Escuché el otro día que el Sindicato Andaluz de Trabajadores había realizado una expropiación de alimentos en un Mercadona. La acción se conoce ya, popularmente, como “hacer un Gordillo”.
Me dije, joder, Amador, escribe un artículo. Y me puse a ello. Redacté un texto sosegado, elogioso, lleno de reflexiones y de pensamientos elevados. Pero según he ido viendo el tratamiento que le han ido dando al asunto los medios de comunicación y los representantes de los partidos políticos del Régimen, y tras escuchar las expresiones de multitud de apesebrados imbéciles que pueblan nuestro querido Reino de Españistán, mi cabreo ha ido en aumento. Así que he tirado ese artículo a la basura y he decidido perder las formas.
Alberto Ruiz-Gallardón declaró, respecto a la actuación del SAT, que “en ningún caso se va a permitir que se viole la ley, porque esto sería la ley de la selva.» Cuando oí esto, lo primero que pensé es que Gallardón goza de un excelente sentido del humor. Luego, directamente, me cagué en todos sus muertos. Señor Ministro del Interior: ¿cree usted que somos gilipollas? Todo indica que sí: vivimos en el país del Gürtel, de los Urdangarines y los Fabras. Un país donde se le regalan miles y miles de millones de euros a la banca mientras nos encontramos con que hay más de cinco millones de trabajadores en paro. Cientos de miles de familias están a un paso de la miseria más absoluta; otras tantas no tienen esa suerte, pues se han visto condenadas irremediablemente a ella. El latrocinio de la clase política y de los banqueros ha alcanzado unas cotas disparatadas. Las cifras del robo han perdido todo sentido. Daría igual que los euros robados al pueblo fueran el doble, el triple o la mitad. Y no sólo se ha robado –y se roba- dinero; también se han robado –y se roban- los derechos de los trabajadores. Señor Gallardón: no se preocupe usted tanto por la instauración de “la ley de la selva”. Ésa, y no otra, es la única ley imperante hoy día. La ley del capital, la ley del más fuerte: la barbarie.
Ya Proudhon definió acertadamente las leyes que dice defender Gallardón: esas leyes que son “telarañas para los ricos y poderosos, cadenas de acero para los pobres y débiles, redes de pesca en manos del Gobierno”. Son las normas de la clase dominante, hechas a medida para mantener por la fuerza su dominio. Por eso quebramos esas leyes; porque son injustas. Porque son la ley de la selva.
Y es que la lucha de la clase obrera no se detiene ante normas ridículas. No se detiene ante la cárcel, ni ante la muerte, ni ante nada. Así que, señor Gallardón, no se sulfure usted por los asaltos a supermercados. Tengo la sospecha, bastante fundada, de que los asaltos simbólicos a supermercados van a ser, a partir de ahora, la menor de sus preocupaciones. No crea que ha visto, siquiera lejanamente, las orejas al lobo. No ha visto nada aún. Lo sucedido es sólo un lejano aviso de lo que viene.
Por Amador Cea