«El proletariado puede liberarse a sí mismo. Pero no puede él liberarse sin suprimir sus propias condiciones de existencia. No puede suprimir sus propias condiciones de existencia sin suprimir todas las condiciones de existencia inhumanas de la sociedad actual que se condensan en su situación. […] No se trata de saber lo que tal o cual proletario, o aún el proletariado íntegro, se propone momentáneamente como fin. Se trata de saber lo que el proletariado es y lo que debe históricamente hacer de acuerdo a su ser.»
Karl Marx, La Sagrada Familia
Los llamamientos a construir el Partido Comunista están de más actualidad que nunca. Cada vez son más las corrientes que dentro del Movimiento Comunista del Estado español (MCEe) hablan de la necesidad de reconstituir (o reconstruir) el Partido. No obstante, detrás de un vocabulario en apariencia similar se esconden profundas diferencias en torno al tipo de Partido que se aspira a construir, así como del proceso a seguir.
Desde su IV Congreso en 2014, en Iniciativa Comunista asumimos la reconstitución del Partido Comunista como nuestro objetivo estratégico fundamental. Y, sin embargo, no siempre hemos dedicado los suficientes esfuerzos a explicar en detalle a qué nos referimos con esto. Es por ello que, aprovechando los debates que ya se están dando entre una parte del MCEe, quiero dedicar estas líneas a exponer de manera concisa ciertos apuntes en torno a cómo entendemos la reconstitución del Partido Comunista.
Partido de Masas o Partido de Vanguardia
El Partido no es ni puede ser un fin en sí mismo. El Partido es una herramienta en manos del proletariado para avanzar hacia la Revolución. Por tanto, las formas organizativas que adopte el Partido deben ser aquellas que permitan avanzar con paso más firme hacia sus objetivos. Uno de los debates más antiguos dentro de la historia del movimiento comunista gira precisamente en torno a si deben formarse grandes partidos que agrupen a amplios sectores de la clase obrera, o si por el contrario deben crearse partidos que agrupen sólo a una parte de entre los sectores más conscientes y revolucionarios de la clase.
Para responder a esta pregunta necesitamos considerar la gran brecha entre la práctica política de la mayoría de la clase obrera y la teoría revolucionaria capaz de llevarla a su completa emancipación. Esto es un hecho que constatamos todos los días en las luchas que encontramos a nuestro alrededor. Ya sea en la lucha contra los desahucios, contra los despidos o contra la represión del Estado, la clase obrera es capaz de identificar (al menos intuitivamente) a su enemigo de clase. Sin embargo, su práctica política gravita incesantemente en torno al reformismo.
Y es que ser capaz de identificar al enemigo no significa que uno esté preparado para enfrentarlo de tú a tú. Para combatir a la burguesía en un sentido histórico, el proletariado debe constituirse como clase revolucionaria, esto es, debe ser capaz de enfrentarse a la burguesía no como agregación de elementos aislados sino como totalidad consciente de sus intereses históricos.
Varios son los factores que intervienen para impedir la constitución del proletariado en clase revolucionaria. En primer lugar, la influencia ideológica de la burguesía, que como clase dominante impone su sello en la conciencia de la sociedad, oscureciendo la conciencia de clase del proletariado de tal manera que muchos proletarios no son capaces de distinguir sus intereses históricos de los intereses de la burguesía. En segundo lugar, la ausencia de una orientación política revolucionaria que eduque al resto del proletariado a identificar sus intereses históricos frente a la tergiversación ideológica de la burguesía. También es importante recordar que la conciencia revolucionaria –la que reconoce el papel histórico del proletariado en la superación de la sociedad de clases– no brota espontáneamente durante la lucha, sino que resulta del desarrollo de un estudio científico de la lucha de clases y como tal debe ser inculcada. Además, en el seno de un Estado imperialista como es el Estado español, la ideología burguesa se impone todavía con más fuerza. La influencia que ejerce el reformismo socialdemócrata orienta las luchas espontáneas de la clase obrera hacia la reforma del Estado capitalista y la construcción de un ‘Estado del bienestar’ que resuelva sus demandas inmediatas, pero cuya existencia es sólo posible a través del apuntalamiento del sistema de dominación imperialista mundial.
Es por ello que, para ser capaz de guiar la lucha de clases hacia un horizonte verdaderamente revolucionario, la clase obrera necesita conquistar su independencia política. Dicho de otro modo, para que la clase obrera pueda constituirse como clase revolucionaria consciente de su misión histórica es necesario, como primer paso, la organización independiente de los elementos más conscientes del proletariado. O en otras palabras: el Partido de Vanguardia. Y es que el Partido de Masas, por su parte, se ve empujado a adaptar su línea política al estado actual de conciencia de las masas. La democracia interna del partido queda a merced de intereses espontáneos, con lo cual el Partido de Masas es tan vulnerable ante la hegemonía burguesa como lo eran las masas sin partido. Así, el Partido de Vanguardia es el único formato organizativo capaz, no solo de defender los brotes de conciencia espontáneos del proletariado, sino que también y principalmente, sus intereses históricos de emancipación como clase.
La vanguardia, por tanto, no es un invento de los comunistas para mantenernos «alejados» de la mayoría de nuestra clase, como si se tratara de una élite que aspire a dirigir despóticamente al resto de proletarios. Nada diferencia a un comunista del resto de su clase, tan sólo su grado de conciencia, y la vanguardia se ensancha a medida que más proletarios adoptan el marxismo y se encuadran en el partido. Por tanto, el objetivo del Partido de la vanguardia proletaria no es otro que el de elevar el grado de conciencia revolucionaria de todo el conjunto de la clase. Esto requiere una decidida acción de educación política en el seno del movimiento obrero —entendido en un sentido amplio como el movimiento de la clase obrera y no sólo su acción sindical— para combatir la influencia política e ideológica de la burguesía y del reformismo.
Recuperar la unidad entre teoría y práctica
Podemos entender entonces la reconstitución del Partido Comunista como el proceso en el que se restablece la unidad rota entre la teoría revolucionaria y la práctica política de la clase obrera. Es así como se entiende la formulación clásica del Partido como la «fusión del socialismo científico con el movimiento obrero».
Partiendo de un momento inicial en el que teoría y práctica se encuentran separadas, en el que el movimiento obrero actúa sin comunismo y el comunismo está desvinculado del movimiento obrero, la tarea de los comunistas consiste en reducir esa brecha, en educar a los obreros en la teoría revolucionaria y en poner la teoría al servicio de la transformación práctica de la realidad. Cuando el comunismo deja de ser una teoría escindida de la práctica y es asumida como propia por el proletariado, la práctica política de clase obrera deja de ser espontánea y reformista para convertirse en práctica revolucionaria (y a su vez la teoría se enriquece de la práctica política concreta del proletariado). Así, la existencia del Partido Comunista se demuestra de forma objetiva con la existencia de un movimiento de masas revolucionario. El Partido es producto y a su vez productor de ese movimiento revolucionario capaz de mantener la unidad histórica de la lucha de clases y elevarla hasta el máximo grado posible en cada momento.
Un aspecto fundamental que queremos destacar es que lo esencial de la reconstitución del Partido es precisamente ese proceso de integración entre teoría y práctica, entre la vanguardia y las masas proletarias. No se puede superar la división entre teoría y práctica profundizando esa brecha en cualquiera de sus polos, ya sea mediante una práctica ciega de teoría o una teoría ciega de práctica.
La línea de masas: sentar las bases para la reconstitución del Partido
Entender así la reconstitución del Partido Comunista lleva consigo una serie de consecuencias prácticas. Si lo esencial es la integración entre la vanguardia y masas proletarias, hay que desarrollar una táctica-plan que nos permita avanzar hacia ese objetivo de una manera óptima, atendiendo al estado actual del desarrollo de la lucha de clases; no podemos separar nuestra línea de masas por un lado y el trabajo hacia la reconstitución del Partido por otro. Debemos entender que la verdadera línea revolucionaria de masas es una tarea partidista, y que en ausencia de Partido nuestras tareas actuales no pueden dirigirse directamente hacia esos objetivos. Por ello, hemos de considerar que nuestra función no puede ser el desarrollo de programas finales que somos totalmente incapaces de imponer en la realidad.
Nuestra línea de actuación debe ir dirigida a aportar avances cualitativos en materia programática, política y organizativa.
En ese sentido identificamos tres carencias del movimiento comunista, y tres líneas en las que los comunistas debemos trabajar para hacer avanzar al conjunto del movimiento hacia la reconstitución de un Partido con línea revolucionaria.
1. Desarrollar un análisis concreto de la realidad
El MCEe carece de conocimientos profundos sobre la realidad concreta sobre la que actúa, siendo la mayoría de los análisis meros refritos de catecismo marxista que no aportan nada nuevo al proletariado.
Por tanto, debemos trabajar para aportar una línea de comprensión de nuestra realidad concreta en base al marxismo-leninismo. Debemos ser capaces de aplicar el método de análisis marxista a nuestra propia realidad, para ser capaces de identificar correctamente los problemas más fundamentales del estado actual de la lucha de clases, tanto en el Estado español como a nivel internacional, y a partir de ello ofrecer orientación política a la lucha de la clase obrera.
Esta es una carencia que, por supuesto, también afecta a nuestra organización. En ese sentido, consideramos que nuestros análisis acerca de la naturaleza actual del imperialismo sí aportan una línea de comprensión superior, pero existen muchas otras facetas de la realidad en las que todavía debemos profundizar.
2. Superar la dispersión del MCEe
La actual dispersión de los destacamentos comunistas y sus siglas, la existencia de múltiples organizaciones que se autodenominan «Partido» y las derivas reformistas de los Partidos Comunistas históricos son un reflejo del desarrollo de la lucha ideológica en el seno de la clase obrera, entre una línea oportunista y otra línea revolucionaria. Es por eso que aún tiene sentido la existencia separada de distintos destacamentos comunistas que nos encontramos en un momento de clarificación teórica y práctica. Sin embargo, esta situación de dispersión debe ser superada lo antes posible. Deben establecerse mecanismos para el acercamiento y el debate, contrastando las diferentes experiencias acumuladas y sentando las bases para la creación de organizaciones cualitativamente superiores.
En ese sentido, uno de los principales obstáculos que observamos es la tendencia a la autorreferencialidad que muestran muchos destacamentos comunistas, que plantean el proceso de reconstrucción del Partido como un mero crecimiento cuantitativo de su propia línea. Frente a esta idea, nosotros planteamos que, a día de hoy, ningún destacamento comunista tiene por sí solo el potencial de convertirse en el Partido. Por tanto, aunque trabajemos como organizaciones separadas acumulando experiencia y madurando proyectos revolucionarios en el Estado, debemos ser conscientes de que aislados jamás podremos alcanzar estrategias verdaderamente superadoras. Necesitamos dar pasos hacia la unidad de los comunistas, partiendo desde los principios y la confrontación de líneas estratégicas para resolver las tareas de la revolución de hoy.
3. Promocionar a cuadros obreros
Nuestra debilidad es un reflejo de la debilidad de la clase y viceversa. No es posible construir el Partido desde la nada, al margen del estado de conciencia de las masas, pero tampoco un movimiento revolucionario de masas puede formarse y sobrevivir sin su conciencia, sin su ideología y sin su Estado Mayor. Es por ello que debemos trabajar para fortalecer la unión con nuestra clase y, como aspecto principal, debemos insistir en la promoción de su conciencia mediante la formación de cuadros obreros.
Como decíamos antes, las definiciones clásicas del Partido parten de una separación inicial entre el movimiento obrero y su vanguardia, pero el proceso revolucionario justamente avanza hacia destruir esa separación. No podemos postergar estas tareas a un futuro lejano, confiando en que los revolucionarios del mañana ya resolverán el problema de cómo unirse al proletariado. Es en su propio proceso de reconstitución que el Partido debe forjarse y nutrirse de los elementos más avanzados en nivel de conciencia de nuestra clase. Estos cuadros obreros son el eje central de nuestra acción de masas, son el eslabón que nos permiten realmente unirnos con el movimiento obrero y no quedarnos en una vanguardia de nadie, una vanguardia aislada.
Sirvan estas líneas para impulsar el debate comunista en torno a la cuestión del Partido y de las tareas que debemos abordar para sentar las bases de su reconstitución.
Andrés García, militante de Iniciativa Comunista