La influencia del patriarcado en el entorno laboral se manifiesta de muchas formas; una de las más presentes entre los sectores sindicales es la desigualdad de salarios entre hombres y mujeres y también la poca capacidad de conciliar vida personal y familiar. Son efectivamente batallas importantes dentro del movimiento obrero, a las que se suma un común que sobre todo recae entre las trabajadoras de sectores que más sufren la explotación laboral: el acoso sexual. Este tipo de violencia es habitual, por ejemplo, en el sector servicios dentro de los cuales se encuadran comercio y hostelería y en el sector de la limpieza ya sea el de las Kellys o las trabajadoras domésticas. Pero también ocurre en otros sectores donde se visibiliza menos habitualmente.
En una sociedad en la que realmente se den pasos importantes en los avances de los derechos de las mujeres obreras, y no tanto en “techos de cristal” para que se siga explotando y reprimiendo a la clase obrera, se debería de perseguir de manera muy contundente el acoso sexual y la hipersexualización del cuerpo de las mujeres. Y para ello debería de ser una cuestión prioritaria dentro de las centrales sindicales de clase, tratándose de una cuestión de salud laboral y de verdadera necesidad para hacer avanzar a la clase obrera hacia una sociedad donde no exista ningún tipo de explotación, ni de clase ni de género.
La hipersexualización de nuestros cuerpos, ese fantasma que recorre centros de trabajo, que se concreta en la cosificación de muchas trabajadoras a las que compañeros, clientes o superiores, dedican piropos, les dicen lo buenas que están y se ofrecen a acostarse con ellas mientras están trabajando, les piden que sean más complacientes cuando se las acosa, o hacen comentarios sobre su vida sexual… Todas esas actitudes son el modo de baja intensidad de agresiones mucho más insoportables, como el caso en el que cientos de hombres de la clase obrera viralizan un video de una de sus compañeras y, a pesar de la denuncia que hicieron a la empresa, nadie hizo nada.
Mientras exista el acoso sexual que sufrimos las mujeres en nuestra ya precaria situación laboral, no va a existir opción alguna de victoria para la clase obrera. Mientras las agresiones hacia las mujeres sigan dividiéndonos como clase, no habrá ni unidad, ni avance, ni salidas válidas para el conjunto de nuestra clase, que solo podrá contar con la mitad de sus fuerzas. No podemos hacer depender nuestro éxito de que algunas seamos capaces de hacer esfuerzos titánicos con dobles y triples jornadas.
Es fundamental reivindicar la salud y la dignidad de las mujeres en el entorno laboral, con todos los derechos que nos hacen personas. Y esto solo es posible mediante la organización de las trabajadoras, desde los centros de trabajo pequeños o grandes: hostelería, comercio, fábricas y distribuidoras, agricultura… hasta las más más precarizadas con trabajos inestables que nos encontramos en los barrios donde vivimos hacinadas.
Que no nos la jueguen, la organización de clase es fundamental y sin las mujeres organizadas en organizaciones que defiendan nuestros intereses, es a todas luces imposible batallar contra la violencia machista, ni dentro ni fuera del entorno laboral, ni se va a poder llevar a cabo ningún mínimo avance importante dentro del movimiento obrero. Todo serán concesiones disfrazadas de avance.
A muchos sectores del movimiento obrero les gustaría que el feminismo tuviera un análisis más de clase, pero la realidad es que para que eso pueda pasar, también quienes trabajamos por el avance de nuestra clase debemos esforzarnos en conseguir espacios de lucha donde las mujeres seamos sujetos en igualdad de condiciones que nuestros compañeros. Sólo con la organización de las mujeres obreras se dará ese vínculo y lucha concreta.
¡Ni una obrera más acosada ni asesinada!