Él se sentía particularmente atado a su madre que le había dado la vida, le había nutrido y criado. No había héroes que Anteo no pudiera vencer. Era considerado un héroe invencible. ¿Qué era lo que le daba esa fuerza? era el hecho de que cada vez que, combatiendo a un adversario, se sentía debilitar, tocaba la tierra, su madre, que le había dado la vida y lo había nutrido, y retomaba así sus fuerzas. Sin embargo, tenía un punto débil: era el peligro de estar, de una manera o de otra, separado de la tierra. Sus enemigos conocían esta debilidad y acechaban a Anteo. Y hubo un enemigo que, aprovechando esta debilidad, venció a Anteo. Este fue Hércules. ¿Pero cómo pudo vencer? Lo arrancó de la tierra, lo levantó en el aire e, impidiendo que tomara contacto con el suelo, lo sofocó.

Los bolcheviques se asemejan, a mi parecer, al héroe de la mitología griega, Anteo. Lo mismo que Anteo, ellos son fuertes porque tienen un vínculo con su madre, con las masas que los han engendrado, que los han nutrido y los han formado. Y mientras ellos sigan vinculados a su madre, al pueblo, tienen todas las posibilidades de permanecer invencibles.

Este es el secreto de la invencibilidad de la dirección bolchevique.

Del artículo Discurso de clausura en el Pleno del Comité Central del PC (b) de la U.R.S.S. (5 de marzo de 1937)

Apéndice I

L. M. Kaganóvich sobre la instrucción y la democracia interna

Cuando la gente está sobrecargada con trabajo de oficina y la redacción de resoluciones generales, pasan por alto “nimiedades”, pasan por alto a los seres humanos. No pueden ver a un nuevo capataz, a un nuevo ingeniero, a un nuevo técnico, no pueden ver nuevos héroes del trabajo, no pueden ver a los Jóvenes Comunistas que están creciendo, quienes podrían ser promovidos a un nuevo trabajo.

La gente dice que nos faltan hombres, pero esto no es cierto. Tenemos a los hombres, hombres capaces, pero debemos ser capaces de promoverlos, de ponerlos en su lugar. Debemos ser capaces de dirigirlos adecuadamente. El hombre que es puesto en un trabajo debe ser instruido, debe ser elevado en el proceso de su trabajo; se debe tener cuidado de que no se embote y se llene de polvo. De vez en cuando debemos tomar un trapo y limpiar el polvo que se ha acumulado en él.

La organización de la adecuada aceptación de los miembros en el Partido es solo la mitad del asunto. Debemos encargarnos de que el recién militante del partido, cuando ya está en nuestras filas, se equipe ideológicamente, que crece; que debe sentir la guía diaria en su actividad; que se involucre activamente en el trabajo del Partido y que se endurezca políticamente.

Cuando hablamos de instrucción Marxista-Leninista, no solo nos referimos a instrucción en el aula, nos referimos a la preparación ideológica de los Bolcheviques. El miembro del Partido debe estar instruido en el trabajo político práctico. Lo que significa que debemos elevar la educación Marxista-Leninista de los miembros del partido a un alto nivel y mejorar el trabajo de nuestra organización partidaria […]

Lenin siempre vinculaba los problemas teóricos con la práctica cotidiana. Stalin nos da ejemplos de cómo combinar los más complejos problemas teóricos con la lucha diaria. Y todavía muchos de nuestros profesores Rojos ponen la teoría en un compartimento y la práctica en otro, y son profundamente incapaces de combinar estos dos compartimentos. Desafortunadamente, en vez de combinar la teoría con la práctica, escriben, como el filósofo en la fábula, profundos tratados sobre “La naturaleza de una cuerda”, y como Marx y Engels no han dicho nada sobre esta materia, creen que están realizando una maravillosa contribución al tesoro del marxismo.

Algunas de nuestras escuelas del Partido Soviético sufren principalmente por el hecho de que la educación está organizada precisamente en líneas escolares. Un Bolchevique no es un escolar, está siendo formado políticamente y su escolaridad debe combinarse con las luchas políticas y prácticas diarias. Debe estar ideológicamente equipado tanto en la escuela como en las reuniones del Partido. Por lo tanto, como sin duda han observado, el nuevo proyecto de reglamento no se limita a hablar de la formación, sino de pertrechar ideológicamente a los comunistas. Todo miembro del partido debe estar pertrechado con los principios del Marxismo-Leninismo.

Si ponemos estas demandas para todos los miembros del partido, ¿cuánto más debemos planteárselas a los líderes del Partido? No debe haber ninguna profunda brecha entre expertos propagandistas y expertos organizadores. La especialización es una cosa muy buena, estamos a favor de ella, pero no debemos llevarla al extremo. Y la especialización extrema es particularmente inadecuada en el trabajo partidario. Muy a menudo un organizador no lleva a cabo la propaganda y la agitación no sólo porque no tiene tiempo para ello, sino también porque no es capaz de hacerlo. Decimos que un director de una fábrica dominar el conocimiento. Con mayor razón, por lo tanto, debemos exigir a cada secretario del Comité del Partido, a cada secretario de comité de distrito y a cada organizador del Partido que adquieran la capacidad de usar la brújula del marxismo-leninismo. Un dirigente del Partido no sólo debe ser un organizador y administrador en el mejor sentido del término, sino también un propagandista y educador de los militantes del Partido.

Sabemos que el nivel de nuestras reuniones de Partido se ha elevado. Los miembros del partido aprenden y deben aprender bolchevismo tanto, si no más, en las reuniones del partido, como en la escuela del partido. Todo el mundo entiende esto.

La democracia interna del Partido y la autocrítica han sido y son los más importantes ejes de todo el trabajo partidario y de la educación de los miembros del Partido. La democracia partidaria interna se ha elevado a una nueva etapa. La democracia interna del Partido se entiende ahora de una forma nueva. Cuando asistes ahora a reuniones de comunistas, te das cuenta de que no pueden compararse a la situación de hace un par de años. […]

No podemos negar, sin embargo, que podríamos haber hecho mucho más si hubiéramos logrado combinar el trabajo de los organizadores y los propagandistas. Esto habría elevado el equipamiento ideológico marxista-leninista de los comunistas a una fase superior. Los problemas ocurren cuando las reuniones del Partido se llevan a cabo de manera estereotipada y sin una preparación seria. La gente se reúne y se les dice: «Camaradas, tenemos tareas, debemos cumplir con tal o cual cosa.» O discuten sobre alguna campaña o aniversario. En tales casos, por supuesto, todo lo que se obtiene es un mero golpeteo en la bañera o un mero «negocio», y naturalmente, tales reuniones no ayudan a educar a los militantes del Partido. Sin embargo, cada reunión del Partido debe contribuir a elevar el nivel ideológico de los comunistas. La discusión de las cuestiones internas del Partido, de las cuestiones relativas a la política y la práctica de la construcción del socialismo, eleva la inteligencia de los militantes del Partido al nivel de entender el papel de vanguardia de los bolcheviques, como organizadores de las masas.

El militante del partido se desarrolla, se educa y se endurece en las condiciones de la democracia interna del Partido, en medio de la discusión libre y profesional de todas las cuestiones de la política del Partido. Simultáneamente se endurece y educa en la lucha contra todos aquellos que se desvían de los problemas fundamentales de la política del Partido, que quieren aprovechar la discusión de estos problemas para sabotear esta política, para socavar la dirección del Partido y para sacudir sus filas de hierro. La experiencia de la vida interna de nuestro Partido nos enseña que las filas de nuestro partido se han desarrollado, fortalecido y endurecido en la lucha contra todos aquellos que se desviaban de la política del Partido, del leninismo; en la lucha por la cohesión y la unidad de las filas de nuestro Partido.

Es por esto que debemos continuar elevando y endureciendo a estos militantes del Partido en la lucha contra la más mínima manifestación de oportunismo en nuestras filas.

El desarrollo del militante del Partido depende de la forma en que se organiza el trabajo interno del Partido, de la atención que se le presta al miembro del Partido y de la forma en que se le dirige. […]

Apéndice II

Dimitrov sobre los Cuadros

Camaradas, nuestras resoluciones, aun las más justas, quedarán en el papel si no tenemos hombres capaces de llevarlas a la práctica. Y aquí no tengo más remedio que decir, por desgracia, que uno de los problemas más importantes de los cuadros, ha pasado casi inadvertido en nuestro congreso.

Respecto del informe del Comité Ejecutivo de la Komintern, discutido por espacio de siete días, hablaron numerosos oradores de diversos países, y sólo alguno que otro se detuvo de pasada en este problema extraordinariamente esencial para los partidos comunistas y el movimiento obrero. En su actuación práctica, nuestros partidos están aún muy lejos de tener conciencia de que los hombres, los cuadros, lo deciden todo.

La actitud despectiva ante el problema de los cuadros es tanto más inadmisible, cuanto que constantemente perdemos en la lucha una parte de nuestros cuadros más valiosos. Pues no somos una sociedad científica, sino un movimiento combativo, que está siempre en la línea de fuego. Nuestros elementos más enérgicos, más audaces y conscientes luchan en primera fila. El enemigo se ceba en especial en ellos, en la vanguardia, los asesina, los arroja a las cárceles y campos de concentración, los somete a torturas horribles, particularmente en los países fascistas. Esto agudiza en grado sumo la necesidad de completar, formar y educar constantemente a nuevos cuadros.

El problema de los cuadros adquiere también una agudeza especial por otra razón: porque bajo nuestra influencia se despliega el movimiento de masas del frente único, del que se destacan muchos miles de nuevos activistas proletarios. Además, a las filas de nuestros partidos afluyen no sólo elementos revolucionarios jóvenes, obreros que se van izquierdizando y que jamás han participado hasta ahora en el movimiento político. También vienen a nosotros, muy a menudo, antiguos miembros y activistas de los partidos socialdemócratas. Estos nuevos cuadros exigen una atención especial, sobre todo en los partidos ilegales, tanto más, cuanto que tales cuadros poco preparados teóricamente, se enfrentan en su labor práctica con los problemas políticos más serios y que ellos mismos tienen que resolver.

El problema de una política justa de cuadros es el más actual para nuestros partidos, para la juventud comunista y para todas las organizaciones de masas; para todo el movimiento obrero revolucionario.

¿En qué consiste una justa política de cuadros?

En primer lugar, es necesario conocer a los hombres. En nuestros partidos, por regla general, no hay un estudio sistemático de los cuadros. Sólo en los últimos tiempos los partidos comunistas de Francia y Polonia, y en Oriente, el de China, consiguieron determinados éxitos en ese terreno. El Partido Comunista de Alemania emprendió también, en su momento, antes de pasar a la ilegalidad, la labor de estudiar a sus cuadros. Y la experiencia de estos partidos mostró que apenas empezaron a estudiar a los hombres, descubrieron militantes que antes habían pasado inadvertidos, y por otro lado los partidos comenzaron a depurarse de elementos extraños y nocivos, política e ideológicamente. Basta señalar el ejemplo de Pierre Célor y Henri Barbusse en el Partido Comunista de Francia, que al ser examinados con el microscopio bolchevique resultaron ser agentes del enemigo y fueron expulsados de las filas del partido. En Hungría, el estudio de los cuadros también facilitó el descubrimiento de núcleos de agentes provocadores del enemigo, cuidadosamente enmascarados.

En segundo lugar, es necesario promover cuadros con acierto. La promoción de cuadros no debe ser un asunto casual, sino una de las funciones normales de los partidos. Es un mal sistema que las promociones se efectúen, inspirándose con exclusividad en razones muy internas de partido, sin tener en cuenta si el camarada designado para un cargo tiene relaciones con las masas. Las promociones deberán efectuarse sobre la base de tener en cuenta la aptitud del militante para cumplir tal o cual función del partido y la popularidad entre las masas de los cuadros elegidos. En nuestros partidos tenemos ejemplos de promociones que han dado resultados excelentes. Presidiendo nuestro congreso, por ejemplo, se halla la comunista española camarada Dolores Ibárruri. Hace dos años trabajaba todavía en la base. En los primeros choques con el enemigo de clase se reveló como una excelente agitadora y luchadora. Promovida luego a la dirección del Partido Comunista de España, se ha mostrado como un miembro muy digno de él.

Podría señalar también una serie de casos análogos, tomados de otros países.

Pero en la mayor parte de ellos la promoción de cuadros se efectúa sin organización, al azar, y por lo tanto, no siempre con acierto. A veces se eleva a la dirección a razonadores hueros, a fraseólogos, charlatanes que dañan directamente nuestra causa.

En tercer lugar es necesario saber aprovechar a nuestros cuadros. Hay que saber descubrir y utilizar las valiosas cualidades de cada activista. No existen hombres ideales: hay que tomarlos como son, corriendo sus lados flojos y sus defectos. Conocemos en nuestros partidos ejemplos escandalosos de mala utilización de buenos comunistas honrados, que darían gran provecho si se les asignase un trabajo más en consonancia con sus características.

En cuarto lugar, es necesario distribuir los cuadros con acierto. Ante todo, hay que hacer que en los eslabones fundamentales del movimiento se hallen hombres enérgicos, en contacto con las masas, salidos de sus entrañas, hombres firmes y con iniciativa; que en los grandes centros exista una cantidad adecuada de militantes de ese tipo. En los países capitalistas, el trasiego de cuadros de un lugar a otro no es cosa fácil. Se tropieza con toda una serie de obstáculos y dificultades, entre otros con problemas de un orden material, familiar, etc.; dificultades que hay que tener en cuenta y resolver de un modo adecuado, cosa que no siempre hacemos, ni mucho menos.

En quinto lugar, es necesario prestar una ayuda sistemática a los cuadros. Esta ayuda debe consistir en instrucciones detalladas, en controlarlos con espíritu de camaradería, en corregir sus defectos y sus errores, en la dirección concreta y cotidiana de los cuadros.

En sexto lugar, es necesario velar por la conservación de los cuadros. Hay que saber relegarlos a tiempo a la retaguardia reemplazándolos por otros nuevos, si así lo reclaman las circunstancias. Debemos exigir, sobre todo a los partidos ilegales, la más estricta responsabilidad por parte de la dirección en cuanto a la conservación de los cuadros. (Aplausos)

La acertada protección de los cuadros presupone también la más serie organización sobre la labor conspirativa dentro del partido. En algunos de nuestros partidos muchos camaradas creen que los partidos están ya preparados para pasar a la clandestinidad debido a que fueron reconstruidos de un modo esquemático y formal. Tuvimos que pagar muy caro el que la verdadera reconstrucción no comenzase hasta después de pasar a la ilegalidad, bajo la acción directa de los duros golpes del enemigo. Recordemos lo que le costó el paso a la clandestinidad al Partido Comunista de Alemania. Esta experiencia debe servir de lección seria a nuestros partidos, que hoy son todavía ilegales, pero que mañana pueden pasar a la clandestinidad.

Sólo una justa política de cuadros dará a nuestros partidos la posibilidad de desplegar y utilizar hasta el máximo las fuerzas de los cuadros existentes, y sacar del inagotable manantial del movimiento de masas nuevos y mejores elementos.

¿Qué criterios fundamentales deben guiarnos en la selección de cuadros?

Primero: la más profunda fidelidad a la causa obrera y al partido, probada en la lucha, en las cárceles, ante los tribunales, frente al enemigo de clase.

Segundo: La más íntima vinculación con las masas: vivir para los intereses de las masas, tomar el pulso de la vida de éstas, de su estado de espíritu y de sus anhelos. La autoridad de los dirigentes de nuestras organizaciones del partido debe basarse, ante todo, en el hecho de que las masas ven en ellos a sus dirigentes, se convencen por su propia experiencia de su capacidad de dirigentes, y abnegación en la lucha.

Tercero: saber orientarse por sí mismos en las situaciones y no tener miedo a la responsabilidad por sus decisiones. No es dirigente quien teme incurrir en responsabilidades. No es bolchevique quien no sabe demostrar iniciativa, quién dice: «yo me limito a hacer lo que los demás me mandan». Sólo es un verdadero dirigente bolchevique quien no pierde la cabeza la hora de la derrota, ni se ensoberbece en el momento del triunfo y demuestra una firmeza inconmovible en la aplicación de las decisiones adoptadas los cuadros se desarrollan y crecen cuando se les plantea la necesidad de resolver por su propia cuenta los problemas concretos de la lucha y cargan sobre sí la responsabilidad que ello supone.

Cuarto: disciplina y temple bolchevique, lo mismo para luchar contra el enemigo de clase, como para combatir inflexiblemente todas las desviaciones de la línea del bolchevismo.

Debemos, camaradas, subrayar aún con mayor energía la necesidad de estas condiciones para una acertada selección de los cuadros, porque, en la práctica se da con harta frecuencia, el caso de preferir a un camarada que sabe, por ejemplo, escribir con soltura o hablar muy bien, pero que no es hombre de acción y que no sirve para la lucha, a otro, que tal vez no escriba, ni discursee tan bien, pero que es, en cambio, un hombre firme, de iniciativa, compenetrado con las masas, capaz de luchar y de conducirlas a la lucha. (Aplausos)

¿Son pocos los casos en que un sectario, un doctrinario, un razonador huero, desplaza a un hombre abnegado, que conoce bien la labor entre las masas, a un auténtico dirigente obrero?

Nuestros cuadros dirigentes deben asociar el conocimiento, de lo que hay que hacer, a la consecuencia bolchevique y a la fuerza revolucionaria de carácter y voluntad para llevarlo a la práctica.

A propósito del problema de los cuadros, permitidme, camaradas, detenerme también en el formidable papel que está llamado a desempeñar el Socorro Rojo Internacional en relación con los cuadros del movimiento obrero. La ayuda material y moral, que las organizaciones del S. R. I. prestan a los presos y a sus familias, a los emigrados políticos y a los revolucionarios y antifascistas perseguidos, ha salvado la vida y ha conservado las fuerzas y la capacidad combativa de miles y miles de valiosísimos luchadores de la clase obrera en diversos países. Los que hemos estado en la cárcel, conocemos por experiencia propia la grandiosa importancia de la actividad del S. R. I. (Aplausos)

El S. R. I. ha sabido conquistarse con su actuación el amor, la simpatía y la profunda gratitud de cientos de miles de proletarios, de campesinos e intelectuales revolucionarios.

Bajo las actuales condiciones, bajo las condiciones de la reacción burguesa creciente, de los furiosos ataques del fascismo, de la agudización de la lucha de clases, el papel del S. R. I. crece extraordinariamente. Ante el S. R. I. se plantea, ahora, la tarea de convertirse en una auténtica organización de masas de los trabajadores, en todos los países capitalistas –y, particularmente, en los países fascistas, adaptándose a las condiciones especiales de éstos–.

Debe llegar a ser, por decirlo así, la «Cruz Roja» del frente único proletario y del frente popular antifascista, abarcando a millones de trabajadores, la «Cruz Roja» del ejército de las clases trabajadoras, que luchan contra el fascismo, por la paz y por el socialismo. Para poder desempeñar con éxito este papel, el S. R. I. debe contar con miles de activistas propios, numerosos cuadros, cuadros del S. R. I., que respondan por su carácter y por su capacidad a la misión especial que le está reservada a esta organización tan importante.

Y aquí, tenemos que decir del modo más enérgico y categórico: si el burocratismo, la actitud seca y egoísta ante los hombres, es siempre abominable en el movimiento obrero, en las actividades del S. R. I., es un mal que raya en el crimen (Aplausos)

Los luchadores de la clase obrera, las víctimas de la reacción y del fascismo, los que sufren en los calabozos y en los campos de concentración, los emigrados políticos y sus familias, deben encontrar en las organizaciones y en los funcionarios del S. R. I. la acogida más atenta y más afectuosa. (Aplausos prolongados)

El S. R. I. debe comprender y cumplir todavía mejor su deber en punto a la ayuda que hay que prestar a los luchadores del movimiento proletario y antifascista y, en particular, en lo que se refiere a la conservación física y moral de los cuadros del movimiento obrero. Y los comunistas y obreros revolucionarios que militan en las organizaciones del S. R. I. deben sentir en cada uno de sus pasos su enorme responsabilidad ante la clase obrera y ante la Komintern, que confía en ellos para el cumplimiento eficaz de la misión y de las tareas del S. R. I. (Aplausos)

Camaradas: como es sabido, la mejor educación de los cuadros es la que se adquiere en el transcurso de la lucha misma, venciendo las dificultades y las pruebas, pero también sobre los ejemplos positivos y negativos. Tenemos cientos de ejemplos de un comportamiento modelo en tiempos de huelga, en manifestaciones, en las cárceles, en los procesos. Tenemos miles de héroes, pero, por desgracia, también registramos no pocos casos de pusilanimidad, de inestabilidad y hasta de deserción. Y muchos olvidan, frecuentemente, unos ejemplos y otros, no aprovechan su fuerza educadora, no dicen qué es lo que hay que imitar y qué es lo que hay que rechazar. Hay que estudiar la conducta de los camaradas y de los militantes obreros, en las cárceles y en los campos de concentración, ante los tribunales, etc. De esto, hay que sacar lo positivo, hay que señalar los ejemplos dignos de ser imitados y rechazar lo podrido, lo no bolchevique, lo filisteo. Después del proceso de Leipzig de 1933, tenemos una serie de actuaciones de nuestros camaradas ante los tribunales burgueses fascistas, que demuestran que en nuestro campo crecen numerosos cuadros que comprenden perfectamente lo que significa comportarse como bolchevique ante los tribunales.

Pero, ¿cuántos hay entre vosotros –delegados al congreso– que conocen en detalle el proceso de los ferroviarios de Rumanía, el proceso de Fiede Schulze, decapitado por los fascistas en Alemania, el proceso del valiente camarada Itzikava en el Japón, el proceso de los soldados revolucionarios búlgaros y tantos otros, en los que se mostraron ejemplos dignísimos de heroísmo proletario? (Todos en pie aplauden con ímpetu)

Hay que popularizar estos ejemplos dignísimos de heroísmo proletario, poniéndolos de manifiesto para contrarrestar la pusilanimidad, el filisteísmo y todo lo que sea podredumbre y debilidad dentro de nuestras filas y en las filas de la clase obrera. Hay que utilizar ampliamente estos ejemplos, para educar a los cuadros del movimiento obrero.

Camaradas: los dirigentes de nuestros partidos se quejan frecuentemente de que no hay gente, de que escasean las personas para la labor de agitación y propaganda, de que escasea la gente para los periódicos, de que escasea la gente para los sindicatos, de que escasea la gente para trabajar entre los jóvenes, entre las mujeres. Escasea, escasea la gente. A esto quisiéramos contestar con las viejas y siempre nuevas palabras de Lenin:

No hay hombres, y los hay en masa. Hay hombres en masa, ya que tanto de la clase obrera, como de las capas cada vez más diversas de la sociedad salen cada año más personas descontentas, deseosas de protestar. (…) Y al mismo tiempo, no hay hombres porque faltan talentos organizadores, capaces de organizar esa labor tan amplia y, al mismo tiempo, única y armoniosa, que, daría empleo a todas las fuerzas, por insignificantes que ellas fuesen». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)

Es menester, que estas palabras de Lenin se asimilen profundamente y que se apliquen por nuestros partidos como norma directiva cotidiana. Hombres hay muchos; hay que saber descubrirlos dentro de nuestras propias organizaciones, en tiempos de huelgas y manifestaciones, en las diversas organizaciones obreras de masas, en los órganos de frente único; hay que ayudarles a formarse en el proceso del trabajo y de la lucha, hay que colocarles en una situación que les permita aportar realmente una contribución a la causa obrera.

Camaradas: los comunistas somos hombres de acción. Ante nosotros, se plantea la tarea de la lucha práctica contra la ofensiva del capital, contra el fascismo y la amenaza de la guerra imperialista, la lucha por el derrocamiento del capitalismo. Y, precisamente, esta tarea práctica plantea a los cuadros comunistas la exigencia de pertrecharse obligatoriamente con la teoría revolucionaria, pues la teoría da a los militantes prácticos el poder de la orientación, claridad de perspectiva, seguridad en el trabajo y fe en el triunfo de nuestra causa.

Pero, la auténtica teoría revolucionaria es irreconciliable enemiga de todo teoricismo castrado, de todo lo que sea jugar estérilmente con definiciones abstractas. «Nuestra teoría no es un dogma, sino un guía para la acción», dijo más de una vez Lenin. Esa es la teoría que necesitan nuestros cuadros como el pan de cada día, como el aire, como el agua.

El que verdaderamente quiera desterrar de nuestra labor el esquematismo muerto, el funesto escolasticismo, debe extirparlos con las masas y a la cabeza de las masas y trabajar infatigablemente por asimilar la poderosa, fecunda, omnipotente teoría bolchevique, la doctrina de Marx, Engels, Lenin. (Aplausos)

En relación con esto, considero particularmente necesario, fijar vuestra atención en la labor de nuestras escuelas del partido. No son empollones, razonadores, ni maestros en citas los que tienen que preparar nuestras escuelas. ¡No! De entre sus muros han de salir luchadores prácticos de primera fila por la causa de la clase obrera. Luchadores de primera fila no sólo por su audacia, por su abnegación, sino también porque sepan ver más lejos, porque conozcan mejor que el obrero de filas el camino que conduce a la emancipación de los trabajadores. Todas las Secciones de la Komintern deben, sin echar el asunto en saco roto, ocuparse de organizar seriamente escuelas del partido, haciendo de ellas las forjas de donde han de salir cuadros de luchadores.

La misión fundamental de nuestras escuelas del partido reside, a mi juicio, en enseñar a los miembros del partido y de la juventud comunista que estudian en ellas, la aplicación del método marxista-leninista a la situación concreta de cada país, a las condiciones dadas, a luchar, no contra el enemigo «en general», sino contra el enemigo concreto dado. Para esto, hay que aprender no la letra del leninismo, sino su espíritu vivo, revolucionario.

De dos modos, se pueden preparar los cuadros en nuestras escuelas del partido. Primero: preparar a los hombres de un modo abstracto-teórico, esforzándose por darles la mayor cantidad posible de conocimientos, instruyéndolos en el arte de redactar literariamente tesis y resoluciones y tocando solamente de pasada los problemas del país en cuestión, su movimiento obrero, la historia, las tradiciones y la experiencia del partido comunista de que se trate. ¡Solamente de pasada!

Segundo: el aprendizaje teórico, en el que la asimilación de los principios fundamentales del marxismo-leninismo se basa en el estudio práctico por los alumnos de los problemas cardinales de la lucha del proletariado en su propio país, para que, al incorporarse de nuevo a la labor práctica, sepan orientarse por sí mismos, puedan convertirse en organizadores y dirigentes prácticos, que marchen por su cuenta Y sean capaces de conducir a las masas a la batalla contra el enemigo de clase.

No todos los que pasaron por nuestras escuelas del partido se han revelado aptos. Muchas frases, abstracciones, formación libresca, erudición artificial. Y lo que nosotros necesitamos son organizadores y dirigentes verdaderos de masas, auténticamente bolcheviques. Los necesitamos apremiantemente, para el día de hoy. Aunque un alumno no esté en condiciones de escribir buenas tesis, pese a que esto nos es muy necesario, lo importante es que sepa organizar y dirigir, no asustándose de las dificultades y sabiendo vencerlas.

La teoría revolucionaria es la experiencia condensada, generalizada del movimiento revolucionario; los comunistas deben utilizar cuidadosamente en sus países no sólo la experiencia de las luchas pasadas, sino también, la de las luchas actuales de otros destacamentos del movimiento obrero internacional. Pero, utilizar acertadamente esta experiencia, no significa, en modo alguno, trasplantar mecánicamente, en forma acabada, las formas y los métodos de lucha de unas condiciones a otras, de un país a otro, como se hace con harta frecuencia en nuestros partidos. La imitación escueta, el limitarse a copiar los métodos y las formas de trabajo, aunque sean los del mismo Partido Comunista de la Unión Soviética, en países donde todavía impera el capitalismo, puede, con las mejores intenciones del mundo, dañar más que favorecer, como ha ocurrido en realidad no pocas veces. Precisamente, la experiencia de los bolcheviques rusos debe enseñarnos a aplicar de un modo vivo y concreto la línea internacional única de la lucha contra el capital a las particularidades de cada país, extirpando implacablemente, poniendo en la picota, entregando a las burlas de todo el pueblo las frases, los patrones, la pedantería y el doctrinarismo.

Hay que estudiar, camaradas, estudiar constantemente, a cada paso, en el proceso de la lucha, en libertad y en la cárcel. ¡Estudiar y luchar, luchar y estudiar! (Aplausos)

Del artículo Por la unidad de la clase obrera contra el fascismo -Discurso de resumen ante el VII Congreso de la Internacional Comunista- (13 de Agosto de 1935)

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