Por Francisco García Cediel, militante de Iniciativa Comunista
“Si una clase social tenía que ser devorada ¿No sería el pueblo, vivo, nuevo aún, quien se comería a la burguesía agotada por sus excesos? Sangre nueva forjaría la sociedad nueva. Y en la espera de una invasión de los bárbaros, para regenerar a las viejas y caducas naciones, reaparecería du fe absoluta en una próxima revolución, la verdadera, la de los trabajadores”
Emile Zola. Germinal.
Cuando unos días atrás el entonces primer Ministro griego Papandreu anunció su intención de convocar un referéndum vinculante para validar el “plan de rescate” que la Unión Europea había aprobado para su país, el nerviosismo cundió en los círculos que dirigen a la sombra Europa y el mundo.
La máxima representación del poder en este continente, el “muy democrático” Banco Central Europeo, puso el grito en el cielo y sus máximos paladines, Merkel y Sarkozy a la cabeza, tiraron de diccionario para encontrar calificativos suficientemente elocuentes respecto a la opinión que les merecía tan incómoda propuesta; irresponsable, inoportuna, extravagante e inadecuada, fueron los epítetos que toda la representación política continental del Partido Único del Capital (en expresión acuñada por Carlos Tena), dedicó a la anunciada consulta popular. Huelga decir que los dirigentes del PP y PSOE no fueron una excepción al respecto.
Y no es que el hoy ex dirigente heleno formulara su propuesta imbuido por las tradiciones democráticas de la Grecia clásica, sino porque el eufemísticamente denominado “rescate” no es sino una especie de concurso de acreedores para estados cuya articulación pasa por intervenir en las decisiones de un país de tal modo que a cambio del dinero que se aporta se condena literalmente a la miseria al pueblo. Ante esta perspectiva, el descontento popular hacía temer a Papandreu una deslegitimación generalizada del propio sistema e incluso un eventual levantamiento popular, algo que pretendía conjurar mediante una consulta en la que la disyuntiva era o aceptar las medidas draconianas propuestas por el poder económico continental o la incógnita de salir del euro, con la incertidumbre que eso supone, confiando en que finalmente el resultado del referéndum fuera favorable a la primera opción.
Sin embargo, el poder económico y político europeo temió que la consulta supusiera abrir la Caja de Pandora, y que finalmente la población griega diera la espalda a los planes del capital financiero rechazando ser el chivo expiatorio de la crisis.
Porque una cosa es jugar a la democracia como mecanismo legitimador del sistema y otra muy distinta es arriesgarse a que sus propuestas sean rechazadas. En los contados momentos en los que los resultados electorales ha sido adversos poder económico, éste se ha encargado de corregir el error utilizando un elenco prácticamente ilimitado de medidas correctoras que van desde intervenciones militares a golpes de estado.
La propia historia reciente de Grecia ilustra sobradamente al respecto. Así, las tropas británicas desembarcaron en el puerto de El Pireo en octubre de 1944 para truncar el proyecto de república socialista que propugnaba la guerrilla que había derrotado al ocupante nazi-fascista, con un inmenso apoyo popular, y en 1967, ante la inestabilidad política del país, un golpe de estado instauró la llamada Dictadura de los Coroneles, con el apoyo de la OTAN y las potencias occidentales.
El último acto de esta tragedia supone la tercera intervención del capital contra el pueblo griego en la historia contemporánea, un nuevo golpe de estado (todavía) no cruento. Convocado de urgencia por la Unión Europea, la imagen plasmada por las cámaras de televisión de Papandreu entrando en la sede de la reunión era patética en su soledad, tal que, de no haber sido por su traje, parecería que llegaba el encargado de mantenimiento. Las presiones recibidas y el ruido de sables en la propia Grecia provocaron la revocación del referéndum anunciado, la dimisión del propio Papandreu (fiel hasta el fin al capital), y el nombramiento de Lukas Papadimus, ex vicepresidente del Banco Central Europeo como nuevo mandatario en Atenas. El poder ha tenido que quitarse la máscara.
A terminar de redactar estas líneas y ante los efectos de la crisis, Italia ha nombrado a otro representante de la banca, Mario Monti, ex Director europeo de la Trilateral y directivo de Goldman Sachs (Banco de Inversión norteamericano), como Primer Ministro. La legitimación del poder ha pasado del concepto “democracia” al concepto “tecnocracia”, como si la política económica fuera neutral, todo con tal de aplicar la única salida capitalista a la crisis; asegurar el beneficio empresarial aumentando la explotación y la miseria para las capas populares.
Se abren paso las voces que postulan el no pago de una deuda generada por una lógica ajena a los intereses de los pueblos de Europa, y cuyos intereses están concebidos para reponer las arcas de quienes ostentan el poder real a costa de los habitantes del continente. Tal vez sea esta la única salida para no caen víctimas de un Minotauro llamado mercado.
Francisco García Cediel
Extraido de “El Otro País”