Huelga en el sector cárnico: los grandes olvidados

2021-12-18T13:16:14+01:0018 de diciembre, 2021|Actualidad|

“¡Huelga desconvocada!” Así comunicaban CCOO y UGT en sus respectivas RRSS el preacuerdo en el convenio estatal de la industria cárnica alcanzado con la Patronal el pasado 18 de noviembre [1]. Dos semanas antes aproximadamente, el 2 de noviembre, ambos sindicatos anunciaban la convocatoria de una huelga general en el sector cárnico para los días 25 y 26 de noviembre y del 3 al 8 de diciembre [2]. Tras once meses y seis reuniones de negociación, ante la tentativa de la Patronal de empeorar las condiciones de los trabajadores sujetos al convenio del sector reduciendo los salarios y aumentando y flexibilizando las jornadas laborales, los sindicatos no tuvieron otra salida que anunciar movilizaciones [3]. La respuesta de la Patronal no tardó en llegar, y para el beneficio de algunos trabajadores, lo hizo en forma de concesiones. Finalmente, tras la “victoria sindical”, la huelga fue desconvocada.

En este artículo no pretendemos analizar el rango de beneficio que supone el nuevo convenio para gran parte de la clase obrera nacional, pues en la situación de debilidad en la que se encuentra el movimiento obrero, un pequeño paso en la mejora de las condiciones concretas de nuestra clase debe ser considerado como un avance, por muy débil que sea. Sin embargo, si queremos indagar en la situación de los grandes olvidados del sector, aquellos que no quedan sujetos ni al anterior ni al nuevo convenio: la clase obrera migrante.

La burguesía, como clase poseedora de los medios de producción y organizadora del orden social a través de sus representantes políticos, siempre ha tenido – y tendrá – diferentes formas de lograr su objetivo: aumentar su tasa de ganancia; y el imperialismo se ha abierto a los grandes empresarios como la forma más perfecta para lograrlo.

El 13 y 14 de octubre de este mismo año, los diarios “El Diario” y “La Marea” publicaban una investigación realizada junto a “Lighthouse Reports”, donde deslindaban, a través de testimonios personales de trabajadores y datos de interés, la situación de las personas migrantes dentro de la industria cárnica [4, 5]. En susodichos artículos describen como el racismo y el riesgo laboral están al orden del día. Las condiciones físicas y mentales en la industria, que destaca por un ritmo productivo muy alto – lo que frecuentemente impide cualquier cumplimiento legal de bienestar animal -, y una notoria falta de preparación – lo cual es responsabilidad de la empresa – a menudo derivan en lesiones que pueden llegar a marcar la vida de estos trabajadores.

En 2017, tras un ciclo movilizador en el sector, se logró poner fin al falso cooperativismo que las empresas cárnicas utilizaban para contratar como falsos autónomos a miles de trabajadores y así prescindir de cualquier derecho laboral básico. Sin embargo, lejos de suponer una solución final, tan solo supuso un pequeño avance para la clase obrera nacional.

Los trabajadores migrantes del sector, asiduamente en situación de irregularidad administrativa para el Estado burgués, nunca tuvieron más derecho del que les otorgaba su fuerza y voluntad; ante cualquier atisbo de organización eran amenazados con ser despedidos y denunciados a la administración. Además, las empresas encontraron otro método para seguir evadiendo el convenio laboral: las empresas multiservicios.

Según señala El Diario, entre 15.000 y 20.000 trabajadores de la industria, la gran mayoría migrantes, están contratados a través de este tipo de compañías. Esta situación se traduce en salarios más bajos, jornadas laborales más amplias, menor cobertura de la seguridad social, etc. La precariedad unida al miedo de unas instituciones profundamente racistas impide que la clase obrera migrante pueda organizarse por sus derechos.

El Grupo Jorge y el Grupo Fuertes son tan solo algunos de los conglomerados empresariales responsables de esta situación. Pero no nos engañemos, tan responsables son los empresarios como sus representantes políticos y aquellos sindicatos que pese a conocer el panorama miran hacia otro lado.

Esta situación, ni mucho menos es un caso aislado, las condiciones de la población migrante en el sector agrario y ganadero es similar, no solo en España, sino en la mayoría de países de la UE. Si bien la clase obrera, como unidad, no distingue entre raza o género, los comunistas debemos señalar y analizar las condiciones concretas de aquellos sectores más precarizados y que sin lugar a duda sufren las peores consecuencias del capitalismo y el imperialismo. Huyamos del reduccionismo que supone la tan repetida consigna de “nativa o extranjera, la misma clase obrera”. Que parte de los derechos de la clase obrera nacional descansan sobre los hombros de la clase obrera migrante es un hecho incuestionable, y reconocerlo es el primer paso para que, juntos, asaltemos los cielos.

En una carta a Marx, el 7 de octubre de 1858, Engels escribía: «El proletariado inglés se está aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta nación, la más burguesa de todas, aspira aparentemente a llegar a tener al lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un proletariado burgués. Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo entero, esto es, hasta cierto punto, lógico”. En 1882, de nuevo Engels, esta vez a Kautsky: «Me pregunta usted ¿qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay conservadores y radicales liberales, y los obreros se aprovechan con ellos, con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su monopolio en el mercado mundial» [6].

En estos fragmentos podemos observar como el fenómeno por el cual la clase obrera nacional, con el desarrollo del capitalismo, conquista derechos a consta de la sangre de sus homólogos imperializados, también fue denunciado muchos años atrás por uno de los “padres” fundadores del marxismo. De igual forma, y en mayor profundidad, lo haría Lenin tiempo después.

Si una mejora laboral no alcanza objetivamente a todo el sector, sino sólo al trabajador nacional, no se trata de una «victoria sindical», más bien de un soborno que hace la Patronal a la aristocracia obrera y sus sindicatos. Los comunistas no podemos ni hablar de internacionalismo si no denunciamos este tipo de situaciones.

La lucha obrera de los grandes sindicatos, una vez más, ha dejado al margen a gran parte de la clase trabajadora. Debemos seguir organizando a los sectores más precarios de nuestra clase, tanto en el terreno económico, como en el político; debemos dejar atrás la legalidad y la burocracia burguesas y construir una alternativa revolucionaria.

Bibliografía

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