El compromiso con el pueblo cubano y su revolución es un deber internacionalista de la militancia comunista del Estado español
El imperialismo yanqui, que se convirtió en la cabeza del imperialismo mundial, particularmente después de la segunda guerra mundial, ha sufrido pocas derrotas en su despreciable historia de rapiña, saqueo y violencia desgarradora. Una de esas derrotas es la Revolución de liberación nacional cubana de 1959. Pese a los esfuerzos de todo tipo que hizo la oligarquía financiera estadounidense y sus múltiples aparatos estatales con alcance global, el pueblo cubano derrocó el gobierno títere de Batista, expulsó los monopolios yanquis, expropió sus empresas y se transformó en una revolución socialista a «tan solo 90 millas de las costas del imperio».
Como toda experiencia *real* de construcción del socialismo, la cubana ha pasado por muchísimas etapas, acertando en muchísimos aspectos y errando en otros; muchas veces profundizando en el proceso de emancipación social y otras retrocediendo o dando rodeos más o menos necesarios. En otras palabras, las contradicciones han caracterizado está experiencia. Esto es, inversamente de lo que algunas personas con el pensamiento acartonado pueden pensar, un signo de vitalidad y solidez. La dialéctica materialista nos dice que los procesos sociales tienen en la contradicción su motor, su fuente de dinamismo. Y esta verdad se confirma cada vez que observamos todas las experiencias revolucionarias, sea cual sea su último destino. Los y las comunistas estamos bien conscientes de esta realidad, y precisamente ello nos lleva a defender de toda injerencia, de todo sabotaje, de toda crítica venenosa, de toda humillación, etc., a la revolución martiana y socialista de Cuba, que se mantiene firme en el camino de la soberanía y la independencia nacional frente al imperialismo.
Si bien hay gentes que, con todo el derecho (aunque a nuestro juicio, sin razón), consideran que la revolución no tiene una naturaleza socialista, que el Partido Comunista de Cuba es revisionista e incluso que la isla está en proceso de regresión al capitalismo, así como otras gentes que directamente no están de acuerdo con el socialismo cubano en general, la obligación que tenemos todos los antiimperialistas en general y los comunistas en particular, es defender la Revolución por imperativo internacionalista. Debemos defender la Revolución porque es la única garantía de ese pueblo de mantenerse territorio libre de América Latina, de seguir siendo independiente y de ejercer su derecho a la autodeterminación. Debemos defender la causa cubana así como defendemos la causa palestina o filipina porque son causas que en el mundo actual representan el objetivo principal del proletariado internacional que no es otra que acabar con el imperialismo.
Se trata de una prueba de madurez política y de solidez ideológica. Los y las comunistas no nos guiamos en nuestro actuar de acuerdo ideas preconcebidas, ni tomamos las cosas como nos gustarían que fueran; por el contrario tomamos la realidad en su total crudeza, sin caer en subjetivismo alguno. De tal manera que, sea cual sea nuestra opinión en lo que concierne al Partido Comunista de Cuba y al Estado cubano, nuestra actitud debe ser de completa solidaridad y apoyo a la Revolución y de frontal y absoluta oposición al bloqueo e injerencia yanquis. Nuestra tarea consiste en denunciar cómo el imperialismo estadounidense estrangula al pueblo de Cuba desde los años 60, emplea múltiples fondos e instituciones para sabotear internamente, para la injerencia de todo tipo. Debemos denunciar cómo financia diversos grupos de contaminación comunicacional, cómo se esfuerza en ensuciar la imagen de la isla a nivel internacional, etc., etc. No hay crimen alguno cometido por el imperialismo que podamos permitirnos no señalar y denunciar con energía.
En lo que en el plano estatal español respecta, debemos denunciar cómo los partidos más reaccionarios de la oligarquía financiera doméstica apoyan la agresión a la isla, propagan mentiras y calumnias a través de sus medios de comunicación, y acusan de los atropellos que ella misma, en verdad, perpetra en todos el mundo. Del mismo modo debemos hacer con aquellos partidos socialdemócratas y neoliberales de izquierda que se atreven a dar lecciones de democracia y progreso en un país que tiene cientos de presos políticos, que reprime procesos democráticos como el referéndum catalán, que no deroga ni una sola ley que atenta contra los derechos básicos de la clase obrera y que incluso refuerza leyes ultrarrepresivas como la conocida ley mordaza (y su ampliación digital). Estos superprogresistas timoratos, que no se posicionaron contra el golpismo en Nicaragua, en Bolivia ni en Venezuela e incluso en muchas ocasiones criticaron a los gobiernos soberanos por defenderse de la guerra sucia, echan arena sobre los ojos de la clase obrera con palabrería hueca sobre la democracia en general, alineándose a la chita callando con Washington.
En definitiva, las comunistas del Estado español debemos asumir nuestra obligación como internacionalistas habitantes de un centro imperialista integrante en la OTAN y la UE, de apoyar incondicionalmente a todos aquellos pueblos y Estados que se oponen a unipolarismo imperialista encabezado por los Estados Unidos y defienden su soberanía. Debemos superar el dogmatismo y los sloganes ultraizquierdistas que lejos de afianzar nuestras posiciones y ayudarnos a avanzar realmente hacia la revolución y el socialismo, nos frenan y entorpecen.
¡Viva Cuba Soberana y Socialista!
¡Basta de bloqueo!
¡Abajo el imperialismo!
¡Cuba sí, yanquis no!