Dejen paso a los monstruos del interimperialismo: sobre el chovinismo europeo y la escalada belicista

2025-05-03T19:59:12+02:003 de mayo, 2025|Actualidad|
dejen paso a los monstruos del interimperialismo

La coyuntura presente del imperialismo occidental está marcada por el reciente salto de disensiones entre los Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión Europea (UE). Si bien este desencuentro no es un fenómeno completamente nuevo, hasta entonces los conflictos entre ambas potencias se venían materializando en discusiones más o menos efectivas sobre el gasto destinado a la OTAN o sobre la política diplomática con según que socios. Sin embargo, la guerra en Ucrania y la paralela guerra comercial de EE.UU. con el resto del mundo han supuesto un salto cualitativo cuyos efectos políticos aún están por mostrarse con claridad.

En esta guerra comercial, vemos como EE. UU. ha impuesto aranceles básicos del 20% al conjunto de los países de la UE. Aranceles básicos a los que habría que sumarles los llamados aranceles sectoriales, aquellos que afectan a una rama industrial en específico: hablamos del 25% para la industria de la automoción o del 25% para la industria del acero y el aluminio. Con esto, EE. UU. parece esperar una “liberación” económica que le permita controlar con más capacidad la dirección y el destino de las cadenas mundiales de producción, buscando, a priori, salvaguardar los altos estándares de consumo de su población. De conseguirse, algo que aún está por ver, al proteccionismo trumpista devendría el efecto secundario de atar a ciertos sectores acomodados del proletariado nacional a los efectos económicos de la guerra comercial y la beligerancia imperialista.

En medio de esta coyuntura, la Guerra en Ucrania parece estar sirviendo de escenario de confrontación de los distintos intereses imperialistas del bloque atlantista. Por un lado, EE. UU. se muestra interesado en la paz, esto es, interesado en el control directo de los recursos minerales del país ucraniano. Por otro lado, tenemos a una Europa más belicista, interesada en un desgaste a largo plazo de Rusia, y en una posible anexión económica y política de la Ucrania de posguerra a la Unión. Dentro de Europa, sin embargo, nos encontramos, a su vez, discrepancias: por un lado, un bloque decididamente intervencionista, con Reino Unido y Francia a la cabeza y, por otro lado, un bloque liderado por Alemania y España que decide dejar los apoyos a Zelensky en meros gestos políticos y favores comerciales. Estás discrepancias muestran, también, la posible debilidad futura de un proyecto europeísta.

De cualquier modo, las discusiones en torno al futuro en Ucrania han dejado entrever desacuerdos estratégicos entre EE. UU. y la UE que han obligado a los lideres europeos a enfrentarse, de manera más o menos seria, al reto de la independencia militar y estratégica. Un reto para el que, a todas luces, Europa no está preparada. Recordemos, a este respecto, que más del 60% del material armamentístico de los países europeos es importado directamente desde EE. UU.

Esta dependencia armamentística se convierte, por tanto, en el primer freno de la independencia estratégica y militar que en este momento tanto parece ansiar la UE. Así, y no por casualidad, la UE anunció a principios de marzo el llamado Plan Rearm Europe, un plan escalado de rearme de la Unión que contempla, entre otras cosas, el aumento del gasto en defensa nacional por valor de 1,5% del PIB (que será superado en el caso del Estado español) y la creación de un fondo de préstamo comunitario destinado a rearmar a los países miembros de la UE.

En palabras de la propia Von Der Layen, apoyada tanto por el PP, como por el PSOE y el PNV, el objetivo de este plan es crear una Europa segura y resiliente. En suma, el plan de la UE es situar la capacidad estratégica de la Unión al margen de la OTAN, creando una independencia relativa en lo que es “un paso al frente” de Europa con respecto a la alianza atlántica.

Las voces del cretinismo parlamentario.

En España, este plan se ha materializado en discusiones entorno al aumento del gasto militar. Un aumento que, recordemos, no es una novedad. En la última década el gasto en defensa ha aumentado en un 107%. Así, durante el gobierno del PSOE y Unidas Podemos el gasto en defensa aumento de 1,45% del PIB al 1,85%. De igual forma, desde la llegada de Sumar al Gobierno el aumento ha sido de un +0,14%.

Así, más allá de discursos edulcorados de prime time, la realidad es que todos los grupos de izquierdas del parlamento han sido participes activos del progresivo aumento del gasto en defensa. Y ello, ciertamente, no nos podría pillar por sorpresa. Alineado con los intereses belicistas de la UE, el programa electoral de Sumar para las europeas de 2024 nos recuerda que defendieron desde el primer momento el derecho a la “legítima defensa” del pueblo ucraniano, el envío de ayuda militar y financiera para hacer posible una negociación equilibrada y la obligación de Europa de apoyarlo frente a la agresión ilegítima e ilegal de Putin.

Si bien estos hechos hacen referencia a una coyuntura ya pasada en la que Trump aun no parecía haber desatado la discordia, nada nos hace sospechar que nuestros referentes progresistas no vayan a cerrar filas con la Europa belicista de Von der Layen. Veamos, por ejemplo, como Más Madrid, fuerza integrante de Sumar, ante el Plan Reaerm Europe afirma en su texto 10 tesis sobre la situación internacional y la Unión Europea que “Europa se ve amenazada por la triple alianza reaccionaria”, que “Europa no puede seguir bajo el paraguas del Atlantismo” y que “Europa tiene que avanzar hacia una autonomía estratégica [que replantee su] política de defensa avanzando hacia un espacio europeo de seguridad bajo control democrático, coordinando las capacidades existentes y haciéndolas independientes”.

Estas declaraciones nos dejan ver el nacimiento de una tendencia que, de consolidarse, nos debe llamar a la confrontación ideológica. Hablamos de un espíritu de chovinismo europeo de carácter progresista que, ante los intereses de parte del capital norteamericano, encarnados en la figura de Trump, trata de cerrar filas con una Europa idealizada, una Europa que sería, según los chovinistas, el único oasis de libertad en el desierto de la reacción.

De esta manera el sector más “radical” de la izquierda reformista, ya sin miedo a mostrar lo que antaño se esforzaba por esconder, comienza a hacer evidentes sus guiños y miradas de cariño a la Unión, como si esta bella Europa se configurase como un ariete contra la reacción. Tanto Sumar como Podemos plantean el conjunto de su estrategia política en el contexto de la Unión, garantizando la anexión a este organismo. Es decir, si bien hablan, con la boca chica, de salir de la OTAN, no dicen nada respecto de la UE, más bien cierran filas con ella, o en ella.

Y este es el primer paso necesario para forjar un chovinismo y un defensismo de carácter europeísta. En tanto que la Unión no se impugna como lo que es, una organización de los intereses de ciertos capitales europeos, las políticas de la izquierda parlamentaria quedan sujetas a estos intereses. Unos intereses que en plena guerra estratégica y comercial con EE. UU. tienen el efecto ideológico de hegemonizar un chovinismo que sea capaz de alinear a los pueblos europeos con los intereses belicistas de sus burguesías gobernantes. La creación de una identidad europea levantada sobre los marcos ideológicos de la UE solo responde a los intereses del capital financiero. La idea de una Europa amenazada por la reacción solo refuerza los efectos de este discurso.

Así pues, nos encontramos con que, según la pregunta tercera del último barómetro del CIS, un 75 % de los españoles cree que la Unión Europea debería aumentar su capacidad de defensa. Este porcentaje se dispara al 78% en los votantes del PSOE y se sitúa en el 58% en los de Sumar. Más abajo se sitúan los votantes de Podemos con un 33%.  Si cribamos los datos por psicología de clase observamos que solo un 22% de los encuestados que se autoperciben como proletarios estarían a favor del rearme. Aquellos que se definen como clase obrera se sitúan en el 68%. Los que se definen como clase alta se sitúan en el 85%.

Vemos pues, como la asunción, más o menos consciente, de un discurso de clase, entra en correlación negativa con un discurso de carácter defensista y europeísta. Sin embargo, la falta de referencialidad y hegemonía de este discurso nos debe alertar ante los efectos políticos e ideológicos de la convergencia entre las necesidades y aspiraciones de parte del proletariado occidental y los efectos del proyecto imperialista.

Como comunistas debemos tener claro que este proyecto imperialista atenta, pese a los chantajes económicos y políticos, contra los intereses de clase del proletariado occidental; qué los efectos del imperialismo en el centro imperialista no son más que pan para hoy y hambre y guerra para mañana.

Así, la convergencia entre las necesidades y aspiraciones de gran parte del proletariado occidental y los efectos del imperialismo marca un reto histórico para la acción de los comunistas que desarrollan su actividad desde el centro imperialista. Debemos ser capaces de sobreponer la lucha por el socialismo a un chovinismo europeo y nacional que, sostenido por la explotación internacional del proletariado, ofrece cómodos estándares de vida entre amplios sectores de nuestra clase.

Sin este esfuerzo ideológico y político que se nos exige a los comunistas, la clase obrera está rendida ante el chovinismo europeísta de la socialdemocracia. Un chovinismo que, por lo demás, no es exclusivo de la socialdemocracia parlamentaria, sino que, también, anida en los más hondo del sindicalismo reformista. Y es que, ante la guerra comercial y la escalada belicista, el reformismo sindical de CCOO y UGT no puede, siguiendo a sus referentes políticos, más que exigir una “respuesta firme y coordinada de la Unión Europea”; no puede más que exigir una “Europa social contra la barbarie externa e interna”.

Frente a su chovinismo: ¡trabajadores del mundo, uníos!

Ante el discurso del rearme y el chovinismo europeo nuestras tareas deben basarse en el internacionalismo y en la idea de que ante su guerra sólo existe una guerra justa: aquella contra la burguesía, aquella que garantiza definitivamente la paz y la emancipación.

Ante el europeísmo de quienes nos gobiernan, y ante sus aparatos sindicales, debemos saber mostrar como la UE no es un oasis de libertad, sino que es aquel organismo del que emanan gran parte de las políticas que perpetúan el trabajo asalariado y que quiebran la solidaridad internacional de nuestra clase. Debemos mostrar que nuestra vida está determinada por el hecho de ser trabajadores, y que este estigma pesa más que el hecho de ser europeo o de una nación u otra.

Debemos poner sobre la mesa la salida de la UE y la hermandad de la clase obrera de todo el mundo. No queremos la unidad de nuestros gobernantes y nuestros explotadores, no queremos que esa unidad se forje con el objetivo de perfeccionar su explotación. Los trabajadores de toda Europa, y de todo el mundo, debemos de unirnos con independencia y solidaridad en contra de los intereses de quienes nos explotan. Debemos ajustar cuentas con nuestros gobernantes y romper con la base económica y las armas políticas que usan para separarnos.

Y esto no es solo un decir, sino que la alternativa que nos ofrecen parece cada vez más oscura y bárbara. Pues el rearme ¿qué no es sino la antesala de la guerra? ¿Vamos a ir a morir por Europa?

Esto es lo que intentan reaccionarios y progresistas, atarnos a la idea de Europa, de un proyecto europeo por el que merezca la pena morir. Pero estos discursos de ideas y proyectos solo son cantos de sirena para que desfilemos firmes al matadero que les da de comer.

Sin embargo, no asumamos la derrota, el futuro no está escrito. Para no morir, y para salir de la miseria, los trabajadores debemos enfrentarnos a la burguesía y a sus engaños. Debemos tener altura de miras, no caer en el odio nacional, en las engañifas de los empresarios y capitalistas. Debemos saber que si ellos ganan nosotros perdemos. Que nuestra victoria solo pasa por su derrota. Que nuestros intereses históricos nada tienen que ver con Europa ni con su guerra.

Ahora, camaradas, para ganar a la burguesía no basta con el pacifismo abstracto, ni con la crítica discursiva. Los trabajadores debemos organizarnos de forma profesional, consciente e internacional, defendiendo la independencia de nuestro proyecto político antes sus farsas y chantajes.

Debemos ir paso a paso con la mirada puesta en construir las herramientas que garanticen nuestra victoria. Debemos pasar de la dispersión a la unidad, de la unidad a la organización, de la organización al Partido. Paso a paso, firmes, en la construcción de una senda fuerte hacia el comunismo, hacia la paz, hacia la derrota definitiva de los empresarios, de sus guerras y su miseria.

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