Cuando escuchamos hablar del mercado energético es fácil perdernos en esa incomprensible maraña de datos macroeconómicos y consideraciones coyunturales con las que nos abruman para intentar explicar el sangrante encarecimiento de la factura de la luz. Que si el COVID, que si el precio del petróleo, que si el impuesto por emisiones de CO2, etc. Siempre hay algún pretexto para justificar el sablazo a quienes eufemísticamente llaman «consumidores» pero que en realidad somos personas que trabajamos para vivir, cocinamos, ponemos lavadoras y no queremos morir de frío en invierno.
Todos esos datos y consideraciones se llevan a la OMIE, que básicamente es el organismo donde las eléctricas hacen sus cálculos para especular con el precio del kWh y seguir acumulando capital como si no hubiera un mañana. Solo Endesa multiplicó por ocho sus beneficios con respecto al año 2019 y conjuntamente con Iberdrola habrían registrado en 2020 la cifra de 5.004 millones. ¿Por qué sube la luz si no dejan de ganar dinero a espuertas? Pues por eso mismo, porque quieren ganar más, pero sobre todo porque pueden hacerlo. Porque son monopolio y no hay gobierno que les rechiste, entre otras cosas, porque del Gobierno a un consejo de administración en Endesa, Naturgy o Iberdrola hay muy poco trecho.
Y con todo, la amenaza descarada de los monopolios energéticos no se ha hecho esperar ante el anuncio de una retirada de 2.600 millones, (los llamados beneficios caídos del cielo), para «amortiguar» el impacto de las facturas que se esperan. No es para tanto considerando los 3.400 millones que ya les habíamos pagado de más a cuenta de los llamados Costes de Transición a la Competencia (CTC), o la devolución de 1.400 millones que ha sentenciado el Tribunal Constitucional a cuenta del Canon Hidráulico. Total, que con todo, en las eléctricas siguen entrando más gallinas de las que salen.
Pagaremos la factura con un descuento del IVA que es pan para hoy y hambre para mañana, pues lo que no nos cobran por un lado nos lo quitarán inevitablemente por otro, ya sea en pensiones, servicios públicos, etc. Y constataremos de nuevo que el tan cacareado artículo constitucional sobre que toda la riqueza del país está subordinada al interés general y bla bla bla, no es más que una patraña. El pronóstico es que las eléctricas seguirán ganando millones y la clase obrera pasará frío y penurias bajo lo que han llamado «pobreza energética», que en realidad es pobreza a secas. No nos reconfortará el calor de ningún gobierno pero nos queda el calor de la lucha y la solidaridad de clase.
No hay Gobierno ni Constitución que defienda a la clase trabajadora.
Roger Dastardly