Cómo el Neoliberalismo nos ha llevado a la crisis del COVID-19
En los últimos días la situación de crisis médica, social y económica ha empeorado considerablemente sacando a la luz la ponzoña más oscura de este sistema. Las consecuencias de los recortes en dependencia han tenido como consecuencia directa la muerte de un número desconocido de ancianos infectados en residencias, la saturación de estas e incluso la aparición de cadáveres de ancianos abandonados en estas instalaciones. La falta de recursos y material sanitario suficiente, la desatención y abandono de nuestros mayores es imperdonable. El Coronavirus avanza en Madrid a sus anchas mientras la población de más riesgo está totalmente desatendida de tal forma que los servicios funerarios comienzan a colapsar.
La situación de los hospitales comienza a ser límite, dejando imágenes desesperantes de pacientes durmiendo en el suelo en Leganés o los campos de camillas de campaña en el improvisado hospicio en el recinto ferial de Ifema. Mientras el gobierno ha tenido que obligar a la sanidad privada a que no siga para adelante con sus planes de ERTEs. Por su lado la oligarquía, totalmente eclipsada por la solidaridad y esfuerzo que está asumiendo la clase trabajadora, llevan a cabo su vergonzante filantropía para blanquear la imagen de parásitos que comenzaba a ser demasiado evidente. Ante todo, que la gente no vea que son prescindibles. Sin embargo, los fondos de inversión como Blackstone, Apollo o KKR ya está viendo las oportunidades de compra en un mercado en caída libre como los buitres que son.
En el ámbito social se está produciendo una acelerada militarización de la sociedad civil: casi 1000 detenidos y más de 100.000 denuncias relacionadas con las cuarentenas mientras los militares en la televisión rinden cuentas constantemente de estas excepciones que se están saltando las cuarentenas, como si este fuera el principal problema. La constante jerga belicista, el blanqueamiento de cuerpos represivos, el fomento de la política del chivatazo y la represión a pie de calle es nuestra nueva normalidad. Sin embargo, si existe una minoría “peligrosa”, una minoría que está empeorando la crisis del coronavirus, si existe una verdadera minoría peligrosa, insolidaria e irresponsable es la clase burguesa, que mantiene producción innecesaria, que salva el mercado antes que, al pueblo, que ha traficado con la sanidad y con nuestras vidas y que hoy moviliza a sus cuerpos represivos para imponer la dictadura del capital. “Pareciera” que para muchos policías las posibilidades de contagio disminuyen si vas a trabajar y aumentan si vuelves del trabajo.
Con respecto a la situación de la economía mundial el Fondo Monetario Internacional plantea que ya mismo nos encontramos en una situación de recesión mundial que se prevé incluso peor que la última crisis financiera. Ante la perspectiva de desaceleración económica las élites más reaccionarias comienzan a soltar su propaganda genocida cuestionando que se sacrifique el futuro económico en aras de salvar de la muerte a “grupos minoritarios” de la población como son los ancianos. En este impostado clima de guerra comienza a hablarse de un histórico salvavidas del capitalismo, el Plan Marshall contra el coronavirus, o más bien, contra la crisis de acumulación que vivimos. En estos días acelerados parece que los supuestos neoliberales se encuentran de capa caída e incluso los propios mercados castigan con duras caídas en bolsa a todo gobierno que no sea lo suficientemente intervencionista como ha pasado con la Libra inglesa. Nadie habla ahora de liberalizar el mercado, de desregularizar los mercados y de que el Estado se repliegue sino de todo lo contrario, de intervención, de nacionalización de sectores estratégicos, de producción dirigida. Este artículo pretende dar un breve recorrido histórico del neoliberalismo y la financiarización del capitalismo, la crisis del 2008 y las políticas seguidas para rescatar al sistema; hasta llegar a la actual situación de crisis del coronavirus valorando las vías que se están valorando desde las élites en el poder para afrontar esta situación.
Qué supuso la financiarización. Aspectos generales
La crisis del petróleo de 1973 supuso un punto de inflexión en el modelo de acumulación capitalista a nivel global en favor del mundo de las finanzas sobre el mundo productivo. Como es bien sabido el eje productivo internacional se desplaza fuera de Occidente hacia el Sur, ante las dificultades internas de acumulación. En Occidente se da un proceso continuado de desregularización del mercado laboral y financiero como forma de desmantelar el modelo productivo instaurado tras la Segunda Guerra Mundial. Tras Breton-Woods se fractura la relación entre oro y dinero fiduciario obligando a la intervención del Estado en la fijación del tipo de interés y como agente último que respalda las inversiones financieras y el valor de las monedas nacionales como dinero mundial. El valor de las monedas nacionales ha pasado a ser una medida de la capacidad de endeudamiento soberano y, por tanto, como medida de la capacidad imperialista de las diferentes naciones.
Sin embargo, las tasas de ganancia no han llegado a alcanzar las del periodo previo a la crisis del 73. El crecimiento mundial no ha dejado de caer desde los años 60. Estas dificultades en la acumulación han producido una tendencia general al declive del empleo interno y de los salarios reales, manteniendo el consumo interior fundamentalmente sobre el crédito. La presencia de enormes excedentes de valor debido a la producción monopolista que no pueden reabsorberse en forma de consumo, inversión o gasto público y que por tanto no logran realizar ganancias suficientes terminan convirtiéndose en un estorbo para el desarrollo del capital. A este fin los mercados abiertos financieros brindan un espacio para rentabilizar capital ocioso, capital prestable.
El Capital Financiero y la acumulación financiera
Los bancos son una figura central en el sector financiero, son los que proveen la mayor parte de productos financieros y actúan como intermediarios en actividades financieras como las OPAs entre empresas industriales. Los bancos centrales por su parte fijan los tipos de interés (el precio del dinero prestable que afecta también al precio de las acciones) y la regulación del sector, etc. Las ganancias financieras han aumentado como proporción de las ganancias totales desde los 80 alcanzando el 45% de las ganancias totales en EE. UU. en 2005. En general a partir de los 2000 este proceso se ha intensificado en todo Occidente.
Con respecto a los agentes financieros principales se produce una situación nueva, sus tareas han pasado de la gestión de depósitos para emplearlos como créditos para el capital productivo, a un nuevo paradigma financiero en el que se buscar tanto activos en mercados abiertos (bolsa), como fondos de ahorros de clases populares. Las ganancias financieras tienen una relación solo indirecta (capital ficticio) con la producción de valor y los precios que rigen los activos financieros como los tipos de interés, primas de riesgo, etc. no tienen una relación directa con la ley de valor (aunque sí mediada con la tasa de ganancia). La financiarización ha premiado el reparto de dividendos y la recompra de acciones sobre la acumulación mediante reinversión de ganancias. Esto beneficia a las rentas del capital, pero perjudica la acumulación de sectores no financieros. Las fuentes históricas de ganancia financiera proceden tanto de adelantar capital prestable a la acumulación real para producir nuevos flujos incrementados de plusvalía de los que reclamaría una parte en forma de interés, como de la redistribución de valor ya existente en forma de expropiación de rentas.
La actividad financiera puede quedar conectada con la acumulación real mediante créditos al consumo, letras, acciones de empresas, etc. o puede bordear los estorbos de la producción a través de los mercados de deuda soberana, de tipos de cambio, etc. y que por tanto permanecen relativamente al margen de lo que suceda en la producción de mercancías. Esto es especialmente útil a la hora de obtener ganancias en momentos de estancamiento del sector productivo.
El acceso de los bancos a las rentas del trabajo ha supuesto un saqueo a la clase trabajadora como quedó plasmado especialmente tras la crisis de 2007. Como se decía antes el consumo interno en Occidente se ha sostenido no sobre el crecimiento de los salarios reales, sino por el crecimiento en la capacidad de endeudamiento. Esta es una forma de “acumulación por desposesión” (acumulación por alienación en términos de Marx) a las clases medias y populares que habían crecido tanto en el anterior periodo de acumulación. Todo esto se relaciona con que otra forma de capital ficticio es la que está relacionada con la propiedad inmobiliaria. La tierra es un bien totalmente monopolizado y por tanto su precio está vinculado a la tasa de interés (es conocido el análisis de Marx a este respecto en el caso de las rentas del suelo), y la propiedad inmobiliaria muchas veces está sometida a la misma lógica de cualquier otro activo financiero. De ahí las burbujas especulativas.
A su vez, el desarrollo del sector financiero ha intensificado la explotación imperialista mediante el control del dinero mundial, la deuda y la imposición de la liberalización financiera para que el capital conquiste nuevos mercados en el Sur global donde existen salarios más bajos. Sin embargo, este proceso trae inestabilidad interna debido al aumento de la deuda y de la intensificación del papel del crédito en la economía real.
El capital productivo y la acumulación real
Con respecto a las tendencias generales de la acumulación real podemos destacar un débil crecimiento de los países occidentales junto con la presencia de repetidas crisis. La desregularización de los mercados, especialmente del mercado de trabajo ha llevado a un crecimiento de la desigualdad. La participación de las rentas altas en el PIB tras la Segunda Guerra Mundial hasta los 70 fue baja debido a que el Estado del Bienestar se apoyó sobre presiones impositivas al capital y a la propiedad de capital y bienes inmuebles. Esta tendencia se invierte debido a la desregularización del mercado y reducción generalizada de cargas impositivas. La participación del 1% más rico en la renta nacional en EE. UU. creció rápidamente tras los 80 llegando a niveles cercanos a los que existían en los años 20 y 30 del siglo XX.
Por su parte el capital productivo (industrial y comercial) ha mostrado una debilidad en el crecimiento de la productividad, los capitales no encuentran en la reinversión, en la acumulación, una vía adecuada para rentabilizarse. Además de todo esto los capitales monopolistas se han financiarizado acudiendo directamente al mercado de valores (como la emisión o recompras de acciones, OPAs, etc.) en detrimento de los créditos bancarios. Así los propios industriales actúan cada vez más directamente como agentes financieros en los mercados de bonos y acciones.
Los escasos aumentos de la productividad en occidente se han apoyado en la intensificación del trabajo y el predominio del trabajo no remunerado, es decir, mediante la extracción de plusvalía absoluta. Las nuevas tecnologías no han aumentado sustancialmente la productividad del trabajo. De ahí la famosa pérdida de competitividad. Este fenómeno se conoce como la paradoja de Solow, «puedes ver la era de los ordenadores en todas partes menos en las estadísticas de productividad».
También la baja productividad se relaciona con un sector servicios en el que es difícilmente posible aumentar la productividad mediante la inversión en maquinaria. Las nuevas tecnologías han producido más una reorganización de plantillas, expulsando a sectores intermedios de la producción, que una intensificación de la productividad del trabajo. La desregularización del mercado de trabajo también ha generado una presión a la baja de los salarios reales, presionados por un desempleo creciente durante el proceso.
La clase obrera
Finalmente, se ha producido un cambio de conducta en la clase obrera como reflejo del desmantelamiento del Estado del bienestar. Los hogares también se han financiarizado mediante el acceso a deuda crediticia como en la posesión de activos como fondos de pensión o seguros, etc. El retroceso del Estado del Bienestar obliga a que el consumo se sostenga sobre bases financieras, los bancos por su parte han utilizado estos ahorros para extraer ganancias financieras. Como los créditos bancarios a los hogares son créditos al consumo de valores de uso, no con la búsqueda de inversión de capital para la extracción de plusvalía la fuente de ganancias financieras procede de la actitud predatoria de las finanzas que lleva a la expropiación financiera de los hogares.
La financiarización de la economía ha llevado a un nuevo reparto de las rentas nacionales en favor de las rentas de capital. Los trabajadores cada vez tienen menor peso en el reparto de las ganancias del capital como consecuencia de la desregularización. La expropiación financiera y la intensificación del trabajo han sido las herramientas del sistema para revertir el aumento de los ingresos reales de los trabajadores durante el anterior periodo de acumulación.
Pese a todos estos intentos del capital por sobrevivir gracias a ganancias financieras no se ha terminado con la sobrecapacidad productiva que no termina de explotar. Por ello no se produce una destrucción de capital suficiente como para reiniciar los ciclos de la tasa de ganancia, llevando a un estado de crisis permanente de la esfera productiva. En este nuevo mundo de capitalismo catatónico el poder financiero domina y produciendo una fuerte asimetría entre producción y circulación en favor de la segunda. Las bases del neoliberalismo que han llevado a la crisis del 2007 han quedado plenamente establecidas: los bancos han reorientado sus funciones hacia los mercados abiertos y el crédito a los hogares. La desregularización financiera y las dificultades de la acumulación han llevado un endeudamiento del Estado y de las familias nunca visto. El Estado aparece como garante final del modelo neoliberal, implementando las medidas de desregularización, llevando a cabo una política monetaria favorable a los intereses del capital financiero y finalmente terminan rescatando al sector cuando resulta necesario.
El desarrollo de la crisis de 2007
Para Marx las crisis se producen en el ámbito de la acumulación productiva por reflejo de la contradicción inherente a la mercancía entre valor y valor de uso. Las crisis también permiten cambios y reestructuración de la acumulación y asientan las bases para los nuevos ciclos económicos, asentando las nuevas bases para la extracción de plusvalía (desregularización, austeridad, etc.). Aunque la raíz de la crisis se de en el ámbito productivo, el primer sector en estallar es el relacionado con la circulación monetaria. Es en el mercado donde se da el primer distanciamiento entre la mercancía y el dinero y donde primero se reflejan los efectos de la sobreproducción en la incapacidad de venta y falta de liquidez. Cuando se da sobreproducción de mercancías, el dinero queda ocioso rompiendo la rotación de capital. Las crisis hacen estallar este desequilibrio para recuperar la relación «normal» entre precios, mercancías y dinero.
Hoy en día las crisis de nuestro mundo han dejado de ser estallidos que rehabilitan la acumulación, destrucciones de valor bruscas que reinician la acumulación; sino que las crisis están tendiendo a la cronificación, a ser el estado habitual de la economía y por tanto a tener largo recorrido histórico. Dentro del análisis del crédito de Marx establece que las actividades financieras agudizan aún más el distanciamiento de precios y valores de las mercancías. En momentos de auge económico los mecanismos financieros sostienen la acumulación real, pero en momentos de crisis se destruye el crédito y se produce una «brusca conversión del sistema crediticio en sistema monetario»; es decir, se destruyen gran cantidad de activos financieros (deudas que no se pagan, acciones que se desploman, etc.) en favor de atesorar dinero de curso legal, produciendo una escasez de liquidez, nadie presta dinero a nadie. En una economía monopolista donde las finanzas han penetrado todos los aspectos de la vida económica, desde hogares a Estados, tanto en la circulación como en la producción, llevan la batuta, los efectos monetarios de la crisis se multiplican aún más.
En estas situaciones de crisis los Estados y los Bancos Centrales han actuado garantizando la buena salud y la recuperación del sector financiero llevando a cabo las políticas monetarias y ajustes fiscales necesarios. Sin embargo, pese a todos sus esfuerzos por evitar un colapso brusco no han logrado salir de la última crisis de larga duración que nos ha metido en un estado crónico de estancamiento. Desde los años 70 ya hemos pasado por otras crisis especialmente financieras tanto en los 80, a inicios de los 90, la crisis del 2002, la crisis del 2007 y ésta última crisis en 2020; siendo la del 2008 la más dura de todas ellas, aunque empieza a ser clamor general que esta crisis que se nos viene encima, al igual que la crisis del 2008 será comprable al gran crack del 29. Para analizar la presente crisis de 2020 resulta conveniente estudiar el desarrollo de crisis anterior, las formas en las que se intentó resolver y los efectos sociales y económicos que ha tenido en Occidente.
El rasgo eminentemente financiero de esta crisis podemos apreciarlo en su proceso de gestación, en la cual, a diferencia de las crisis de los 80s, la inversión productiva no aumentó. Quienes sí aumentaron su acumulación fueron bancos y el sector financiero que aumentaron su crecimiento. Este crecimiento se sostuvo sobre la transformación de préstamos hipotecarios en títulos comercializables en mercados abiertos de los que se obtenían liquidez. Como ya es bien sabido el sector financiero mediante hipotecas de alto riesgo accedió a las rentas de los sectores más pobres de la clase obrera fomentando el endeudamiento mediante hipotecas y créditos de consumo, todo ello sostenido sobre la facilidad para rehipotecar las casas en una coyuntura de subida de precios.
En 2007 el desencadenante de la crisis en EE. UU. fue el impago masivo de hipotecas por parte de la clase obrera más honda. Los inversores en estos títulos comenzaron a abandonar el mercado y los bancos empezaron a encontrar dificultades para encontrar liquidez. La banca pasó de financiarse mediante depósitos a financiarse sobre la financiarización de los préstamos. De este modo los bancos sin liquidez y solvencia dejaron de prestar dinero, preferían atesorar dinero para hacer frente a sus propias deudas. A este movimiento fue acompañado una caída del mercado bursátil, lo que impedía a los bancos obtener liquidez del intercambio de acciones. Se da una sobreacumulación de capital prestable y una escasez de liquidez.
El marco de desregularización financiera junto con la política general del BCE de bajos tipos de interés y de financiación barata de la liquidez de los bancos ayudó a la sobreacumulación del sector financiero. Tras la crisis de 2008 caen los ingresos de los Estados aumentando el déficit como consecuencia de los rescates. Es cuando se produce la famosa crisis de deuda, debido al temor de impago de la deuda soberana de los Estados miembros, lo cual ponía en peligro la solvencia de los bancos europeos que habían financiado esta deuda. Es imprescindible detenerse brevemente en la forma en la que se intervinieron los Estados de la UE más afectados por la crisis de deuda y las alternativas que se abrieron en ese momento para afrontar la crisis.
El Euro no es una moneda nacional y como organizador económico del marco europeo, actúa como herramienta de control político en el mercado interno europeo e internacionalmente como fondo de reserva de dinero mundial que compite con el dólar. El control de la moneda se realiza mediante el Banco Central cuyos pasivos se proclaman como moneda, dando liquidez a los bancos de la zona euro. El BCE por tanto es un Banco Central sui generis porque no contiene el respaldo de un Estado-nación propio, de este modo no puede financiar directamente las deudas de los Estados miembros, ya que es un banco de Estados y, por tanto, la deuda de unos Estados la estarían respaldando otros.
Ante estas claras limitaciones el papel principal del BCE ha sido dar subsidios a los bancos privados aportando liquidez. Si financiase deuda, los países del centro estarían aceptando responsabilidad sobre deuda de la periferia, yendo en contra de la base fiscal de la unión monetaria. La estrategia para realizar los rescates y financiar la deuda soberana ha sido la compra de deuda a compradores privados para asegurar la liquidez tanto de instituciones privadas como de los Estados y evitando que subiese sin control los tipos de interés de la deuda soberana.
El problema real es que los Estados en quiebra sin capacidad de control sobre su moneda para financiar su deuda, son incapaces de rescatar su economía. La pregunta salta a la vista, ¿quién rescata a los bancos de los Estados en quiebra? ¿Los Estados del norte de la UE se harán cargo de la deuda de los bancos de otro Estado?
La respuesta fue la creación del Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) que realizaron los rescates a Grecia, Irlanda y Portugal mediante créditos garantizados a tipos de interés de usura y respaldados sobre base intergubernamental proporcional a la contribución de cada país al BCE. Por su lado la liquidez prestada a los bancos se daba a tipos de interés bajos para asegurar su solvencia, los tipos altos de los rescates a la deuda soberana eran una forma de castigo y se hacían a cambio de la implementación de medidas de austeridad supervisadas por el FMI. EL FEEF dependía de las contribuciones y garantías de los Estados miembros, especialmente de los Estados centrales, Alemania y Francia y por tanto los rescates fueron insuficientes. El problema teórico esencial es que un Estado no va a aceptar responsabilidades sobre las deudas de otros. En este marco surge la idea de la emisión de eurobonos como forma de garantizar de forma conjunta la financiación de los Estados miembros. De esta forma los Estados podrían pedir prestado directamente al BCE a tipos bajos. Esto suponía subir los tipos de interés de la deuda de los países del centro y que asumieran parte de los riesgos de impago de otros Estados violando el Tratado de Maastricht. Ha sido fundamentalmente Alemania quien ha rechazado esta alternativa con el famoso “por encima de mi cadáver” de Angela Merkel.
El riesgo de impago llevó a la posibilidad de salida de algunos Estados de la zona Euro. La austeridad era el requisito indispensable para ser rescatado, austeridad acompañada de liberalización y privatizaciones. Así se sucedieron los ya conocidos recortes en gasto público y privatizaciones que tanto mal están produciendo en la crisis sanitaria contra el COVID-19. Además, se produjo un aumento de impuestos como el IVA para financiar la deuda, la reforma del artículo 135 de la Constitución como compromiso a la estabilidad presupuestaria, la desregularización de mercados, especialmente el mercado de trabajo intensificando la precarización y las reducciones salariales. Estas medidas fueron la piedra de toque para desplazar el peso de la crisis de las rentas del capital a las rentas del trabajo y que por tanto fuesen los trabajadores quienes asumiesen el coste de la crisis.
La causa de la crisis no fue el aumento indiscriminado de los salarios o del consumo, tampoco fue culpa de los sectores públicos estratégicos, sino que fue un problema de acumulación y competitividad que llevó a sostener un ciclo expansivo mediante la deuda. Esto ha llevado a una competencia a la baja en los costes laborales en la periferia de Europa para recuperar la competitividad y hacer frente a los costes de los rescates.
La salidas que baraja el capital a la crisis actual
Desde hace semanas las bolsas se encuentran inestables tras los mayores batacazos del mercado bursátil en los últimos 30 años rondado caídas entre el 10 y el 15% perdiendo hasta un tercio de su valor desde finales de febrero. Las inyecciones de liquidez y los anuncios de medidas de rescate parecen haber contenido temporal el desplome continuado pero la economía no ha remontado todavía, ni se espera tal cosa.
Esta misma semana la guerra de precios entre la OPEP y Rusia y la caída de la producción mundial ha resultado en el descalabro del precio del petróleo en un 64% de su precio al inicio del año (unos 25$ frente a los 75$ de inicios de año). El mercado físico está inundado de petróleo invendible a precios por debajo de los 10$ el barril, aún más bajos que en la bolsa, de ahí que se espera que se espere que los precios en bolsa caigan aún más alcanzando los mínimos históricos de 10$ de 1998. Se están produciendo 20 millones de barriles al día que no encuentran salida en el mercado. Hay tanto petróleo almacenado que se están usando superpetroleros como almacenes flotantes y algunos productores de crudo de EE. UU. comienzan a pagar a los consumidores para que se lleven los barriles de sus almacenes. Se considera que en pocos meses no habrá forma de almacenar la producción mundial y las plantas de extracción están deteniendo su producción. Como cabe esperar la caída del petróleo es un aspecto más de una caída general de los precios de las materias primas en general exceptuando el oro, que tras una breve caída con la crisis del coronavirus ha recuperado su valor, en lo que podría ser el rebote que precede la caída final.
Como venimos insistiendo a lo largo del artículo, no nos encontramos ante una simple crisis de subconsumo o a las consecuencias de la paralización de la producción por culpa del virus, sino que estamos ante el reflejo de una crisis sostenida de la acumulación capitalista, del capital productivo, industrial y comercial con su famoso “exceso permanente de capacidad productiva” y del capital financiero incapaz de seguir manteniendo su “independencia” de la acumulación real. El coronavirus ha agravado la tendencia general de caída de crecimiento mundial, la cual ya había alcanzado mínimos en 2019 debido a la falta de reinversión de capital productivo y a las guerras comerciales y es que desde el 2010 el crecimiento mundial se ha encontrado estancado en torno al 2.5% frente al 4% que había caracterizado la anterior década. Esto se debe no solo al declive financiero en Occidente, sino que el Sur global está en crisis de sobreproducción y no están siendo capaces de mantener el crecimiento sostenido de la productividad a pesar de que tras la crisis del 2008 se ha permitido una acumulación de deuda mayor y general para intentar reactivar la producción. Las perspectivas del FMI para la tasa de crecimiento del 2020 son de crecimiento 0% como llegó a verse en o incluso de destrucción neta de la producción mundial, suceso solo visto tras la Segunda Guerra Mundial durante la crisis de 2009.
Como vemos los análisis generales de la situación actual por parte de todas las grandes instituciones del mercado mundial como el FMI, BCE, etc. insisten fundamentalmente en la baja rentabilidad que produce reinvertir capital productivo y la extensión aún mayor del endeudamiento para mantener el mercado en movimiento, factores generales que han caracterizado el periodo de financiarización del imperialismo y que no han hecho más que agravarse tras la última crisis de 2007. En el ámbito político se están dando fuertes tensiones en los mercados mundiales por la incapacidad de EE. UU. de revalidar su posición de potencia hegemónica mundial frente a China avivando las llamas del nacionalismo reaccionario por todo Occidente y llevando a la desestabilización de grandes estructuras supranacionales como los trust del petróleo y de los países productores, la Unión Europea o la OTAN.
Aunque la situación es todavía temprana, no dejan de precipitarse acontecimientos relevantes que nos apuntan hacia las salidas que está valorando de facto las diferentes potencias Occidentales para afrontar la coyuntural crisis, pero por encima de todo, la situación crónica de estancamiento económico.
Por un lado, encontramos a EE. UU. y una dubitativo Reino Unido que desde gobiernos populistas de derechas buscan rearmar el Estado nacional frente a otras estructuras supranacionales imperialistas. La deriva reaccionaria ante la crisis sanitaria en favor de los nacionales se hace patente en medidas como cierre de fronteras, deportaciones, etc. compras de derechos sobre vacunas, intensificación de sus guerras comerciales contra Irán en plena crisis sanitarias del país. Pero ante todo está el discurso explícito de asumir las muertes que sean necesarias para no detener el avance económico. La dictadura cada vez más descarnada del capital financiero se hace patente movilizando a los cuerpos represivos para asegurar que la producción se mantiene ante la preocupación de las élites yankis de que los subsidios ante el virus desmovilicen a su ejército de asalariados.
La crisis económica se empieza a ver también en EE. UU. en una semana en la que 3.3 millones de estadounidenses han pedido subsidio por desempleo ante los despidos masivos del sector económico. Como han anunciado los titulares de la prensa, republicanos y demócratas han firmado esta semana un rescate sin precedentes de más de 2 billones de dólares junto con una línea de crédito de otros 4 billones de dólares por parte de la Reserva Federal. Como vemos ante una situación de crisis los preceptos del neoliberalismo está reventando, especialmente en lo concerniente a la contención de la inflación. Este gran rescate equivale a un 30% del PIB de EE. UU. Dentro de los 2 billones de inyección de capital directo a los hogares de 500.000 millones siendo el resto del rescate en forma de créditos a empresas pequeñas, medianas y a los grandes monopolios. Entre las condiciones para disfrutar de los rescates evidentemente no se encuentra ningún tipo de obligación de mantener a trabajadores ni tampoco se valoran moratorias a los gastos de vivienda o sanidad.
El tío Sam proveerá de un “sobrecito” de dinero a las familias americanas (muchos migrantes no disfrutarán de estas medidas) para que se administren como consideren. Son claras medidas destinadas a que la clase obrera mantenga el consumo y que la demanda interna no se deprima, a nadie le importa si con estos subsidios la clase obrera pueda o no acceder a tratamientos (llegando a los 30.000$ si no se dispone de seguro) y medidas preventivas contra el virus. No olvidemos que EE es un país donde 27 millones de personas no disponen de seguro médico, el 80% de los seguros privados no se hacen cargo de la totalidad de los gastos y la sanidad pública está terriblemente mermada. La epidemia en estas condiciones va a suponer una expropiación de la clase obrera por parte de la sanidad privada o las muertes masivas dentro de la clase obrera. Mientras en New York, el epicentro de la enfermedad en EE. UU., utilizan camiones frigoríficos para acumular cadáveres ante un servicio sanitario saturado.
Todas las medidas como podemos ver están destinadas directa o indirectamente al rescate financiero, priorizando que se mantenga la liquidez, el crédito y el consumo interno. Sin embargo, si la economía está estancada, si las tasas de ganancias son paupérrimas, si el capital no encuentra forma de obtener rendimientos, los créditos y la flexibilidad fiscal que viene caracterizando no solo esta crisis, sino las últimas décadas, no van a redundar más que en sanear las cuentas de los bancos como hemos vivido tras la crisis del 2008 a costa de la clase trabajadora que pagará la crisis presionada por la enfermedad, la falta de organización, la exaltación del nacionalismo reaccionario y la militarización de la sociedad civil para asegurar la producción en condiciones de excepción. Aún con todo esto, EE. UU. aún no se ha hundido en una crisis económica completa, pero cuando lo haga la onda expansiva llegará al continente europeo como recrudecimiento de la crisis mundial.
Con respecto a la Unión Europea está atravesada por tensiones que no terminar de resolverse. Por una parte, tanto el BCE como los países del sur de Europa están de acuerdo en desarrollar rescates y permitir la flexibilidad en los techos de déficit y deuda a los países más afectados por la crisis sanitaria sin llegar a alcanzar los niveles de ayuda necesarias para solventar esta crisis. Por el momento se han suspendido las reglas de estabilidad presupuestaria al igual que sucedió en los primeros años de la crisis de 2008 desencadenando en la crisis de deuda soberana. Por otra parte, los países del núcleo norte de la UE, especialmente Alemania, Austria y Holanda están bloqueando las iniciativas con respecto al desarrollo de medidas de deuda conjunta a nivel europeo para financiar las ayudas. Como hemos dicho anteriormente, la salida de eurobonos supondría subir los tipos de interés de la deuda de estos países que actualmente se encuentra en números negativos. Entre estas tensiones la UE no está siendo capaz de responder abriéndose profundas fracturas en su seno.
Y es que las derivas nacionalistas en el marco de la UE no se han terminado con el Brexit, nuevamente se agudizan las tensiones entre el sur y el norte de la UE sobre las bases que deben definir el famoso proyecto europeo. La derecha europea presionada por la extrema derecha con cada vez más poder está habitando un terreno flexible entre el centrismo y el derechismo abierto que la ha exacerbado derivas reaccionarias especialmente en materia nacional y de migración junto con ideas de regreso a formas proteccionistas de la economía en detrimento de las estructuras supranacionales. Alemania por su parte está destinando un paquete de 500.000 millones para salvar su economía en forma de subsidios y créditos a las empresas, un presupuesto aún mayor que el destinado para frenar la crisis del 2008. Ha sido especialmente famoso que entre las medidas más polémicas tomadas por Alemania se encuentra desde el control unilateral de fronteras hasta acaparar material sanitario producido en China y destinado a su distribución por Europa. Alemania es uno de los puntos de entrada de estos recursos a Europa junto con Francia y ambos han dado órdenes de requisar este material y prohibiendo la distribución fuera de sus fronteras de la nueva producción que están llevando a cabo. La otra cara de la moneda la encontramos en las peticiones de la UE al Estado español de reabrir fronteras para permitir la exportación de productos agrícolas y no desabastecer al centro de Europa.
La gota que termina de colmar el vaso ha sido la última Cumbre Europea en la que Alemania y Holanda, grandes representantes del poder industrial y financiero europeo, han bloqueado los mecanismos de emisión de deuda europea en forma de coronabonos para financiar las medidas para detener la crisis. Como comentábamos más arriba, Alemania no pretende hacerse cargo de las deudas de otros Estados, no debemos olvidar que el fin de la UE es el desarrollo de instituciones económicas favorables al conglomerado financiero. La estrategia del Norte de Europa es que antes de cualquier rescate primero se deben gastar todos los cartuchos de financiación que posee actualmente la UE antes de aceptar medidas de rescate o de deuda conjunta. En estas mismas negociaciones tanto Alemania como Holanda han solicitado que los préstamos que se realicen para los Estados en crisis sean acompañados de un Memorándum de condiciones al igual que sucedió con el rescate griego de 2015 para asegurar que tras la crisis sanitaria la austeridad se ponga a funcionar a pleno rendimiento bajo la supervisión de la Troika. La Cumbre Europea ha dejado claro que Europa no perdona y que las líneas de crédito aprobadas además de ser insuficientes, irán acompañadas de condiciones fiscales y de reestructuración económica. El broche final lo ha puesto el presidente de Holanda, países cuya actividad económica principal es la de paraíso fiscal para la enorme mayoría de grandes monopolios europeos como Inditex, afirmando que el Estado español e Italia estarían saturando sus UCIs por prestar atención a ancianos con menos capacidad de resistir el virus. Saltan nuevamente todas las costuras que había rasgado la anterior crisis, ¿cómo puede un país en quiebra rescatarse a sí mismo? La respuesta por el momento es el sálvese quien pueda asumiendo los costes sociales y humanos que sean necesarios. Antes el euro que el pueblo.
El miedo al derrumbe económico y social que termine por reventar tanto la producción como la reproducción de la propia fuerza de trabajo, de los trabajadores, está recuperando un “keynesianismo de guerra” con grandes planes de inversión Estatal para reactivar la demanda agregada e incentivar la inversión de capital que lleva décadas paralizada, incapaz de obtener una rentabilidad suficiente. En el otro lado de la balanza ideológica encontramos la alternativa de la derecha radical al desplome del neoliberalismo, una nueva derecha de orden, más radical frente al caos económico y social, donde el Estado es un eje central de la economía. El ordoliberalismo alemán reconoce la función que ha de tener el Estado a la hora de crear un entorno favorable a la economía de mercado, manteniendo la estabilidad monetaria, la inflación baja, controlando el endeudamiento para controlar las sacudidas de los mercados, la austeridad en el gasto público acompañada de la presión a la baja en los costes laborales y modelo productivo industrial enfocado a las exportaciones; presupuestos que han dominado por completo la política económica europea hasta ahora. Los debates que se están dando en las Cumbres Europeas están mucho más relacionados con al modelo de acumulación que seguirá Europa en adelante que con la crisis del COVID-19.
Desde el gobierno del Estado español junto con otros países de la periferia de la UE, respaldados por el BCE y la Comisión Europea se busca sacar de la caja de herramientas contra la crisis un nuevo Plan Marshall europeo, financiado mediante eurobonos, incluyendo un fondo europeo para subsidios por desempleo y en el que se baraja la idea de una renta básica temporal o “renta de emergencia” como lo denominó el vicepresidente del BCE y exministro de economía Luis de Guindos, el mismo de Guindos que apoyó a la Troika frente a Grecia. Como vemos esta propuesta también supone la destrucción de ciertos presupuestos neoliberales como la idea del tope de déficit o la reconstrucción económica en base a la impresión de dinero y New Deals tras un periodo de destrucción masiva de valor. El Neokeynesianismo busca imprimir billetes y políticas redistributivas de la renta para mantener la demanda agregada y potenciar así la inversión productiva, especialmente en tecnología y renovación del sector energético. Sin embargo, el horizonte actual de estos planes se concibe más como un parche temporal para evitar la parte más crítica del derrumbe económico.
El temor que perciben todos estos países a la quiebra económica y social comienza a vislumbrarse ya en Italia donde empiezan a darse protestas contra las medidas de aislamiento sin ningún tipo de garantía social. Tras varias semanas de aislamiento la clase obrera, especialmente en el sur de Italia, comienza a estar ahogada sin ingresos y acumulando deudas. Los saqueos han comenzado a sucederse en varias localidades junto con enfrentamientos con la policía. “Recuperar lo que nos quitan” es una de las consignas bajo la cual se están organizando las expropiaciones de alimentos a las grandes superficies defendidas por los cuerpos policiales.
El propio alcalde de Herculano relata “tenemos un desempleo juvenil del 75 %, quien trabaja lo hace en muchísimos casos de forma precaria. Puede extenderse la usura, el tráfico de droga, los negocios de la camorra”. El miedo al fin de la cuarentena comienza a palparse en palabras del ministro del Sur, Giuseppe Provenzano “tengo miedo de que las preocupaciones que están atravesando largas franjas de la población por la salud, el sueldo y el futuro se transformen en rabia y odio si perdura la crisis”. También en Italia comienza a hablarse de “renta de ciudadanía” y nuevos subsidios por desempleo para resolver esta situación de extrema necesidad de capas de la clase obrera. La respuesta por el momento ha sido la distribución de cheques de compra por valor de 400 millones junto con el anticipo de 4.300 millones a los ayuntamientos para hacer frente a la situación y evitar que se enciendan las llamas de las rebeliones por el país.
En el Estado español estamos viviendo la política del palo y la zanahoria. La zanahoria chica de la que se está hablando fundamentalmente es la renta básica temporal durante el periodo de crisis sanitaria para intentar contener los peores efectos de la política de despidos masivos facilitados a las empresas vía ERTE exprés. El propio Engels advertía que “Las epidemias contagiosas en las ciudades asustan a la propia burguesía” y que por tanto en momentos que atentan a la reproducción social las clases dominantes puede realizar gasto social para asegurar que la maquinaria productiva pueda mantenerse en pie. Al final del día los capitalistas necesitan de obreros lo suficientemente sanos para mantener la producción sacrificando la distribución de rentas para conservar la esencia productiva. Este tipo de medidas tipo renta básica no es la primera vez que se plantean en momentos de crisis como las famosas leyes Speen ante una hambruna en Inglaterra o las Nuevas Leyes para Pobres del siglo XIX, la idea que subyacía detrás de estas leyes era que el Estado o la caridad compensasen parte del salario de la clase trabajadora en momentos de crisis (para un estudio más pormenorizado de la Renta Básica ver: http://www.iniciativacomunista.net/comunicados-y-convocatorias/1147-la-renta-basica-universal.)
Cabe decir que esta iniciativa de la Renta Básica no ha ido acompañada de una política general de condonación de deudas de consumo como alquileres o reducción en los consumos básicos. El gobierno parece más preocupado en sostener el estilo de vida rentista de los propietarios que a la clase trabajadora. El culmen del cinismo nos lo hemos encontrado estos mismos días en los que la producción innecesaria se ha detenido a cambio de que los trabajadores recuperen en el futuro las horas perdidas durante los días de cuarentena. Todas estas medidas en favor del mercado presionan al pueblo a la desesperación al igual que en Italia, de una semana para otra la mayor parte de la clase trabajadora se va a encontrar más endeudada y con más horas a la semana de trabajo que antes, mientras se mantiene todavía el riesgo de contraer el virus. ¿A quién quieren hacer creer que esta es una salida social de la crisis? ¿De verdad tenemos que creer que no nos están abandonando cuando las empresas son rescatadas mientras la clase obrera está contra la pared entre aislamiento, reducción de sus rentas y aumento general de sus deudas?
La detención de la producción imprescindible solo ha aumentado las tensiones entre la clase trabajadora deudora de horas de trabajo futuras y una oligarquía parásita que se niega a detener la producción prescindible por 2 semanas. Se vuelve a hacer patente que la cuarentena para la clase burguesa solo afecta al tiempo libre de la clase obrera, el tiempo productivo debe mantenerse al margen de cuarentenas. Los datos de Madrid son devastadores, el lunes ha caído el tránsito de personas en un 40% al cerrar la producción innecesaria, evidenciando que han sido los jefes, los empresarios los que verdaderamente hacían saltar las cuarentenas por los aires. Es la clase trabajadora la que es imprescindible, mientras que ellos solo nos lanzan al abismo, ellos siguen y seguirán a salvo en sus lujosas casas mientras el Estado les prepara el caldo gordo.
En las calles nos encontramos una situación de sitio policial y de actos represivos que no están teniendo ningún tipo de respuesta sino lo contrario, se está dotando de mayores poderes y mecanismos de control social a los cuerpos represivos. Ahora es el control vía teléfono móvil, muy acorde con la reforma del gobierno socialista de noviembre, que ya ahondaba las medidas de control social de la Ley Mordaza extendiéndola al control de internet en aparatos móviles para “preservar el orden público”. No veremos que se reprima a los ejecutivos que estaban lanzando a las calles, aglomerados en el transporte público, a miles de personas para mantener una producción superflua en condiciones sanitarias deplorables. Y es que durante estas semanas hemos vivido más represión en forma de detenciones, multas y agresiones que en Italia llevando menos semanas de aislamiento. Nuestros cuerpos represivos herederos del franquismo muestran su verdadera naturaleza especialmente en los momentos de mayor crisis. En este marco de militarización de la sociedad y la producción empieza a asomar la patita de una izquierda gatoparda, una izquierda de orden que aplaude la centralización (que está fracasando en la práctica en la distribución del material sanitario existente) y militarización social, la izquierda de los balcones indiscretos. Esta misma izquierda allana el camino al avance de la derecha radical que ya está en el poder en tantos países de Occidente bajo un clima de guerra en el que se antepone el orgullo y valor nacional por encima de la chusma estridente que se queja y pone en riesgo a la nación. El pueblo está guardando con responsabilidad las cuarentenas, pero si no hay salida a esta crisis la paz social que imponen los cuerpos represivos en las calles no se mantendrá eternamente. Entonces veremos si estos militares que hasta ahora solo rinden cuentas, terminan asumiendo otras funciones especiales debido a la situación de excepción que vivimos.
Conclusiones
Como hemos relatado a lo largo del artículo nos encontramos ante una crisis de acumulación que está haciendo reventar varios de los supuestos esenciales del neoliberalismo y que parece vislumbrarse nuevas salidas capitalistas al neoliberalismo. Por el momento todos los rescaten apuntan a proteger el sector financiero y mantener su liquidez y solvencia, pero cuando la crisis termine por estallar y un mar de deuda inunde los mercados internacionales se tendrá que tomar una decisión sobre el futuro del sistema capitalista. ¿Volveremos a una vuelta de tuerca de la austeridad? ¿Todo antes que dejar caer las monedas internacionales? El capital financiero ya está poniendo sus ojos asesinos sobre los mercados quebrados, especialmente el mercado español. Tras la anterior crisis ganaron fuertes posiciones en el Ibex, ahora se abren nuevas oportunidades para terminar de apropiarse de los grandes monopolios españoles. ¿Ganará aún más posiciones el capital francoalemán en una Europa devastada por la crisis o se extenderá la prohibición de compra de empresas desde capital extranjero al marco europeo? Y aún más importante está la redefinición de los equilibrios geopolíticos, ¿asistimos definitivamente a la caída de EE. UU. en favor de China? ¿La amenaza de austeridad puede terminar de fracturar Europa en base a una Europa mediterránea neokeynesiana o el poder del norte de Europa revalidará su poder hegemónico?
La pregunta más importante que se plantea la clase obrera hoy día es ¿a qué normalidad volvemos y cómo? ¿Quién se hará cargo de las deudas y los rescates a las empresas? No debemos olvidar que “cada nueva mentira del capitalismo es una confesión de las mentiras precedentes” y todas las medidas que se están tomando hoy demuestran que la crisis del 2008 pudo ser afrontada de otra forma.
Nuevamente nos jugamos qué clase va a asumir los costes de salir de esta crisis. La conclusión inmediata sigue siendo que la gente debe organizarse ya mismo en su entorno más inmediato, la huelga de alquiler es la primera batalla de una larga guerra contra la oligarquía. La crisis está redefiniendo las prioridades sociales en tiempos de crisis, qué es esencial, qué trampas han utilizado en la anterior crisis para precarizarnos y llevarnos a la desesperación. La oligarquía siempre buscará que hipotequemos nuestro futuro, que incluso bajo una vida de miseria paguemos nuestras deudas y las suyas, que trabajemos hasta que no nos podamos sostener o que el paro nos consuma. Ya basta, que la crisis la paguen los ricos. La clase obrera necesita de una sociedad en la que todos podamos tener acceso a un trabajo digno para producir lo esencial y necesario para la vida digna, hacernos dueños de la producción y de la distribución de los frutos de nuestro trabajo. Una sociedad más libre y justa donde el trabajo de cuidados sea reconocido y valorado como ahora está siendo, donde el valor que tienes en la sociedad no provenga de tus ingresos sino del granito de arena que aportas a ella desde cualquier frente. En definitiva, donde la vida digna dirija todos los aspectos de la sociedad, el comunismo.