El pasado 12, 13 y 14 de julio, por primera vez desde 2015, se celebró el Debate del Estado de la Nación. Este evento, culmen representación de la democracia burguesa, trajo consigo una serie de anuncios que merecen, por lo menos, ser comentados.
El Partido Socialista Obrero Español (PSOE), para sorpresa de sus socios de Gobierno que, en otra seña de servidumbre, en ningún momento tuvieron constancia de las medidas que iban a ser presentadas, decidió dar un «golpe sobre la mesa» y sobrepasar por la izquierda a Unidas Podemos (UP).
Entre las medidas anunciadas destacaron los impuestos temporales a las empresas energéticas y entidades financieras, la reforma del Poder Judicial para la renovación del Tribunal Constitucional y, entre bambalinas, el sonado acuerdo con el Partido Popular (PP) para el incremento del 2% del Producto Interior Bruto (PIB) en gasto militar, tal y como exige la Organización del Tratado Atlántico Norte (OTAN).
El PSOE justificó los grandes impuestos anunciados con el fin de recaudar 3.500 millones de euros para hacer frente al aumento de la inflación. Ante esta situación, UP se dio por satisfecho y dejó a un lado el hecho de que el incremento en el gasto militar supone el paso de 15.210 millones de euros a 23.400 millones. Una vez más la formación de UP demostró que es profundamente imperialista, atlantista y chovinista.
Por su parte, Esquerra Republicana, no solo se subió al carro de la OTAN, también enterró el espionaje del caso Pegasus en pro de una ficticia mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora nacional.
¿Y por qué es ficticia esta supuesta mejora? Se acercan las Elecciones Generales de 2023 y el PSOE necesita rearmarse frente a una derecha institucional que, tal y como se pudo observar en Castilla y León y Andalucía, le ha vuelto a sobrepasar. Este viraje a la izquierda supone una nueva escena en la gran obra que la socialdemocracia española lleva representando desde el Gobierno de Felipe González. Pero tal y como señaló Karl Marx en el 18 Brumario de Louis Bonaparte, «Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa», y así vuelve a suceder. Dejando a un lado las correcciones presupuestales del juego parlamentario burgués donde cualquiera puede darse cuenta de que la pretendida recaudación en impuestos es ínfima con respecto al gasto militar e insuficiente con respecto al grado de inflación, ¿alguien cree realmente que el PSOE vaya a llevar esa medidas hasta su última consecuencia? Ni las migajas que ofrece la socialdemocracia para nuestra clase han sido nunca soportables por los representantes políticos de la oligarquía del Estado español.
Cabe destacar que, tal y como señaló Pedro Sánchez en repetidas ocasiones durante sus intervenciones, una gran parte de las medidas planteadas provienen de los Fondos Europeos. Este dinero está destinado al rescate y puesta a punto de grandes empresas que, sin ser suficiente su expansión monopolística propia de un periodo de crisis, recibirán ayudas públicas que servirán para mantener su Tasa de Ganancia a la vez que limpiarán su imagen vendiendo como «altruismo» el acuerdo sobre pequeñas medidas que jamás lograrán solventar los problemas de la clase trabajadora.
Durante el Debate, Sánchez tampoco perdió la oportunidad de hacer referencia a los «grandes logros» del Gobierno progresista durante los últimos años: los ERTE —que se convirtieron en ERE—, el Ingreso Mínimo Vital —insuficiente y que entre trabas burocráticas ha llegado a número ínfimo de familias— o la Reforma Laboral —aplaudida por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE) y que tan solo ha servido para cambiar de nombre a la precarización laboral—. La realidad es que entre tantos «aciertos» la clase trabajadora sigue siendo despedida tras periodos de práctica o de prueba, la hostelería sigue ofreciendo contratos de 12 horas diarias donde no se llega al Salario Mínimo, la gasolina, la luz y los alimentos son cada día más caros o, como cada año, cientos de trabajadores mueren por «accidentes laborales» —asesinatos patronales— como los recientes casos de golpes de calor.
Y es que todo ha cambiado sin que nada lo haya hecho. Cientos de medidas aprobadas y la miseria no hace más que crecer. La entrada en la escena parlamentaria de Podemos prosigue su ciclo natural y, tal y como ocurrió con IU/PCE que acabaron diluidos en la formación morada, esta, al igual que el resto de organizaciones que se escindieron de la misma, lo harán en la «enésima» gran coalición a la izquierda del PSOE y que recibe como nombre Sumar. Los grandes partidos a la izquierda y la derecha retoman su posición inicial y se erigen como las dos únicas alternativas posibles para gobernar. Poco a poco volvemos a un estado similar al de hace más de una década donde, sin embargo, la clase trabajadora se encuentra aún más dañada.
Esta claro que las instituciones burguesas nunca van a ofrecer una salida para nuestra clase. Avanzar en la Reconstitución de la organización de vanguardia capaz de llevar a la clase trabajadora al lugar que históricamente le corresponde debe ser, sin lugar a dudas, la tarea prioritaria de todo comunista. Porque «salvo el poder, todo es ilusión» y únicamente un Estado bajo la dirección obrera será capaz de poner fin a la explotación y acabar con la sociedad de clases.
Bruno Daimiel