Una crisis médica tiene impacto en la economía de forma temporal, si solo fuera éste el problema, tras las cuarentenas la actividad económica debería recuperarse. La realidad es que esta crisis está agudizando las contradicciones del modo de acumulación capitalista. El actual ciclo económico post-crisis del 2008 se sostuvo sobre el endeudamiento y bajos tipos de interés, fomentando una política expansiva en activos financieros creando burbujas sobre deuda. Es por eso que hoy la relación entre PIB mundial y deuda es mayor que en 2008. La dependencia del imperialismo de los flujos de capital procedentes de las cadenas globales del valor agrava aún más la situación ante los cierres de la producción en China. Durante estas semanas se están produciendo fugas de capitales que afectan a todo el mundo, claro ejemplo es el hundimiento de las bolsas en América Latina. Inestabilidad en los mercados bursátiles, acumulación de deuda, políticas financieras expansivas, quiebras en las cadenas productivas y hundimiento de la demanda son los ingredientes perfectos para una tormenta.
La inestabilidad de la bolsa se ha vuelto a ver este lunes en una caída de todas las bolsas mundiales tras semanas de caídas continuadas. Los inversores están vendiendo sus activos financieros para obtener liquidez y comprar bonos de países estables. Hasta el precio de los metales preciosos se está desplomando ante la búsqueda de liquidez. Estos son rasgos característicos de las crisis financieras en las que como decía Marx se produce una “brusca conversión del sistema crediticio en sistema monetario”; es decir, todo el mundo busca convertir su capital prestable (títulos de deuda, acciones, etc) en dinero para asegurar su propia liquidez, ya sea comprando títulos más seguros (deuda de países solventes) o para hacer frente a sus propias deudas. De ahí que el BCE esté llevando a cabo medidas para asegurar la liquidez de empresas y bancos y saneando sus cuentas para asegurar su solvencia al igual que hicieron en la anterior crisis.
Otro reflejo del pánico financiero es el aumento de las primas de riesgo de la deuda de los países mediterráneos como el Estado español, Italia o Grecia. En el caso de la deuda española, la prima de riesgo ha aumentado un 20% el lunes alcanzando máximos de toda la década. La limitación de la especulación a corto plazo fijada la semana pasada no está frenando el derrumbe de las bolsas de Italia y del Estado español. A todo esto el jueves Christine Lagarde, ha echado más leña al fuego anunciando que no es responsabilidad del BCE contener las primas de riesgo. Si los Estados terminan asumiendo las pérdidas de las empresas y de la banca se puede llegar nuevamente a una crisis de deuda soberana.
Esta medida del BCE es consonante con la política general que está llevando la UE encabezada por Alemania dando la espalda a los países más afectados por el virus. Las prioridades del BCE quedaron claras cuando anunciaron el gasto de 120 mil millones de euros en la compra de activos financieros hasta final de año. Por ejemplo ha estado inyectando dinero a Telefónica o Repsol y comprando títulos de deuda española de la que querían deshacerse a los bancos. El BCE nuevamente rescatará a los bancos y al sector financiero dejando que los países más afectados de Europa se hundan. En el caso de los bancos españoles el BCE les permite actuar con dinero crediticio reduciendo el nivel de solvencia mínimo, dándoles margen para usar unos 60.000 millones extra, cifras equivalentes a un rescate. El BCE no pretende financiar a los gobiernos de la UE para que afronten la crisis sanitaria, el BCE pretende financiar al capital para evitar que los bancos pierdan solvencia.
Alemania por su lado está llevando una política de aislamiento sostenida a costa del resto de Europa, acaparando material sanitario, impidiendo la exportación de equipos médicos y cerrando fronteras unilateralmente. Su propuesta ante esta crisis vuelve a ser la austeridad enfrentándose a los planes de Francia e Italia de reclamar inyecciones de gasto para evitar los peores daños de la crisis del coronavirus. La prioridad de Alemania sigue siendo la fortaleza económica de la zona euro por encima de todo, lo que está levantando serias fracturas entre los Estados de la UE unidas a un marco de fragmentación de la misma iniciado por el BREXIT. Las reminiscencias del anterior periodo de crisis son evidentes.
Aunque la nueva austeridad es distinta a la vivida en el 2008. La nueva austeridad requiere de algo más de flexibilidad en el déficit, permitiendo la inyección de capital y exenciones fiscales a las empresas; para la clase obrera por su lado, modernas leyes frumentarias, los subsidios mínimos para mantener a una clase trabajadora en aislamiento y que no tiene forma de subsistir. El gobierno ha aprobado un paquete de medidas económicas equivalentes al 20% del PIB, lo que no se nos ha dicho con tanto orgullo ha sido que la práctica totalidad de esta inversión se destinará a asegurar la liquidez de las empresas en forma de avales para préstamos bancarios, una banca que como hemos dicho con anterioridad está siendo saneada por el BCE y que tiene más flexibilidad de actuación aún. Se busca que los bancos no atesoren sus reservas y corten el flujo de crédito que paralice aún más la actividad económica. La archifamosa ministra Calviño, la ministra baluarte de la austeridad alemana en el Estado español, criticaba ya hace unos días que una medida de este tipo supondría de facto un rescate a la banca, ya que es el Estado el que asume todos los riesgos en estas operaciones, ni los bancos ni los empresarios. Este es el grueso de las medidas económicas, casi un 20% del PIB en avales bancarios y menos de un 2% del PIB en inversión directa para resolver esta crisis. Estamos lejos de medidas como la prohibición de despidos económicos como en Italia durante los próximos 2 meses.
Otra de las medidas más relevantes que ha promulgado el gobierno ha sido el bloqueo de OPAs contra monopolios españoles devaluados por las caídas de la bolsa. La respuesta del IBEX no se ha hecho esperar y tras registrar pérdidas de hasta el 21% de su valor registrando el pasado jueves la mayor caída de su historia, hoy ha vivido la mayor subida desde el 2008 con un 6,4%. No debemos pensar que la intervención del Estado en el mercado es un accidente o una anormalidad en el curso normal del mercado. La realidad es que en el proceso de financiarización de la economía desde los años 70, el Estado ha tenido un papel determinante en el control de la economía mediante los Bancos Centrales, la fijación de tipos de interés, rescates continuados a las entidades financieras. El nuevo orden capitalista no es ajeno al Estado sino todo lo contrario, el Estado es determinante para el buen funcionamiento del sector financiero.
En el ámbito de las medidas sociales, la más aireada ha sido la moratoria en el pago de hipotecas como la cima de las medidas populares asumibles por el “gobierno más progresista”. En un país en el que la clase obrera más honda invierten casi la mitad de sus ingresos en alquileres y que viene viviendo una burbuja del alquiler esta medida está claramente enfocada hacia una pequeña burguesía propietaria y endeudada. La ministra Calviño ya dejó claro hace meses que no está en sus planes el control del mercado del alquiler, la ruina de la clase obrera para asegurar la riqueza de los fondos buitre. Los inquilinos pagarán las hipotecas a los pequeños propietarios. La clase trabajadora no solo no tendrá moratorias en el alquiler sino que terminará accediendo solo al 70% de su salario por culpa de los odiosos ERTEs.
Se dice con orgullo que se ha conseguido que las energéticas no corten los suministros fundamentales ante los primeros impagos de “colectivos vulnerables” cuando esto era una ilegalidad desde el principio o que se hayan detenido los desahucios (detenidos en primera instancia para no contagiar a los picapleitos encargados de ejecutalos). Se pone en evidencia que nos han llamado al toque de queda sin ningún tipo de garantía real para la clase trabajadora, se asume que la clase trabajadora sufrirá y empeorará sus condiciones de vida, pero seguirá pudiendo ir a trabajar. El gobierno progresista hará gala de ahondar en la contradicción ya tan famosa de nuestros tiempos, la existencia de trabajadores pobres que no alcanzan a subsistir.
Nadie sabe mejor que la clase obrera lo mucho que nos jugamos contra el coronavirus, es la clase obrera la que más sacrificios está asumiendo para detener a esta amenaza. Es la clase obrera quien está abandonada en sus puestos doblando turnos para sacar adelante esta situación. No son los capitalistas, no son los ejecutivos, no son los empresarios los que están en primera linea confrontando los problemas reales que está generando esta situación. La clase obrera necesita que se pongan en sus manos todos los medios disponibles para hacer frente al virus, para poder proteger la salud de nuestros mayores, para asegurar que los hospitales se desbloqueen lo antes posible y se pueda continuar atendiendo al resto de enfermos, para abastecer adecuadamente a la población en función de sus necesidades.
Sin embargo estos días escucharemos el discurso desde todos los voceros del gobierno que la clase obrera no hace suficiente y que es la clase obrera la que tiene que asumir aún más sacrificios, que una crisis económica solo empeoraría esta situación y que primero debemos atender a las empresas.
La clase obrera siempre paga la factura, siempre actúa siendo la más responsable y siempre tiene que esperar para encontrar un futuro mejor mientras los capitalistas nos roban nuestro futuro en su favor. Sus ganancias son privadas pero no dudan en socializar sus pérdidas. Debemos estar alerta porque esto acaba de empezar y lo peor está por llegar, por el momento el Estado tiene recursos para financiar los rescates encubiertos a las empresas, pero ¿qué pasará en unos meses? ¿Qué pasará cuando el Estado ya no pueda seguir asumiendo las pérdidas empresariales y vuelva la austeridad a pleno rendimiento para contener la deuda soberana? Mientras a la clase de los propietarios se los ponen todas las facilidades para afrontar sus deudas y pérdidas económicas, ¿quién protege a la clase trabajadora ante sus pérdidas?
No podemos quedarnos en shock, tenemos que organizarnos y resistir porque la lucha solo acaba de empezar, y se abre una guerra por ver quién asumirá las consecuencias de esta crisis sanitaria, de esta crisis económica, de esta crisis social y de esta crisis política.
No podemos permitir que sea otra vez la clase obrera la que pague, que sea la clase obrera la que sienta los recortes para poder salir de esta crisis mientras la oligarquía de este país se llena los bolsillos. Que la crisis la paguen los ricos. Para ellos nunca es el momento apropiado para que la clase obrera tenga un porvenir. Nosotros sostenemos el mundo y los ricos nos meten la mano en los bolsillos. Esta crisis ha puesto en evidencia que los empresarios son unos parásitos que se aprovechan de nuestras desgracias, que hasta cuando la economía se para, la clase obrera sigue siendo el pilar de la humanidad, porque es la clase obrera la que cuida de la humanidad, cajeras, limpiadoras, cuidadoras de ancianos, cuidado de niños y tantos y tantos oficios que son los que aseguran nuestra vida, ¿quién salva a los que nos salvan?
No nos quieren acostumbrados a que las vidas de los obreros tengan valor por sí mismas, nos dejan claro que solo intervendrán lo justo y suficiente como para mantenernos vivos como apéndices orgánicos de la maquinaria económica. No quieren que en esta crisis se vislumbre ni un solo resquicio de debilidad del capital y que ponga en valor la vida y el bienestar de la clase trabajadora. Nos quieren dóciles, no quieren bajo ningún concepto que la clase obrera sienta que su vida es valiosa, que debe ser protegida, que la producción debe actuar en función de las necesidades de la mayoría, las necesidades de los obreros y obreras del mundo. Y aquí está la real dicotomia de esta situación, es la clase obrera la que trabaja, es la clase obrera cuida, es la clase obrera la que sana, es la clase obrera que sostiene el mundo y sin embargo, a quienes se salvan es a los propietarios, a los propietarios que especulan con nuestros alquileres o a los empresarios que nos arrojan a la producción a costa de nuestra salud o nos arrebatan parte de nuestro salario mediante ERTEs.
Necesitamos un sistema que asegure la vida digna de la población, no es suficiente un sistema público que esté encadenado al yugo de un modo de producción dispuesto a desmantelarlo a las primeras de cambio. Los aplausos al personal sanitario son reflejo del orgullo frente a una sanidad privada que mira a otro lado, frente a los jefes que abandonan los trabajadores a su suerte o frente a una policía encargada de asegurar la dictadura del trabajo asalariado incluso bajo cuarentena. La clase obrera que actúa en primera línea para luchar contra el virus está clarificando cuáles son realmente las prioridades que debe tener en mente una sociedad. Necesitamos ser conscientes de estas necesidades para que jamás y nunca un politicastro vuelva a traficar con nuestra vida, con nuestra salud, con nuestros hogares o con nuestros empleas.
Necesitamos de una sociedad que lucha por el bien común y por las necesidades reales de la población, que nos asegure un porvenir digno en un mundo en el que merezca la pena vivir.
Necesitamos del socialismo.