El 23-J nos enfrentamos a unas nuevas elecciones. Unas elecciones en las que la socialdemocracia alternativa abandona toda pretensión radical y acepta dócilmente su papel como muleta del PSOE.
Ante la perspectiva de una victoria del bloque reaccionario, toda la campaña de la izquierda reformista gira en torno a movilizar el «voto del miedo» frente a la llegada de la extrema derecha. Pero debemos preguntarnos lo siguiente: ¿Acaso podemos confiar en el reformismo para luchar contra los reaccionarios? ¿Acaso no son las promesas incumplidas del reformismo las que han permitido el ascenso de los reaccionarios? Y más importante aún: ¿No defienden los reformistas y los reaccionarios el mismo sistema capitalista de explotación?
La política parlamentaria de la última década ha sido la historia del ascenso y caída de toda una generación de reformistas que llegaron a lo alto de la política surfeando la ola de movilizaciones del 15M y las luchas anti-austeridad, pero que, una vez en el Gobierno, han probado ser incapaces de satisfacer las esperanzas populares que ellos mismos despertaron. Y es que no se trata de si el reformismo tiene o no una voluntad real de cambiar las cosas. Se trata de que, en el marco de un Estado burgués, no hay espacio para gobernar para otra clase que no sea la burguesa. O en palabras del propio Pablo Iglesias, “nos dimos cuenta de que estar en el Gobierno no es estar en el poder”.
El reformismo, como parte integrante del orden burgués, denuncia el aspecto moral de la explotación, la opresión y la desigualdad, pero a su vez esconde su origen real, que no es otro que la sociedad clasista, ordenada bajo la lógica brutal de la extracción de plusvalía. De esta manera, la reforma reemplaza a la revolución y la soberanía política de la clase obrera es suplantada por la subordinación a la política burguesa.
Para luchar contra nuestros enemigos debemos dotarnos de las herramientas adecuadas. Y eso significa que necesitamos organizarnos con una política independiente, al margen de la lógica de los partidos reformistas y de su circo parlamentario. En definitiva, necesitamos recuperar la soberanía de nuestra clase.
Por eso, antes estas elecciones, desde Iniciativa Comunista decimos alto y claro:
¡No necesitamos a ningún partido del Parlamento!
¡Necesitamos un Partido para la Revolución!