Si algo ha hecho esta crisis mundial, sanitaria y económica que estamos viviendo es recordarnos más que nunca aquello que dijo Karl Marx de que «el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo». Cientos de miles de muertos en el mundo y millones de proletarios exponiéndose en sus puestos de trabajo a un virus mortal muestran de la manera más gráfica posible que la máquina de acumulación del capital no puede pararse bajo ningún concepto. El modo de producción capitalista condena a quien no tiene otra cosa más que su fuerza de trabajo a entregar su vida misma, si es necesario, con tal de seguir alimentando un estómago insaciable.
En Aragón, las cosas no han sido distintas. Después de una brevísima «calma» posterior a la primera ola de contagios en el país, la segunda ola, a día de hoy, se encuentra ya directamente sobre nuestras cabezas. El objetivo de este texto es «trazar una línea recta» uniendo una serie de puntos de forma cronológica que nos llevan a la situación en la que estamos ahora. El interés de trazar esta «línea» está en que el virus deja a su paso un rastro que nos permite extraer información sobre la situación actual de la clase obrera que ha estado directamente expuesta. Podemos dividir lo ocurrido hasta ahora en 3 fases: los antecedentes de la expansión del virus en Aragón en la primera ola en abril/mayo, la expansión del virus entre los temporeros de la campaña de fruta que arrancaba en junio, y la última en la que nos encontramos ahora con la expansión del virus en la ciudad de Zaragoza durante mes de julio. Parte de la información que exponemos ha aparecido en algún medio público y otra tanta nos ha llegado de otras formas.
Los antecedentes (abril y mayo)
En cifras absolutas, es verdad que en Aragón no se llegaron a las cifras de infectados tan altas como las de otras comunidades como Madrid o Catalunya. Pero sí que hubo un gran pico de contagios en la comarca de La Litera, concretamente en los mataderos situados en el pueblo de Binéfar. El primer matadero de la empresa Fribin con 650 trabajadores de los cuales 200 dieron positivo en el virus. El segundo matadero Litera Meat recién abierto con 1.600 trabajadores de los cuales 256 trabajadores dieron también positivo. Este último matadero propiedad del italiano Piero Pini, recientemente salido de la cárcel por corrupción, y conocido por su régimen de explotación implantado en otros países como Hungría o Polonia. La misma llegada del matadero en Binéfar fue previo soborno al alcalde del pueblo.
Estos mataderos se alimentan de la fuerza de trabajo de cientos de trabajadores de los cuales la casi la absoluta mayoría son inmigrantes subsaharianos (principalmente de Senegal), marroquís, y algunos en menor medida de Europa del Este. Todos los días traen en bus a cientos de trabajadores de las poblaciones de alrededor, especialmente de Lérida donde viven muchos de ellos. La gran mayoría de ellos no hablan casi castellano y suelen malvivir varias familias por vivienda. El salario suele rondar alrededor del salario mínimo, del cual el capitalista resta el transporte por supuesto. Se trata de un trabajo esclavo en cadena al servicio de cintas transportadoras a toda velocidad para el despiece de carne donde los cortes accidentales con los cuchillos son habituales debido a la gran velocidad de trabajo que se exige.
Al ser sectores esenciales, estos mataderos no tomaron absolutamente ningún tipo de medida para evitar la expansión del virus. En la siguiente imagen puede verse el aspecto del comedor del matadero Litera Meat en el peor momento de expansión del virus.
Pero, no solamente no es que no se tomará ninguna medida para frenar el contagio de los trabajadores, sino que se persiguió y reprimió a aquellos trabajadores que dieron la voz de alarma al empezar a ver enfermar la plantilla en masa. La empresa de Litera Meat obligaba a trabajadores enfermos a seguir yendo a trabajar bajo la amenaza de despido. Aquí el testimonio de un trabajador sindicado en CNT que se enfrentó a la dirección de la empresa:
«Hay muchos africanos que apenas saben hablar y de quienes intentan abusar, aunque con lo que pasó el sábado pasado [25 de abril] han devuelto a muchos. Todos los días van saliendo nuevos positivos, gente que dio negativo hace una semana y que ahora está infectada. Unos trabajan en Fribin y otros, en Litera Meat, pero viven en el mismo piso y, a veces, son familia. Por eso el contagio en Binéfar puede haberse descontrolado. […] No habían pasado ni ocho días -dice Orozco- y comenzaron los problemas en las cintas de la producción porque obligaban a la gente a trabajar desde las seis de la mañana hasta las cuatro o cuatro y media de la tarde. Les hacían también venir durante los sábados. Se suponía que era un trabajo voluntario, pero despedían a quienes se negaban. He visto a Mario Pini [hermano de Piero Pini] coger a gente de la mano y zarandearlos y empujarlos. Sacó a empujones al director del Fremap de la sala de despiece como a un perro y delante de todo el mundo. ¿Qué no haría con los simples peones? La plantilla vive desde que el matadero abrió entre amenazas»
Los trabajadores infectados volvían a sus casas en las que a menudo convivían bastantes personas en malas condiciones. El virus infectó también a sus familias en otras ciudades como Lérida. Este era el hervidero a finales de mayo en el que se encontraba toda la zona de influencia de Binéfar y Lérida. Después llegó el mes de junio y el inicio de la campaña de la fruta en la misma zona y en las comarcas del Bajo Cinca, Cinca Medio, y Bajo Aragón-Caspe.
La situación de los temporeros (junio)
Empezó la temporada de fruta en la región, y la gran preocupación era si el capital contaría con la mano de obra suficiente para llevar acabo la campaña. La administración autonómica y el Estado (¡esta vez bajo el gobierno “más progresista de la historia”!) hizo honor a los intereses de clase que defiende y se apresuró en ofrecer sus recursos al servicio de los propietarios de campos movilizando de propio autobuses que aseguraran el desplazamiento de la mano de obra. El objetivo era hacer llegar entorno a los 50.000 temporeros que se estimaban necesarios en Aragón para la fruta.
La casi totalidad de los temporeros son inmigrantes de origen subsahariano y marroquís. A estos hay que sumar también la incorporación de unos 60 menores extranjeros no acompañados ofrecidos y tutelados por el Instituto Aragonés de Servicios Sociales (IASS). Menores trabajando de sol a sol en condiciones muy duras y ofrecidos por cuatro duros para disfrute del empresario. Esta es la única “integración social de extranjeros” que puede ofrecer el Estado, la integración de su fuerza de trabajo barata en la cadena de producción capitalista.
Estos trabajadores del campo se encuentran en condiciones miserables. En el mejor de los casos duermen en barracones hacinados varios por habitación. En otros casos viven en asentamientos en ruinas como el de la siguiente imagen del pueblo de Albalate de Cinca o sino directamente en la misma calle a la intemperie.
Como no podía pasar de otra forma, el virus broto rápidamente entre los trabajadores. Si hacia un mes se extendía entre los trabajadores de los mataderos, ahora lo hacía entre los temporeros del campo. La primera alarma salto en el pueblo de Zaidín, en la importante empresa de Frutas La Espesa. De 260 trabajadores, 200 dieron positivo al virus. Dejamos aquí el testimonio recogido por Intersindical de Aragón/Cobas sobre la situación dentro de la planta:
«Una vez dentro nos encontramos con que los trabajadores tienen que presentarse en sus puestos a la carrera, latigueados por los diferentes encargados y encargadas de zona, sin guardar ningún tipo de distancia de seguridad ni de adecuación de los puestos a las circunstancias actuales, gritos a la propia cara de los trabajadores, incluso sin mascarilla, malas maneras, insultos, empujones. […] Nadie puede retrasarse, en el caso de llegar 1 minuto tarde, uno de los jefes cierra la puerta de la empresa castigando a los que se han quedado fuera el tiempo que ellos consideren, entre una hora, dos horas, lo que quieran. La mayoría de la plantilla son gente inmigrante, especialmente de la zona de África y algunos de Europa del Este. Mucha gente no entiende el idioma y aun a pesar de esto les obligan a firmar papeles informativos sobre el COVID-19, es una práctica meramente de trámite para que la empresa pueda cubrirse las espaldas en caso de nuevos brotes, pero la realidad es que los trabajadores y trabajadoras siguen desinformados de la realidad. Les obligan a pagar por el uniforme de trabajo consistente en una bata y una gorra, 50€. Prohíben hablar a los trabajadores entre ellos, usan la división en razas en la empresa, utilizando sobre todo a la mano de obra de Europa del Este blanca en puestos de mando intermedio para latiguear y ningunear a la mayoría de operarios y operarias que proceden del África, la empresa cierra los ojos ante los abusos y quejas de los trabajadores con tal de que la producción salga adelante. Las jornadas se extienden más allá de las 12 horas diarias en prácticamente todos puestos, en algunos entran a las 7:30h y salen a las 22:30h. Por supuesto no se pagan como horas extra y el salario base se paga por debajo de Convenio»
– Intersindical de Aragón/Cobas – «Frutas la Espesa, Zaidín (Huesca). Siglo XXI, exclavitud con menores. Rebrote COVID-19»
Un testimonio como este solo es un ejemplo más de cual es la situación actual de miles de trabajadores tanto en Aragón como a lo largo de todo el país. Negros y magrebíes son utilizados no solo como mano de obra barata, sino que frente al virus son utilizados como carne de cañón. La situación actual era predecible, pero era un precio asumible para el capital. Las autoridades han intentado aislar a los temporeros teniendo que recurrir directamente a la propia caridad de ONGs o de Cruz Roja para su alimentación. A nadie le cabe ninguna duda que ningún empresario ha pagado un solo euro de su bolsillo para atender a los trabajadores confinados. No solo eso, sino que incluso estos han sufrido ataques fascistas donde se encontraban. El brote se extendió a lo largo de los campos de fruta y entre los pueblos de la zona. Aun así, el Gobierno de Aragón lo dio por «controlado» a finales de junio en cuanto vio una ligera mejora en el número de casos.
La expansión del virus en Zaragoza (julio)
Mientras se anunciaba que todo estaba controlado y se llamaba a la calma y que nadie pudiese cancelar unas vacaciones bien valiosas para el negocio turístico, el virus llegaba a lo grande a la ciudad de Zaragoza a principios de julio. Las alarmas saltaron cuando se descubrió que casi toda la plantilla de un centro de educadores sociales daba positivo en Covid-19. Más casos aparecieron también relacionados con la ETT Eurofirms que probablemente había estado gestionando el envío de trabajadores al campo.
En el momento de la primera ola ya se vieron casos de como el virus se expandía por los diferentes centros de trabajo y no solo se hacían oídos sordos, sino que directamente se reprimía a quien lo denunciaba. Un ejemplo de esto es el caso de Javier, que por pedir medidas de higiene contra la Covid-19, por pedir seguridad ante trabajos inseguros que le pedían hacer y por negarse a hacer las horas extras que le exigían fue directamente despedido por su jefe y se encuentra ahora luchando por su readmisión.
Otro de los focos de infección en la ciudad han sido los bares y restaurantes. Varios cercanos a la zona universitaria ya han tenido que cerrar debido a los contagios. La empresa propietaria de los bares Ginger Fizz Bar, Garbo Gentlebar y Gonzo de la zona pudiente de la Plaza de Los Sitios ha tenido varios positivos entre los trabajadores. Sabemos que el jefe presiona lo máximo posible por intentar abrir cuanto antes a pesar de los contagios. Pide a sus empleados que vayan a urgencias fingiendo síntomas para que les hagan las PCR cuanto antes y estén el mínimo de tiempo posible de baja. Otra cosa de las que dice es que el confinamiento por contacto con un positivo es “solo una recomendación” y que quien no vaya a trabajar se considerara como que “no va porque no quiere”. Las condiciones de los trabajadores en hostelería suelen ser de tener un solo día libre a la semana con lo que fácilmente llegan a las 48h semanales, mucha dificultad para conseguir que paguen las horas extras a tiempo o jornadas agotadoras con un descanso de 20 minutos y sin comer (algunos sitios ni descanso). Otras cadenas de restaurantes como Tagliatella cuentan con trabajadores contagiados en el trabajo.
El virus se ha expandido y sigue haciéndolo por los centros de trabajo en la ciudad. Mientras, los medios insisten en la juventud y los botellones como «el pecado original». Su papel ha sido el de preparar el terreno de cara a la opinión pública para el aumento de cifras que se avecinaba.
Sin duda, el virus ha hecho que por un breve momento se haya tenido que poner el ojo en la situación de una gran masa de trabajadores. Estas masas componen las capas más explotadas y oprimidas de la clase obrera en el Estado español. Muchos ni siquiera hablan con fluidez el castellano, hablan árabe, wólof, o francés. Se están continuamente desplazando por el territorio en busca de trabajo que algún patrón les pueda dar y exprimir de ellos la mayor cantidad de trabajo posible. También encontramos a un sector cada vez mayor de la juventud atrapada en sectores como el de la hostelería con condiciones lamentables o encadenando mini-contratos de ETTs en toda clase de trabajos.
A pesar de ser las capas más oprimidas de la clase obrera, como ya comentaron las camaradas de Murcia en su artículo del último 1º de mayo «Reflexión acerca de la cuestión sindical en la Región de Murcia», se encuentran completamente alejadas de cualquier organización sindical entorno a sus intereses económicos más inmediatos. La clásica burocracia sindical huye despavorida ante la idea de organizar estos sectores y ni siquiera se plantea tal cosa seriamente. Es normal, la organización de las capas mas oprimidas es la única herramienta verdaderamente útil para barrer a todo el oportunismo que ha vivido bien cómodo en el sindicalismo mayoritario con las migajas y prebendas de los capitalistas. Esta debería ser una de nuestras mayores preocupaciones en estos momentos, la faraónica tarea que hay por delante de trabajar por la organización de las capas más amplias y oprimidas del proletariado constituyendo las correas de transmisión entre estas y la organización de la vanguardia para la revolución.
La crisis del Covid-19 es más gasolina al fuego de la lucha de clases y su masacre del proletariado. Estos meses hemos visto, y seguiremos viendo, como al capital le importa un bledo los contagiados y muertos que haya con tal de intentar desesperadamente que su balance de cuentas cuadre. Toda persona que se considere revolucionaria no puede rehuir la tarea que tenemos pendiente. Es fundamental abordar la tarea de organización de los y las comunistas para dotar a la clase obrera de su herramienta revolucionaria, es decir, para reconstituir el Partido Comunista. Solamente a través de la fusión del socialismo científico con las masas podremos dar guerra al imperialismo y el capitalismo. Rehuir este objetivo estratégico es renunciar en la práctica a la revolución.